CAPITULO 1 LOS BOLETOS

CAPÍTULO 1  LOS BOLETOS

Ámbar

21 de mayo 2018

07:34 p.m.

Su mirada era tierna

Pero escondía algo en aquellos ojos azules

— ¡Ámbar! ¿Qué dices? — aquel grito me hizo mirar por un momento sobre mi hombro viendo a Hanna mostrándome su vestido rosado un poco desgastado — ¡Ámbar! — grita ella otra vez, la manía de gritar estando cerca mío, como si no la escuchará es un poco irritante.

— Hanna, no grites ponte el que quieras, es su cumpleaños — le habló mirándome en el espejo que estaba delante mío — además no creo que te guste estar con solo falda ¿Cierto? sabes que está haciendo un poco de frío hoy — la pregunta la hace salir corriendo del cuarto de Alex y va al nuestro murmurando que puede hacerles frío a su gemela y que es mala idea ir con ello.

Están emocionadas

— ¿Te alcanzará? Podríamos cocinar algo aquí en casa en vez de salir — Alex entra a la habitación ya que estoy frente a su espejo.

Tal vez tenga que trabajar horas extras para reponer lo de hoy, pero valdrá la pena.

El dinero cada vez es más escaso para mí y mis hermanos, mantenernos en esta casa, mi sueldo como mesera de un café un poco lejos de casa, no nos daba para los gastos del hogar, sin contar que hay que pagar agua, luz, cada mes. Las mensualidades de mis hermanos también es un gasto más que debo prever para cada fin de mes.

— Sabes que yo puedo manejarlo, a la cafetería le esta llendo super en estos días — miento descaradamente pero aun asi me volteó molesta a mirar a mi hermano que se encontraba sentado en la orilla de su cama mirándome de arriba para abajo, sonriendo con amargura. — Dedícate a estudiar y ayúdame a cuidar a tus hermanas, eso ¿no es un gran trabajo? — se ríe cuando le digo la pregunta, se apega más mirando a la nada — Saldremos de esta pelado, como siempre, solo no sigas esos pasos, no sigas los pasos de ella — susurro intentando creer mis propias palabras — además pasado mañana tengo que ir a una nueva entrevista de trabajo como secretaria ¿cómo lo ves? — levanta su cuerpo de golpe, alejándose de mí, mirándome molesto — ¿Qué pasa? — Su mirada dice muchas cosas, pero entre ellas son difíciles de separar cuales son de amargura y furia.

Nunca aceptó que sea secretaria, más bien le daba fobia cuando mencionaba aquella palabra por sus estúpidos comentarios de sus amigos que alguna vez le dijeron sobre el trabajo que terminan haciendo o porque tienen mejor paga.

Pero tengo estudios para esa rama, no puedo tirar a la borda mi estudio que tanto me costó acabar.

— Ámbar, sabes que... — lo interrumpo antes de que diga algo que me amargue la noche

— Alexis, me vale si vas a repetir lo mismo de siempre, no me cuestiones más con mis decisiones, nunca podré entender tus razones de tu oposición — tomó una respiración corta mientras me levanto de su cama — No me detendré por ellos tampoco, espero que lo entiendas de una buena vez — molesta salgo de su habitación y me voy a la de las niñas y mío. Mi casa era simplemente dos cuartos, con su pequeña cocina y una salita fuera de las habitaciones.

—Am, por favor no pelees con Alex esta noche — el ruego de Anahí me hace olvidar por segundos mi enfado, pero es que a veces me trata distinta, como si no fuera nada suyo.

Necesito un nuevo empleo, necesito más dinero y no quiero estar quejándome por la paga de la cafetería porque sería en vano, no me subirian el sueldo aunque rogara.

Me senté en mi cama mirando como se alejaba de mí, y vi que se acercaba a su gemela, aquellas gemelitas vestían de la misma ropa. Pantalones rosados y unas blusas con su dibujo favorito, al parecer era su atuendo final de ambas.

No evite reirme por como una niña vampiro las hace hablar de ella todo el día con sus compañeras del colegio.

El rosa clarito aún persiste en esas prendas junto a las manchas moradas.

—¿Cómo estamos? — la pregunta de las gemelas al unísono me hizo mirarlas de nuevo sonrío al verlas muy emocionadas por donde iremos — Te ves hermosa, como siempre hermanita — sus risitas de niñas me hicieron levantarme de la cama, a pesar de estar cansada, debía sonreír para ellas, como hace dos años.

