Capítulo 6

Admiro el cartel enorme que teníamos justo delante de nosotros en donde ponía letra por letra el apellido de mis dos amigos, "Ballester". Se trata de un diseño bastante deportivo en donde predominaban los colores del club: el rojo, el negro y el blanco.

Los chicos y yo nos encontrábamos en la entrada para socios del circuito esperando a que un coche que estaba delante nuestro terminara de ser identificado para poder acceder a la zona.

Una vez el portero que se encargaba de mirar los carnets de socios dio el visto bueno, el conductor de aquel deportivo rojo se puso en marcha y se adentró hacia los aparcamientos, dejando vía libre para que mi amigo pudiera colocarse en su lugar.

Albert arrancó el motor del coche y pisó un poco el acelerador para colocarse a la par que la cabina donde se encontraba aquel señor, quien al ver que se trataba de mi amigo, sonrió.

- Buenos días, Albert. - Dice él mientras sonreía amablemente hacia nosotros.

- Buenos días, Jesús. ¿Todo bien? – Respondió de la misma manera mientras le mostraba el carnet que minutos antes sacó de la cartera, pero el señor ni si quiera lo miró abriendo directamente el portón para nosotros.

 - Adelante. – Dice él señalando hacia el interior del aparcamiento.

Albert chocó puños con él antes de adentrar la furgoneta hacia el interior. Era un parking habilitado para los socios, pilotos y demás miembros del club. Era grande, no tanto como el que está en el exterior para el público, pero está bastante bien para lo que es.

Cada aparcamiento está destinado para cada miembro, por lo que Albert se dirigió directamente hacia la zona de la familia Ballester y aparcó en su sitio habitual. Allí ya se encontraban estacionados los coches de los padres de ambos, quienes eran los dueños del club.

Mientras los chicos se bajaban de la furgoneta y se disponían a sacar las motos de esta, yo cojo la bolsa donde tenía mis accesorios y me empiezo a vestir en los asientos traseros.

Normalmente lo hago en una de las carpas de los chicos, dentro del circuito, pero ayer mis padres estaban reacios a que viniera hoy al circuito, porque ellos no estarían para vigilar, así que les dije que estaría con las gemelas y que no me acercaría al circuito. Pero aquí estoy, es mejor hacerlo así.

Aunque se supone que mi padre está en esa exposición con Mario, no queremos arriesgarnos a que aparezca y nos pille desprevenidos. Ya ha sucedido un par de veces.

- ¿Vans? ¿Ya estás lista? – Dice Albert mientras terminaba de abrocharme las botas. Ya tenían las tres motos por fuera y solo quedaba yo por salir.

-Sí, espera un segundo. – Dije intentando abrochar bien el cierre. Cuando lo conseguí, me acerqué a la bolsa donde tenía el casco y me lo puse. – Listo.

Salté de la furgoneta y tras cerrar la puerta de esta, me acerqué a donde estaban mis dos amigos sonrientes junto a las motos. Rodé los ojos cuando Marco sacó su móvil del bolsillo y me sacó una foto.

- Para las chicas. – Dice Marco tecleando algo en el móvil. Dejó pulsado el dedo en la pantalla y empezó a hablarle a esta. Estaba grabando un audio. - ¡Miren que bien le queda el rosa! Amaia, escogiste bien el color, preciosa.

Me acerqué hasta mi moto sonriendo mientras negaba con la cabeza. Marco guardó su móvil en su bolsillo nuevamente y los tres nos encaminamos hacia el circuito.

Nada más atravesar las enormes puertas para acceder al interior de este no pude evitar cerrar los ojos y respirar hondo. Siempre me ha gustado el ambiente, el ruido de los motores, el olor a tierra y a gasolina.

Admiré el lugar a mi alrededor y sonreí para mí misma. A estas horas no suele haber mucha gente aquí, aunque si había unos cuantos pilotos en la pista. Albert llamó mi atención al ver que me había quedado parada justo en medio. Respiré una vez más y les seguí hacia donde se encontraba la zona de las carpas.

Todas eran del mismo tamaño con diferentes números y colores una al lado de la otra. Estaban cubiertas no dejando ver lo que hay en el interior, excepto aquellas cuyos pilotos se encontraban en la pista y estaban abiertas.

Nos acercamos hacia una carpa de color verde con el número treinta y seis, en donde se podía leer perfectamente debajo del número el nombre de Marco. Cuando llegamos hasta esta dejé la moto junto a la de él por fuera.

- Nessa, espera aquí mientras nos cambiamos. – Dice Marco abriendo su carpa y cuando vio que asentí con la cabeza se adentró en ella.

Albert por su parte, se dirigió a la suya, que estaba dos carpas más allá de la de su primo. La de él era azul con detalles en negro y en blanco; y en un lateral estaba en grande su número, el sesenta y uno.

Mientras esperaba a que se cambiaran, me acerqué hasta el lateral de la pista para ver quien se encontraba en ella. Había exactamente cinco motos y no me sorprendió al ver que uno de ellos era mi hermano con el dorsal noventa y seis.

Él siempre suele venir a entrenar por las mañanas, sobre todo a primeras horas del día. El circuito se suele llenar de gente y más en verano, que es cuando empieza la escuela para pilotos, pero por las mañanas es cuando mejor se entrena.

Además, con la carrera que tiene este fin de semana, sé que pasa más tiempo aquí que en nuestra propia casa. Mi hermano ha ganado tres veces el campeonato de Valencia, pero nunca ha podido clasificarse para competir en el campeonato de España.  Este fin de semana es su oportunidad.

Mientras observaba hacia los cinco pilotos, hubo uno en concreto que me llamó la atención. A los otros cuatro los conocía, son miembros del club desde hacía años, pero al piloto número veinte no lo había visto nunca.

- Tendremos que esperar a que ellos terminen. - Dice Marco asustándome y haciéndome brincar. Le di un golpe en el hombro cuando lo vi soltar una risa.

Lo miré de arriba a abajo. Ya estaba totalmente equipado con el combo del mismo color que su moto, verde, y con el casco en la mano.

- Tranquilo, no hay prisas. - Dije volviendo a mirar hacia la pista notando como Marco se coloca a mi lado.

Mi mirada se posó nuevamente con intriga y curiosidad sobre el piloto número veinte. Tenía un buen control sobre la moto y se notaba que tenía experiencia en comparación con los demás pilotos. Sin poder evitarlo, me dirijo hacia mi amigo.

 - ¿Quién es el veinte? – Pregunté observando como destacaba entre los demás con el combo y la moto de color rojo. Nunca lo había visto. Al menos en los veranos pasados.

- ¿Te refieres a Nate? – Pregunta mirando hacia donde estaba mirando yo. - Es nuevo en el club desde hace unos ocho meses, más o menos. Vino desde Francia.

- ¿Desde Francia? – Pregunté aún más intrigada mirando como adelanta a mi hermano en la curva cinco.

- Si. – Dice encogiéndose de hombros. Pero enseguida se le abrieron los ojos como si hubiera recordado algo. – Le hubiera pedido a él que me ayudara con la pronunciación.

Lo miré levantando una ceja acordándome de lo primero que me intentó decir en francés cuando llegué a casa de mis abuelos y rodé los ojos.

Diez minutos después, los cinco salieron de la pista dirigiéndose a sus respectivas carpas. Mientras, Albert, que había llegado hace poco, Marco y yo fuimos a buscar las motos para adentrarnos a la pista.

De camino a esta me crucé con Alex, que me hizo un gesto dándole el visto bueno al casco y como siempre hacemos cuando nos encontramos en el circuito, coloqué dos dedos en mi frente e hice el saludo militar. Antes de perderle de vista escuche que dijo “¡dale gas, Nessa!”.

Una vez llegamos a la pista, nos colocamos en el punto de salida y esperamos a que sonara el pitido que daría comienzo a mi primera carrera del verano.

Cuando sonó el pitido, el que iba en cabeza era Marco, pero por un fallo en la tercera curva, Albert logró adelantarlo con facilidad. Finalmente, tras varias vueltas y la cosa reñida entre ambos, Albert quedó en primera posición, Marco segunda y yo, última. No era de extrañar, es obvio que yo no estoy al nivel de ellos.

Tras acabar esa rápida carrera de calentamiento, salimos de la pista por donde mismo entramos para que pudieran entrenar otros pilotos. Marco no dejaba de pelearse con Albert por su victoria, aunque este último le ignoraba totalmente.

Yo estaba en silencio, disfrutando del momento y dándome cuenta de lo mucho que echaba de menos esto. Sí, es cierto que quedé en última posición, pero eso es lo último que me importa. Yo no entreno para competir. Solo lo hago porque me gusta. Por ahora.

- Debes aprender a frenar en las curvas, le das mucha ventaja a los otros pilotos para adelantarte por dentro, Marco. – Le dije interrumpiendo su indignación.

-Tiene razón, tío – Dice Albert coincidiendo conmigo mientras asentía con la cabeza. – Vas demasiado rápido.

Marco estaba a punto de respondernos, pero un grito de un niño nos hizo frenar en seco. Miré asustada hacía los chicos, que estaban igual de confundidos que yo, y bajé la mirada hacia el suelo en donde se encontraba un niño de unos cinco años a unos cuantos centímetros de la rueda delantera de mi moto.

- ¡Tommy! – Gritó una chica que venía corriendo desde la zona de las carpas. Esta tenía una gorra de color roja con el logo del club sobre la cabeza.

El niño, que estaba muy cerca de la moto, miraba asustado hacia arriba, donde me encontraba yo. Sin pensarlo, apoyé la moto con su pata y caminé hasta el niño.

- ¿Estás bien? – Pregunté agachándome hasta su altura. Él asintió un poco asustado, pero al segundo cogió con sus manitas la parte delantera de mi casco, que lo tenía puesto, y empezó a moverlo de un lado a otro.

Me reí por sus ligeros movimientos, causando que apareciera una sonrisa en su cara. Ver como se le achinaban los ojos cuando mostraba sus dientitos me tranquilizó bastante. Pensé que le había tocado.

- ¡Tommy! ¿Cuántas veces tengo que decirte que no salgas corriendo así? – Dice la chica, que aparentaba tener unos veinte años, cogiendo al niño en brazos. - Por aquí pasan muchas motos, cariño, y te pueden hacer daño. No es un buen lugar para jugar.

Me levanté de donde estaba minutos antes agachada y miré más calmada hacia el niño, quien estaba siendo regañado por aquella chica. Los observé bien sin poder evitar pensar que me sonaban de haberlos visto antes en algún lugar, pero no sé dónde.

- Lo siento mucho. – Dice ella apartando la mirada del niño y dirigiéndose a mí. – Es muy pequeño y aún no se da cuenta de lo que hace.

- No te preocupes. Por suerte no le pasó nada y se quedó solo en un susto – Dije sonriendo mientras le quitaba importancia con la mano.

- Tendremos mucho más cuidado la próxima vez. ¿Verdad, cielo? – Dice ella mirando al niño y sonriéndome. Con esa frase, mi cabeza hizo clic. ¡Ya sé de qué me suena! Es la chica del coche negro que casi me atropella en Barcelona, en donde iba el niño con el peluche de la vaquita.

- Ay, ¡pero qué casualidad! – Dije sorprendida mirándolos a ambos. - ¿Qué hacen aquí? Nunca los había visto en este circuito.

Ella puso cara de confundida dejando claro que no estaba entendiendo nada. Miré alrededor asegurándome instintivamente que mi padre no estaba por el lugar y me quité el casco junto a las gafas. Ella, tras unos minutos mirándome, cambió su cara a una de sorpresa.

- ¡Eres tú! – Dice señalándome mientras sonreía. El niño abrió los ojos como si hubiera recordado que me había enseñado su peluche aquel día.

- Es eda, mami – Dice él mirando a la chica y señalándome con sus pequeños dedos.

- Nunca pensé que iba a volver a verlos, y menos aquí. – Dije sonriendo mientras le cogía una de las manitas al niño. Marco y Albert se miraban confundidos entre ellos.

- ¿Emma? ¿Qué pasa? – Dice un chico moreno que se acercaba hacia donde estábamos nosotros. Tenía un casco en la mano y un combo parecido al de Alex, pero de color rojo. La chica se giró hacia él y le sonrió.

- Nada, estaba saludando a una conocida – Dice ella sonriéndome. – Él es mi hermano...

- ¡NESSA! – La interrumpió una voz a lo lejos haciendo que apartara la mirada de la chica.

Era Alex, que iba corriendo hacia la entrada mientras gesticulaba algo con las manos. Observé confundida hacia él y dirigí la mirada hacia donde estaba señalando. La entrada del circuito. Cuando me di cuenta de lo que sucedía, abrí los ojos como platos.

- Oh, m****a. Papá.

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