IVIM: Océano de Ilusiones (Vol.1)
IVIM: Océano de Ilusiones (Vol.1)
Por: Ronniel Gutierrez 8A
Capítulo I: Hammdread: El Amanecer.

Prólogo.

En una oscura sala de cine, directores, actores, productores y personalidades importantes del mundo del cine, estaban presentes en la sala, acomodándose en sus asientos vistiendo trajes de gala para la ocasión, ya que esa noche era la importante premier de una esperada película de la cultura popular, los críticos de cine de todas partes del mundo no podían faltar en sus respectivos puestos. La gran pantalla negra de la sala empezó a distorsionarse, y de esta distorsión salió humo dando paso así al nombre de la productora Paravista Studios London. La pantalla volvió a quedar en negro y comenzaron a sonar por los altavoces del cine, un tambor de guerra, que poco a poco se iba convirtiendo en una música de suspenso.

—Dicen que cada hombre tiene su propio Infierno —narro una imponente voz masculina, a medida que se iban mostrando tomas desde el cielo de una peligrosa ciudad a altas horas de la noche (acompañado con la música de suspenso)—pero la parte que no mencionan es que si se lucha lo suficiente, se puede escapar de ese Infierno.

La espectacular música de suspenso se volvió más intensa y majestuosa emocionando al público, en la pantalla empezaron a aparecer los nombres de los productores y de los actores principales, mientras de fondo se mostraban imágenes de escenas del crimen, corrupción y asesinatos.

Parte I: La Película.

Capítulo I: Hammdread: El Amanecer.

Era altas horas de la noche y los grillos cantaban en un barrio sumamente pobre, lleno de casas de madera, sucias, con ventanas rotas, dando un aspecto maltratado, se podían notar las marcas de balazos en sus paredes, muchos locales de la zona estaban cerrados y repletos de grafitis de pandillas, y dibujos obscenos de mujeres desnudas, sobraba la b****a dispersada por la calle, y los perros desnutridos que se alimentaban de ella. En las esquinas había jóvenes prostitutas entaconadas, con cigarrillos en mano, en espera de clientes, en los callejones dormían los barbudos y desaliñados indigentes, al lado de fogatas para aplacar el frio nocturno.

Entre este deplorable lugar pasaba un fornido hombre blanco de 1.88 enchaquetado, con una chaqueta marrón con unas pequeñas chispas de sangre, con corte militar y cabello castaño, ojos marrones, era mal encarado y con barba medio crecida, este caminaba por la iluminada calle de neón donde estaban las prostitutas esperando trabajo, en su trayecto por esta calle podía ver los cigarrillos y b****a tirada en la acera, una de estas prostitutas miro a este solitario y fornido hombre y no dudo en tirarle una propuesta indecorosa con su voz seductora:

—Hola guapo ¿Por qué tan solo? —Pregunto la joven de no más de 18 años, con su aliento hediendo a cigarrillo, con un notable morete en su ojo derecho, su saco de piel y cartera negra, se notaba que no le iba bien.

El hombre la miro de reojo y continúo caminando, con su mirada seria ignorándola por completo. Uno pasos más adelante un travesti le empezó a coquetear con su notable voz masculina:

—¿Tienes frio grandulón? Yo puedo calentarte.

El hombre lo ignoro y continúo caminando.

El travesti al mirar su cara incomoda, comenzó a reír y le dijo enseñándole su abultada entrepierna:

—¡Vamos! ¿Me tienes miedo? Ja, ja, ja.

El hombre volteo hacia otra parte no podía evitar notar la gran cantidad de personas vendiéndose en esa esquina, más adelante, al final de la esquina una mujer fea, gorda y vieja, con un corte de navaja en su labio, tenía un vestido ridículamente que le apretaba sus incontenibles lonjas de grasa, al mirarlo le dijo con su voz rasposa y poco sensual:

—¿Oye quieres una mamada?

El hombre incomodo acelero el paso y la mujer empezó a seguirle con insistencia:

—¡Vamos! Te hago una buena mamada por 50 dólares.

