ASESINO
—Por favor no —suplica ella mientras se echa hacía atrás, pero no tiene escapatoria, está llegando a la pared— haré lo que sea, pero no me mates.
Y así sin más empieza a llorar, me paro un minuto a contemplar si siento algún tipo de remordimiento, pero no es así, por lo que me acerco a ella y le abrazo.
—Tranquila pequeña —le consuelo mientras inyecto el cianuro directo a su corazón que palpita a mil por hora.
Al ser el cianuro una droga potente y al haberla inyectado directamente en su corazón muere en el acto. En consecuencia, se queda colgando sin vida entre mis brazos. Es una pena que todo haya terminado así, aquella pequeña solo tiene dieciocho años, la edad mínima para jugar, pero eso no me ha impedido matarla. En realidad, nada lo hubiese impedido.
Deposito a la chica en el suelo y me fijo en lo llena de vida que parece, tiene el pelo azul que contrasta con sus ojos marrones casi negros y el vestido que lleva es precioso, elegido para ella con sumo cuidado, para que resalten sus curvas a la perfección. Es de un color azul que va a juego con su pelo y como siempre es de época, de la época en la que está inspirado el libro de los diez negritos.
Después miro la habitación, es bastante pequeña comparada con las demás habitaciones, pero basta para un solo cadáver. Esta será la habitación de la señorita Vera, así pues he quitado todo el mobiliario y los cuadros, para que en la habitación solo se encuentre el cadáver. Sigo sin entender porqué, pero me he saltado las normas al no matar a Vera la última, pero no me importa debido a que he disfrutado de la compañía de la señorita Brent hasta su último aliento. Ha estado llena de vida y dispuesta a averiguar quién es el asesino con tal de vivir, por desgracia no ha adivinado nada. Después la cojo y la llevo junto a los ocho cadáveres restantes, si tan solo se hubiesen leído el libro de los diez negritos de Agatha Christie todo hubiese sido diferente. Sin más dilación me pongo a ordenar los cadáveres y a llevar a cada uno a su habitación, cuatro cadáveres a la primera, cuatro cadáveres a la segunda y por último la señorita Vera a la tercera. Tras colocar cada cadáver en su sitio les pongo bien las ropas y me marcho de la casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Espero de corazón que la próxima tanda sea más lista porque empiezo a aburrirme de este juego.
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Unos meses después
—Tú, tú eres...—empieza a tartamudear sorprendida la denominada señorita Vera— no puede ser.
—La canción querida piensa en la canción —le digo mientras la canto para ella con mucho mimo y amor.
Diez negritos se fueron a cenar;
uno se asfixió y quedaron nueve.
Nueve negritos estuvieron despiertos hasta muy tarde;
uno se quedó dormido y entonces quedaron ocho.
Ocho negritos viajaron por Devon;
uno dijo que se quedaría allí y quedaron siete.
Siete negritos cortaron leña;
uno se cortó en dos y quedaron seis.
Seis negritos jugaron con una colmena;
una abeja picó a uno de ellos y quedaron cinco.
Cinco negritos estudiaron Derecho;
uno se hizo magistrado y quedaron cuatro.
Cuatro negritos fueron al mar;
un arenque rojo se tragó a uno y quedaron tres.
Tres negritos pasearon por el zoo;
un gran oso atacó a uno y quedaron dos.
Dos negritos se sentaron al sol;
uno de ellos se tostó y solo quedó uno.
Un negrito quedó solo;
se ahorcó y no quedó ninguno.
—No, por favor, no —solloza sabiendo que su final está cerca y no puede hacer nada para evitarlo.
—Sí querida —le respondo acercándome a ella y secándole las lágrimas con mi mano enguantada— todos los negritos han de morir. Pero tranquila la tuya no será una muerte agónica.
Entonces cojo su mano y empiezo a andar hacia la casa, pues ha conseguido llegar al patio, ella me sigue muerta de miedo, pero ya no tiene conciencia de lo que hace, está en una especie de estado de shock. Al llegar a la casa nos paramos en las dos primeras habitaciones y nos despedimos de los cadáveres para ir a la tercera habitación donde ya está preparada la cuerda para ahorcarse junto a la silla.
Y así sin más ella se sube en la silla se ata la soga al cuello mientras yo poco a poco voy retirando la silla para que vea cómo va a morir y entonces todo se vuelve negro para ella. Que hermosura pienso, las denominadas señoritas Vera siempre son hermosas, cada una a su manera; una tendra la piel clara, otras oscuras, unas ojos claros y las otras negros como el carbón, pero todas bellas, oh sí, bellísimas.
Y los vestidos que elijo siempre para ellas están seleccionados con mucho amor, al contrario que los trajes de los demás participantes. No sabía porqué, pero siento un cariño profundo por la señorita Vera.
