Capítulo 03

La cabeza daba vueltas a Avery y todo se volvía confuso. Frente a ella yacía un hombre atado a la cama, con las muñecas y tobillos sujetos. Estaba completamente desnudo y su camisa había sido utilizada para vendarle los ojos. Necesitaba agua, su boca estaba seca.

Caminó tambaleante hasta el baño y, con ayuda de una mano, tomó un gran sorbo de agua del chorro del lavamanos. Se mojó la cara para refrescarse un poco.

—¡Oye, nena! —la voz del hombre la hizo dar un respingo—. ¿Por qué tardas tanto?

Avery meneó la cabeza suavemente. Necesitaba enfocarse.

—Habitación número quince del Best Western Hollywood —dijo para sí misma, mientras fijaba la mirada en el espejo frente a ella—. El hombre en la cama se llamaba Charles y yo... —respiró profundamente—, estoy a punto de vomitar.

Mojó una de sus manos y se la pasó por la nuca. Eso alivió un poco su malestar.

—¡Hey, preciosa! ¿A dónde fuiste?

—Salgo en un momento —respondió ella. Se sorprendió mucho por el tono autoritario de su voz.

—¡Uy, nena! Me tienes muy excitado con este jueguito. Ven acá y desátame para poder darte lo que quieres.

«¿Lo que quiero?», pensó ella, frunciendo el ceño.

De repente, sintió como si las palabras del hombre hubieran sido un gran insulto.

«¿Qué demonios sabe este idiota lo que yo quiero?».

Las náuseas desaparecieron y en su lugar surgió la indignación.

Salió rápidamente del baño, subió a la cama y se montó sobre el hombre, poniendo una mano en su cuello como si estuviera a punto de estrangularlo.

—No tienes ni la mínima idea de lo que quiero, m*****a sabandija —exclamó.

—¿Cómo dices? —Charles se removió incómodo.

—¡Cállate, maldito! —gritó ella.

El hombre comenzó a reírse.

—Ahhh... ya entiendo, linda. Te gusta ese rollo —comentó—. En ese caso, si eso es lo que te excita, adelante. ¿Cómo debo llamarte? ¿Mi señora, Ama, Diosa, mi Reina?

—Simplemente... CÁLLATE —le ordenó ella, cerrando ambas manos alrededor del cuello de Charles. Apretó un poco, pero luego lo soltó y se puso de pie en la cama para observarlo. Notó que el miembro de Charles comenzaba a endurecerse.

—¿Puedo pedirte algo? —preguntó él.

—¿Qué quieres, maldito? —respondió ella con violencia.

Él no pudo evitar reírse, le costaba mucho seguirle el juego.

—No me azotes. No soy amante del dolor y...

Avery se dejó caer sobre Charles y, sin previo aviso, agarró su pene.

—Oh sí, nena. Ya nos estamos entendiendo...

—Cierra la boca —lo interrumpió ella.

—Como quieras, mi señora. Quiero sentir tu deliciosa lengua en mis bolas y... —un grito emergió de la garganta del hombre.

La mano de Avery apretó con más fuerza el falo.

—No eres nadie para pedirme nada —susurró la rubia, acercándose mucho al oído de él y apretando aún más la mano alrededor del pene.

Otro grito resonó en la habitación.

—Suéltame —chilló Charles.

—¿Pero qué dices, cachorrito? Apenas estamos comenzando.

Avery tomó el calzoncillo del hombre, que yacía tirado en el suelo, y se lo metió en la boca para que no hiciera ruido. Luego, apretó más la mano sobre el duro miembro.

El hombre volvió a gritar, pero esta vez fue un grito ahogado por la tela.

Ella lo soltó, pero de inmediato le clavó las uñas de su mano derecha en el muslo. Charles dio un respingo y volvió a gritar.

—¿Esto no te excita? —preguntó Avery con sarcasmo. El hombre negó con la cabeza—. ¿Y esto? —clavó las uñas de su otra mano en el pecho de Charles.

Otro grito fue reprimido por la tela.

—¿Y esto? —Avery apoyó una rodilla en la ingle del hombre.

Charles se retorció, desesperado por soltarse. Después de casi un minuto, que a él le pareció una eternidad, logró liberar sus muñecas y empujar a la mujer.

Avery cayó de bruces al lado de la cama, mientras Charles se desataba rápidamente, escupiendo el trapo con el que lo habían amordazado.

—Maldita loca —pronunció Charles lleno de odio.

Recogió a toda prisa su ropa, la que estaba desparramada por toda la habitación. No se molestó en vestirse y salió desnudo al pasillo. Lo único que le importaba era alejarse lo más posible de esa mujer.

«¿Qué demonios acaba de suceder?», se preguntó Avery.

Era como si el golpe que se acababa de dar al caer al suelo, la hubiese ayudado a salir del trance en el que se encontraba.

Se sintió abrumada y muy confundida.

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