Capítulo 5

La brisa fría de la mañana hace que me estremezca en la banca de concreto, observando a Jessie perseguir a un grupo de burbujas que vuelan por todas partes encima de su cabeza. Tratando de alcanzarlas y reventarlas con sus dedos.

Está feliz, jugando, disfrutando del aire fresco y olvidándose por un par de horas de la tragedia y la soledad que nos persigue desde hace seis años.

Se persigue con los demás niños que están en el parque.

Ella es el reflejo de una niña plena y feliz. A falta de recursos económicos en nuestra vida. Lo es. Y no quiero que eso cambie nunca.

Estoy muy orgullosa por la increíble niña que he educado. Amable, cariñosa, respetuosa, con un gran corazón que debe ser adorara y bien cuidado y es muy extrovertida. Mucho más que yo a su edad.

Mis padres deben de estar orgullo de mí. De ambas.

- Así es mucho más preciosa – Una voz masculina detrás de mí, hace que gire la cabeza. Mi rostro debe ser de asombro cuando veo al dueño de esa voz.

Valentino está de pie justo detrás de mi congelado cuerpo. Con su imponente, fuerte y perfecta anatomía.

No me mira con sus magníficos ojos azules, Estos están enfocados en Jessie.

Lo miro de pies a cabeza. Lleva puesto un traje azul marino de dos piezas, que resalta aún más el azul claro de sus ojos, camisa blanca perfecta y delicadamente planchada, un moño negro adorna el cuello de su camisa, un abrigo negro que lo protege del frio viento y sus zapatos negros brillantes relucientes.

Y no sé si se refiere a Jessie o a mí, a quien le dice preciosa. Quiero suponer que es a ella. Porque es a la que está mirando.

- Lo es – Digo aun mirándolo. Afirmando lo que dice de Jessie - ¿Acaso está siguiéndome? – Mi tono de voz cargado de reproche lo hacen enfocar su hermosa mirada azul en mí.

Esta sonriendo. Dioses de los hombres atractivos.

Que lo haga más seguido en mi presencia y me tendrá a sus pies.

De rodillas.

¿Qué carajos? Sacudo la cabeza discretamente para dejar de pensar en ese tipo de cosas.

¿Por qué de pronto pienso de esa manera?

¿Sera por ese hombre tan impresionante? Puede que sí.

- Yo no la he seguido, señorita Ciara. Paseaba por aquí y unos magníficos ojos azules y una maraña de cabellos castaños, llamaron mi atención – Me ruborizo de inmediato y dejo de mirarlo. Vuelvo a mirar hacia donde se encuentra Jessie.

Quien ríe a carcajadas junto a los demás niños que corren alrededor de la fuente del parque.

- ¿Puedo sentarme? – Me está pidiendo permiso y eso me tiene fascina.

- Es libre de sentarse donde desee – Le señalo el lugar vacío a mi lado. Rodea la banca de concreto frio y se sienta a contemplar a las cientos de familias que caminan y pasean frente a nuestros ojos.

Me concentro en ellas y un suspiro sale sin previo aviso.

- Debe envidiar a esas familias – Dice después de varios minutos de silencio.

¿A qué se refiere con envidiar? ¿A lo padres?

Porque así lo hago. Desearía que ellos estuvieran aquí viendo a sus niñitas.

- ¿Por qué tendría que envidiarlas? – Mi voz está cargada de resentimiento y se nota estoy más que molesta.

- Porque están juntos y usted tiene que hacerse cargo de su hija. Sola – Sus palabras aumentan mi enfado. Retrocedo la cabeza.

- ¿Disculpe? Usted no sabe nada sobre mi vida y la de Jessie. Mucho menos de lo difícil que es criar a esa niña. Y no envidio a esas familias por estar unidas – La verdad es que quiero gritar a los cuatro vientos que sí, los envidio.

Su intromisión me molesta.

Porque quiero tener a mis padres conmigo. Y ver a estas personas felices, me duele.

