Capítulo 3: Absquatutale

Los ojos de Blaise se desviaron con tristeza al suelo, la congoja invadió su ser, y toda la felicidad que bullía, murió. El rubio sopló y, por dentro, sintió como si sus órganos, esos que usaban la sangre que bebía para no pudrirse en vida, se encogieran en dolor.

Tragó con dureza y apretó los labios uno contra otro. Tomó al muchacho de los hombros, y lo hizo encararlo.

—No hubo un día, en estos sesenta y dos mil ochocientos cincuenta y nueve días que pasé sin verte, ni saber nada de ti, en los que no te hubiera pensado, querido Blas —declaró Luke. Su voz era profunda, personal.

»Cada que veía el amanecer desde un refugio, cada que la noche caía… esperaba que estuvieras bien, sano, vivo dentro de nuestra propia muerte… —continuó el rubio en voz baja, pero Blaise podía escucharlo a la perfección, y puso la zurda sobre el pecho ajeno—. Deseaba tanto verte, Blas… Tanto que mis entrañas no me dejaban en paz: ellas hervían y se removían en dolor…  —gimoteó, y apretó la mano en un puño, llevándose la camisa ajena.

Blaise alzó la vista y lo contempló; en sus ojos, Luke vio el verdadero deseo, la verdadera ansia, el temor y la nostalgia.

—También he deseado tanto volver a verte, Luke… no sabes cuánto —lloró el pelinegro—. Han pasado tantas cosas… tantas, desde que te fuiste —se lamentó. En sus ojos, en sus vítreos, el fino color rojo comenzó a aparecer, señal de que se llenaban de lágrimas.

Los vampiros solo subsistían de sangre, todos los fluidos de su cuerpo estaban constituidos por ese líquido, incluidas las lágrimas.

—No llores —musitó el mayor, y se apresuró en limpiar una traviesa gota que iba presta a rodar por las mejillas ajenas, usando el dorso de sus dedos.

En su pecho, el corazón de Blaise latía como hacía mucho no lo hacía, como una máquina bien engrasada, como un fuego que había encontrado, por fin, su otra mitad. Tan fuerte, que le impidió escuchar los pasos que se acercaban hacia ambos.

—Muchacho Luke, es una dicha volver a verte.

Una voz clara, serena, y un poco animada, se dejó escuchar ante ambos, y actuó como un cuchillo que cortó la escena.

Luke volteó, y encontró a un hombre pelinegro, con el cabello muy corto y rapado en la parte baja, y unos ojos zafiro que, al encontrarse con los suyos, lo presionaron, como si una extraña magia lo obligara a actuar de forma no deseada, y se separó de Blaise, quedando a su lado.

—Lord Kyburg —murmuró con respeto Luke, e hizo una pronunciada reverencia con rapidez.

—Padre… ¿qué haces aquí? —cuestionó Blaise a su progenitor.

Tomsk Habsburg sonrió.

—Pude sentir a Luke desde muy lejos, hace un buen rato, y pensé que sería propicio venir a saludar, pues es la primera vez que nos vemos en varias décadas —declaró solemne. El rubio asintió.

»Por cierto, mis felicitaciones por tu compromiso con Denisse, muchacho. Es grato saber que la cooperación entre nuestras familias se verá cimentada para las generaciones futuras —comentó con aparente casualidad, pero total conocimiento de causa.

Aquello cayó sobre Blaise como balde de agua congelada: una bomba.

—¡¿Qué?! —exclamó de golpe y se separó más de Luke, para voltear a verlo, incrédulo—. ¡¿Qué está diciendo?! —El desespero se pintó en sus orbes.

Luke sintió una punzada de ira hacia el patriarca de los Kyburg en ese simple segundo, porque esta no era la forma en la que quería hacer las cosas, no quería que Blaise se enterara sin conocer toda la historia. No obstante, debía actuar calmado, por lo que volteó a mirarlo, y asintió.