—¡Ya déjame en paz! —Le grito el hombre con obstinación mostrando sus ojos dilatados y  sus notables y oscuras ojeras.

La prostituta se le quedo mirando con impresión, y el hombre comenzó a irse.

—Ya déjalo Carlín —le recomendó una compañera.

—¿Qué carajo le pasa a ese tipo? —Pregunto Carlín acercándosele a su compañera.

—Déjalo en paz, pasa por aquí de vez en cuando —dijo su compañera sacando un cigarrillo de su cartera—las muchachas dicen que es maricon.

—Umm, con razón —respondió Carlín, su compañera prendió el cigarrillo y comenzó a fumarlo—¿Tienes uno?

—Sí, toma —respondió su compañera pasándole un cigarrillo, luego le paso el encendedor.

Repentinamente por toda la esquina se comenzó a escuchar un tremendo equipo de sonido con música rap a alto volumen, y con un bajo intenso que hacía temblar el lugar, todas en el lugar voltearon a ver las tres lujosas camionetas negras, cruzando hacia el lugar, todas estaban boquiabiertas ante tales vehículos, las tres camionetas se estacionaron justo al lado de las mujeres y un hombre bajo el vidrio y se asomo por la ventana, al instante le bajaron el volumen a la música.

—Oigan nenas tengo trabajo para todas ustedes —dijo un hombre de mal aspecto, lleno de tatuajes y prendas de oro, apuntándolas a todas y cada una con una paca de billetes de 100 dólares.

Al instante las mujeres se acercaron a la camioneta, una de ellas le pregunto con voz seductora:

—¿De verdad cariño?

—Pues claro nena —respondió este hombre sonriendo perversamente, mientras sus matones en los asientos traseros y delantero miraban a estas mujeres con morbosidad—súbanse todas, iremos a una fiesta, habrá licor, habrá cigarrillos, todo tipo de droga y mucho, pero mucho sexo.

—¡Yo! —Grito una de las prostitutas causando un conflicto entre todas.

—¡No! ¡Llévame a mí! —Todas comenzaron a pelear para irse con ese cliente.

—¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! —Grito el hombre (haciéndole señas con las manos)—suban hay para todas, no hay porque pelear niñas.

Al instante las mujeres empezaron a montarse en las camionetas, sentándose encima de las piernas de los matones.

Carlín empezó a correr hacia las camionetas pero el cliente le grito:

—¡No! ¡Tú no!

Carlín con un rostro triste se le quedo mirando, como si quisiese llorar.

—Eres una anciana gorda y fea, mejor vete a un asilo a esperar la muerte, no quiero cogerme cadáveres.

Todos y todas comenzaron a reír incluyendo la compañera de Carlín que estaba con ella.

—¡Arranca! —Ordeno el hombre a su conductor, al instante le subieron el volumen a la música y las tres camionetas comenzaron a abandonar el lugar, las prostitutas dentro de los vehículos empezaron a hacer gritos de fiesta junto con la música rap a alto volumen, mientras los matones las manoseaban.

Carlín quedo sola y humillada en esa fría esquina, dio un suspiro para tratar de calmarse un poco, sus ojos comenzaron a aguarse, derramando una lagrima que hizo que se escurriera su maquillaje, ella no estaba allí esa noche por pasión a lo que hacía, estaba allí por necesidad, y si esa noche no conseguía dinero, algo terrible sucedería.

Varias cuadras más adelante, el hombre de chaqueta estaba entrando por un largo callejón maloliente a orín, que daba paso a la puerta de entrada de un edificio, el hombre paso entre los papeles, botellas y jeringas tiradas por el lujar repleto de botes de b****a tirados y tablas de madera, hasta que llego a la puerta de entrada, la cual estaba iluminada por un bombillo amarillo y titilante, saco las llaves de su chaqueta, y cuando le dio el giro al pasador con la llave y la puerta se trabo, le dio otro giro y la puerta no habría, de fondo se podía escuchar como sirenas de policías sonaban por el lugar, el hombre furioso giro la llave de nuevo y le dio un manotón a la puerta abriéndola al fin, luego paso, la cerro con llave y comenzó a caminar por el pasillo de cerámica agrietada, iluminado por una bombilla blanca llena de mugre negra, habían telarañas en el techo, y un imponente olor a polvo y excremento, pequeñas ratas y cucarachas salían de entre las grietas, lo más notable era un grafiti en la pared que decía: “Estamos condenados”.