Valentino no sabe nada y no tiene por qué enterarse. Prefiero que se quede con esa idea.

Si eso lo mantiene lejos de mí. Estoy dispuesta en mantener esa mentira.

Creo que mi mal humor lo han dejado sin palabras. Y agradezco que se mantenga así. Porque no quiero cometer un crimen y matarlo por suponer cosas sobre nuestra vida.

Jessie viene corriendo hasta donde me encuentro. Con esa sonrisa tan idéntica a la mía.

Pero es el vivo retrato de mi padre. Los cabellos castaños, pestañas largas y mejillas regordetas.

Tantas cosas que les faltó por vivir a nuestro lado, por la imprudencia de alguien más. Pero de las que yo he aprendido bastante.

Ellos siempre están presentes en su vida, aunque no los conocía. Las pocas fotografías que conservo, están en el pequeño álbum que mamá compró para inmortalizar los mejores momentos de nuestras vidas.

Y ella las mira todas las noches antes de irse a la cama. Como si de un libro infantil se tratase.

Jessie siempre dice que lo hace para soñar con ellos. Y eso hace que mi corazon se encoja cada vez que me lo dice.

Nunca se me hizo correcto que Jessie me llamara mamá. Porque no lo era. Pero todos nuestros conocidos, incluso las monjas de aquel convento que nos ayudaron a pasar ese año tan difícil, decían que eso era para ella.

Yo cuide, vele y luche por ella para tenerla nuevamente conmigo como si realmente fuera su madre y no su hermana mayor.

Ahora, Jessie dice más mi nombre que mamá porque ya es más consciente del papel que juego en su vida.

Pero justo en este momento, deseo que me llame mamá. Para hacerle creer al hombre a mi lado, que realmente lo soy.

No debo distraerme. Y él es una exquisita distracción.

- ¿Viste como brinque? – Dice entusiasmada.

Me contagia su alegría al instante en que se posa frene a mí y olvido porque estaba enfadada.

- Por supuesto que sí, cariño. No me perdí un segundo de ese brinco – Sonrío ante su felicidad.

- ¿Puedes comprarme unas de esas burbujas? – Junta sus manos en modo de súplica. Tengo que arrojar otro suspiro.

Puedo complacerla todo lo que quiera. Pero tengo que ponerle límites.

No siempre disponemos de mucho dinero. La cuenta de ahorros que mis padres dejaron, son en caso de emergencia. Y claramente, este no lo es.

- No puedo comparte todo, porque n tengo suficiente dinero y ... - Me quedo muda cuando Valentino entra en escena con su increíble presencia y su voz tan profunda y rasposa.

- No te preocupes por el dinero. Puedo comprarte lo que quieras – Se inclina un poco a la izquierda para recargar su perfecta y delicada barbilla en mi hombro.

Me quedo petrificada, sin poder moverme o incluso retirarme de su calor.

- No creo que sea necesario – Reprocho. No puede estar regalando el dinero a unas completas desconocidas.

- ¿Quién es el hombre guapo que esta sobre tu hombro? – Ve con una sonrisa al hombre a mi lado.

Le parece divertida la escena. Pero a mí parece una broma de mal gusto.

¿Quién se cree este hombre para hacer tal cosa?

- Es ... - La lengua se me traba y ahora no sé qué decir. Ni siquiera lo conozco. Es simplemente un cliente del restaurante.

Pero en realidad no somos nada.

- Soy su amigo. Valentino. ¿Y tú cómo te llamas, preciosa? – Le extiende su enorme mano.

- Soy Jessie – Se la estrecha. Y quiero sonreír por lo diminuta que es a comparación con la de Valentino.

- Es muy guapo – Abre los ojos de forma exagerada. Mirándome y después mirando a Valentino.

No puedo evitar que una carcajada se escape de mi boca.

Valentino aparta su barbilla de mi hombro y enfoca su mirada azul, en mí. Asombrado porque es la primera vez que me escucha reír con ganas.

