Capítulo 4

Rachel

El día del tour había llegado y me sentía emocionada por conocer Viena. Un auto lujoso de la agencia de viajes pasó por mí y por otras tres personas en diferentes hoteles. Recorrimos algunos minutos por la ciudad, y llegamos a la famosa plaza de los Héroes o Heldenplatz, ubicada en todo el centro de la ciudad.

En la plaza, una señora muy amable intentó conversar conmigo. Traté de decirle que no hablaba alemán, pero no me entendió. Luego, una señora más joven se acercó sonriendo.

—La señora intentaba decirte que debemos esperar algunos minutos a la persona que nos va a dar la bienvenida, el dueño de la agencia; el Sr. Robert White. He viajado varias veces a esta ciudad y siempre hago tours con la Agencia Gold.

Al escuchar ese nombre sentí que el corazón me latía muy fuerte. Esperamos un poco, pero me sentía ansiosa y nerviosa. De pronto, se escucharon muchos aplausos y pude ver a Robert en medio de la multitud de turistas. Estaba vestido de jean azul y una camisa blanca manga corta. Saludó a todos y se acercó al primer autobús.

Cuando era mi turno de subir a ese mismo autobús, él estaba de pie saludando a todos los que entraban. Al verme, su rostro fue de gran sorpresa. Me tomó la mano y me sonrió para darme la bienvenida como a todos.

 Ubiqué mi asiento y cuando todos entraron, se sentó a mi lado. Él iba a ser un turista más, pero era muy difícil ignorarlo tan cerca.

 —Bienvenida—dijo Robert y me sonrió—¿Puedo acompañarte a comer? Lo primero en el tour es el desayuno —Su pregunta fue muy directa, y acepté un poco dudosa.

El autobús recorrió algunos minutos; y al bajar, caminamos algunos metros hasta un pequeño restaurante.

—¿Eres de Argentina, cierto? —Afirmé con ligeros movimientos de mi cabeza—. ¿Cuándo regresas?  —Me preguntó curioso mientras nos ubicábamos en una de las primeras mesas.

—Estoy acá por unos días. Solo vine por la reunión—dije con la mirada perdida.

Por alguna desconocida razón, él me hacía sentir, no sé: ¿muy nerviosa?

—Me gustaría invitarte a cenar, para que conozcas un poco a Viena de noche. ―Y se dibujó una ligera sonrisa en su rostro y arqueó su ceja izquierda esperando mi respuesta.

—Gracias por tu invitación —Esquivé sus ojos verdes—, pero… no puedo.

—¿Por qué no? Es solo una cena —Sonrió dejando ver un pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda que antes no había visto.

—Tú lo has dicho, es solo una cena y por eso puedo rechazarla —Terminé de comer en silencio total, le agradecí y me retiré de la mesa.

La Rachel con la gran coraza estaba saliendo a la luz. Quizás estaba haciendo las cosas sin pensar, pero mi viaje a Viena no era para salir con él a conocer Viena. 

El tour inició en un hermoso lugar, el Palacio de Schönbrunn, el cual me enamoró de inmediato por sus hermosos jardines, pero su belleza interior no tenía ninguna descripción acertada que detallara lo que mis ojos veían. Creo que me quedé inmóvil un par de minutos con solo pasar las grandes puertas que daban entrada al palacio. Es una de las construcciones barrocas más hermosas de toda Europa.

Caminé en medio de las demás personas, y el guía nos llevó a conocer todas las habitaciones del palacio; también conocido como el Versalles vienés; y mientras explicaba algunos detalles, Robert se acercó.

—¿Me acompañas? —preguntó al sorprenderme entre los demás, y señaló uno de los largos pasillos del museo.

Me pareció extraña su invitación a “acompañarlo”, pero accedí. Tomó mi mano y nos fuimos casi corriendo para que no nos vieran, y salimos por detrás del museo.

―¿A dónde vamos? ―dije confundida al dejar atrás al grupo.

—Debido a que no aceptaste cenar conmigo, seré tu guía privado por el resto del tour. Así podré conocerte ―dijo muy seguro mirándome sin parpadear―. Por favor, no huyas esta vez ―Sonrió.

—¿Qué has dicho?

—¡Vamos! —dijo de nuevo ignorando mi evidente molestia e incomodidad.

—No voy a ir a ningún lado contigo.

—¿Por qué?

—No somos unos adolescentes ―dije seria.

―Lo sé, pero únicamente es un paseo ―dijo señalando a nuestro alrededor―. Creo que te gusta la música —Observó mi collar de piano—, y por eso quiero llevarte a un lugar especial que no es parte del tour pero que creo que te encantará—. Lo observé y asentí un poco renuente—. ¿Conoces a Mozart, el famoso pintor?

―¿Pintor? ―Sonreí ante su extraña pregunta―. Mozart era un pianista maravilloso―Le corregí y seguimos caminando un poco.

―Lo sé, estaba bromeando. Aquí vivió junto a su familia por varios años—Señaló un edificio.

―Él fue un gran genio de la música ―Entramos al edificio y por un momento pude olvidar todo lo que me rodeaba y me concentré en observar todo; hasta el más mínimo detalle—. Mozart, fue un gran pianista y compositor ―dije agitando mis manos―. Él podía leer música desde muy niño; tenía una memoria impecable, y podía improvisar con mucha facilidad. Tenía un asombroso talento para componer y tocar.

―Sabes mucho de Mozart.

―Disculpa, estoy hablando mucho.

―No, por favor, me gusta escucharte y verte disfrutar de la experiencia ¿Te gustaría caminar y conversar un poco más? ¿quieres volver al tour con los demás.

―No creo ser una buena compañía y prefiero irme.

―Has sido la mejor compañía que he tenido. ¿No disfrutaste el tour musical?

―Sí, claro que sí... —respondí nerviosa—, pero quisiera regresar al hotel.

Mi pasión siempre había sido la música, amaba el piano y no había día que extrañara que mis manos bailaran en cada tecla, pero el recuerdo de mi hermano me alejaba de ese gran sentimiento.

Lo único que me mantenía cerca de la música y el recuerdo de Dylan, era el collar que él mismo me regaló. Ahora, este tour “musical” con Robert, me hacía revivir fuertes y tristes emociones que prefería conservar en el baúl de los recuerdos.

Al llegar al hotel, tras un breve e incómodo trayecto, le di las gracias por todo y me despedí un poco distante, quería llegar rápido a mi zona de confort; a mi habitación.

―¿Nos vemos mañana?

―No lo sé… ―No quería aceptar lo agradable que había sido su breve compañía.

―Por favor, el tour será mejor que hoy. Te lo prometo.

Sonreí ante su insistencia, pero, aunque le dije que sí, lo mejor era dar un paso basado en mi razón y no en mi corazón.

Ya estaba decidido.

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