CAPÍTULO XVII

Richard esperó pacientemente en su celda, aunque atormentado en pensar en lo que debía estarle pasando a sus dos colaboradoras.

—¡Hey! —gritó a su celador— ¡Hey! ¡Quiero hablar con alguien! ¿¡No me escuchan!?

—¿Qué sucede? —preguntó el guardia que estaba custodiándolo.

—Quiero hablar con mi embajador. Quiero saber por qué la nave que debía recogerme ha tardado tanto, maldita sea. Hace tiempos debí salir de esta pocilga.

El guardia pidió autorización al asistente de Yorgos, quien se la concedió, tras lo cual llevó a Sevilla a la misma habitación que antes.

—De nuevo, esta es una conversación privada —le dijo altivo al guardia— lárguese de aquí.

El guardia obedeció y Richard ingresó el código de seguridad nuevamente

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