Cuatro

IV. Actuando.

Después de una exhaustiva búsqueda en aquel lugar, que estaba infestado de trampas, uno de los muchachos, con olfato admirable, logró reconocer el aroma a lodo entremezclado con sangre. Debían ser ellas. Les costó el resto del día encontrarlas, pues algunas trampas aún conservan decentes camuflajes y debían andar con pie de pluma para no caer en ellas.

Nilah casi soltó un sollozo de alivio cuando reconoció el hilo de su perfume flotando en el aire, aunque estuviese opacado por aquel preocupante hedor a miedo y sangre. Sin perder más tiempo optaron por presentarse con su aspecto humano, ya que la primera impresión que causaron con sus lobos no fue la mejor. Se acercaron con cautela a un agujero que había en el suelo, otra posible trampa para animales que lucía lúgubre y honda. Oyeron una respiración errática y se detuvieron, esperando con paciencia a que las mujeres hicieran su aparición. Y lo hicieron, pero no de una forma que podrían esperar.

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