Capítulo VII

26/12/2025

Por la posición del sol, deben ser las nueve de la mañana. Ahora mismo me encuentro asando la carne blanca de la boa.

Encontré un pequeño oasis de árboles de chaparro, su sombra es escasa debido que no tienen un gran follaje de hojas, y son arboles pequeños; pero me sirven para descansar y usar sus ramas como leña. Recuerdo que estas matas eran abundantes, si viajabas de Ciudad Bolívar a Puerto Ordaz, podías ver miles y miles de estos arbustos que crecían como la mala hierba, aunque francamente tengo que mencionar que para estos días ya no debe existir tal cosa como “mala hierba”.

La carne de la serpiente se empezaba a descomponer, he encontrado estos arbustos a tiempo. Estoy asando la carne como los llaneros de Apure. Ellos introducen unas improvisadas varas de algún árbol en los pedazos de carne y luego los entierran alrededor  de la fogata con una ligera inclinación hacia la candela. La carne no debe recibir la llama directa, solo el intenso calor y el humo. En mi caso va a ser más rápido la cocción porque es una carne blanca de pequeños trozos, en comparación con los grandes cortes de res que los llaneros hacen. Quiero lograr la mayor cantidad de ahumado y de deshidratación posible de la boa. Con eso lograré que la carne tenga larga duración. De los quince kilos que tomé, se convertirán en unos seis o siete kilos de carne maciza. Sería genial si contara con sal, pero aun así, el ahumado le aportará un sabor exquisito y una buena preservación.

Pelusa está haciendo ejercicio, correteando alrededor de una de las matas de chaparro, lo mantengo atado con su cordón al arbusto. Él es tan curioso como un gato y se me puede alejar demasiado de mi radio de protección, por eso nunca me confío y lo ato.

El muy manipulador se para en sus  dos patas traseras, y las patas delanteras las lleva a su boca, dándome una señal  de que quiere comer, lo hace con tanta gracia, que sus dos patitas delanteras parecen unos bracitos.

Es un gran placer ver una gran fogata arder con carne alrededor. Ya se me hace agua la boca. Creo que tomaré algunos pedazos de boa para desayunar antes que logre la cocción que deseo.

Con respecto a la herida que me hizo la tragavenado, está algo inflamada, rojiza y muy sensible. Me duele. Haré un cataplasma de hojas de chaparro y me lo pondré directamente en la mordida. No sé si me hará bien, pero los viejos de mi pueblo solían decir que estas hojas tienen muchas propiedades medicinales, solo espero que no empeore la herida, porque no cuento con antibióticos, una infección y creo que no viviré para contarla.

Bueno, vamos a desayunar, Pelusa ya no aguanta la espera, creo que si aguardo más por el desayuno, podría hacer una nueva pirueta para manipularme, todavía más.

27/12/2025

*

Ayer, antes de dormirme, percibí el sonido de un  motor de camión o de una camioneta. Lo sentí como a medio kilómetro de dónde estoy. La zona dónde me encuentro, es la zona de Marhuanta, un lugar semi rural con grandes extensiones de terrenos. Llevo dos años sin escuchar algún vehículo. Ese sonido me produjo renovadas esperanzas, porque debo estar cerca de una pequeña civilización de sobrevivientes, muy capacitados y preparados. Quizás sean ex miembros de las Fuerzas Armadas o personas civiles con grandes conocimientos y recursos a su disposición. Voy a buscar el lugar dónde se encuentran y les ofreceré mis servicios. Aunque realmente solía ganarme la vida como profesor de ciencias sociales, con conocimientos de castellano, inglés y matemáticas. Después de todo, la humanidad debe tener maestros para que los hijos de las nuevas generaciones sean educados en las ciencias básicas y la preservación de la lengua. Creo que esta es la razón principal por la cual llevo un diario, para mantener el idioma, mantenerlo significa: no degenerar en el barbarismo, además que me ayuda a dialogar conmigo mismo y saber en qué fecha del año me encuentro.

Sé que no debo confiarme demasiado con respecto a ese grupo de personas que tienen vehículos. Pudiesen ser simples bandoleros, aunque no lo creo, porque mantener vehículos de pie requiere de un grupo organizado con conocimientos de mecánica y electricidad. También deben tener plantaciones agrícolas y una considerable reserva de combustible.

Pues bien, “quien no arriesga, ni pierde, ni gana”. Así que voy preparar todo, e ir en busca de esas personas. Solo espero que no odien a las ratas.

—Tranquilo Pelusa nos irá bien, además, quién sabe si encuentras una novia—le comento a mi amiguito, él cual parece encantarle la idea de una novia. A mí tampoco me vendría mal una novia.

Bueno, manos y piernas a la obra.