Que no lo noten

— ¡Igualitas! — digo poniéndome de rodillas y atrapándolas entre mis brazos — Mis gemelitas bellas, iremos al parque de diversiones cerca de donde salen las flotas ¿quieren? — no término de decirlo, cuando salen corriendo y gritando al cuarto de alado, para avisarle a su hermano al lugar que iremos.

— ¿Nos llevarás entonces? — su voz emocionada tratando de ser reprimida llega enseguida, tome una leve respiración y me levanté del suelo, aun dándole la espalda — Ámbar... — Me volteé y estaba detrás mío, sus brazos me rodearon la cintura y su cara la posicionó en mi hombro izquierdo. Era enana, medía 1.68 con sólo 21 años, no me favorecía con mi hermano de 17 años midiendo 1.78, Súper alto. Su respiración era de cansancio aunque la emoción se le escapa  — Vámonos entonces — no lo aleje, más bien unas manitas se posicionan en mis piernas, aferrándose a ellas a no querer las soltar — llevemos a las gemelitas de paseo por su cumpleaños — solo me quedaba pensar en ellos

Mi familia

.....

— Son 25 bs. señorita — la sonrisa de aquel señor del móvil, que nos trajo al parque de diversiones estaba marcada con cansancio, y la compresión se hizo parte de mis pensamientos. Tomé mi billetera entre manos, y saqué el billete más la moneda, me asome por la ventana de la del copiloto del auto, extendí mi brazo alcanzando el dinero — Que tenga una buena noche — asiento a sus palabras agradecida y me alejo de la ventana.

Cuando me volteé, al buscar a los diablillos detrás de mí, ellos ya estaban corriendo por la entrada. Mientras dicen a que juego quieren subir primero.

Conmocionada por aquella escena, ellos estaban felices a pesar de la muerte de Violeta, nuestra madre.

Me prometí que no les mostraria algún signo de dolor o queja sobre las faltantes cosas que habría, nuestro pasado es algo que quiero enterrar al menos para ellas que no lo recuerdan.

Los traumas perduran y son más como un puñal que se remueve haciendo sangrar la herida, es lo menos que quiero para ellos.

— Ámbar, vamos— Hanna es diferente a Anahí, es la más impulsiva de las gemelas, mientras Anahí, era la que no le gustaba las peleas ni gritos a ninguno de sus hermanos, es la que más afectada estuvo.

Asentí, mientras la tomé entre mis brazos y la alcé corriendo a la entrada

— Ámbar, ¿dónde vamos primero? — Alexis, estaba tan emocionado como sus hermanas que miraban todo el lugar iluminado de diferentes luces de colores, al fin y al cabo, les gusta mi regalo.

— ¿Qué tal...? — la dudó, podría que vayan a vomitar si suben a ese juego, puse una de mis manos en mi mentón en forma de pensativa — ¡La montaña rusa! — grite emocionada y salen corriendo a la boletería para que yo vaya también con ellos. los jeans rasgados me hacían ver más joven, eso me decían mi hermano al respecto, peor aún aquella solera estampada de flores con el leve rubor entre mis mejillas, ellas son más propensas a enfermarse ante la leve ventisca, yo no  — Quiero cuatros boletos para la montaña rusa por favor— había avanzado a estar cerca de boletería, el chico que atendía me miró por unos segundos, unos segundos que me empezaron a poner nerviosa.

Demasiado diría cualquier persona.

Rápidamente él desvió la mirada y me entregó los cuatros boletos, rozando sus manos tan suaves entre mis dedos, sus ojos eran azules, más oscuros que los míos donde apenas los miraba.

— Son cincuenta bolivianos — rápidamente alejé mi mirada de aquel tipo, saqué el billete y lo deslicé entre aquella mesilla y me retiré con los boletos en mano. No quiero nada de amor en estos momentos, aunque estaba buenazo, no podía, no podía estar pendiente de un hombre.

Cuando avance a estar más cerca de la montaña rusa que estaba en el rincón de todo el lugar.

Cuando me vieron, ellos ya estaban haciendo fila para pasar a aquel juego, me hicieron señas para que me acercara a ellos con rapidez. Tomé aire, y me fui corriendo hacia ellos, cuando llegué donde ellos, estaban a punto de pasar al juego

— Aquí está ¡Vamos! — los empujo para que entren rápidamente a aquel juego, estaba tan emocionada.

.....

