PROPUESTA INDECENTE 2

AVA

Cubre mi boca inmovilizándome cuando se mete entre mis piernas, rasga el vestido negro que representa el luto que estoy viviendo en este momento y entro en pánico al ver que libera mis senos del brasier.

—Déjame terminar—sus ojos negros toman una tonalidad más oscura petrificándome—soy un hombre directo—no despega los ojos de mis senos, mientras mis manos sujetan su brazo intentando apartarlo, quiero liberar mi boca para gritar, pero es grande y fuerte, no soy capaz con el—que consigue lo que quiere y tú vas a ser mía, porque soy un hombre hambriento que necesita una mujer y ya te elegí a ti.

Siento asco, repulsión cuando su dedo hace círculos en mi aureola, es pecado y mi religión lo prohíbe, acabo de enterrar a mi marido y va contra toda moral permitir que otro hombre toque mi cuerpo, sobre todo de la manera en que Draco el socio de mi esposo lo hace con una indecencia mal vista. 

—UMMMM—intento pedirle que me deje hablar—ummm..

Me quedo fría cuando su boca caliente atrapa mi para succionarlo con severidad, se sacia como un nauseabundo de mi pecho que va tomando dureza debido a su continua estimulación.

Es rudo, no está siendo cuidadoso ni tierno cuando muerde con fuerza, me duele su forma brusca de tocarme, me siendo denigrada y desgraciada cuando succiona mi saliente como si ahí pudiera extraer algo, luego el otro, se entretiene mientras sufro queriendo desaparecer.

El indecoro es pecado, pero, aunque mi mente lo sabe, mi cuerpo reacciona a eso que hace con su boca cálida, «DIOS» nunca mi esposo llego a tocarme de esta forma, con fuerza, rudeza, sin nada de delicadeza, su otra mano se entretiene un rato con mi otro seno y su lenga traza un recorrido alrededor  para volver a tomarlo.

«Dios ayúdame»

Las sensaciones avasallan mi cuerpo y el agite toma mi pecho cuando algo se aloja ahí en mi intimidad asustándome de mi propia reacción, quiero que la tierra me trague cuando se despierta el deseo al sentir algo duro maltratar mi vientre bajo.

—Vas a gritar tan duro cuando te haga mía que te escucharan en Alaska princesa—besa mi cuello—eres tan deliciosa como lo imagine Ava, mi Ava.

Mis gritos mueren en su mano, su virilidad se pega a mi intimidad desencadenando una ola de pánico, de temor que me pone a temblar mientras inútilmente quiero quitarme el peso de su cuerpo, va a violarme y no hay nadie en casa que pueda ayudarme.

Continúa centrando su atención en mi cuello chupeteando la carne con ardor, dejara marca si continua con esa forma desquiciada de succionar, ya de por si el seno me duele debido a sus fuertes atenciones, ahora no solo absorbe, sino que piñizca y muerde mi punta donde ahogo un grito con la rudeza con la que ejerce queriendo arrancarlo.

—Vas a firmar ¿de acuerdo? —sus ojos sombríos se conectan con los míos—porque si no, hare recaer todo mi poder contra toda tu familia, y luego con tu m*****a comunidad de hipócritas—asiento sin más remedio, solo quiero que se aparte de mi—pero quiero mi premio por ser un buen ciudadano.

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Su mano se desliza por mi cuerpo alertándome, sé a dónde se dirige y niego suplicándole que se detenga, pero no lo hace, continua lentamente aumentando la agonía con una sonrisa en su rostro que me indica que está disfrutando de mi sufrimiento, levanta el vestido y cierro mis ojos esperando el contacto en mi intimidad que no ha sido tocada por más de cinco meses.

—Ava—abro mis ojos de golpe al escuchar la voz de mi hermana mayor Arya—Ava te estamos esperando en la iglesia—el hombre bufa—aquí esta mama ¿qué haces mujer? sal ya que no tenemos todo el día.

