Robert White:
Pasaban las dos de la mañana y me levanté de la cama para despejar la mente e intentar dormir, no lograba conciliar el sueño. Estaba preocupado por mi papá.
Volví a la cama, conseguí dormir; y al despertar, sentí que había cerrado los ojos por cinco segundos. Me esperaba un día difícil.
Viena era una ciudad tranquila, pero encontrar las calles despejadas era parte de mi rutina diaria y por eso siempre salía temprano de casa. Al llegar a mi despacho en la Agencia de Viajes que fundó mi padre, me preparé la primera taza de café del día. Tenía una reunión importante en la mañana con gran parte del personal.
—¿Se puede? —Interrumpió mi mejor amigo y compañero de trabajo, Miguel, tras darme los buenos días. Él es el abogado de la agencia.
—Claro, adelante—respondí y lo invité a tomar asiento.
—La reunión será un éxito. ¿Estás preparado?
—Sí, la agencia va a tener un cambio radical con los nuevos tours.
Miguel ha sido mi mejor amigo desde hace varios años, y ese mismo día que nos conocimos, también conoció a quien se convirtió en su esposa tres años después. Lucía y Miguel son una parte importante de mi familia.
—Señor, White, lo busca la señorita, Perla —Interrumpió mi secretaria.
—No podía venir en un peor momento —dije en voz alta sin pensarlo y me levanté de mi silla.
—Es tu pareja… —añadió Miguel, me fulminó con la mirada, sonrió con sarcasmo y se puso de pie.
—No lo es…
Perla entró al despacho, saludó a Miguel, y se acercó a besar mi mejilla.
Miguel se retiró.
—Te extrañé—dijo ella muy cerca de mi oído con una voz muy suave.
—Hace días que no nos vemos —Y me alejé un poco.
—No podía esperar más.
—Ya hemos hablado de esto… —añadí incómodo y me senté.
— La pasamos muy bien juntos.
Se sentó en el borde del escritorio y acarició con la punta de sus dedos el cuello de mi camisa.
A Perla la conocí en un restaurante durante una reunión, un par de años después de lo que sucedió con mi ex, Elena. Ese mismo día que la conocí, debajo de la mesa, pude sentir que me tocaba; su mano se pasaba por mi rodilla; y ante mi mirada de sorpresa por lo que su mano pretendía, me sonrió. Esa misma tarde la invité a tomar un café, pero en todo momento se insinuaba, no teníamos un tema de conversación. Después de ese primer encuentro, los demás fueron en el mismo hotel, en la misma habitación, la 205; sin ningún tipo de compromiso. Ella solo quería ir a la cama y acepté ser parte de su juego.
—Disculpen la interrupción—dijo Miguel, entrando de nuevo a mi oficina—, tengo que robarte a Robert. Tenemos una reunión muy importante.
—Dame dos minutos —Le respondí y nos dejó solos nuevamente.
Me puse de pie y me coloqué el saco.
—¿Hablamos después? —Me preguntó acercándose a mis labios—. Extraño tus caricias y tus besos —Olvida lo del otro día... ―Mordió un poco mi oreja, sabía que eso me gustaba.
Hace algunas semanas me dijo que me amaba y eso cambió todo para mí. La única mujer que había amado se llamaba, Elena; y me había traicionado.
Después de eso, me aparté de Perla, aunque era difícil no desearla. Es una mujer esbelta, alta, piel canela y labios gruesos; ojos grises penetrantes, manos suaves como la seda, y cabello rojizo largo hasta su cintura; pero a pesar de todo, no podía caer en la tentación de nuevo.
—Perla, por favor… —Y se acercó más hasta tocar mis labios con los suyos—. Debo irme a la reunión.
—Te espero esta noche donde siempre, a la misma hora —Mordió su labio inferior, lo liberó lentamente de sus dientes, y se retiró.
Salí de mi despacho y Miguel me esperaba en el pasillo.
—¿Todo bien con Perla? —dijo, mientras caminábamos a la sala de juntas.
—Quiere verme esta noche, pero no quiero involucrarme con ella. No soy ese tipo de hombres—Negué con la cabeza sabiendo que, si aceptaba, se repetiría una y otra vez.
—Eres un santo… —Sonrió y me dio una palmada por la espalda—. La mujer perfecta está en los cuentos de hadas.
—Nunca he dicho que quiero a la mujer perfecta.