- Entonces que dicen. ¿Aceptas que complazca a la pequeña Jessie? – No solo a ella. A mí también, por favor.

Quiero que me complazca, aunque sea con un delicioso beso con esos extravagantes labios.

Me mira esperando mi consentimiento. He olvidado por completo como hablar. Me tiene fascinada. Y yo pensando en otras cosas.

Madre de las vergüenzas. Este hombre me tiene pensando de una manera extraña.

Ambos me miran suplicantes.

Valentino puede estar a la mitad de los treinta, por su apariencia con algunas arrugas por aquí y por allá en su bello y bien esculpido rostro. Algunos mechones blancos que sobre salen a los lados de su cabeza que casi en su totalidad es negra como el carbón.

Pero está actuando como un niño de la edad de Jessie. Ambos están haciendo un puchero.

Quien lo creería de un hombre tan serio como Valentino. Que parece las veinticuatro horas del día un retrato impasible y serio. Sin reflejar emoción alguna.

- Por esta vez. No voy a permitir que te aproveches de la generosidad de Valentino – Me voy a arrepentir por seguir aceptando el dinero de Valentino.

Le pellizco la mejilla y su cabello lacio, revolotea por su rostro. Cubriendo su belleza.

Valentino le extiende el billete y Jessie lo toma muy contenta.

No me gusta recibir limosna por lastima. Y es precisamente lo que siento justo en este momento. 

Valentino está comprando a mi hermana.

- Oye ¿y la propina que ganaste ayer ayudando a Elliot en el bar, ¿dónde está? – Frunzo el ceño sin comprender que ha hecho con él y por qué no lo a traído con ella si sabía que vendríamos al parque.

- En mi cajita de la bailarina – Dice con inocencia. Esperando un buen regaño de mi parte.

- ¿Por qué no lo trajiste contigo? – Ahora si parezco una mamá, como las que están a nuestro alrededor.

- Porque estoy ahorrando para comprar un regalo para el día de tu cumpleaños – Me esperaba cualquier cosa, menos esa tierna respuesta.

Me ha dejado sin palabras. Quiere comprarme un regalo por mi cumpleaños.

Las lágrimas están a punto de traicionarme. Me las trago y trato de encontrar mi voz.

- Puedes gastarte ese dinero en lo que quieras, te lo ganaste trabajando duro con Elliot. No hace falta que me compres algo para mi cumpleaños. –

- Quiero comprarte algo – Se encoje de hombros y se dirige a al vendedor de burbujas.

- Jessie, ¿Cómo se dice? –

- Gracias, Valentino – Le sonríe tan ampliamente que me causa gracia. Estrechando el billete contra su pecho.

- De nada, preciosa – Le guiña un ojo y ella no mira hacia atrás. Jessie va por su objetivo principal. El tarro de burbujas.

- Gracias – No sé por qué ni sus intenciones detrás de haberle ofrecido dinero a Jessie.

Aun así, se lo agradezco, por ese gesto tan noble y hacer feliz a Jessie.

- Le gusta verla feliz. Yo solo contribuí un poco – Vuelve a mirarla – Y se lo merece. Puedo imaginar que es una niña increíble – Coloca sus codos en las rodillas y la barbilla entre las palmas de sus manos.

Mirando a Jessie brincando de felicidad cuando el vendedor le entrega el bote de jabón.

Gratitud es lo que le debo a este hombre, Por ayudarme ayer con su generosa propina, el llevarme a casa cuando presentía que las cosas no iban muy bien y por lo de hoy, el hacer feliz a mi niñita.

- Ella es idéntica a usted – Vuelve a mirarme. Esa mirada me corta la respiración.

- Claro que no – Suelto una risita. Sigue pensando que Jessie es mi hija.

Quiero sacarlo de su error por tercera vez.

Si le aclaro la realidad, lo dejare entrar en mi vida y él parece ser un problema.

No quiero que alguien más este en mi vida y la complique mucho más de lo que ya lo está.

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