Capítulo 3

Mi curiosidad no puede más que mis ganas de calentarme y la abro, dentro hay un precioso crisantemo de pompón del rojo más hermoso que he visto; ¡el crisantemo es mi flor preferida de todas! No hay tarjeta dentro, ni ningún un indicio de su remitente. Voy por un florero para ponerlo y lo dejo en la encimera de mármol del lavamanos, me desvisto y pienso en quién podría ser el autor de tan marabillosa sorpresa.

Sumergida en las cálidas aguas de la tina y sin dejar de admirar la flor, se vienen a mis pensamientos, sin ningún permiso, unos ojos oscuros e intensa mirada, una voz seductora y demandante del señor Novikov, que arrasa y perturba mi alma, mi cuerpo y todo mi ser, como esos antiguos barbaros de las historias que solía leer años atrás. «Imposible McKenzie, sácate esas ideas locas de tu cabeza», me digo a mí misma.

Termino el ritual de baño, y la cueva me da la bienvenida, me encanta estar aquí, cómoda con mis pantalones cortos y mis compañeras fieles, mis camisetas sin mangas, sin ningún brasier y con la calefacción encendida, me pongo manos a la obra, tengo una la infinidad de cosas por hacer antes de que acabe el día. Una de mis computadoras suena, miro extrañada en su dirección, ¿es una vídeo llamada?

«¡No puede ser…! Es él, me llama por Skype». Me congeló, nunca nadie me llama por Skype, ninguno de mis empleadores antes lo hizo y claro que no lo he permitido, porque considero que, al ser una secretaria a distancia, no necesitan ver mi rostro para conocer mis capacidades y en el contrato lo dice. «Fallo de llamada», dice la pantalla y el repique del teléfono me hace sobresaltar, los lentes de pasta se me deslizan por el tabique de la nariz hasta casi caerse, suelo usar estos en casa y las gafas deportivas con una correa que se ajusta a la parte posterior de la cabeza al ir a correr.

¡Qué cosas estoy pensando por todos los cielos!

No me queda de otra ante el insistente sonar del teléfono creo que van como tres llamadas perdidas, entonces tomo un respiro profundo y respondo un tanto aturdida por la sorpresa.

—¿Por qué no me contestas la videollamada? —me interpela con un tono más ronco de lo habitual, arrastra un poco las palabras. Lo que me hace cuestionarme un tanto mortificada; ¿Esta ebrio?

—Buenas noches, señor. Disculpé si no lo hice, mi modo de trabajar se basa solo en llamadas telefónicas y correos electrónicos. —respondo y lo único que recibo como respuesta por unos instantes que se me hacen eternos, es un absoluto silencio, solo nuestras respiraciones se dejan escuchar un tanto agitadas.

Necesito… ver que eres tú… —suplica después de que suelta un hondo suspiro y su voz suena ronca y torturada.

Vuelve a sonar el computador y casi vuelco mi jumbo taza de té al arrastrar la silla hacia la llamada en espera, cuando estoy a punto de contestar, esta se cae y el estruendoso ruido me hace saltar por los nervios que me han invadido. Otro suspiro se deja oír del otro lado del teléfono.

Por favor… —Insiste y esta vez lo escucho más atormentado y no entiendo, por qué él estaría en tal estado.

Este hombre arrogante, prepotente, dueño de su propia empresa y de sí mismo que nunca dice un «por favor» y «gracias», justo ahora expresa su necesidad de verme y pidiéndolo, POR FAVOR. Si alguien me o contara no me lo creería.

Una vez más suena el computador y que el infierno se congele porque voy a contestar, éste último acto por parte de él, es el detonante que me hace aceptar la llamada sin pensar en mis condiciones, sentir su vulnerabilidad a través del teléfono me deja imposibilitada para seguir con la negativa.

La imagen que me devuelve el monitor es impresionante, Está sentado en lo que parece ser su despacho, no reparo en detalles, solo puedo mirar esos ojos oscuros que llevan días torturándome con su enigmático brillo, tiene el pelo revuelto, se nota que sus manos recorrieron muchas veces el sendero de su cabeza.