—Parece que eso quisieras. Muchas mujeres están a tus pies; y no me digas que todo es por Elena y lo que pasó. Recuerda que pronto conocerás a Paola, la prima de Lucía, ella puede ser interesante.
—Claro que no es por lo que pasó con elena. Es que no…. Y ahora no quiero pensar en esa cita.
—No has encontrado a la perfecta— Me interrumpió, Miguel.
—La perfecta para mí… —Completé su frase—. ¿Lucía no es perfecta para ti? —No respondió y bajó su rostro.
La reunión estaba a punto de iniciar y dejamos a un lado la conversación.
***
Luego de la reunión visité a mis padres.
—¡Hijo querido! ¡Llegaste justo a tiempo para la cena! Tu hermana viene en camino —dijo mi madre sosteniendo una bandeja de vidrio que emanaba un olor delicioso. La saludé con un efusivo abrazo. Tenía días sin verla.
Mi madre era una mujer joven, conservada y muy alegre. Siempre tenía música a todo volumen, y todo lo hacía al ritmo de sus canciones favoritas. Le encantaba una fiesta, y por eso, cada año, hacía la mejor de todas para celebrar su cumpleaños.
—Tu papá está terminando de tomar una ducha. No debe tardar.
—¿Está mejor?
—Sí, hoy estuvo leyendo algunos periódicos en su sofá, otro rato por el jardín, conversamos… ¿y tú? ¿está todo bien?
—Sí, estoy bien —Me sonrió y se fue bailando hacia la cocina.
Coloqué mi saco sobre el sofá blanco grande de la sala, caminé al jardín, y vi el reloj en mi muñeca repetidas veces, pensando en Perla. Debía llamarla y negarme a ese encuentro.
En ese momento, no pude evitar pensar en la relación con mi ex pareja, Elena. Me había enamorado de ella, y delante de todos me dejó. Fue humillante y doloroso, pero el apoyo de mi familia me ayudó a seguir adelante. Ahora no estaba listo para volver a enamorarme; y ni siquiera estaba seguro de que la mujer perfecta para mí de verdad existiera.
Rachel Trells:Era momento de viajar a Viena. Llegué al aeropuerto y mientras ubicaba la puerta de embarque, Andrea me llamó:―Sabes que no voy a Viena para conocer a alguien —respondí con molestia, mientras acomodaba mi maleta para subir al avión; tras escuchar su largo discurso del amor.―Lo sé, pero sabes que no pierdo las esperanzas.Resoplé y arqueé mis ojos deseando que se callara. El amor era un tema que no me agradaba.―Yo las perdí; aunque en realidad, nunca las he tenido. No puedo ni quiero ser feliz al lado de un hombre. Estoy bien así.—Solo quiero que vivas, que salgas de ese caparazón.—Aquí estoy segura. Este caparazón que dices—Alcé mis manos dibujando la silueta de mi cuerpo, aunque no pudiera verme—, es lo único que me mantiene de pie. Tengo mucho en que pensar y una gr
RachelEl día del tour había llegado y me sentía emocionada por conocer Viena. Un auto lujoso de la agencia de viajes pasó por mí y por otras tres personas en diferentes hoteles. Recorrimos algunos minutos por la ciudad, y llegamos a la famosa plaza de los Héroes o Heldenplatz, ubicada en todo el centro de la ciudad.En la plaza, una señora muy amable intentó conversar conmigo. Traté de decirle que no hablaba alemán, pero no me entendió. Luego, una señora más joven se acercó sonriendo.—La señora intentaba decirte que debemos esperar algunos minutos a la persona que nos va a dar la bienvenida, el dueño de la agencia; el Sr. Robert White. He viajado varias veces a esta ciudad y siempre hago tours con la Agencia Gold.Al escuchar ese nombre sentí que el corazón me latía muy fuerte. Esperamos un poco, per
Robert:Esa noche, volví a casa de mis padres. Entré despacio para no despertarlos, y mi hermana, Alicia, estaba sentada en el jardín tomando una copa de vino.Tomé una para mí de la cocina y me acerqué a ella.—¿Bebiendo sola?Le mostré mi copa, sonrió, y me sirvió un poco.—No es malo estar sola…—Claro que no —Me senté a su lado y observé el cielo. Todo estaba negro y algunas estrellas brillaban—. ¿Cómo estás?—Todo bien —Suspiró y bebió un poco de vino—, ¿y tú?—Muy buena pregunta —Recordé a Rachel y no pude evitar sonreír.Alicia me miró extrañada.—¿Qué te sucede? —Se acercó a mi silla.—No sé —Sonreí d
