Capítulo 8: Revelaciones

No tarde en correr hacia la orilla de la alberca y vi como los dos se estaba ahogando.

— ¡Aarón no dejes de mover los pies y las mano, tu igual Luz!— ordene angustiada

Lance hacia alguna parte mis zapatos para enseguida lanzarme a la alberca, nade hasta donde estaban los niños, Aarón podía mantenerse a flote pero Luz se hundía, por más que mi instinto me hacía querer agarrar a mi pequeño, sujete del brazo a Luz y la acerque a mi cuerpo.

—Luz, sujétate de mí cuello. — cuando lo hizo mire a mi hijo— No dejes de mover los pies, mi amor

—Sí mami. — en su voz podía oír el miedo que sentía

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