Estamos tan cansados, y ya sin dinero, más de nueve juegos que no parábamos de un lado para el otro, unas manzanas con caramelo, pipocas y soda para rellenar el hambre los hicieron más hiperactivos.

— Dos boletos a las orugas por favor — el ruego de mis hermanas por un juego más me dejaba deseosa de dárselo, tome mi cartera, y sólo me quedaban 40 bolivianos, menos 25 para la vuelta a casa no tendría para moverme para mañana.

¿Cómo no se me ocurrió?, había pedido los boletos ya, antes de pensar en el dinero, que tonta.

Ámbar...

Negué molesta conmigo misma, no les podría dar el último regalo a hermanas.

Pero no puedo quedarme pelada para esta semana, sería una caída segura .

— Anahí y Hanna, no nos alcanza pequeñas, tenemos que... — mi voz es interrumpida por una voz masculina que no me deja terminar de explicar a las chicas el porque me estoy alejando por salir de la  fila sin tomar los boletos:

—Si no vienen con el dinero suficiente, debería dejar pasar a los demás ¿No crees? — hablan tras de mí una voz masculina .

— Señor... Le pido que espere un momento — El boletero trata de justificar mirándome de reojo y luego tras de mí.

— Hay otros que están más apurados, muévase — La misma voz. ¿Quién era este tipo?

Me aparté del mostrador dejando los boletos y le pedí con la mirada que se aparten.

Idiota

No me digas que me está tocando lidiar con gente alzada nuevamente, fuera del trabajo todavía se siente más humillante. 

Me enfade tan rápido por aquel tono de voz tan... alzado y prepotente.

— Lo siento mucho, mi tío es un poco exasperante a veces — bajé mi mirada a la pequeña que iba agarrada de la mano de aquel hombre que no había visto la cara, aun.

— Hola pequeña... — Contrólate Ámbar, hay niños aquí. — Bien... — Dije mientras le daba la mano a la pequeña para saludarla, calmemonos.

No hagamos problemas

— Adiós — me aleje de ella y solo llegue a ver su espalda del tipo quien hablaba con el boletero por no hacer bien su trabajo.

Maldito, ni disculpas dices

— Ya llamé un móvil — Asiento a las palabras de Alexis mientras mis hermanas juegan con unos niñitos, al parecer les dijo lo que yo tenía que decirles, pero ellas corretean con unos niños  — ¿Hablaste con ese tipo? — Negué con la cabeza.

— Me calmé, hay niños, aunque ganas no me faltaron para pegarle — le comenté mientras las miraba felices — Agradezco que estén felices todo el tiempo — sonrío en su dirección — Aunque traten de dañarme, ustedes son intocables para los demás — cuando le miro, este levanta su ceja sonriendo.

— Eres la mejor ¿Lo sabes? — sonreí a ello. Me reconforta.

— Gracias — Agradecí.

— es la verdad... — mira adelante dejando de verme.

Mi pequeño hermano.

— Ámbar... ya el taxi está aquí —me apunta a más atrás de unos carros lujos, asiento con la cabeza y pienso en los pesos que me traigo.

— niñas... — las llamé, se detienen de correr y se despiden con la mano y se giraron a verme — Nos vamos — se despiden una vez más de los niños y corren hacia nosotros —miren que están sudadas — les limpio con mi blusa sus frentes mientras trato de quitarle el sudor de la frente  — vamos —Tomó sus manitas de ambas y caminamos hacia la salida.

— Señorita... — logro escuchar de la misma voz.

Ignóralo

—¡Hey! — Seguimos caminando hasta que mi hombro es tocado.

Me volteo, su voz me hizo darme la vuelta y mirarlo con enfado. Era aquel tipo, era el mismo porque llevaba aquel sacó azul que logré ver junto aquella corbata, y su voz. Es la misma que no creo que olvide como ciertos clientes que me han tocado.

Las niñas casi gritando se van con su hermano cuando lo escuchan.

— Necesito hablar con usted — pide pero no me alejo mucho como para verle la cara.

— Lo lamento, me estoy yendo — respiro hondo, pero la insistencia es palpable, así que lo hago.

Lo miro a los ojos causando que lo odie por un momento.

Los guapos son los más odiosos, Ámbar, no lo olvides.

En estos momentos odio ser baja, no levante la cara por mucho tiempo, no le di el gusto de que intenté que él parezca más intimidante, así que me concentré en su barbilla después del leve vistazo de su rostro.

— Solo un momento... — Dios, que molesta.

—Ámbar... Habla con el señor y esperamos ¿Si? — Quiero ahorcarlo por ello

No quiero hablarle.