Rachel: Era mi última noche en Viena y quería despedirme de la ciudad. Me coloqué ropa cómoda, y salí a caminar un poco. Recorrí las calles de Viena y vi un restaurante. El lugar era pequeño y muchas personas disfrutaban de la música en vivo. Todos bailaban y parecían estar pasándola muy bien, igual decidí entrar.Sin embargo, lo que se supone sería una noche normal, cambió radicalmente al ver de nuevo a Robert. Encontrármelo en ese lugar mi último día en Viena, parecía algo totalmente irreal.Al verlo, mi corazón se aceleró, me negaba a toda felicidad y a esos recuerdos que, por más que quería, no podía borrar. ¿Cómo podía sentir tanto por alguien tan rápido? Se supone que iba a olvidarlo al evitar los paseos del tour, no a revivir esa sensación ext
Todo había terminado, estaba de regreso en casa; y la rutina pronto iniciaría. Pero algo me faltaba y eso no podía evitarlo: Robert.Entré a casa y el aroma a menta me hizo suspirar. Mi madre estaba sentada en el mismo sofá, con su taza de té y su cobija. Aunque sabía que no me respondería, me senté frente a ella y le conté todos los detalles de mi viaje. De vez en cuando me miraba, sonreía; pero de nuevo se iba su mirada.Verla tan frágil me hizo recordar la madre que solía ser. Era muy difícil olvidar esos recuerdos felices que me dio de niña, y sus constantes sacrificios para darnos a mi hermano y a mí una sonrisa. Esas noches interminables cuando nos enfermábamos; o cuando tenía miedo de quedarme sola en mí cuarto. Mi madre siempre estaba ahí, sonriente y paciente. Ella amaba tanto reír, que daría lo que fuera por
Robert: La corbata de seda negra parecía ser el accesorio perfecto que faltaba para mi traje gris claro. Mientras terminaba de vestirme, escuché el sonido de unas llaves. Me quedé inmóvil por unos segundos, y caminé despacio hasta la sala de mí apartamento.Era Perla.—¿Qué haces aquí?—Disculpa… Quería devolverte las llaves —dijo, sosteniéndolas en la palma de su mano.—No recordaba que tenías las llaves; podías haber llamado antes. No puedes entrar así a mi apartamento—Terminé de acomodar mi corbata—. Colócalas en la mesa de la cocina —Añadí y volví a mi habitación ignorándola por completo.—¿Estás muy apurado? —dijo caminando detrás de mí y se inclinó en el marco de la puerta de mi
RachelLlegué a casa y esperaba encontrar a mi madre en su sofá como cada día, pero esta vez vi que estaba en el piso y salí corriendo hacia ella.Mi padre estaba ahí.―¡Mamá! ―Me arrodillé junto a ella para levantarla―. ¡¿Qué le hiciste?! ―Miré con odio a mi padre que permanecía de pie a pocos metros de nosotras. Hace mucho que no lo veía.―¡No le hice nada! ―gritó ante mi acusación con su voz entrecortada, sosteniendo una botella de whisky entre sus manos―. ¡No la lastimé! ¡Ni siquiera la toqué!—¡Mejor cállate! —Le grité.Mi teléfono no paraba de sonar. Era Robert llamando.―¡No me voy a callar! ¡Es mi casa! ―dijo alzando la voz, pero con su mirada perdida.―¡Ésta dejó de ser tu casa desde que no pa
Observé a Connor a mi lado y ante sus palabras me puse de pie enojada y le pedí que se alejara. Él no podía sentir nada por mí.―Yo no siento lo mismo por ti…―Podrías sentirlo, solo dame la oportunidad.―Creo que es momento de trabajar―. Me acerqué al escritorio a buscar unos papeles.―¿Podemos hablar de trabajo? ―Sonrió y se alejó levantando las manos en son de paz.―De trabajo, sí…―Quiero que vayas a Milán, tengo dos casas y un terreno que quiero comprar. Las casas necesitan una remodelación, y el otro terreno necesita tu aprobación y una casa. ¿Puedes ir? Sé que la constructora está enfocada en centros comerciales, pero estoy seguro de que lograrás unas casas únicas.―¿Tú vas?―No… pero yo me encargaría de todos tus gastos, hospedaje y de todo lo que