Capítulo 4: Mujer Terca

Bárbara Úrsula Medina  

Estoy en mi empresa. No he dejado de pensar en ese señor... Cristóbal Manckenzie su mirada penetrante toda la noche en mí, casi me desnuda con la mirada.

Y mi madre como siempre trayendo socios, más bien es para ella. Mi madre me dio la vida y le agradezco de corazón pero ser una madre es cuidar de sus hijos, estar ahí en los momentos tristes y felices, dar buenos consejos, no querer ser mejor que ellos y sobretodo saber tomar decisiones para bien o para mal.

Para mí, simplemente ella me dio la vida, nada más.

Tocan a la puerta, respondo un adelanté. Y es mi secretaria.

--Bárbara, el señor Cristóbal Manckenzie está afuera-informa.

--¡Cristóbal Manckenzie! ¿Qué hace aquí?-le pregunto confundida y nerviosa.

--Dice que tiene una reunión contigo muy... Muy importante-indicó-. ¿Lo hago pasar?-me pregunta.

--Pero nadie me informó de eso-respondo acomodando mi falda y mi cabello.

--Le informó a tu madre-susurró-. ¿Lo dejo pasar si o no?-pregunta.

--¡Dios!-exclamé poniendo unos lápices en su sitio.

--¿Estás nerviosa? Relájate sólo es Cristóbal Manckenzie unos de los empresarios más guapo del mundo-señaló con una sonrisa.

--Dile que pase-contesté.

Ella sale de mi oficina muy feliz y enseguida entra el señor Manckenzie todo él, con un aroma varonil. Lleva un traje negro con una camisa del mismo color.

--Buenos días señor Manckenzie, un gusto tenerlo por aquí-anuncié llegando a él y extendiendo mi mano.

--Buen día señorita Medina, el gusto es todo mío-responde con una sonrisa y besó mi mano extendida.

--Puede sentarse si desea-respondo llegando a mi silla y a la vez sentándome.

Él toma asiento en la silla en frente de mi escritorio, coloca sus codos en este mismo y me da una mirada intimidante se podría decir.

--¿Qué necesita? O mejor ¿En qué le podemos ayudar?-pregunté poniendo mis manos en el escritorio y entrelazando las mismas. Nos miramos fijamente, observa todos mis movimientos, él coloca una mano en su barbilla y yo busco un lapicero y empiezo a jugar con él. Mira mi acción y me parece que tiene una leve sonrisa o seguro fue mi imaginación.

--¿Nerviosa?-pregunta con su voz tan varonil que llega a ponerme los pelos de punta.

--No-respondo.

--No tiene por qué estarlo todavía no le voy hacer nada-murmuró.

--Ya le dije que no estoy nerviosa-contesté-. Pero solo vino a mirarme porque déjeme decirle que tengo mucho trabajo-expresé.

--Vine a proponerle algo-reveló.

--¿Proponerme? Dígame-le indique.

--Quiero darle cada millón que ha perdido, a cambio de ser su socio mayoritario en su empresa como en sus organizaciones-estableció.

Enarcó una ceja y lo miro confundida.

--¿¡Quiere ser socio mayoritario!? Señor Manckenzie-interrumpió.

--Cristóbal, dejemos las formalidades-anuncia.

--Prefiero seguir llamándolo así señor Manckenzie-respondo.

--Bárbara sé que te ha tomado por sorpresa pero créeme, es la mejor propuesta que vas a escuchar-comunicó.

--Puede ser... Señor Manckenzie la verdad no lo conozco se la minoría de usted y viene aquí a proponerme semejante propuesta, no estoy segura-revele negando varias veces con la cabeza-. Estela tiene que ver con todo esto-murmuré.

--No. Yo mismo decidí presentarme, siempre he querido ser parte de una organización y esta es la correcta, confió en su palabra independientemente de que no me conozca yo quiero ayudar a sus organizaciones y sí ayudar es darle cada centavo que a perdido pues lo voy hacer-confesó.

--Tengo que pensarlo-anuncié-. Y si aceptó será con mis condiciones, no quiero que me regale ni un centavo-respondo.

--Sabe que no está para poner condiciones señorita Medina-respondo.

¡Ja! Ya empezamos.

--Entonces qué hace aquí señor Manckenzie, ya le dije si acepto vamos a llegar a un acuerdo mutuo le voy a pagar cada centavo y si usted no acepta pues busco otra persona y listo-contesté.

--Que mujer tan terca-murmuró.

Pongo mi espalda en la silla y cruzo mis piernas le doy la mejor sonrisa.

--Me gustan los desafíos-reveló-. Y trabajar con usted será uno muy grande-responde.

--Todavía no he dicho el sí-respondí respirando profundo.

--Lo va hacer, de eso estoy segurísimo-contesta.

Me inclino un poco quedando nuestros rostros frente a frente.

--Ahora mucho más que ahorita estoy considerando el no-expuse con una sonrisa.

--Le voy a confesar algo, es la mujer más terca y me dan ganas de darle unas buenas nalgadas para que aprenda a tomar buenas decisiones-murmuró muy cerca de mi rostro.

¡Dios! Pero qué hombre.

--Hasta mañana señorita Medina-anunció.

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