HENRYHoy ha sido un día agotador, hemos encontrado nuevos cadáveres, por este motivo lo único que quiero es ir a casa y tomar una copa de vino, pero como soy consciente de que mi frigorífico está pelado tengo que ir al supermercado. Aparco el coche cerca de casa y me dirijo a pie hasta el super del barrio.—Henry —me llama Pilar, una anciana de ochenta y seis años muy maja, pero a veces un poco pesada— tienes mala cara Henry.Me fijo en su aspecto, es una señora que se cuida bastante para tener tantos años, lleva una camiseta de leopardo y una falda que le llega hasta los tobillos, la cual conjunta con unas zapatillas negras. Pilar vive sola y es muy independiente, algo que me fascina, ya me gustaría llegar a su edad tan bien como ella está.
ASESINONada más terminar de cantar cojo a la señorita Vera y le clavo la jeringa con el calmante. Es una pena pues quiero que me acompañe por su cuenta como la última señorita, pero esta ha ofrecido más resistencia y no me ha quedado más remedio que administrarle un pequeño calmante.Después arrastro su cuerpo por las escaleras hasta llegar a su habitación, con algo de esfuerzo le subo a la silla. Mientras espero a que despierte me fijo en la habitación que he escogido para ella, la tercera habitación.Es más grande que las anteriores, aunque sera la única que solo tendra un cadáver. Al entrar por la puerta lo primero que se ve es la gran cama en medio de la habitación, a un l
HENRY—Hoy vamos a tomar algo —me sorprende el inspector Mauro.—No estoy de humor Rafa —le digo intentando esquivarlo para dirigirme a mi despacho.Llevamos demasiado tiempo con el caso y me frustra la idea de no saber el siguiente movimiento del asesino.—Tienes mucha presión acumulada —dispara mientras me sigue al despacho para intentar convencerme— te vendrá bien que salgamos.—No me vendrá bien emborracharme —le aseguro mientras entro en el despacho y dejo la chaqueta en mi silla— Tengo que estar pendiente por si el asesino vuelve a matar.—Sabes que no lo va a hacer, hace tan solo un día que encont
Estaban los tres en la cocina empezando tranquilamente a comer el puré y el pollo frito que ella había preparado, cuando él se enfadó y empezó a armar una escena como hacía muchas veces.—Es que no puedes hacer nada bien —le gritó el oso a la mujer mientras esta lloraba y se tapaba la cara asustada por lo que el oso pudiera hacer.—Lo siento —balbuceó ella con la voz rota de tanto llorar— volveré a hacerlo, por favo
ASESINOEstoy en mi casa, en el sofá junto a una persona que he conocido hace poco, viendo la televisión, exactamente la serie “Crímenes imperfectos” cuando me pongo a pensar sobre mis crímenes. Por ahora todos y cada uno de ellos han sido perfectos pues la policía no tiene ninguna pista de quién soy.De pronto me entra el hambre. Voy al frigorífico, el cual está muy bien abastecido y saco una sopa en un tupper, la caliento y vuelvo al sofá donde sigo viendo la serie que tan embelesado me tiene.—Yo no soportaría ser poli —me dice mi acompañante— tiene que ser muy estresante.—Por lo que he visto en la tele lo es… —le respondo sin querer hablar mucho más.
HENRYEs lunes y llego bastante pronto al trabajo debido a lo cual me dirijo directamente hacia la sala del café cuando me encuentro con Rafa.—Se te ve descansado —me dice con una sonrisa picarona.—Lo estoy —le respondo bajando la voz— me he pasado todo el fin de semana con Samantha, es una fiera en la cama.—Tuviste suerte —me garantiza golpeándome el hombro con el brazo— yo intente quedar con Alexandra pero me dijo que no estaba interesada.—Lo siento amigo —me río por su mala suerte.—Señor —nos interrumpe la voz de Monroe a nuestra espalda.Mierda
ASESINOEs la última vez que juego a los diez negritos por lo que quiero que todo sea perfecto. Después de hacer una ruleta para elegir a los siguientes jugadores, que deben sentirse honrados por cerrar el juego, enumero sus nombres junto con su edad y características físicas en una lista: -Pablo Estebez. Dieciocho años. Moreno de ojos marrones y 1.79 cm. -Ainhoa Flores. Veintidós años. Rubia de ojos azules y 1.59 cm. -Hugo Martínez. Cincuenta y cuatro años. Moreno con canas de ojos verdes y 1.72 cm. -Cristian Fuentetaja. Treinta y dos. Rubio de ojos verdes y 1.64 cm.
HENRY—Inspector —me llama un policía de a pie, a quien identifique como Unanue de un caso anterior en el que trabajé con él— un señor ha venido a denunciar la desaparición de su hija y he pensado que como estaba investigando los secuestros y las muertes sería interesante que hablase con él.—Gracias por decírmelo —le sonrío, por fin algún policía que pensaba con la cabeza— ¿puedes llevarle a mi despacho, por favor?—Claro inspector.—Gracias.Voy en busca de Monroe, pero no la encuentro por ninguna parte, no está en su cubículo, los policías en la sala le han visto, pero no sabían dó