No quiero hacer una escena, pero las ganas no me faltan para pegarle

— ¿Qué quiere? — Me sorprende no gritarle.

— bueno... Yo quería... — se me escapa una risita burlona

— No quiero escucharlo 

— Ni siquiera he dicho lo que... — Lo interrumpo 

— ¿Me importa?

— Estoy tratando de ser amable — refunfuña casi gruñendo

— No lo fue allá

— Es porque estabas estorbando  — refunta tras que hablo como si ya lo tuviera en la cabeza

— Solo fueron 15 segundos — No estoy segura de cuánto tarde en pensar, pero no fue tanto como para que él me dijera eso también.

Fue groserisimo

— No tienes porque estar enfadada por lo que he dicho 

— Creeme lo estoy y mucho diría yo — Respondo casi con el mismo tono amenazador que está lanzando sutilmente mientras se me acerca.

A no señor, no me va a estar con sus altanerismo aquí.

Levantó la cabeza un poco más y sus ojos se conectaron con los míos, causando que este deje de hacer sus pasos de hombre fuerte.

Aún no sabe que mis uñas están largas para arañar y no solo para el esmalte.

— Es una tontería — Retrocede y se gira cuando alguien chilla, pero escucho lo que murmura antes de que vuelva a verme a los ojos al no ver que es la niña que traía — Pero claro las niñas así manejan sus cosas — la indignación llega con un golpe de inferioridad que me amarga la boca 

— mira... — trato de apaciguar mi voz porque no puedo ser buena tratando de reprimir mis gestos — No, no tienes porqué disculparte, basta — sueño sarcástica y él frunce el ceño al parecer lo nota, solo por unos segundos veo aquel gesto sin darme cuenta de que lo hace ver más… Alzado.

Engreído.

— No tenías el porqué de tratarme así, estoy con unas ganas de pegarte, pero no lo haré ya que es el cumpleaños de mis hermanas y es un día de felicidad para ellas no voy a ponerme hablar con un tipo como tú — me acerque a él rozando nuestros cuerpos sus puños se ponen blancos cuando bajó la mirada desde sus ojos hasta más allá de su abdomen — No te tomo nada esperar a que terminara de irme, pero atacaste rápido. Espero que seas bueno esquivando a la gente que te hace lo mismo — no dice nada y eso me hace hablar de más — Recuerda esto: Trata a las personas como quieren que te traten, gruñón, hecho el lindo — Le sonrió con cinismo mirando brevemente sus ojos nuevamente, el color de ellos es… ¿Café claro o oscuro? — Todo un pispirinay que macana — murmuro bajito, importando poco si lo ha oído o no.

— ¿Qué te hace pensar que un hombre como yo te escuchara? ¿Eh? — Si muy rico y altanero como lo predice su ropa y su tono de dirigirse a uno, por poco lo empujo.

— A todos nos llega, guapo, un día me darás la razón cuando sufras o te sientas solo sin nadie cuando tú los alejes, es lo que la gente como tu vive. Nunca más nos volvamos a ver — se me sale — Adiós — me aleje de él sin tirarle bola a lo que murmura para ambos, que se lo coma él mismo,  así son todos los hombres.

— Ten por seguro que ni una pizca de tus miserables palabras van a ser recordadas, solo los tontos sufren por tonterías — suena más molesto que lo que yo estaba.

Pero él no podría pasar lo mismo que yo.

La desesperación

La angustia

El miedo

La soledad

— Tú eres la única rota entre nosotros, y pensé que quería disculparme — ¡Ja!

Pero no digo nada más.

Pero es verdad

Estoy rota

Destruida

Sigo caminando dejando las palabras en el aire.

¿Por qué me dolía?

No entendía porque lo que él hizo me dolió más, así como mi madre me hizo sentir.

Limpie mis lágrimas que escaparon ante el golpe de sus palabras, que rodaban, negué internamente diciéndome a mi misma que son palabras de alguien dolido, tenía que ser fuerte, como siempre, nunca cayendo ante los insultos o palabrerío de la gente.

— ¿Ámbar, estás bien? — la pregunta de Hanna la ignore al sentarme a su lado y cerrar la puerta dejando que este avance con  la dirección que dicta Alexis de nuestra casa. Es un mal momento que olvidaré

Siempre los trato de olvidar.

Esto lo olvidaré como otros más.

Su rostro va a deslizarse como el de otros más que tuve que enfrentar.

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