—Mi padre ha decidido de forma unilateral que es el momento de que Denisse y yo, por fin, unamos nuestros caminos, y que de ellos salga el sexto heredero de nuestra Casa.

Blaise apretó los labios: la furia y la decepción colmaron sus orbes. Luke dio un paso para acercarse, pero Blaise se alejó.

—Esto es algo de lo que también acabo de enterarme, Blas, sabes a la perfección que me opongo a todo eso —continuó.

Por dentro, el simple hecho de ver esos ojos furiosos dirigidos hacia él, lo volvieron loco, pero se mantuvo sereno de mirada, semblante y voz.

Las mandíbulas de Blaise se juntaron con fuerza, y el mirar indignado se aguzó acusador hacia el mayor.

—Eres… —Blaise apretó los dientes.

De repente, la felicidad cayó en un abismo de negrura que lo llevó a enfurecerme. El miedo se pintó en su mirada, y Luke lo contempló con terror.

—¡Eres un maldito! —exclamó el menor, retrocedió más y más, se dio media vuelta y, sin nada más, corrió de regreso hacia la segunda casa de huéspedes.

La mente de Luke se quedó en blanco al instante.

—¡Blaise! —atinó a gritar, presto para correr detrás de él; sin embargo, una mano sobre su hombro derecho, apretada con fuerza, lo detuvo en seco.

El rubio volteó y miró a Tomsk Habsburg con los ojos bien abiertos y el semblante pasmado.

—Déjalo, muchacho… tiene que serenarse, o todo se pondrá peor —aconsejó el mayor, sin dejar de apretar.

Luke, que aún respiraba, tomó una bocanada de aire, y se quedó viendo al jefe de los Kyburg por larguísimos segundos, en tensión, escuchando los pasos de Blaise perderse hacia el fondo de la residencia a la que había entrado.

—¿Cómo es que usted sabe sobre esto, Lord Kyburg? —cuestionó con la voz rasposa. La rigidez abandonó su cuerpo.

Tomsk deshizo el agarre sobre el otro, que era más alto, y dio un paso atrás, para sonreír.

—Nuestros clanes, los Veneto y los Kyburg, han sido buenos amigos desde que nuestro padre, Caín, nos levantó al mundo, querido Luke. Tu padre y yo compartimos esa afinidad también.

Eso era todo lo que el rubio necesitaba para entender.

—Debes dejar que Blaise calme sus pensamientos. —Tomsk llevó la vista hacia la casa auxiliar—. Él ha estado enfrentando mucho desde hace veinte años, cuando Lilly murió. Eres la primera alegría que recibe desde entonces, y ya debe enfrentar la realidad.

Al escuchar sobre Lilly, la expresión de Luke se nubló.

—¡¿Qué?! —Los ojos se le abrieron de par en par, el cuerpo se le tensó de nuevo.

Tomsk asintió.

—Poco tiempo antes del final de la guerra… —Sopló desganado.

»Las tropas de nuestra familia se juntaron con los Veneto, tu padre y algunos de tus hermanos, en la frontera, para defender nuestros terrenos. Blaise permaneció en nuestra villa, cuidando de su madre y hermanas, junto a algunos hombres de confianza.

»Un día, a pleno mediodía, momento en el que bien sabes que quedamos indefensos, en especial alguien tan joven como él, tropas enemigas invadieron nuestro territorio. Mis hijas cuentan que fueron ejércitos de muertos y licántropos extraños, y llegaron hasta la casa principal.

»Solo sabemos lo que una de mis hijas vio al llegar al cuarto de Lilly: Blaise la sostenía en sus brazos, el cuerpo sin cabeza de su madre, bañado en sangre. La habitación estaba destruida, y sus ojos perdidos en alguna parte.

»Cuando Blaise reaccionó, no recordaba nada de lo sucedido y, a pesar de que hemos intentado verlo por nosotros mismos, con la magia de los Flabiano, o trucos mundanos, no ha sido posible.

