Capítulo 4

POV Eros:

Un días antes... 

Son las once de la mañana y estoy llegando veinte minutos tarde a la salida que planearon mis mejores amigos Marcus y Daniel. Esto es lo que pasa cuando no cuentan conmigo a la hora de planear las cosas. Entro al local donde acordaron y me miran con una cara de reproche.

— ¿Qué? —digo de mala gana nada más me siento con ellos en la mesa.

—Nada hombre, ¿Qué te trae de ese tan mal genio? —indaga curioso Daniel.

—La competencia —digo a la vez que suelto un suspiro cansado.

— ¿La competencia o una competidora en especial? —pregunta burlón Marcus.

—No te pases de listo, Glenn.

—Hablando de competidoras especiales, los otros días fue a mi casa —comenta casual Marc.

Me enderezo en la silla y alzo una ceja en un claro gesto de interrogación.

—Fue a hacerme una visita y a declarar su amor frustrado hacia mí —dice y aprieto los puños por debajo de la mesa. 

—Vaya vaya, parece que a alguien le sigue importando una chica en especial.

—Déjense de payasadas. Saben perfectamente que no puedo tener nada con ella, además, tengo novia ¿recuerdan? —digo tranquilo, pero con una bola de molestia por dentro.

—Anjá, como mismo todos sabemos que no la quieres, ni siquiera la amas. Créeme que estamos al tanto de a quién pertenece tu corazón. Continuando con lo de la visita; fue a mi casa a conocer a mi hermana... —lo interrumpo.

— ¿Para qué? —pregunto y me una mirada fulminante. 

—Si no me dejas hablar más nunca. Fue a mi casa para conocer a mi hermana, ya que ahora está de novia con Alain, el hermano de Cleo. 

Me relajo en mi asiento una vez confirmo que ella no siente nada por mi amigo.

— ¡Ah! Casi lo olvido, te tengo que confesar algo —habla dirigiéndose a mí, asiento y espero a que continúe —. Me gusta tu hermana —dice tan rápido que a duras penas lo entiendo.

—Ya lo sabía —comento totalmente tranquilo.

— ¿Cómo? Siempre lo he ocultado bien.

—Creo que tus técnicas para ocultar cosas está fallando. Desde hace meses te veo con mi hermana más seguido, las reuniones siempre quieres que sean en mi casa y últimamente estás más idiota de lo normal, así que no muy difícil de darse cuenta. Ahora respóndeme una cosa, ¿están juntos o... ? —me interrumpe. 

—Sí, y pensamos casarnos en dos meses —rueda los ojos y resopla.

— ¡¿QUÉ?!

—Eres un fastidio hombre. No, no estamos juntos, ella quería esperar a contarte. 

—Uff... que alivio, ya tenía planeado un secuestro para matarte.

— ¿Y quedarte sin este bombón de ojos verdes? —Se levanta y hace una pose de diva —nah, lo dudo mucho.

Suelto una carcajada junto con Daniel y luego nos sigue Marcus. Entre charlas se nos pasa el tiempo, cuando me doy cuenta ya son las cuatro de la tarde.

—Chicos debo irme, mañana nos vemos en la reunión.

—Okay, yo también tengo que irme, quedé en acompañar a mi hermana al parque de diversiones —dice Glenn.

—Ya que se van, yo igual lo haré, nos vemos mañana.

Nos despedimos con el típico saludo de chicos y cada cual se dirige a sus casas.

18 horas después... (Cinco minutos antes de la reunión)

Se supone que debería estar ya en la central, pero me quedé hasta tarde despierto, por lo tanto me levanté tarde. Salgo de mi casa y en quince minutos ya estoy estacionando en la puerta del lugar donde es la reunión. Apuro el paso y entro en la sala improvisada.

—Buenos días, disculpen la tardanza —saludo nada más abro la puerta, interrumpiendo las palabras del director.

—Esto tiene que ser una broma de muy mal gusto, señor Martínez —la voz de la chica de mi izquierda me desconcierta, me giro a mirarla y me quedo sorprendido.

Es Cleo. ¿Por qué no me dijeron que ella estaría también?

« ¿Tal vez porque no preguntaste?»