**

Estoy cerca de algo parecido a una hacienda, no veo cultivos ni ganado, solo veo grandes tanques que parecen de combustible. También está un molino de viento y un pequeño camión “350”. Hay algunas personas vigilando la entrada, sin duda están armados. Esto tiene muy mala pinta…un momento, viene llegando otra camioneta.

***

No me puedo creer lo que acabo de ver. Al lugar mencionado, entró una camioneta tipo pick up ranchera bastante descolorida. Atrás venían tres hombres armados y traían con las manos atadas a los hermanos que me corrieron de aquel edificio que yo había tomado como refugio. La mujer morena cargaba la pañoleta en el cuello, le pude ver la cara, parecía haber sido golpeada. Su acompañante no llevaba la máscara de gas puesta, pude saber que era él por la misma braga roja descolorida. También había sido golpeado. “¡Carajo, qué es todo esto!”

Mejor me voy de aquí. Además, ellos me corrieron del refugio y me robaron algunas de mis pertenencias. Ese es su problema, que lo solucionen. Nos vamos Pelusa.

28/12/2025

*

¡Demonios! Anoche casi no pude dormir, tenía clavada en mi mente las caras de esa mujer y la de su hermano. Creo haber tenido una crisis de conciencia. Pelusa no me dirige ni un chillido, parece estar molesto conmigo.

En mi mente estoy librando una batalla contra mí mismo, ir por esos hermanos o seguir mi camino hacia el Orinoco.

**

Lo he decidido, voy por esas personas, después de todo, ellos me pudieron haber matado y no lo hicieron, eso se considera haberme salvado la vida; por otro lado, no le hicieron daño a Pelusa y no me robaron mi escopeta y sin ella no me hubiese podido soltar de aquel infectado que me atenazó con su mano cuando salté la cerca de la zona militar para huir.

29/12/2025

¡Maldita sea! Estos hombres de la hacienda son los Pirañas, con seguridad son los mismos que me mencionaron los hermanos.

Lo que he visto dentro de la hacienda supera en monstruosidad a los infectados.

Detrás de una gran casona, tienen humanos atrapados en un corral hecho de cerca de púas y alambrada de ciclón. Hay cómo unas treinta personas. Están desnudos y la mayoría tiene por lo menos dos miembros mutilados, sumando a que ninguno de ellos parece tener energías, es como si todos están a punto de desmayarse. El olor que proviene de ese corral es repugnante, las personas atrapadas allí emiten sonidos de lamentaciones indescifrables. Sin duda alguna, Los Pirañas se están alimentando de ellos como si fuesen un ganado.

Estos Pirañas parecen muy confiados en la seguridad de su hacienda, quizá debe ser porque todo ser que sabe de su existencia les tiene terror. Los muy hijos de perra parecen estar orgullosos del nombre que los identifica como tribu. En la entrada principal y en la entrada posterior tiene dos grandes carteles de madera con las palabras “LOS PIRAÑAS”, que parece que usaron sangre humana como tinta para escribirlas.

Los hombres que vigilan alrededor de la hacienda son cinco, cerca del corral de humanos están dos hombres, todos estos están armados con armas de fuego o machetes. Aun no sé cuántos están en la gran casona de la hacienda, estimo que entre doce a dieciséis personas. A la muchacha morena y a su hermano no los he visto más, están encerrados en esa casona. Solo el Creador sabe que le habrán hecho.

Tendré que esperar la noche para intentar rescatarles, solo me quedan tres cartuchos de escopeta, el cuchillo y mi machete. Dejaré mi mochila entre el monte con Pelusa dentro de ella. Estoy ubicado en la parte de atrás de la hacienda, por fortuna no tienen perros.

Al parecer estos tipos salen con frecuencia en el día y en la noche para cazar humanos. De salir ellos esta noche, contarían con menos personas en su seguridad, lo que me facilitaría las cosas.

Mi plan es tratar de infiltrarme por la casona, la cual tiene muchas puertas y ventanas, y la mayoría de las ventanas están sin protectores, ni nada. Sí me atrapan me pegaré un tiro, así que tendré que guardar un cartucho. Sí tengo éxito rescatando a los hermanos, será un milagro; pero también tendré a estos caníbales tras de mí.

Me despido por si acaso no regreso. Si no sobrevivo, Pelusa tampoco lo logrará, pero ojalá este diario de alguna manera pueda sobrevivir, para que sirva de testimonio que, muy a pesar de nuestra avanzada degeneración como humanidad, hubo un humilde hombre que apostó a la vida de otros seres humanos, porque cómo dijo el mayor y más humilde de todos los reyes: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos”.

Voy a despedirme de Pelusa.

—Tranquilo amigo, volveré. Además, no te puedes quejar, esto fue idea tuya. Te quiero mucho Pelusa.

Que esto se mantenga en un “hasta luego”, y no en un “Adiós”.

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