El hombre como siempre camino hasta las escaleras de madera que quedaban al lado de una cesta de b****a tirada llena de papeles, condones usados, cigarrillos y jeringas, y un cartelito de madera en la pared que decía: “Por favor mantengamos limpia el área”.

—Limpio —dijo el hombre con una sonrisa sarcástica al mirar el desastroso lugar.

El hombre luego de un par de minutos llego a la entrada de su departamento donde había pegado un papel con las facturas de atrasos del alquiler, este tomo el papel, lo miro de reojo, mientras de fondo en uno de los departamentos cercanos se podía escuchar a un hombre gritándole a alguien.

—¡Eres una maldita zorra malagradecida! —Grito el hombre a todo pulmón.

El hombre continuaba leyendo la factura algo impotente al escuchar el abuso, de fondo se escuchaba claramente el caos.

—¡No! ¡Cállate! —Grito el hombre del departamento, repentinamente se empezaron a escuchar correazos y una mujer gritando.

—¡No! ¡No! ¡Por favor! —Rogaba la mujer mientras la golpeaban con brutalidad, los golpes eran tan fuertes que se podía sentir el dolor de la mujer—¡No más Rashir! ¡No más! ¡No lo volveré a hacer!

—¡Ya cállate! —Le grito el hombre golpeándola de nuevo, sin pausa alguna.

 El hombre luego de leer la factura, la arrugo y la tiro contra la pared como si nada, mientras de fondo se escuchaban gritos y correazos, el hombre abrió la puerta y entro a su pequeño y deplorable departamento gris hediondo a agua empozada, de paredes agrietadas muebles pequeños y rotos, un televisor viejo, como siempre había una pequeña mesa con la Santa Biblia, cucarachas pasaban por el piso de cerámica plancha y mugrienta, había un cuadro con la cara de Jesucristo en la pared, y gavetas de madera con unas fotos familiares, el hombre camino con pasos flojos, cruzando por el pasillo y entrando a una pequeña y fea habitación, olorosa a menta donde estaba una mujer mayor recostada sobre una cama arrugada con sabanas amarillosas y rotas, en la pared había un cuadro suyo con esta mujer mayor, ambos sonriendo en frente de una granja.

El hombre se quito la chaqueta, su pantalón y su camiseta y las dejo tiradas en el piso por donde pasaban las cucarachas constantemente, luego se recostó al fin sobre la cama y cerro sus ojos.

—¿Phil? —Pregunto la mujer mayor con su voz suave y débil.

—Si mama —respondió este hombre llamado Phil abriendo sus ojos de nuevo—soy Phil.

—¿Y eso tan raro? —Pregunto su madre volteándose a verlo—¿Por qué llegaste tan temprano del trabajo cariño?

—Hubo un problema —respondió Phil mirando fijamente hacia el techo agrietado por donde pasaban filas de hormigas.

—¿Qué ocurrió?

—Eso ya no importa.

—¿Cómo que ya no importa? Cuéntame.

—No quiero que te preocupes. 

—¿Fue algo grave hijo? ¿Te metiste en problemas? —Pregunto su madre preocupada medio levantándose.

—Mama, no, no me metí en problemas… solo —Phil estaba algo exhausto y estresado él no quería hablar—solo durmamos, por favor estoy muy cansado.

Su madre se quedo callada por un segundo y respondió:

—Está bien hijo, descansa —su madre comenzó a voltearse hacia un lado para dormir—que tengas dulces sueños.

—Igualmente —respondió Phil acomodándose y cerrando los ojos para tratar de dormir.