Rápidamente me suelta y me organizo los botones del vestido negro, tiemblo y lloro al tiempo, me limpio las lágrimas en tanto mis ojos se desvían cuando se organiza aquello que restregó en mí.

—Si dices o insinúas algo me conocerás—amenaza señalándome—abre y compórtate que aquí no ha pasado nada—me giro, pero vuelve a tomarme del brazo pegándome a él, hasta su colonia costosa me fastidia—esta demás decirte que ni una sola palabra sobre lo que sucede entre tu y yo—no muestra expresión alguna, mientras que yo estoy a punto que un ojo se me estalle—porque toda tu familia de porquería me las pagara.

Es frio, es una bestia que odio tanto en tampoco segundos, asiento a todo queriendo solo alejarme de su cuerpo, controlo mi respiración, mis nervios y camino hacia la puerta con mis piernas temblando.

Nadie nunca me había tratado de esa forma, nadie en toda mi vida, mientras camino los pensamientos de culpa me tambalean,

«Dios va a castigarme» perdóname mi amor, mi esposo se viene a mi mente, «perdón amor de mi vida» ¡pero no es mi culpa! me apresuro abrir la puerta con mi corazón a mil, no sé qué dirán cuando vean al socio de mi esposo a solas conmigo, una mujer no puede estar a solas con un hombre que no sea su esposo, hermano o padre, cualquier otra persona está mal visto por nuestra religión, pero lo único que quiero es no estar sola con ese animal.

—Por Dios Ava ¿qué estás pensando? —Arya es muy severa, tiene un temperamento demasiado volátil, tiene la fortaleza que a mí me falta—todos te estamos esperando en la iglesia, eres la viuda y estas aquí encerrada haciéndonos esperar como si fueras a una fiesta y no al velorio de tu difunto esposo.

No tengo voz para contestar.

—No la hostigues Arya por todos los cielos—dice mi padre—¿qué sucede hija?

Estoy nerviosa y ellos pueden notarlo, sobre todo mi hermana que empuja la puerta reparando mi estado ansioso, ingresa dando unos pasos quedando sorprendida al encontrar sentado al socio de mi difunto esposo.

—¿Que sucede aquí? —su rostro se desfigura al verlo—¿Ava?

Su mirada de reproche me asusta, no tengo ninguna explicación ante esto y solo juego con mis dedos nerviosa mientras las lágrimas se desbordan.

—No es lo que piensas—me apresuro a decir.

—Aquí no pasa nada señorita Arya—el hombre se acerca y retrocedo tomando la mano de mama—era socio de Cristóbal—le ofrece la mano, cosa que mi hermana rechaza—es normal que quiera venir a darle el sentido pésame a la viuda.

Sínico, descarado.

—Podría dárselo en la iglesia o en el cementerio, ¿porque aquí?

Cuestiona alarmándome.

—Porque tenía cosas importantes que hablar con la señora—arruga su entrecejo—cosas que a usted no le importa.

Le devuelve la hostilidad.

—No le permito que le hable a mi hija de esa forma—dice mi padre.

—Usted a mí no me impide nada señor—se organiza el traje—todos se pueden ir al mismísimo infierno si les place—mi madre después de persignarse varias veces, cubre su rostro y mi hermana abre los ojos—Ava, hablaremos después.

Dice sin expresión.

—¿Pero ¿quién se cree usted para hablarnos de esa forma? —cuestiona Arya, mi hermana enfrentándolo nuevamente.

—¿Y quienes son ustedes para hablarles de otra manera? —trago con dificultad—me valen todos ustedes—es un grosero—y por lo que veo no sabe con quién está tratando señorita—la repara de arroba debajo de mala manera—le recomiendo que mida sus palabras, no soy el imbécil de Cristóbal.

Deja perplejos a todos, es un descortés en toda la extensión de la palabra.  no respeta a nadie, mis padres me observan indignados y el corazón se me acelera cuando va por su maletín negro dejando los documentos que debo firmar.

