Capitulo 4. Charla amistosa

Una voz detrás de ella hizo que diera un respingo. Era el… el extraño de la cafetería con su gallarda sonrisa vestido solo con unos pantalones cortos y una camisa blanca abierta por el medio mostrando su atractivo abdomen marcado pero que carajos ¿Cuántos cuadritos tenia? Las líneas de sus caderas se perdían por sus pantalones bajos los cuales hacían el intento de ocultar un bulto.

—¿Me estas siguiendo?

—¡Jamás! Seguido de eso expresó algunas palabras en la lengua nativa del lugar. Finalizando con una sonrisa traviesa.

Ella lo miro con suspicacia, no confiaba en él, de hecho no confiaba en los extraños y menos después de su último encuentro con uno le quedaron solo malos recuerdos y amargos sabores. Se prometió no volver a confiar en un extraño, al menos que alguno de sus amigos se lo presentara. Pero si lo miraba por otro lado, él se apareció solo ¿y eso que? Pero ella tampoco lo había buscado como lo hizo con Fernando. Entre cerro los ojos para poder mirarlo mejor, el sol estaba en su punto y le era difícil observarlo bien.

—¿Entonces que estás haciendo aquí? Pregunto fingiendo enojo.

—¡Lo mismo que tú! Siempre vengo a esta playa.

—Hay muchas otras en esta isla señor.

—Resulta que esta es la que me gusta, y casualmente es la que tú has elegido. ¿No te parece cosa del destino?

—No lo creo. Fue la primera que elegí y como la vi sola me gusto punto.

—Por eso me gusta a mí. No tengo la culpa que tengamos los mismos gustos.

Lo vio como extendía su manta en la arena tibia, estaba atónica, con tanto espacio y justamente él se sentaba a su lado. Se acomodó mientras ella seguía de pie observando sus movimientos, se quitó las gafas de sol negras que traía puesta y la miro directamente a la cara.

¡Oh por todos los cielos! Sus ojos eran negros como la misma noche, profundos e intensos, su mirada era penetrante e intimidante de esas que te llegan al alma. Se sintió avergonzada, estaba semidesnuda ante su fuerte mirada, se cruzó de brazos y lo miro con seriedad.

—¿Sabe que hay suficiente espacio en la playa para que se acomode?

—Vamos preciosa, estamos solos porque no hacernos un poco de compañía y charlar un poco.

¡Hay no! Allí estaba esa sonrisa de nuevo, tan arrebatadora y seductora como la que había visto en el café ¿Qué diablos le estaba pasando? Ni sabia su nombre y estaba babeando por el ¿no has tenido suficiente ya Andrómeda?

—Si no se ha dado cuenta señor me quede aquí porque me gusta estar sola, no deseo su compañía.

—Por favor llámame Antoni ¿Cómo te llamas?

La ignoro que descaro, lo seguía mirando mientras el a ella también, ya estaba bastante cómodo con las piernas cruzadas como si estuviera haciendo yoga. La miraba de arriba hacia abajo y en sus ojos se notaba que disfrutaba de la vista. Que tonta, porque rayos no se había movido del lugar, o por lo menos cubrirse con algo. Al fin decidió que sentarse era la mejor opción, no soportaba el escrutinio de él.

—Me llamo, Andrómeda.

—Que maravilloso nombre tienes, un placer conocerte. ¿Conoces su historia?

—¡Claro que la conozco, es mi nombre! ¿No?

—¡Lo es!

—¿Crees que te miento?

—Háblame un poco de la historia.

—¿Estás de broma? Vives aquí, donde la historia cobra vida y me preguntas a mí. Bufo mirando hacia el mar.

—¡Así es! Quiero saber si no me estas mintiendo.

—¿Por qué haría algo así? En todo caso, de ti es quien yo debería desconfiar, ni se quién eres y desde mi punto de vista creo que me estas siguiendo.

El rio a carcajadas por su comentario, subió una pierna y coloco el brazo sobre esta para ponerse más cómodo.

—¿En qué puedo estar mintiendo?

—En muchas cosas, no lo sé.

—Porque no me cuentas esa historia y yo te cuento la mía.

Andrómeda se mordió el labio mientras lo miraba con esa media sonrisa y esa mirada tan profunda. Quizás un poco de información no le caería mal, bueno ella también tenía curiosidad sobre él. No, no… “¿Qué estás haciendo? Le estas siguiendo el juego” pero eso no te importa ¿No es así? Su mente tenía un serio problema con la razón.

—Resulta que Andrómeda era la hija de Casiopea, quien presumía la belleza de su hija provocando la furia de los dioses sobre todo de Poseidón que al final decidió inundar la tierra de esta y enviar a un mostró marino para que acabase con los hombres y el ganado. Por otro lado Cefeo el padre de Andrómeda supo por el oráculo de Amón cual era la única solución para evitar tal tragedia, entregando a su hija al demonio marino. Habiendo tomado la decisión, la ataron a unas rocas cerca de la costa.

Ella fijo la vista en el nuevamente, viéndolo asentir para que continuara con la narración, estaba como fascinado escuchándola. Ella volvió  a mirar el mar mientras relataba.

—Desde luego ella fue salvada por Perseo quien con la cabeza de medusa volvió el mostro en piedra, rescatando a la joven a quien después pidió su mano. Pero no le había sido tan fácil ya que ella estaba prometida y él tuvo que luchar por su mano al final ganando y desposándola.

—Sí que sabes de historia. Le dijo viéndola de lado.

—Ya te lo dije.

—¿Y qué pasa cuando Andrómeda muere?

Ella se rio un poco, ¿creía que ella era una cuenta cuentos o qué? Suspiro.

—Bien, bien… Para cuando ella murió, la diosa Atenea la junto entre las constelaciones del cielo del norte, cerca de su marido y de su madre. Es todo fin.

—Definitivamente tu nombre es precioso.

—Gracias, tampoco es para tanto. Háblame de ti.

La miro, achico los ojos y se mordió el labio interior mientras sonreía de a poco. No podía negarlo le daba mucha curiosidad saber más sobre él, tenía ese aire de sofisticado, y en cierto modo lo era, por como vestía y hasta como se expresaba. Realmente encantador el tal Antoni.

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