Capítulo 1

Adriano invitó a Vanessa a sentarse en uno de los lugares disponibles, luego se apoyó sobre su escritorio y la observó en silencio. Esperó que ella le explicara mejor que es lo que hacía allí porque él no tenía ni la mínima idea. No eran amigos, ni nada parecido.

Su presencia en su oficina realmente lo había tomado por sorpresa y ya nada casi lo sorprendía. Aunque Vanessa era amiga de su cuñada, rara vez habían hablado. Se habían encontrado en más de una ocasión, pero solo debido a que Bianca la invitaba a muchos eventos familiares. Incluso cuando ambos habían sido parte de las bodas de los gemelos apenas y habían cruzado palabra. Ella parecía una “mariposa social”, pero a su lado siempre se mantenía reservada y podía hasta decir que lo evitaba.

La miró con atención mientras ella se animaba a hablar. Vanessa tenía los cabellos más negros que había visto y eso que los suyos también eran del mismo color, tenía la tez clara casi como si nunca hubiera visto un poco de sol, sus ojos eran de color cafés y su rostro era ovalado. Era hermosa, de eso no cabía duda y tal vez si no fuera alguien cercana a su familia habría pensado en tener algo con ella, pero sabía que había límites que eran mejor no cruzar.

—Disculpa que me presentara sin aviso —musitó Vanessa después de algunos segundos sin decir nada.

Ella no parecía para nada intimidada ni por su presencia, ni por el hecho de que él había permanecido de pie. La admiró por ello, la mayoría de personas solían actuar con temor a su alrededor. Esa, al parecer, no era la clase de persona que era Vanessa.

—No te preocupes —le restó importancia—. Tengo algunos minutos libres.

—Vine a proponerte algo —dijo ella—. Se trata de un negocio.

De repente una sonrisa confiada apareció en el rostro de Vanessa y Adriano desvió su mirada hasta su boca. Sus labios llamaron su atención, parecían perfectos para ser besados.

Devolvió su mirada a sus ojos antes de que ella se diera cuenta y mantuvo su expresión estoica.

—No sabía que estabas en busca de un trabajo —dijo—. ¿Matteo está al tanto?

—¿Qué? —Ella pareció confundida por un segundo antes de sacudir la cabeza—. No, no estoy buscando un trabajo. Me va muy bien en la empresa de tu cuñado como para pensar en irme en algún momento y sé que ellos no me despedirían.

La seguridad de Vanessa era sorprendente, aunque con toda la experiencia y capacidad que tenía, bien se lo podía permitir. Su currículo hablaba por sí solo, en el medio se sabía lo capaz que era ella y ni siquiera había necesitado usar de su apellido para llegar a donde estaba. A Adriano no le molestaría tenerla como parte de su equipo, pero jamás le jugaría sucio a Matteo.

—¿Entonces de que se trata? —preguntó ocultando su curiosidad.

—Cásate conmigo.

La propuesta salió de la nada y Adriano estuvo a punto de mirar a los costados buscando la cámara escondida. Conociendo a los gemelos, se podía tratar de una de sus bromas. Si era así, tenía que aplaudirles por el ingenio, se estaban superando.

Esperó ver una sonrisa en el rostro de Vanessa y cuando eso no pasó, esperó por algún indicio de vergüenza, pero ella solo lo miraba expectante. Entonces se dio cuenta de que ella hablaba muy en serio.

—Creo que al menos deberíamos salir en un par de citas antes de hablar de matrimonio —dijo conteniendo las ganas de reírse, nunca se le había hecho tan difícil, por lo general era alguien serio—. Aunque me siento halagado, me temo que deberé rechazar su oferta.

—Lo siento, eso no salió bien. Déjame explicarte.

—Es la primera vez en mucho tiempo que alguien aparte de mis hermanos me divierte. Así que adelante, aunque no creo que lo que digas me haga cambiar de opinión.

Vanessa se sentó aún más recta, parecía demasiada tensa. Adriano no tendría ningún problema en ayudarla a relajarse un poco. Algunas ideas se formaron en su mente y…

Se regañó no era el momento ni el lugar para dejar que sus pensamientos se volvieran lascivos.

—Mi padre es Filippo Giordano. —Vanessa se quedó en silencio un rato como si esperara alguna reacción por su parte. No iba a obtener nada, sabía muy bien quien era el padre de Vanessa y lo poderoso que era él.

Adriano sabía mucho más de mucho más de ella de lo que creía. Hace un poco más de un año, al investigar a la competencia, se había topado con el nombre de Vanessa. Había sido una sorpresa descubrir de quién era hija, pero ya lo había superado.

