Capítulo 2

En las frescas mañanas de principio de invierno, odio levantarme temprano y más aún cuando me desveló trabajando; necesito mi dosis de té…, me encanta el té, de cualquier tipo, es mi vicio particular, lo disfruto muy dulce y concentrado. Una ducha rápida y una jumbo taza de té en las manos y listo. A comenzar la jornada en mi «cueva»,

El ala este de mi apartamento, una sección de cinco por cinco metros cuadrados, tengo todo lo que necesito, mis tres computadoras, un escritorio de vidrio templado, un sofá cómodo, mi caminadora para los días de mucho frío que se aproximan y las vista frontal de pared a pared y de techo a piso, y el majestuoso Central Park se deja disfrutar en todo su esplendor en cualquier época del año, por esta razón, decidí remodelar y ubicar aquí la cueva.

Instalada ya en mi silla ergonómica, llamo al señor, Spencer, para que recuerde sus citas de hoy y la información que necesita ya ha sido enviada a su correo, apenas son las 07:02 de la mañana.

Le doy los últimos retoques al informe del señor Novikov para enviarlo, mis computadoras comienzan a pitar con sus correos, y por lo visto él tampoco durmió pensando en la manera de torturarme con sus mandatos.

Envío el dichoso correo y continúo con la interminable lista. Las citas para sus reuniones de hoy ya han sido anotadas y enviadas. Sigo revisando los correos y me encuentro con uno que llama mi atención. Se trata de los preparativos para una fiesta que dará en su casa con motivo de su cumpleaños número treinta y uno. Comida, bebida, invitaciones, decoración, todo debe estar a punto para dentro de veinte días a partir de hoy, casi concuerda con los días festivos de navidad, esto me mantendrá entretenida unas cuantas horas. Antes de dedicarme a ello, debo llamarlo para confirmar que recibió mi correo con sus citas del día.

Novikov —responde al instante, sabe que soy yo y su tono de voz es similar al de anoche.

—Buenos días, señor Novikov. Necesito la confirmación de que recibió mi correo con sus citas para el día de hoy.

Sí lo envió, lo recibí. Al igual que usted recibió mis correos esta mañana o ¿me equivoco?

—No, señor, no se equivoca, pero éste es mi modo de trabajar y necesito corroborar. Ya tengo todo en marcha. En el transcurso de la semana recibirá mis avances sobre sus asuntos pendientes. —nos quedamos en silencio, su respiración es profunda a través del teléfono, y siento que mi corazón se acelera, quizá sea mi imaginación, y creo que le agrada mi voz.

El chico que me trae las pizzas dice que tengo una voz de sexo telefónico, no lo sé, es un poco ronca y para nada infantil, sin embargo, es el único que lo ha mencionado. Escucho otro profundo suspiro detrás de la línea, y me doy cuenta de que están comenzando a inquietarme.

De acuerdo —responde y cuelga.

De nuevo sin dar las gracias, ni tan siquiera decir «hasta pronto». Creo que tendré que acostumbrarme, mis anteriores empleadores, aunque mal humorados y exigentes, tenían un mínimo de educación.

Alrededor del mediodía, encuentro un nuevo correo, un menú de almuerzos para encargar y hacer llegar a las oficinas de Viktor Novikov, lo que me hace percatar de que yo misma tampoco no he comido ni el desayuno por andar resolviendo las infernales listas Novikov. Almuerzo para el «dios», listo y la cantidad de trabajo por hoy terminada, así que tengo la tarde libre. Decido salir a almorzar fuera. Llevo una semana sin salir, nada más que las dos horas de trote cada tarde para ejercitarme.

Camino las dos cuadras que me separan de mi café preferido, The Pink Panter, vestida con mis jeans favoritos y una sudadera roja con capucha, mi abrigo negro y unos guantes sin puntas en los dedos que me permiten apreciar el frio sin congelarme. Los olores de la deliciosa comida que se sirve aquí hacen que me ruja el estómago.

Tomo una mesa cerca de la gran ventana del frente, pido mi comida y espero; en el momento que la chica se retira con mi pedido el celular vibra en el bolsillo de mi abrigo, lo saco y la pantalla anuncia que es una llamada del todo poderoso dios Novikov, misma que respondo de inmediato y no tengo oportunidad de saludar, ya que el hombre detrás de la línea no me lo permite al decir sin más.

En el correo que te hice llegar, estaba una selección de comida. Fui muy claro en especificar que la quería sin nueces o para el caso, sin ningún fruto seco. ¡Soy alérgico! ¿Qué acaso no lo sabes? O ¡¿Pretendías librarte de mí tan rápido?! —exclama alterado, al punto de gritarme la última parte.