La pesadez se extendió por el cuerpo de Luke, como la rigidez de un cuerpo que muere después de que pierde su alma. Su boca se entreabrió, y un gran dolor nació desde su espalda y se extendió a su cabeza.

—El abuelo… ¿Lord Veneto lo examinó?

Tomsk asintió.

—Él trató de llegar al momento de los hechos, pero fue sacado por «algo» que, a pesar de tratar de identificar, aún hoy carece de nombre.

Luke arrugó el mirar: Si su abuelo, un vampiro de varios milenios de edad, y casi absoluto conocimiento de las artes oscuras, no había podido dar con el origen… ¿qué quedaba?

Se mojó los labios, y serenó su cuerpo: toda actividad humana se detuvo.

—¿Blas…?

—Él está bien ahora… o eso es lo que quiere que creamos —murmuró Tomsk—. Ha sufrido mucho desde que te fuiste, a pesar de que trate de ocultarlo. Él se ha estado sintiendo peor últimamente, pero no parece comprenderlo.

»Saber que vio la tortura que su madre sufrió, o cualquier cosa que no hijo no debería ver, por más vampiro que sea… me llena de un terrible coraje.

»No obstante, por alguna razón, y aunque podían hacerlo, ellos no lo mataron. Eso debe tener un significado… mas temo el día en el que descubramos cuál es.

Luke escuchó y analizó, una revelación llegó a su mente.

—¿Tiene en mente algún sospechoso en específico, Lord Kyburg?

Tomsk asintió.

—Así es, muchacho. Sin embargo, no está en mí, ni es propicio, decir de quiénes sospecho se llevaron la vida de mi amada Lilly.

Luke lo miró confuso, porque la expresión del mayor se ensombreció, y reconoció allí un profundo dolor que conocía muy bien, porque él también había perdido a la persona que más amaba una vez.

—No obstante, muchacho, hay una cosa que sí puedo decirte. —Enserió su tono, lo que hizo al otro mirarlo con curiosidad—. Tu padre es un vampiro terco, pero también justo. A partir de ahora, la situación no va a mejorar para ninguno.

—¿Sabe usted algo que yo no? —Encerró el cejo Luke.

Tomsk negó.

—Solo puedo decirte que, desde este momento, necesitarás aferrarte a tus principios tanto como puedas. —Tomsk se dio media vuelta, llevó sus manos detrás de su espalda y las tomó.

»La guerra dejó consecuencias en todos, muchacho… —Alzó la vista al cielo sin luna—. Puedo ver que incluso en ti —sentenció—. Te ves diferente, te sientes diferente, tu esencia es distintiva, y sé que ni siquiera yo puedo percibirla a cabalidad. —Dio un cuarto de vuelta, y lo miró de reojo, para agregar—: No sé si eso será bueno, o malo.

•  •  •

Año 2015 d.C. 16 d.G. Reims, Territorio de Fras, Düster.

En medio de una localidad sumida en el silencio, en una casa casi vacía, dos personas se reunían con casualidad.

—Tío, ¿lo ha visto? Malcom ha anunciado con bombos y platillos el compromiso entre dos de sus hijos.

Él servía un par de vasos con un líquido de un rojo oscuro, hasta poco más arriba de la mitad.

—Vaya… eso es inesperado —contestó un varón castaño—. ¿El fracasado de Luke al fin hará algo por nuestra familia? —se burló.

Ambos rieron. El primero, rubio, le entregó uno de los vasos al otro, de ojos castaños, y fornido, y se sentó a su lado, en un sillón.

—No lo sé, pero… la buena nueva llegó hasta nuestro ancestro, Caín. Las malas lenguas me lo han dicho.

El castaño bufó, para después beber de su vaso.

—Eso no cambiará para nada lo que va a suceder, querido sobrino… solo lo hará más divertido.

Ambos brindaron por su victoria, y bebieron el amargo contenido sin rechistar.

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—Absquatutale: Irse sin despedirse.

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