>>No pienso agobiarte con mis problemas familiares —continuó Vanessa—. Lo único que necesitas saber es que mi padre siempre ha manejado mi vida y estoy cansada de ello. Entonces es donde entras tú, él está empeñado en casarme con algún tonto al que pueda controlar, así que decidí hacerme cargo.

Adriano nunca hubiera pensado que la seguridad en una mujer podría resultar tan sexy.

—¿Por qué yo? —preguntó con una sonrisa divertida.

—Gracias a tus conexiones con los De Luca escapas de la influencia de mi padre. El maneja a casi toda las personas que lo rodean, excepto a ellos y debido a tu sociedad con Matteo, tú también estás excluido. —Vanessa había investigado muy bien antes de acudir a él, aunque la información que manejaba no era un secreto para nadie.

Su orgullo casi se sintió herido por los motivos por los que ella lo había considerado “apto”. Pero sentirse así no habría tenido sentido cuando no estaba para nada interesado en la propuesta de Vanessa.

—¿Porque simplemente no te opones a su voluntad? —preguntó con desinterés.

Vanessa se tensó y por sus ojos pasó el primer atisbo de vulnerabilidad, pero ella se recuperó con rapidez.

—Ya sabes, solo una niña mimada que no está dispuesta a renunciar a la fortuna de la familia.

Ella estaba mintiendo. Podía apostarlo sin duda.

No se habría dado cuenta, ella era muy buena haciéndolo, pero Adriano era mucho mejor leyendo a las personas. Además lo que acababa de decir no coincidía con su perfil. Alguien que se había esforzado por llegar a donde estaba y por no depender de nadie, seguro que en lo menos que estaba interesada era en heredar la fortuna de su controlador padre.

—¿No te crees que si te casas con alguien que él no haya elegido pasará exactamente eso?

—No —dijo ella con seguridad sin dar más explicaciones.

—¿Y qué ganó yo? —Adriano no podía creer que acaba de preguntar eso. Se dijo que era simple curiosidad.

—Sabes la influencia de mi apellido en el medio, te podría abrir más puertas. Mi padre, aunque tiene demasiados defectos, prefiere guardar las apariencias y jamás se iría en contra de su familia.

Era muy cierto que al estar casado con Vanessa muchas puertas le serían abiertas, pero Adriano no estaba interesado en utilizar a una mujer para lograr avanzar, incluso si está parecía dispuesta a dejarlo hacerlo. Había llegado muy lejos y tenía millones a costa de puro trabajo y esfuerzo.

Miró su reloj y luego de regresó a Vanessa.

—Fue un gusto charlar contigo, deberíamos repetirlo alguna vez —dijo como si hablará con algún otro socio de negocios—. Lamento tener que despedirte, pero tengo una reunión importante en breve. Gracias por considerarme para el puesto. —Sonrió de lado al terminar de hablar.

—¿Estás rechazándome? —preguntó ella como si no pudiera creérselo. Tal vez había creído que ante la mención de su apellido el saltaría a la oportunidad. Eso decía mucho de lo poco que lo conocía.

—¿Es eso lo que parece? ¿No? —Esta vez se mantuvo serio, lo menos que quería era herir a Vanessa, todavía se verían en alguna celebración, en especial con tantos niños en la familia.  

—Pero…

—Te dije que era muy poco probable que cambiara de opinión —Se enderezó y le extendió la mano a Vanessa, ella la tomó incluso cuando su mente parecía lejos de allí. Adriano ignoró la sensación que sintió al tocarla—. Hasta otra oportunidad.

Adriano comenzó a caminar hacia la puerta. No había nada más que decir o eso es lo que él creía.

—Espera…

Se detuvo a medio camino al escuchar la súplica en su voz. Ella era alguien que no parecía suplicar y sin embargo allí estaba, haciéndolo. Pese a ser considerado como un hombre frío, todavía tenía humanidad.

La miró sobre el hombro dándole la oportunidad de escucharla aunque la decisión estaba tomada.

Vanessa estaba de pie mirando en su dirección. Vio un atisbo de vulnerabilidad en su mirada, pero ni siquiera eso lo iba a convencer de que ceder a lo que le había propuesto. Era una locura sin importar los motivos.

—Tranquila, encontrarás otro candidato —musitó cuando ella no terminó lo que iba a decir.

Se giró y terminó de salir de su oficina. Procuró olvidarse de lo que acababa de suceder. No tenía mucho sentido darle demasiadas vueltas al asunto.

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