Lleva puesta una camisa blanca con varios botones sueltos y la corbata de color rojo está colgando a ambos lados de sus hombros. En su mano tiene un vaso con un líquido ámbar que al darme cuenta lo que es, me hace arrugar el entrecejo y él lo nota.

Hola, veo que algo no te gusta. —menciona después de varios minutos y eleva su vaso para hacer hincapié de que se trata de su bebida.

—No, no me gusta y no confío en las personas que requieren de una copa o más para poder sentirse bien al final del día. —respondo sin dudar a su comentario, tal vez le moleste mi sinceridad, pero a decir verdad, ese tipo de personas no me agradan.

Me parece bien —señala y deja su vaso lejos de mi vista—, sin embargo, quiero que sepas que no es mi costumbre. Ahora, hablando de otra cosa; ¿Por qué es tan difícil conseguir información tuya? —cambia de manera abrupta la conversación, me agarra de sorpresa su pregunta, y continúa indagando sin darme opción a responder—. Y qué decir de fotografías. No hay nada en la red.

Mis labios se extienden de manera involuntaria en una sonrisa de suficiencia sin dejar ver mis dientes.

—Así me gusta, he logrado con éxito pasar desapercibida, no me agrada que las personas sepan de mí, eso me permite tener una vida tranquila —respondo con honestidad y me embarga la duda, así que pregunto volviendo al principio—. ¿Para qué deseaba esta llamada, señor Novikov?

Necesitaba comprobar que tu rostro concuerda con tu voz…, esa voz que lleva un tiempo sin dejarme dormir, desde el primer momento en el que te escuché, y me complace ver que era lo que esperaba, incluso ahora, superó mis expectativas, eres hermosa, más allá de todo lo que esperaba que fueras. —menciona con admiración.

Deja ver una sonrisa que se desliza por sus labios. ¡Qué sonrisa!

Debo hacerme la fuerte para no desfallecer ahora mismo. Aunque con el rostro caliente como lo siento y lo duro que se pusieron mis pezones de seguro me delato. Me cruzo de brazos rápido antes de que termine por humillarme.

—Señor, Novikov —contesto un tanto acalorada y abochornada por las palabras que acabo de escuchar. Veo que sus ojos brillan a través de la pantalla, noto que le agrada verme cohibida y apenada por su comentario. Mi corazón palpita y otras partes de mi cuerpo zumban con solo sentir su mirada penetrante. Suspiro para agarrar valor y continúo diciendo con voz seria—. Esto no es parte de mi trabajo, en mi contrato lo dice muy claro, no…

Lo sé —me interrumpe, sigue con su sonrisa, sus ojos se cierran en rendijas y se ve adorable—, y no quiero que esto sea parte de tu trabajo —con su dedo índice, nos señala de ida y vuelta.

Cielos, creo que el corazón se saltó un latido. Me aclaro la garganta para responderle.

—Casi no lo conozco y no es digamos… profesional, que nos relacionamos fuera del área de trabajo, señor Novikov.

Me gusta mucho cuando me llamas señor —dice y en su rostro se dibuja otra sonrisa más amplia, dejando ver sus perfectos dientes en fila, sus colmillos sobresalen del resto, no mucho, lo que hace que su bello rostro resplandezca de una manera mortal y sexy.

Estos pensamientos solo me confirman algo; ¡Esté hombre será mi muerte!

—Disculpe, todo este intercambio me parece absurdo, no veo a dónde nos lleva, además, ya es demasiado tarde, mejor llame un taxi, o a su chófer para que lo lleve a casa. Y… por favor, no conduzca si ha tomado —susurro con dolor y pena esta última parte, llena de recuerdos dolorosos.

Su cara de desconcierto ante ese comentario es lo último que veo antes de cortar la comunicación y sin ánimos ni fuerzas ni ganas de seguir en el trabajo, me voy a la cama.

Justo aquí donde sueños intranquilos, accidentes horrible, pesadillas que me atormentan y unos ojos oscuros como el ébano, me acompañan durante toda la noche sin tregua ni descanso.

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