«Muy graciosa conciencia, muy graciosa. Yo aquí asombrado por la chica que tengo al lado y tu comiendo basura»

«Te recuerdo que yo también la estoy viendo»  

«Pues parece que no»

—Si lo dice por el pasado que tiene con el señor Lawson, no tendría porque afectarle. Esto es una competición seria, aprenda a no mezclar lo personal con lo profesional. O se llevan bien o los saco de la competición —la voz de Héctor me saca de mis pensamientos.

—Muy bien, no mezclaremos lo personal con lo profesional. No tiene que preocuparse más por eso —comenta tranquila. 

—Así me gusta. Ahora discutiremos los puntos importantes de todo esto —Cleo asiente y vuelve a sentarse.

El director continúa hablando sobre algunos datos relevantes. Cleo desde hace varios minutos parece que está perdida, como recordando algo. 

—Cleo ¿Estás bien? —No responde — ¿Cleo? —Sigue sin responder — ¡Cleo! —al ver el estado de ella el director opta por gritarle.

— ¿Qué te pasa? —pregunto.

—Nada, ¿por qué?

—Desde hace minutos te estamos llamando y no contestas. Parece que estabas en el limbo y alguna que otra lágrima se deslizaba por tus mejillas ¿segura que estas bien? —interroga preocupado el director.

Ver a Cleo llorar inconscientemente en silencio fue como un boleto de ida al pasado. Justamente al día en que la dejé. Si ella lloró ese día, yo lloré más en cuanto puse un pie fuera de su casa, sabiendo que al otro lado de la puerta dejaba a una muy destrozada Cleo. Verla en cuanto entré a la sala improvisada de reuniones fue un balde de agua fría cargada de dosis de realidad y dolor, de anhelos y tabúes que desencadenaron en un principio nuestra separación.

—Sí, solo recordaba algunas cosas. Sigamos con la reunión.

—Así no vas a conseguir concentrarte. Les voy a pedir a ustedes dos —nos señala a Cleo y a mí— que arreglen sus diferencias. Los necesito concentrados. Les daré unos minutos para que se pongan de acuerdo, cuando terminen me avisan.

Sale y nos quedamos en silencio. No sé como empezar una plática con la chica que una vez le rompí el corazón. Cuando decido hablar, Cleo se me adelanta. 

—Yo tengo muy presente el hecho que pienses que a las chicas no les va bien los autos, las carreras, la velocidad y demás, pero tienes que entender que ahora soy una de las mejores, así como tú eres uno de los mejores. Me imagino que debes odiarme, pero ten un poco de consideración y mantengamos esto a nivel profesional. Te propongo que hagamos una tregua: tú te meterás en tus asuntos y yo en los míos. Olvidemos que un día fuimos algo más que compañeros de equipo.

Me quedo asombrado por su capacidad de hablarme. Parece que tiene un concepto muy equivocado sobre mí y no la culpo, la forma en que terminamos la última vez que nos vimos fue de todo menos bonito. No le doy más vuelta y respondo.

—Vale —expreso sin más.

—Muy bien. ¿No tienes ninguna pregunta o alguna duda..  ? —pregunta y enseguida se me viene a la cabeza una duda que tengo desde hace cuatro años.

—Sí, tengo una pregunta y una duda, las dos unidas.

—Pues tú dirás... 

— ¿Aún me amas? —comento casual, pero con un atisbo de curiosidad y esperanza en mi voz. 

POV - Cleo:

Su pregunta me desconcierta y antes de responder, mi mente me reproduce como un CD rayado el momento en que mi amiga Neft habló conmigo en el parque.

*Flashback *

Entramos al parque y Neft se queda unos pasos atrás, logrando que yo haga lo mismo.

—Cleo, ¿sabes que te quiero mucho? —pregunta luego de quedarse pensando durante unos segundos.

—Claro pero ¿Por qué lo preguntas?

¯No quiero volver a verte sufrir más por Eros. Necesito que me prometas una cosa.

—Dime hablo un tanto nerviosa por tanto misterio.

—Prométeme que no dejarás que Lawson te vuelva a romper el corazón. Promételo Cly.