Pasaron las horas y Phil no podía dormir, solamente daba vueltas y vueltas entre la cama con los ojos cerrados, era desesperante para el estar muy cansado y no poder dormir, cada vez que cerraba sus ojos y trataba de aligerar su cuerpo, se le venían pensamientos estresantes a su mente, sobre como pagaría el alquiler, como comprara mas comida, pensamientos de que era fracasado, al mismo tiempo se sentía solo y sin propósito.

Phil intento dormir de nuevo, el podía sentir como el cansancio lo estaba volviendo loco, ya ese era su quinto día sin dormir, Phil trato de tranquilizarse entre las sabanas, su madre por suerte estaba muy dormida por lo cual no podía sentir los desesperados movimientos de su hijo. Phil trato de cerrar los ojos por un instante y respirar hondo, pero un extraño sentimiento de agonía lo atrapaba evitándole agarrar el sueño, Phil se levanto de la cama, desesperado y reviso la hora en la alarma que estaba en la mesa de noche, dándose cuenta de que eran ya las 4 y 3 de la madrugada.

Phil pasó sus manos por su cabeza con desesperación y salió de su habitación, fue hasta su pequeño, mugriento y feo baño y abrió el compartimiento del espejo del lavamanos, donde habían varios frascos de medicamentos, dos de estos eran: Triazolam (Halcion) y el otro era fluoxetinea (Prozac), medicamentos para la insomnio y el control de la ira, además de varios antidepresivos. Tomo ambos frascos, los destapo y comenzó a tragarse varias pastillas con notable desesperación, luego se desnudo y empezó de bañarse en la regadera, que fluctuaba agua marrón.

Luego de unos minutos a oscuras en la sala de estar, se encontraba Phil dando vueltas por la sala una y otra vez en círculos sin parar, con sus ojos rojos y una notable ansiedad. Se sentó en un mueble y se puso a pensar y tratar de calmarse, prendió la pequeña televisor vieja, al instante la luz del televisor de género ardor en los ojos, pero ignoro esto y empezó a cambiar de canal, en un canal estaban pasando una película del año 1974, se podía ver como un psicópata con una motosierra y una máscara de piel humana en el rostro, perseguía a una chica completamente desnuda por el bosque, la chica se tropezó con un tronco y cayó sobre la tierra y las hojas, esta comenzó a gritar de dolor porque se le había partido el tobillo, el grito se escucho por toda la sala, por lo cual Phil le bajo volumen, repentinamente el psicópata se postro sobre la chica, esta comenzó a gritar y pedir ayuda, pero el psicópata le enterró su motosierra en el cuello, a medida que la enterraba la cabeza de la chica temblaba y generaba gargajeos, dispersando sangre que baja por sus senos rosados y machaba las hojas, el psicópata enterró mas la motosierra hasta decapitarla por completo, dejando su cabeza rodando entre las hojas, el psicópata tomo la cabeza por la cabellera de la chica y se la llevo dejando su sensual cadáver decapitado y desnudo, cubierto de sangre entre las hojas.

Phil cambio de programa y apareció un lunático en la silla eléctrica antes de su ejecución.

—Últimas palabras —pidió el verdugo con su mano sobre la palanca.

Frente al lunático estaba sentada una audiencia con los familiares de las víctimas, rodeadas de oficiales de policía.

El lunático comenzó a reír y dijo placenteramente:

—¿Qué más puedo decir oficial? He vivido haciendo lo que amo, y yo amo realmente —explicaba mirando fijamente con una sonrisa a la audiencia—hacerle daño a las personas, yo le recomendaría a todos que no se repriman, desaten todo ese odio que llevan dentro… porque el odio puede matarlos a ustedes si no lo descargan sobre alguien más.

Phil cambio de programa y vio una pareja perfecta y elegante, en el borde del barandal de un yate bebiendo vino, a mitad de la noche.

—¿Te arrepentirías de algo cariño? —Le pregunto su esposo.

