Capitulo 3. Coincidencia

Diviso la isla a lo lejos y era bellísima, cuando se bajó del ferry se enamoró de lo maravillosa y pintoresca que era, las casas eran auténticamente cicladas y con aires venecianos de un blanco esplendoroso. Era muy bonito, cualquiera desearía vivir allí de por vida en aquella pacifica isla.           

Arrastraba su maleta por el puerto, Peter le comento que en la isla no había transporte por lo pequeña que era, pero si contaba con medio de transporte como las bicicletas o simplemente caminar. Según el, la casa de sus padres estaba a unas pocas cuadras del puerto así que muy bien podía ir andando, y eso fue exactamente lo que hizo.

Le había dejado un croquis muy detallado de cómo llegar, y de cómo era la casa. Paro la verdad es que habían muchos laberintos de calles y casas todas en blanco impecable. Pero eso no pudo con ella, porque al final la había encontrado sin problemas.

Una vez cómoda en la casa, se dedicó a recorrerla escogiendo la habitación más grande con una vista estupenda hacia el mar, se enamoró de Grecia al instante no entendía como su madre no había vuelto. Pensó en que disfrutaría cada día de sus vacaciones sin que nadie la molestase.

Fernando había sido una completa pesadilla, le llamaba todos los días, le enviaba flores, chocolates, cartas, peluches y todo eso iba a parar al contenedor de desechos. El intentaba que lo perdonara por eso estaba tan deprimida, porque aun sentía cosas por él y deseaba volver con el pero después de lo que había hecho no podía confiar nuevamente en su persona. Y rogaba porque ese viaje le ayudara.

Inhalo profundo el aroma a playa, exquisito pensó. Como aún era temprano iría a recorrer las calles de Serifos, quizás tomar un café o tomar un bocadillo. Se cambió de ropa eligiendo un bonito vestido holgado verde limón, con unas sandalias al estilo romanas. Salió a la calle y la brisa y el calor la invadió, eran muy distintos los climas pero no importaba. Como había muchos laberintos tuvo mucho cuidado de mirar bien por dónde meterse para evitar perderse. Al final había logrado encontrar un hermoso café-Te era muy pintoresco las sillas y mesas estaban afuera, era agradable porque el sol reflejaba muy poco así que a esa hora podrían sentarse tranquila para degustar del menú. Un joven se acercó a ella con una sonrisa cálida en los labios diciéndole algo en la lengua Griega.

¡Oh rayos! Ese pequeño detalle se le había olvidado por completo, no entendía lo que le estaba diciendo.

—Disculpa, pero no entiendo lo que me dices.

—Lo lamento señorita ¿Qué desea ordenar?

—Gracias a Dios que sabes mi idioma, bueno me gustaría un café con mucha azúcar.

—Muy bien ¿apetece algo más?

—¿Qué más hay en el menú?

—Postres, pastas secas, pasteles, helados, capuch…

—Creo que las pastas secas me irán bien.

—Muy bien señorita en seguida le traigo su orden.

Ella relajo los hombros, era un milagro que hablara su idioma esperaba que muchos lugares ocurriera lo mismo para poder pasarlo bien. El café no estaba muy lleno, pero no muy lejos de ella como a dos mesas estaba sentado un hombre atractivo, realmente era increíblemente hermoso como esos dioses griegos de los que leía en sus novelas o libros de la biblioteca. Ella lo miro de reojo mientras él tomaba un sorbo de café en una taza impecablemente blanca ¿pero que tanto le miraba? ¿Tendría algo en el cabello? Dejo de mirarlo ya que el joven llegaba con su orden.

Todo tenía una buena pinta, estaba más que ansiosa por probar el café y esas pastas secas de vainilla y chocolate, le hacían agua la boca. Probo la primera de vainilla junto con un sorbo del café y suspiro maravillada.

—Hmm… ¡que rico! Subiría muchos kilos aquí si me quedara en esta isla. Exclamo con voz un poco alta.

—¿Y porque no te quedas?

Una voz la sobresalto, el extraño hombre la había escuchado estaba atento a cada movimiento de ella. Eso incomodo a la joven.

—¿Disculpe?

—Si no te quieres ir entonces quédate. Le dijo con una sonrisa arrebatadora que le erizo los bellos del cuerpo.

—Si bueno gracias por su sugerencia. Devolviendo la mirada a su taza de café.

Demonios esa sonrisa sería algo que jamás olvidaría en su vida. Demasiado sensual y picara para ser verdad, concéntrate Andrómeda no viniste a tener amoríos. Lo escucho hablar griego, y se preguntó que  estaría diciendo.

Y de paso era un griego, definitivamente tenía que olvidarse de amores con extranjeros que hablaban en otro idioma del que ella no entendía nada. Apuro su café y las pastas, ni siquiera pudo disfrutar de una tarde tranquila sin que un hombre la molestara. Pidió la cuenta, agradecía el poco entrenamiento que le había dado su amigo antes de partir. Se levantó sin mirar al extraño.

—¿Por qué te vas tan rápido?

Ella no respondió siguió su camino perdiéndose por las calles que la habían conducido aquel lugar. El resto del día lo paso en casa, estaba agotada había sido un largo viaje y después del encuentro con aquel bello pero extraño hombre ya no le apetecía salir de nuevo. Al siguiente día sería mucho mejor.

—Mañana pasare el día en la playa, bastante que me hace falta.

Una larga ducha después de un día caluroso, a pesar de haber usado un vestido suelto el calor la estaba abrumando. Pero la noche sí que era refrescante dejando la ventana abierta, bueno más bien era como una puerta enorme con cortinas blancas colgadas del techo hasta arrastrar por el suelo “muy griego” pensó. La suave brisa se colaba por la ventana ondeando las blancas telas de forma sensual.

Ella las miraba desde su cama y era muy relajante porque también podía ver el mar desde allí, escuchar el sonido de las olas era maravilloso. Pronto sintió los parpados pesados y antes de quedarse dormida la sonrisa de un peculiar hombre vino a sus pensamientos y con eso logro quedarse dormida.

—El sol está perfecto este día. Exclamo fascinada.

Toro una toalla en las blancas arenas de la playa, esa mañana se había puesto un lindo traje de baño color rosa de dos partes. La playa estaba completamente sola, era muy raro pero no le importó, tendría más privacidad.

—¡Al parecer somos los únicos en este lado de la playa!

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