Capítulo 4 Oh, hermano
Mi cumpleaños fue muy tranquilo, como a mí me gustaba, ya que mi padre estaba ocupado haciendo un trabajo para el Alfa, mi madre tuvo un turno de improviso en el hospital, Ostana estaba atascada con el Alfa en asuntos oficiales de la manada, puesto que ella no podía dejar de pensar en su pareja, Laker Foreseen, y Emrys parecía estar fuera de casa desde la noche anterior. Por más extraño que parezca, una parte de mí deseaba que él estuviera ahí.

Ostana y Laker desaparecieron juntos hasta ese día, cuando ella se presentó en mi casa. Llegó horas antes de que tuviera que reunirse con su padre y con nuestro Alfa para ducharse y cambiarse, ya que siempre tenía una muda en mi casa, y su aspecto decía más que sus balbuceantes palabras. Lo bueno es que me compró una porción de tiramisú y un pequeño regalo.

Los créditos de “The Office” se desplegaron en mi portátil mientras me sentaba en la cama, delante de mí se extendía la poesía mientras el viento golpeaba con fuerza contra la casa. Al hacer clic en “reproducir” para ver el siguiente episodio de “The Office”, oí que algo en el piso de abajo se cayó y se rompió.

¿Acaso yo quería formar parte de un cliché de película de terror? No.

Con los ojos muy abiertos, miré hacia mi habitación cerrada. "Joder, no". Levanté las mantas lilas hasta la barbilla, deslicé la poesía en el suelo y acercé al gran Michael Scott a mí. "Hoy no me voy a morir, Satanás".

Los escalofríos recorrieron mi cuerpo cuando un olor familiar pero transparente atrapó mi nariz. El vello se erizó en mi nuca, y cuando sonó otro estruendo, salté. Los latidos de mi corazón se intensificaron y se aceleraron contra mi respiración ahora superficial.

De acuerdo, pensé. No quiero morir, pero tampoco quiero que quien sea que esté ahí abajo me atrape...

Tras mirar alrededor de mi habitación, vi mi ventana. "Gracias, Diosa en los cielos, gracias", murmuré mientras saltaba de la cama, vestida con mis pantalones cortos y un suéter grueso. Mi pelo rubio trenzado estaba colocado sobre mi hombro mientras mis dedos abrían mi ventana y deslizaban el cristal lo suficiente como para que mi cuerpo pudiera salir con facilidad. La corteza de la rama estaba húmeda y áspera mientras una niebla se asentaba sobre nuestro pueblo.

Mi aliento salía en pequeñas nubes de humo blancas.

Mis piernas y brazos se abrazaron a la rama, y mi corazón se aceleró mientras el sudor frío me envolvía las palmas de las manos. Cuando miré hacia mi patio trasero vacío, le recé a la Diosa en los cielos para que pudiera convertirme de alguna manera en una zarigüeya y que así pudiera trepar hasta un lugar seguro.

Si no temiera por mi vida en este momento, probablemente me reiría de mi aspecto de araña-mono.

‘Tú puedes, Celeste, solo respira. Inhala, exhala, inhala, exhala… ¿Qué demonios está en mi pierna?’. Inhalé profundamente mientras sentía pequeñas patas recorrer mi piel. No te asustes, no te asustes...

Demasiado tarde.

Un grito escapó de mis labios mientras empujaba al bicho fuera de mi pierna, solo para caer en el proceso y aterrizar en la hierba húmeda y oscura debajo de mí, lo cual hizo que se escuchara un golpe. Mi trasero quedó herido y un dolor de cabeza comenzó a formarse en mi cabeza. Estúpido bicho.

"¿Celeste?". La voz familiar era suave, y sentí calor en los dedos de mis pies. Me froté la cara antes de desprenderme tanto del dolor como de la extraña sensación que recorría mi cuerpo.

"Aquí fuera".

La luz del patio trasero parpadeó antes de proyectar su cálida onda de luz, iluminando la hierba húmeda y a mí misma cuando empecé a incorporarme. Tras un movimiento de la puerta, sonaron pasos mientras cerraba los ojos y deseaba que este horrible dolor de cabeza desapareciera. Unas manos cálidas me tocaron los hombros y chispas de lo que parecía ser placer estallaron en todo mi cuerpo.

"¿Estás bien? ¿Dónde te duele? ¿Quieres...?".

Solté un grito ahogado y me di la vuelta, y entonces me encontré con sus orbes de plata.

"Pareja". La palabra escapó de mis labios más rápido que un rayo. Un rayo de emoción hizo que mi corazón diera un vuelco al verlo de una manera diferente mientras ese aroma nublaba mis pensamientos.

Pasaron momentos de silencio entre Emrys y yo. Su pelo de color de cielo de la medianoche se confundía con la noche a sus espaldas, y algo chispeaba en esos ojos plateados mientras él estudiaba mi cara. Demasiadas emociones atravesaron nuestros rostros.

Hasta que el sentido común me golpeó como una tonelada de ladrillos.

Me aparté de su contacto, de esas chispas ya adictivas, y saqué su olor de mi mente. Tras esto, pude ver el destello de culpa y rechazo aparecer en su cara. Me mordí el labio para contener un gemido ante su expresión facial. Mi corazón se rompió al verla, y tuve ganas de detener lo que sea que le había causado dolor.

"E-espera", rompí el silencio y me levanté con las manos temblorosas. "Esto... esto no está bien". Negué con la cabeza y el dolor de mi caída desapareció de inmediato.

"Sí lo está, Celeste", habló Emrys con total confianza y con determinación en sus ojos mientras daba con orgullo un paso al frente.

Su habitual chaqueta de cuero ocultaba su remera blanca, pero poco hacía para ocultar sus músculos que se ajustaban perfectamente a las mangas.

"¿Acaso no soy lo suficientemente bueno para ti?". Sus cejas negras se fruncieron. Ese rostro esculpido estaba cubierto de sentimientos de dolor y rechazo mientras las lágrimas se acumulaban en las esquinas de esos ojos hipnotizantes.

"No", prácticamente grité, odiando la forma en que Emrys parecía tan derrotado. Cerré los ojos y me froté la frente por un momento antes de suspirar y volver a mirar a Emrys. "Es... es solo que tu eres mi...". Mi voz se convirtió en un susurro. "Hermano".

"Para nada". La voz de Emrys sonó tan baja que me sorprendió haberla oído.

Sumida en mis pensamientos, me estremecí por el fuerte viento que soplaba.

"Toma". Emrys dio un paso adelante mientras se quitaba la chaqueta de cuero. Antes de que pudiera alcanzarme, di un paso atrás y negué con la cabeza. Esa mirada de derrota cruzó sus atractivas facciones una vez más.

"Por favor", susurró él mientras su voz se quebraba. "Deja que me ocupe de ti, Lessie".

Eso fue todo lo que necesité para que las lágrimas cayeran por mi rostro y mis pies se movieran rápidamente para llevarme a mi habitación.
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo