Capítulo 2

Observo asustada hacia el coche negro que se encuentra a unos escasos metros de mí. En el asiento de piloto está sentada una chica con el pelo castaño y ojos claros, que me mira a través del parabrisas totalmente preocupada, mientras en el asiento trasero un niño pequeño que podría tener la edad de mi hermano observa atento lo que sucedía. 

Respiro hondo quitándome la tensión que el susto me había causado y me acerco a la ventanilla donde se encuentra aquella chica. Nada más tenerla en frente, le pido disculpas por haber cruzado sin mirar antes y le prometo un par de veces que no volverá a pasar.

Ella desde su deportivo negro de cinco plazas, me sonríe mientras le quita importancia a lo que sucedió minutos antes.

- No te preocupes, bonita. La próxima vez vete con más cuidado. - Dice ella sonriendo mientras echa un vistazo por el espejo retrovisor hacía el niño, quien seguía mirando atento entre las dos.  

- Lo tendré. – Dije tomando distancia del coche para que pudiera marcharse. – Y lo siento otra vez, por el susto. – Le repito sin evitar pensar en lo que hubiera sucedido si no hubiera frenado a tiempo.

Ella le quita importancia una vez más, y pone en marcha el motor del coche. Antes de perderlo de vista por las calles de la ciudad, pude ver como el niño me saludaba con una mano mientras con la otra me enseñaba una vaca de peluche. No pude evitar sonreír ante el gesto del pequeño.

Antes de continuar con mi camino, respiro hondo y miro a mi alrededor. Había unas cuantas personas mirándome que supongo habrán presenciado ese casi accidente. Me regaño mentalmente por ser tan descuidada e ignorando a aquellas personas, empiezo a caminar hacia el parque.

Al llegar a la enorme entrada de este, observo por los alrededores por si mi amigo ya estaba por aquí. No me extrañó ver que no era así, ya que Sam es la típica persona que siempre llega tarde a todos lados.

Antes de sacar el móvil y mandarle un mensaje, me siento en uno de los bancos que se encuentra en los laterales de la entrada, justo debajo de un enorme árbol. Su respuesta tardó tan solo un minuto en llegar, así que echo un vistazo a la pantalla y leo lo que pone en ella:

“Ya vooooy.

¡Ahora te cuento!

Sam.”

Guardo el móvil en mi bolso y niego con la cabeza. Este Sam, siempre tiene algo que contar. Sin poder evitarlo, echo un vistazo a la gente que entra y sale del parque. A muchos los he visto cuando he venido otras veces, pero a otros no los había visto nunca.

En el banco que está en el otro lateral de la entrada se encuentran sentados uno al lado del otro una pareja de ancianos. Ambos se miraban y se reían de algo que él decía mientras se agarraban de las manos. Se les veía felices.

Con esta escena me hicieron recordar mucho a mis abuelos. La verdad es que los echo mucho de menos. A veces pienso que mi hermano Alex es un afortunado, porque él, que vive en Cheste con ellos, los tiene presente siempre.

Yo soy una persona que valora mucho a sus abuelos, que siempre desearía tener todo el tiempo del mundo para poder pasarlo con ellos y para escuchar todas esas historias que tienen para contar, aunque me las cuenten una y otra vez.

Algo que me encanta de ellos es que siempre me apoyan en cuanto a las motos se refiere. Para ellos ningún deporte tiene género, algo que es sorprendente teniendo en cuenta la época en la que nacieron y se criaron ellos.

Por desgracia, en casa mandan mis padres y las decisiones las toman ellos cuando se trata de su familia, por lo que mis abuelos tienen voz, pero no voto.

Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, que no me había dado cuenta que Sam se encontraba sentado a mi lado. Este estaba jadeando como si hubiera corrido tres calles sin parar y, además, no paraba de hablar rápidamente.

- ... y de repente la cabeza del perrito se quedó atascada en una valla. – Explica mi amigo gesticulando con las manos el porqué de su retraso. No me había dado cuenta, pero habían pasado como cinco minutos mientras esperaba a Sam.

- Me quedé ayudando a Nerea, su dueña, porque la pobre estaba muy agobiada. Al final vinieron los bomberos y gracias a dios el perrito está bien. – Dice él agitadamente.

A pesar de intentar recuperar la respiración y de haber corrido hasta aquí, el sigue igual de presentable, como si hubiera salido de un salón de belleza hace cinco segundos. Con su camisa de botones bien planchada y su tupé rubio peinado hacia detrás.

- ¿Estás bien? – Dije riéndome al ver como poco a poco va recuperándose. Él asintió levantando los dos pulgares hacia arriba. – Cualquiera diría que vienes corriendo desde la otra punta de la ciudad. – Dije irónicamente mirando como se pasaba la mano por el pelo.

- Ya quisieras tú, y muchos, verme correr – Dice enseñándome la lengua mientras se levanta del banco.

Me cogió del brazo y tras darme un empujón para que me levantara yo también, nos adentramos en el parque. Como siempre hacemos, disfrutamos del maravilloso ambiente que suele haber allí y pasamos la tarde de paseo por el lugar.

Cuando ya era casi de noche y era hora de volver, me despedí de él con un fuerte abrazo y hasta que no me prometió que algún día iba a visitarnos a Cheste, no lo deje ir.

De camino a casa, pasé por un pequeño quiosco al que siempre suelo ir. Saludé a Luca, el dueño de este, y sin dudarlo me dejó la revista que siempre suelo leer y comprar. Le pagué lo que correspondía y antes de retomar mi camino, busqué la página en donde mi hermano hacía la entrevista de todos los meses.

La revista SportChest es una revista de deporte no muy popular del pueblo, que sorprendentemente llega hasta los quioscos de Barcelona y la cual publica cada mes sobre los deportistas de Cheste. Mi hermano, desde que consiguió su tercer título, se ha convertido en uno de ellos.

Él es el único que se quedó en Valencia con los abuelos y no se mudó con nosotros a Barcelona. Era necesario si quería conseguir lo que ha logrado hasta ahora. Ser uno de los mejores del Moto Club Ballester.

Al llegar a casa, dejé las llaves en la mesita que hay en la entrada y me adentré al salón donde se encontraba mi padre sentado viendo las noticias. A su lado, Mario estaba jugando con el móvil y mi madre estaba regando las plantas en el balcón. Saludé a todos y caminé por el pasillo hacia mi habitación.

Fui hasta la maleta que estaba en el suelo, la cogí y la coloqué encima de la cama. Ya estaba todo casi listo para irnos mañana. Solamente me falta por meter algunas cosas que me quedaron en el armario. Tras guardar la poca ropa que me quedaba por guardar, me subí encima de la silla del escritorio y cogí el poster de Marc Márquez que está colocado en la pared.

Ese poster siempre lo encontrarás en cada casa que vaya. Hace seis años, mi hermano, sabiendo que soy fan de Márquez, me regaló una revista por mi cumpleaños en donde incluía ese poster firmado no solo por Marc, sino por su hermano Alex también. Es muy especial e importante para mí.

Uno de mis grandes sueños es poder ir a un Gran Premio y poder vivir una carrera en vivo, pero mis padres nunca me lo permitirían. Las mujeres, para ellos, nunca deberían ir a este tipo de lugares.

Sin embargo, aunque ellos no quieran, las carreras las veo a través de internet y cuando estoy en el pueblo las veo con Marco y Albert en su casa. Ellos adoran a mis padres, pero obviamente, no están de acuerdo con sus pensamientos anticuados.

Doblé el poster y lo guardé en la maleta junto a toda mi ropa. Cuando revisé que no me faltara nada, la cerré y la puse a un lado de la habitación.

Tras cenar y ducharme fui directamente a la cama. Tenía que descansar, ya que mañana nos esperaban tres horas y media de viaje en coche. Será un día muy largo.

*****

Algo me despertó de mi dulce y bonito sueño. Con tan solo darme cuenta que se trataba de mi móvil y al escuchar el tono de llamada, maldecí mucho a mi querido y odioso amigo, Marco. Despegué la cara de la suave almohada y miré la hora. Gruñí contra esta antes de cogerlo.

- Me puedes decir porque motivo me llamas a las tres de la mañana, Marco. - Dije aún con los ojos cerrados e intentando no gritarle porque si no despertaría a los vecinos y a mis queridísimos padres. Solo escuchaba música de fondo y a gente gritar, hasta que...

- Hoy vas a ver a esta guapur...- No le dejé terminar, sino que directamente le colgué. No sin antes mandarlo muy educadamente a la m****a.

Estuve media hora planeando como asesinarle porque él sabe perfectamente que a mí me cuesta mucho dormirme y más cuando me despierto de madrugada.

Maldito seas. Marco.

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