—Si no vas—me dice y tiemblo—vengo a buscarte.

Se va sin despedirse dejándome con un lio emocional, mi familia me observa y Amit mi hermano menor es quien me salva por el momento, me abraza con amor llenándome de buenas energías, de una buena sensación.

—Hermana mía—es el menor de los tres—¿quién es ese hombre que acaba de salir de aquí?

Mi hermano se prepara para ser pastor de nuestra iglesia, es un hombre santificado que cumple con las leyes de Dios a cabalidad, por lo menos queja alguna no hemos tenido de él, y su vocación la sintió desde niño, es un hombre que, a sus 20 años, es seguidor de las leyes divinas.

—Esa no es la pregunta—es Arya—¿ese hombre que hacía aquí? ¿ o mejor dicho que quería contigo?

—No es nada—intento irme, pero toma mi mano.

—A mí no me engañas Ava.

—Hija contrólate—pide mama.

—Ya basta Arya, tu hermana está pasando por un momento muy duro para que ahora la quieras fastidiar con algo sin importancia.

—¿Sin importancia papa? —no me suelta—¿porque tienes que ir a verlo? Yo escuche muy bien lo que te dijo Eva, así que no trates de engañarme.

Sus ojos azules me fusilan, Arya siempre ha sido severa conmigo, es la mayor, nos llevamos solo tres años y a sus 28 años aun esta soltera.

—Déjame en paz—me suelto ya abrumada de todo—no eres nadie para venir a interrogarme Arya, te amo como no tienes idea, eres mi hermana, pero acabó de enterrar a mi esposo y ni así puedes tener un poco de consideración conmigo, lo único que haces es abrumarme más de lo que ya estoy.

Intento irme, pero ahora es mi padre quien me toma de la mano, solo quiero escapar, déjenme ir por favor.

—Te comprendemos mi amor—mi hermana bufa—vamos que tenemos que ir a la iglesia, las oraciones ya empezaran.

Quiero darme una ducha para quitarme el olor a ese hombre, pero termino tomando la bufanda negra que cubre mi cabello para salir de la casa con las lágrimas bañarme la cara nuevamente.

Elmira es una pequeña ciudad ubicada en el condado de Chemung, (Nueva York) aquí nací en una comunidad seguidora de Dios, camino con mis brazos entrelazados a mi padre y mi hermano Amit, mientras que mama y Arya vienen a unos pasos detrás de nosotros.

Llegamos al templo donde recibo más condolencias de vecinos y amigos muy allegados, caminamos entre las personas que nos observan con compasión, la primera banca frente al altar de nuestro señor está reservada para nosotros y en fila nos acomodamos, estoy en medio de papa y mi hermano, mama a la derecha de Amit y la última es mi hermana,  las oraciones comienzan sin yo poder sacarme las palabras de ese hombre que martillan mi mente desconcentrándome de lo importante, me ponen nerviosa y aprieto la mano de papa queriendo salir de esta pesadilla.

La partida de mi esposo duele, me destroza el corazón, amaba a mi marido sinceramente, y ahora me ha dejado sola con un problema que no sé cómo resolver.

Tampoco me atrevo hablar con mi familia, no podrían entender que están a punto de perder todo por lo que lucharon por años, que todas las personas que conocemos quedaran en la calle si no accedo a la petición de ese degenerado.

—Es triste—comienza el pastor—despedir un hombre ejemplar como lo era Cristóbal Wilson Lanister—siento que el corazón se me fragmenta, nunca pensé que el dolor de una partida se sintiera así de feo, de doloroso—dejando sola a una mujer buena mujer como Ava Wilson, una esposa hermosa, como bondadosa—limpio mis lagrimas con la mirada de todos los presentes—estamos contigo Ava, con toda la familia, porque ellos eran un ejemplo para esta comunidad, pero debemos alegrarnos porque ahora mismo Cristóbal como el buen ciudadano que fue en vida, está al lado de nuestro señor.

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