CAPÍTULO 6

HENRY

Hoy ha sido un día agotador, hemos encontrado nuevos cadáveres, por este motivo lo único que quiero es ir a casa y tomar una copa de vino, pero como soy consciente de que mi frigorífico está pelado tengo que ir al supermercado. Aparco el coche cerca de casa y me dirijo a pie hasta el super del barrio.

—Henry —me llama Pilar, una anciana de ochenta y seis años muy maja, pero a veces un poco pesada— tienes mala cara Henry.

Me fijo en su aspecto, es una señora que se cuida bastante para tener tantos años, lleva una camiseta de leopardo y una falda que le llega hasta los tobillos, la cual conjunta con unas zapatillas negras. Pilar vive sola y es muy independiente, algo que me fascina, ya me gustaría llegar a su edad tan bien como ella está.

—Estoy cansado nada más —digo para que no se preocupe.

—Bueno, te iba a decir que necesitaba que investigases la desaparición de mi gato, pero al verte así…

—¿Misifu se ha vuelto a escapar? —pregunto cansado.

Todas las semanas el dichoso gato se escapa haciendo que Pilar se preocupe para nada, ya que siempre acaba volviendo.

—No, no se ha escapado —me responde esta dolida— lo han secuestrado.

—Lo siento Pilar —aseguro para que se relaje— es un gato muy listo, ya veras como consigue escapar de sus secuestradores y vuelve a ti, como cada semana.

—Es cierto —dice con mucho cariño— es un gatito muy listo el mío.

—Sí, lo es —le animo mientras cojo un par de paquetes de macarrones y espaguetis de verduras— ahora si me disculpas tengo que hacer la compra e ir a casa a descansar.

—Claro querido, cuídate ¿quieres? —me estoy alejando cuando me llama— ¡Henry!

—¿Si? —pregunto pensando que va a seguir hablando del dichoso gatito.

—Pásate por casa esta semana y te prepararé albóndigas ¿de acuerdo?

—Muchas gracias —le contesto regalándole una sonrisa.

Esta mujer es excepcional, desde que me mudé me ha tratado como al hijo que nunca ha tenido y de vez en cuando me prepara comida. He de decir que está deliciosa, al principio no hacía más que alucinar con lo rica que estaba su comida, hasta que un día hablando con ella me confesó que había sido cocinera, así que sabe muy bien lo que se traía entre manos.

Al terminar de hacer la compra en el super se ha hecho de noche, por lo tanto no me demoro y voy directo a casa. Estoy llegando a las escaleras cuando me doy cuenta de que hay alguien, una persona a la que no tardo en reconocer.

—¿Qué haces aquí? —interrogo al hombre que hace años que no veo y al que no me apetece ver ni en pintura.

Me fijo en su aspecto, está desmejorado, el alcohol y la mala vida que había llevado le han pasado factura. El pelo que antes era negro ahora está canoso y sucio, sus ojos azules no destellean con vida, sino que estan muertos, su altura ya no me intimida, en general él ya no me intimida, solo me siento asqueado por su presencia.

—¿No puedo venir a visitarte? —me pregunta intentando levantarse de las escaleras y fallando. Apesta a alcohol.

—No, no puedes —respondo lanzándole una mirada de asco— sobre todo si vienes a pedirme dinero para comprar alcohol.

—Esa no es forma de hablarme —me amenaza aunque suena tan patético como él.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto otra vez.

—Marta no me deja entrar en casa.

La sola mención de esa mujer me trae un dolor al pecho. Mi corazón empieza a doler, pero intento no exteriorizarlo. Lo último que quiero es que él se de cuenta.

—¿Por qué será? —cuestiono irónicamente mientras le lanzo una mirada dura— si no fueses un borracho no te habría echado.

—Deja que me quede aquí —me suplica intentando darme pena.

—No me das ninguna lástima —pero mientras lo digo pienso en la mujer que le espera en casa y decido, por ella, meterle en casa, aunque solo sea por esta noche— vamos entra.

Mis palabras le pillan por sorpresa, aunque vuelve a intentar levantarse sin conseguirlo.

—Yo no voy a meterte, si no puedes entrar por tu pie te vas a quedar ahí —le comunico mientras entro en la casa y dejo la puerta abierta para que él acceda.

Me voy directo a mi habitación para dejar la chaqueta y me doy cuenta de que mi cuarto está muy limpio y ordenado, se me ha olvidado que es miércoles y Marisa ha venido a limpiar, no se cómo lo hace, pero esa mujer hace maravillas en la casa en tan solo dos horas. Mi casa no es muy grande, apenas tiene una cocina equipada modernamente, una sala de estar con un sofá para ver la televisión y una habitación, mi habitación, donde hay una cómoda, un armario y una cama XL. Al igual que en mi despacho no hay fotos ni recuerdos personales por eso la casa a ojos de otras personas puede parecer fría y lúgubre, pero tal y como está, parece que ha sido diseñada para mi.

Me dirijo a la cocina donde guardo todo lo que he comprado, cojo una copa del armario y me acerco al frigorífico para sacar un vino Vega Sicilia, verterlo en la copa y beberlo de un trago. Lo voy a necesitar si él se queda en casa a dormir. Decido hacerme la cena, unos raviolis de queso manchego y carne picada que compré ayer y no me había terminado. Cuando finalizo de cenar y veo que ha pasado una hora y él no ha entrado decido ir a buscarlo. Se ha quedado dormido en las escaleras.

—Venga, arriba —gruño mientras le doy una patada suave en la pierna para despertarlo.

Abre los ojos, pero no se mueve, por ello tengo que recoger su cuerpo y empezamos a movernos poco a poco hasta el sofá donde le tiro y se queda dormido al instante. Luego hago una nota mental para pedirle a Marisa que pase mañana para desinfectar el sofá. Debido a que a saber dónde ha estado y que habra hecho.

A la mañana siguiente me despierto a las siete debido a un ruido que procede de la cocina, joder, aún me queda una hora para dormir, pero aquel tipo me está fastidiando, así que me levanto y me dirijo hacia la cocina donde le veo comiendo mis cereales. Sigue estando desaliñado, pero al menos parece que se ha lavado la cara con agua y jabón eliminando la suciedad.

—Tienes que irte —le gruño mientras me cruzo de brazos.

—Voy a desayunar y luego me iré —me contradice altivo.

—No tardes —concluyo mientras me giro para irme a la habitación, debido a que no soporto estar en la misma habitación que él durante mucho tiempo.

Se que no voy a poder dormirme con él despierto en la casa. No me fio de él, seguro que me roba algo para venderlo y comprar más alcohol o alguna otra sustancia. Por lo que espero pacientemente durante veinte minutos hasta que oigo como la puerta de la calle se cierra.

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