La bella mujer le dio un trago a su vino y respondió:

—De nada cariño —la mujer sonrió y le puso la mano en el pecho—todo lo que he hecho ha sido para mi felicidad, pobre de aquellos que no son capaces de hacer lo que más han deseado en sus vida.

El hombre la miro con perversión y ambos se dieron un apasionado beso.

Phil se quedo mirando a esa pareja fijamente y apretando sus puños.

—Feliz —dijo mirando fijamente la pantalla.

06:02 am.

A penas medias el sol iluminaba el barrio. Phil estaba sentado en el sillón mirando hacia la pared percibiendo como toda la sala se iluminaba por la amarilla luz solar, sus ojos estaban completamente dilatados y lagrimosos, le ardían por completo, este se levanto y comenzó a caminar en zigzag por la sala, tropezando con varios objetos a su paso, (a causa de su terrible cansancio), luego llego a la pequeña y estrecha cocina donde había una ventana rota que daba vista a los edificios, la cocina estaba llena de platos sucios, mosquitos, cucarachas y ratones se escondían entre los viejos cajones de madera, había una rasguñada, maltratada y vieja nevera en un rincón, a un lado estaba el antiguo horno manchado de grasa, y un pequeño mesón igual de mugriento, era fácil tropezar en esa cocina, ya que allí no cabían mas 2 personas.  

Phil se asomo por la ventana respirando un intenso olor a b****a quemada que provenía de la lejanía, se podían escuchar a los pájaros cantar en el horrible y decadente horizonte urbano, miro a los alrededores del barrio, solo viendo unos cuantos carros y personas por la calle, luego se dio la vuelta abrió la nevera, la cual emanaba un olor a bicho muerto, se asomo y solo vio moscas muertas, unas verduras podridas, 2 huevos, jarras de agua, pero nada de comida.

—Mierda —dijo Phil con angustia asomándose por todos los rincones de la nevera en búsqueda de algo de comida—no hay nada ¿Qué vamos a desayunar?

Phil cerro la nevera y comenzó a buscar entre los cajones, al abrirlos salían cucarachas y polvo, solamente conseguía platos viejos, frascos vacios y huecos en las paredes por donde salían insectos, el buscaba y buscaba pero no conseguía comida.

—Dios mío —dijo Phil con tragedia al notar que no había comida—debo comprar algo, mama no puede despertarse sin que haya comida.

Phil se apresuro en salir de la cocina e ir a la habitación a cambiarse silenciosamente, para que su madre no despertase. Se puso sus pantalones, su chaqueta negra y sus embarrialadas botas de trabajo, se fue al baño para cepillarse rápidamente y prepararse para salir.

Minutos después Phil estaba caminando por las calles, la gente que lo miraba, podían notar su cansancio, a causa de su zigzagueo leve y su mirada ojerosa y dilatada, unas cuadras más adelante se podía ver un pequeño y muy enrejado abasto de comida debajo de una gran valla publicitaria que se veía por todo el barrio. En la valla aparecía una mujer sonriente llena de grafitis de penes y matas de marihuana, al lado de ella habían unas palabras que decían: “¿Tienes pensamientos violentos? ¿Sientes que estas al borde de explotar? Entonces piénsalo 2 veces antes de hacerle daño a alguien, recuerda que la solución de tus problemas no está en la violencia, está en Dios, dile no a las drogas, dile no a la delincuencia, dile no al alcohol”.

Arriba de ese mensaje, estaba un gran grafiti que decía: “Estamos en el Infierno”.

Phil entro a la tienda (sonó una campanita al entrar), el comerciante un hombre latino, gordo, pequeño y con bigote, con la cara amoratada, cicatrices y moretes en todo su cuerpo, se asomo por el mostrador al escuchar la campana, y vio a Phil.

—Hola Phil, buen día —saludo el comerciante con una sonrisa en sus labios partidos.

—Buen día Alberto —respondió Phil (tratando de ignorar los golpes de Alberto), mirando hacia los estantes llenos de productos y las neveras que rodeaban el lugar como si nada.

