Capítulo 2

Robert White:

Pasaban las dos de la mañana y me levanté de la cama para despejar la mente e intentar dormir, no lograba conciliar el sueño. Estaba preocupado por mi papá.

Volví a la cama, conseguí dormir; y al despertar, sentí que había cerrado los ojos por cinco segundos. Me esperaba un día difícil.

Viena era una ciudad tranquila, pero encontrar las calles despejadas era parte de mi rutina diaria y por eso siempre salía temprano de casa. Al llegar a mi despacho en la Agencia de Viajes que fundó mi padre, me preparé la primera taza de café del día. Tenía una reunión importante en la mañana con gran parte del personal.

—¿Se puede? —Interrumpió mi mejor amigo y compañero de trabajo, Miguel, tras darme los buenos días. Él es el abogado de la agencia.

—Claro, adelante—respondí y lo invité a tomar asiento.

—La reunión será un éxito. ¿Estás preparado?

—Sí, la agencia va a tener un cambio radical con los nuevos tours.

Miguel ha sido mi mejor amigo desde hace varios años, y ese mismo día que nos conocimos, también conoció a quien se convirtió en su esposa tres años después. Lucía y Miguel son una parte importante de mi familia.

—Señor, White, lo busca la señorita, Perla —Interrumpió mi secretaria. 

—No podía venir en un peor momento —dije en voz alta sin pensarlo y me levanté de mi silla.

—Es tu pareja… —añadió Miguel, me fulminó con la mirada, sonrió con sarcasmo y se puso de pie.

—No lo es…

Perla entró al despacho, saludó a Miguel, y se acercó a besar mi mejilla.

Miguel se retiró.

—Te extrañé—dijo ella muy cerca de mi oído con una voz muy suave. 

—Hace días que no nos vemos —Y me alejé un poco.

—No podía esperar más.

—Ya hemos hablado de esto… —añadí incómodo y me senté.

— La pasamos muy bien juntos.

Se sentó en el borde del escritorio y acarició con la punta de sus dedos el cuello de mi camisa.

A Perla la conocí en un restaurante durante una reunión, un par de años después de lo que sucedió con mi ex, Elena. Ese mismo día que la conocí, debajo de la mesa, pude sentir que me tocaba; su mano se pasaba por mi rodilla; y ante mi mirada de sorpresa por lo que su mano pretendía, me sonrió. Esa misma tarde la invité a tomar un café, pero en todo momento se insinuaba, no teníamos un tema de conversación. Después de ese primer encuentro, los demás fueron en el mismo hotel, en la misma habitación, la 205; sin ningún tipo de compromiso. Ella solo quería ir a la cama y acepté ser parte de su juego.

—Disculpen la interrupción—dijo Miguel, entrando de nuevo a mi oficina—, tengo que robarte a Robert. Tenemos una reunión muy importante.

—Dame dos minutos —Le respondí y nos dejó solos nuevamente.

Me puse de pie y me coloqué el saco. 

—¿Hablamos después? —Me preguntó acercándose a mis labios—. Extraño tus caricias y tus besos —Olvida lo del otro día... ―Mordió un poco mi oreja, sabía que eso me gustaba.

Hace algunas semanas me dijo que me amaba y eso cambió todo para mí. La única mujer que había amado se llamaba, Elena; y me había traicionado.

Después de eso, me aparté de Perla, aunque era difícil no desearla. Es una mujer esbelta, alta, piel canela y labios gruesos; ojos grises penetrantes, manos suaves como la seda, y cabello rojizo largo hasta su cintura; pero a pesar de todo, no podía caer en la tentación de nuevo.

—Perla, por favor… —Y se acercó más hasta tocar mis labios con los suyos—. Debo irme a la reunión.

—Te espero esta noche donde siempre, a la misma hora —Mordió su labio inferior, lo liberó lentamente de sus dientes, y se retiró.

Salí de mi despacho y Miguel me esperaba en el pasillo.

—¿Todo bien con Perla? —dijo, mientras caminábamos a la sala de juntas.

—Quiere verme esta noche, pero no quiero involucrarme con ella. No soy ese tipo de hombres—Negué con la cabeza sabiendo que, si aceptaba, se repetiría una y otra vez.

—Eres un santo… —Sonrió y me dio una palmada por la espalda—. La mujer perfecta está en los cuentos de hadas.

—Nunca he dicho que quiero a la mujer perfecta.

—Parece que eso quisieras. Muchas mujeres están a tus pies; y no me digas que todo es por Elena y lo que pasó. Recuerda que pronto conocerás a Paola, la prima de Lucía, ella puede ser interesante.

—Claro que no es por lo que pasó con elena. Es que no…. Y ahora no quiero pensar en esa cita.

—No has encontrado a la perfecta— Me interrumpió, Miguel.

—La perfecta para mí… —Completé su frase—. ¿Lucía no es perfecta para ti? —No respondió y bajó su rostro­.

La reunión estaba a punto de iniciar y dejamos a un lado la conversación.

***

Luego de la reunión visité a mis padres.

 —¡Hijo querido! ¡Llegaste justo a tiempo para la cena! Tu hermana viene en camino —dijo mi madre sosteniendo una bandeja de vidrio que emanaba un olor delicioso. La saludé con un efusivo abrazo. Tenía días sin verla.

   Mi madre era una mujer joven, conservada y muy alegre. Siempre tenía música a todo volumen, y todo lo hacía al ritmo de sus canciones favoritas. Le encantaba una fiesta, y por eso, cada año, hacía la mejor de todas para celebrar su cumpleaños.

—Tu papá está terminando de tomar una ducha. No debe tardar.

—¿Está mejor?

—Sí, hoy estuvo leyendo algunos periódicos en su sofá, otro rato por el jardín, conversamos… ¿y tú? ¿está todo bien?

—Sí, estoy bien —Me sonrió y se fue bailando hacia la cocina.

Coloqué mi saco sobre el sofá blanco grande de la sala, caminé al jardín, y vi el reloj en mi muñeca repetidas veces, pensando en Perla. Debía llamarla y negarme a ese encuentro.

En ese momento, no pude evitar pensar en la relación con mi ex pareja, Elena. Me había enamorado de ella, y delante de todos me dejó. Fue humillante y doloroso, pero el apoyo de mi familia me ayudó a seguir adelante. Ahora no estaba listo para volver a enamorarme; y ni siquiera estaba seguro de que la mujer perfecta para mí de verdad existiera.

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