Sus palabras me sorprenden. Sé muy bien que debo cuidarme de Eros ahora que está aquí, pero a la vez es muy difícil cumplirlo. Si después de cuatro años no lo he conseguido eliminar de mi vida y de mi corazón ¿Quién me asegura que en unos días lo logre? Nadie lo hará, porque será difícil, pero no imposible. Hace dos años decidí que era hora de dejar atrás lo que siento, así que cree una coraza de acero alrededor de mi vulnerable y delicado corazón. Aunque últimamente se esté oxidando y rompiendo poco a poco. Me giro a donde está mi amiga y respondo segura. 

—Te lo prometo.                                  

*Fin Flashback*

Lo encaro y respondo, un poco insegura ahora que lo tengo delante de mí. 

—No, no te amo —respondo y veo la decepción en sus ojos, pero luego se prenden con un brillo curioso.

—Bien, pues yo te voy a conquistar, voy a hacer que me ames con la misma intensidad con la que un día me amaste —dice seguro de sus palabras.

—No lo creo —trato de que no me tiemble la voz.

—No lo creas —se acerca y me toma la barbilla, se aproxima y roza mis labios con los suyos —tenlo por seguro —deja un pequeño beso en la comisura de mi boca para luego alejarse. 

Salgo y cierro la puerta tras de mí. Me recuesto en esta y toco con la yema de mi dedo medio e índice en la zona donde sus labios me tocaron, trato de calmar los latidos acelerados de mi corazón y pongo en orden mis pensamientos antes de separarme e ir en busca de Héctor. Lo encuentro sentado en unas sillas más adelante hablando con otra chica, me parece que es Andrea.

—Permiso interrumpo suavemente —director ya nos pusimos de acuerdo —le sonrío, aunque me esté a punto de dar un paro cardiaco.

—Perfecto, pues continuemos —estira la mano en dirección a la puerta por donde hace unos minutos acabo de salir. 

Entramos y mis ojos viajan directo al chico de ojos castaños. Me pierdo en mis pensamientos cuando me acuerdo de un escrito que me regaló una vez:

Tus ojos castaños me hechizaron desde el primer día. Ese maravilloso primer día. Ese día confirme un hecho: los ojos castaños son normales, comunes y corriente hasta que alguien que te gusta o que amas los posee. Entonces es cuando tu mente empieza a crear metáforas, tales como... "sus ojos son como un chocolate caliente en medio de una fría noche de invierno..." o "sus ojos son como un café recién hecho en la mañana". En ambos casos, se tiene en cuenta que ya no son simplemente ojos castaños, no, son ojos color chocolate, ojos café. Ojos que tal como un café te despierta, ellos lo hacen. Te despiertan hasta la última célula de tu cuerpo. Despierta tus sueños y esperanzas. Esas que creías perdidas. Dibujan un camino a la felicidad plena. El color chocolate, ah, el chocolate es dulce, amargo, agridulce. Así es ella cuando la miras a esos ojos que tienen el poder de decirte lo que quieras. Tienen el poder de endulzarte el alma, ponerte la vida agridulce y amargarte lo dañino y el dolor incesante de los malos recuerdos. 

Sacudo la cabeza queriendo olvidar ese momento... y el que vino después. De solo pensar en eso siento mis mejillas arder. 

«Uff... Ese caliente momento»

«Ni me lo recuerdes... Siento que mis bragas en cualquier momento se me van a desintegrar»

Continúo caminando y me siento en la misma silla de antes —al lado de Eros— y el director empieza a presentar a los otros pilotos que no conocíamos. Una hora después se da por finalizada la reunión. Me dirijo a la salida y me encamino hacia mi coche. Llego a este y trato de abrir la puerta, pero una mano me lo impide. Me giro encarando a la persona a mis espaldas. 

— ¿Qué quieres ahora Lawson?

—Recordar... —se inclina hacia adelante y coloca ambas manos a los lados de mi cuerpo, apoyándolas en el coche tras de mí, dejándome sin salida. Con la punta de su nariz roza mi cuello —...lo que teníamos antes. Y no me refiero a nuestra relación amorosa. Hablo de nuestra relación en la cama. 

En cuanto dice eso siento mi respiración cortarse por unos segundos. Eros se vuelve a acercar y planta un beso corto en mis labios, dejándome anonadada. 

—Piénsalo, y cuando lo hagas, me llamas. 

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