—Pasa adelante.

—Gracias —Phil agarro una pequeña cesta y tomo un paquete de avena, un cartón de huevos y unas latas de frijoles.

—¿Cómo sigue tu madre?

—Digamos que esta mejor —respondió Phil mirando un paquete de papitas.

—Gracias a Dios que este mejor.

—¿Y tu hija? —Pregunto Phil.

—Bueno… —Alberto puso una cara triste y a los pocos segundos respondió positivamente—no ha estado de lo mejor pero tengo fe en que se recuperara, el doctor dijo que con descanso y bastante terapia mejorara.

—Así será.

—Si —Alberto se quedo mirando fijamente los ojos de Phil notando su dilatación ocular—¿Sigues con problemas para dormir cierto?

—No —mintió Phil rápidamente, agarrando una lata de sardinas—solo me callo jabón en los ojos esta mañana.

—Oh, entiendo tienes que tener cuidado —le recomendó Alberto.

—Claro, tendré cuidado la próxima.

—¿Escuchaste lo ultimo? —Pregunto Alberto desde el mostrador (en el mostrador habían una foto de una muy niñita sonriente, con una muñeca en sus brazos).

—No Alberto —respondió Phil haciendo mercado, revisando las neveras—ultimadamente con tan constantes noticias de m****a, uno no sabe que ha sido lo último y que no.

—Es sobre Hammdread.

—Oh, Hammdread —respondió Phil con desanimo e ironía—nuestro justiciero.

—Dicen que quedo muy mal después de combatir contra los Musos —conto Alberto rascándose el bigote—algunos creen que está muerto.

—Es de esperarse que salga lastimado —comento Phil agachándose para tomar una jarra de leche—es solo un hombre… se dedica a golpear asesinos y no a eliminarlos.     

 —Sí. Es solo un hombre —respondió Alberto cabizbajo—pero yo creo en lo que el trata de hacer.

—Combatir criminales y dejarlos vivir no elimina el problema —respondió Phil cerrando la nevera—solo lo aplaza.

Phil comenzó a acercarse con todas las cosas en su canasta hacia el mostrador.

—Pero me sigue pareciendo admirable —explicaba Alberto con admiración—que un solo hombre trate de cambiar las cosas, en estos tiempos que vivimos es digno de admirar.

Repentinamente las campanas sonaron, un par de hombres tatuados y con guardacamisas (con aspecto de pandilleros) habían entrado al negocio, al instante el ánimo de Alberto se esfumo dejando un asustado rostro pálido.

Phil se les quedo mirando a sabiendas de que estos sujetos no venían con buenas intenciones.

—¡Que miras grandulón! —Le grito uno de los pandilleros guiñándole el ojo a Phil. El pandillero comenzó a reír de forma burlona al ver el rostro serio de Phil.

Phil se le quedo mirando y apretó la canasta muy fuerte con su puño, el otro pandillero cerró la puerta y volteo el cartelito que decía “Abierto” dejando el que decía “Cerrado”.

—Bu-bu-buenos dias —tartamudeo Alberto tratando de ser amable y de disimular lo aterrado que estaba—¿Cómo están?

El pandillero que cerró la puerta se acerco al mostrador y se le quedo mirando a Alberto de forma amenazante, mientras que el otro se acercaba a las neveras y seleccionaba botellas de licor, bruscamente haciendo caer y partir las demás botellas al propósito (Phil solo se quedo estático y parado apretando la canasta).

—¿Qué como estoy Alberto? —Le pregunto el pandillero en son amenazante (de fondo se escuchaba como el otro pandillero partía las botellas y hacia un desastre en el pasillo) —¿¡A ti que carajos te importa como estoy!?

Alberto cerró los ojos del susto y se medio agacho:

—Perdóname Van.

El pandillero llamado Van empezó a abofetear una y otra vez a Alberto de forma muy humillante:

—¿Qué tienes mariquita? —Le pregunto Van mientras le abofeteaba sus gordos cachetes—¿Estas asustado mariquita? ¿A? ¿¡Respóndeme!?