Me ha dejado sin respuestas, mi cerebro se ha congelado por una fracción de segundo ante su actitud altanera y prepotente. Cuando se ha quedado en completo silencio, aprovecho la oportunidad para responder un tanto tajante.

—Buenas tardes, señor Novikov —Lo saludo condescendiente—. En primer lugar, nadie me notificó de sus alergias, su historial médico no me llegó. En segundo lugar, el error debió de estar en el restaurante, no en mi orden de comida, ya que solo le pedí lo que decía en la lista, pollo a la parmesana con ensalada de fruta, agua y nada más y, en tercer y último lugar, estoy en mi horario de almuerzo —a medida que voy aclarando los puntos, mi tono de voz va adquiriendo un punto más alto de rencor y desagrado—. ¡Buen provecho a usted! —Le suelto esto último en el mismo tono de grito que él usó y le cuelgo.

Estoy segura de que, al regresar a casa, encontraré mi carta de despido en el fax. ¡Y no llegue al tercer día!

Termino mi copioso almuerzo con una sonrisa en la cara pensando en cómo ha de haber quedado Novikov. Sin ningún tipo de preocupación, ni remordimiento, me he quedado un rato más por el té. En esta cafetería sirven el mejor té que he probado en la vida, por el que me he vuelto una adicta.

Con la mirada perdida entre la gente que va y que viene por la calle, de repente, me fijo al otro lado de la acera en un edificio antiguo y sobrio en su fachada, nunca reparé en éste, no sé por qué hoy lo hice y maldigo a mi suerte de reconocer el logo de la empresa Novikov Enterprise. En letras doradas y bien definidas, encima de la puerta principal. Cómo no reconocerlo, si lleva dos días de mi vida atormentándome sin tregua.

Para mi sorpresa, al llegar a casa no hay nada en el fax y ningún correo con la notificación de despido, encojo mis hombros restándole importancia al asunto, y me dirijo a mi cueva, necesito terminar de investigar a cierto mando prepotente con ínfulas de dios. Paso las siguientes tres horas de lleno en mis computadoras y encuentro parte de su historia, lo que más me intriga es la total nada, que encuentro de su niñez, excepto que sus padres murieron en Rusia y con veinte años, se hizo tutor legal de su hermana Irina, quien tenía diez años en aquel entonces y se trasladaron a residir a Estados Unidos.

Con el capital de la liquidación de la empresa de transporte que manejaba su padre, Anthon Novikov, fundó su empresa aquí, solo, sin ayuda y en un país extraño. Se fue haciendo de renombre, hasta llegar a donde está. Me hace sentir orgullosa de una manera extraña. Sin pareja estable, sin novias mencionables, aunque dudo mucho que pase sus noches solo. No hay nada más que logros laborales, se ha dedicado de lleno a su trabajo y, a decir verdad, es muy bueno en lo que hace.

Sigo buscando y nada, no aparecen esos años de adolescencia, incluso hakeando algunos sitios blindados, y tampoco, es como si su vida hubiera comenzado el momento en el que se mudó de país.

Aerosmith, Linking Park, Green Day, y Evanessens, intentan de manera alternativa romper mis tímpanos, mientras recorro los caminos del Central Park, al ser principios de diciembre, el paisaje de agua nieve y bastante desierto me da la bienvenida; me encanta sentir el frio entrar en mis pulmones y a riesgo de una hipotermia continúo. La semana que viene tendré que usar mi caminadora, por ahora, quemo mis pulmones y siento la sangre bombear más rápido y fuerte en mi corazón.

Después de mi operación, ya no fue necesaria la medicación y puedo practicar deportes sin riesgo, solo el correr me llena de vida y me ayuda a desprenderme de mis pensamientos. En estos momentos, ni mis bandas favoritas de rock, logran que olvide al señor, Novikov. Ha invadido mi vida y el hecho de que no me haya despedido de manera irrevocable hoy, me desconcierta mucho más.

Entro al edificio, no contamos con portero, tenemos una reja de seguridad. Todos los vecinos tienen llave y cada uno se encarga de su piso. Subo al ascensor, marco el quinto piso, que es el último, arriba solo está la azotea que todos compartimos como jardín comunitario, mas, de jardín no tiene nada, es un área despejada con unas cuantas sillas de hierro forjado. Solo hay dos apartamentos en cada piso y, en el mío solo vivo yo, pues el otro está desocupado.

En el suelo de mi entrada encuentro una caja pequeña, ¡qué extraño! Los buzones están en la planta baja, la recojo y la miro por todos lados, no tiene remitente, ni firma, ni nada que diga de quién, o qué es. Abro mi apartamento y dejo mis llaves en la mesita de entrada junto a mi IPod y la sudadera, distraída y sin soltar la caja, me voy directo a la habitación para poner la bañera con agua caliente, necesito desentumecer mis extremidades.

Quizá después revse el paquete.

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