—¡Sí! ¡Sí! —Respondió Alberto gritando y llorando mientras este hombre lo humillaba a bofetadas—¡Estoy asustado!

—Ja, ja, ja, ja —comenzó Van a reír cruelmente, luego volteo a ver a su compañero (el cual bebía en el pasillo)—¿Lo estás viendo Fisher? Ja, ja, ja ¡Lo hice llorar!

—¡Claro que lo estoy viendo! —respondió Fisher, y ambos pandilleros comenzaron a reír, mientras que Phil estaba parado a un lado, impotente y lleno de ira en su interior.

Van saco un revolver y lo puso en el mostrador, tranquilamente mientras le sonreía:

—Muy bien cerdito —empezó Van a acercarse mientras jugueteaba con su revólver—Ahora a lo que vinimos.

El otro pandillero llamado Fisher, comenzó a acercarse al mostrador con botella en mano, mientras que Alberto muy tembloroso miraba a Van apuntarle. 

—¿Qué paso con el dinero? —Pregunto Van muy serio.

—Bueno… el dinero… —Alberto no sabía que responder y miraba hacia los lados, mientras el sudor comenzaba a bajar por su rostro.

—Te lo preguntare una vez más —dijo Van dejando en claro el ultimátum, apuntándole la pistola en dirección al estomago—¡Donde esta mi maldito dinero!

A Alberto se le empezaron a salir las lagrimas y volteo a ver a Phil, pero Phil estaba en Shock solo miraba al piso perdido en su mente.

—¡No lo mires a él! —Le grito Van jalando el martillo del revolver—¡Mírame a mí y responde!

Fisher comenzó a reír de forma burlona al ver la cruel intimidación.

—Mi hija… —comenzó a explicar Alberto con su voz quebrantada—ha estado muy mal.

—¿A si? —Pregunto Van de forma burlona.

—Sí, lo que tenia tuve que gastarlo para la clínica, ella…

—¿¡Y a mí qué carajo me importa tu maldita hija!? —Le grito Van tomándolo del cuello y postrándolo contra el mesón, poniéndole el revólver en la sien—¡Dime! ¿¡Crees que es mi problema!? ¿¡A!?

Alberto comenzó a llorar, Fisher le empezó a ovacionar la violencia mientras bebía licor como un vikingo:

—¡Vamos Van, dispárale!

Phil estaba paralizado, no hacía absolutamente nada, Alberto estaba llorando y apretando sus ojos en espera de la bala.

—Perdóname Van, dame un día mas —empezó a suplicar Alberto apretando sus ojos mientras sentía la fría punta del revólver en su sien—solo un día mas y te lo juro por Dios que te pagare.

—¿Debería creerte? —Le pregunto Van con ganas de disparar.

—Solo un día —respondió Alberto muy asustado, y apretando su rostro cubierto de sudor y lagrimas.

Van suspiro y soltó a Alberto, al instante el rostro de Alberto se lleno de alivio.

—Vendremos mañana —le advirtió Van mirándolo fijamente y apuntándole con su arma—y espero que mi dinero este aquí.

Fisher se acerco al mostrador y tomo la foto de la niña:

—¿Entonces así se veía la pequeñita antes de que…?  —Pregunto Fisher sonriente y mirando la foto con perversión—¿Qué edad es que tenia?

Alberto se quedo callado.

—Me la llevare —dijo Fisher sonriendo y metiéndose la foto en su entrepierna.

—¡No deja esa foto! —Pidió Alberto tratando de quitarle la foto—no hagas eso por favor.

Fisher le metió un potente manotón en la mejilla derribándolo, dejándolo aturdido en el piso.

—¡Ya sabes! —Le advirtió Van en retirada—¡Vendremos mañana!

Van abrió la puerta (haciendo sonar la campanita) Fisher antes de irse le metió una patada a uno de los estantes derribando todos los artículos dejando el pequeño negocio hecho un desastre.

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