Capitulo 3

Una vez detrás de la puerta que me separa de la vista de los clientes. Suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo desde que me alejé de ese hombre.

Mis pulmones se liberan y vuelven a llenarse de aire fresco, bueno, no tan fresco porque se mezcla con los olores de la cocina.

- ¿Por qué tan nerviosa, Ciara? – Zaheera coloca las manos a cada lado de mi cabeza. Acorralándome, tiene una mirada acusatoria y la ceja oscura bien levantada.

- ¿Nerviosa yo? Para nada – Intento sonar tranquila. Pero el nerviosismo en mi voz me delata.

- El hombre al que acabas de atender. Es tan caliente – Mueve su boca lenta y meticulosamente. Tiene goma de mascar y hace una bomba muy cerca de mi rostro.

- ¡Zaheera! ¡Por dios! Controla tus órganos sexuales – Abro los ojos, sorprendida por mi uso de palabras en el trabajo. Ella me mira divertida.

- Contrólate tú. Mira tus manos. Arrojo sus efectos contra mi mejor amiga – Desliza la lengua por sus labios y la goma de mascar vuelve a desaparecer dentro de su boca.

- Claro que no. Solo me pase de observadora. El analisis más profundo que hecho en mi vida y fue a su perfecta anatomía – Digo sin pensarlo.

Se está imaginando cosas. Solo que él no pasa desapercibido.

- Te gustó – Chilla, emocionada. Provocando que me lleve las manos a los oídos. Grita como perra en celo.

- ¿Qué? No digas tonterías, Zaheera. Tus padres dejaron que te golpearas la cabeza de pequeña – Contraataco.

- Pequeña zorra. No metas a mis padres en esta conversación – Deja de acorralarme, bajando sus brazos bruscamente. Me mira, ofendida.

- Ciara, tu orden esta lista – Bobby interrumpe nuestra discusión. Salgo para tomar la orden de ese hombre.

Me armo de valor y me dirijo a él.

Con otra enorme sonrisa en el rostro.

Coloco la comida sobre la mesa y él solo me agradece con ese maldito asentimiento de cabeza.

***

Atiendo un par de mesas mientras el hombre de ojos magnifico y nombre desconocido, termina su cena.

No puedo apartar la mirada del hombre, se mueve con tanta elegancia y determinación, cortando el salmón meticulosamente. Con la espalda recta y los hombros anchos perfectamente alineados.

Zaheera me ha sorprendido mirando al hombre extraño, pero bien vestido.

Veo por encima de mi hombro que, ha dejado los cubiertos y el vaso, vacíos. Se limpia las comisuras de sus labios con la servilleta de tela. Mientras me busca con la mirada por el local.

En cuanto me encuentras. Veo que mueve esos labios que estoy dispuesta a probar o dejar que recorran cada parte de mi cuerpo.

Espera, ¿qué estoy pensando?

Sacudo la cabeza ligeramente para liberarme de esos pensamientos.

Que calor.

Me acerco hasta su mesa. Con mi típica sonrisa que marca los hoyuelos en mis mejillas. Saco la libreta del delantal blanco con encaje alrededor.

- La cuenta, por favor. Señorita – Una ligera sonrisa se puede apreciar en su rostro. Siento que algo en mi interior se calienta en mi interior.

- Serian cuarenta y tres dólares, señor – Saca su billetera y saca la cantidad suficiente para dejarla sobre la pequeña mesa.

Ahora que este hombre ocupa la mesa, es ridículamente pequeña. Él debe medir como un metro noventa.

Es como si se sentara en una mesita de juguete para complacer a su hija.

Tomo el dinero entre mis manos y cuento la cantidad. Son ochenta.

Abro los ojos, volviendo a mirar al hombre y después al dinero.

- Pero esto … - Me interrumpe.

- Quédese con el cambio – Sus manos hacen contacto con las mías. Impidiendo que le devuelva el dinero.

Y madre mía. Quiero que sus enormes manos recorran cada centímetro de mi piel. Son ásperas y cálidas.

Una especie de … algo. Recorre desde las puntas de los dedos de mis manos hasta las del pie.

Mi cuerpo tiembla con soso ese pequeño roce. El aliento se me traba en la garganta. Dificultando hablar correctamente y no parecer una estúpida.

- Es suyo. Se lo ha ganado por atender con esa hermosa sonrisa a este hombre desagradable y miserable. Me ha alegrado la noche, señorita - ¿Desagradable? ¿Miserable?

Este hombre es el ser más hermoso que he visto en mi vida. Pero no lo corrijo.

Tal vez es como se siente. ¿Y si perdió a algún familiar y no pudo hacer nada para ayudarlo? Por eso se siente de esa manera.

Me acaba de hacer un cumplido. Vuelvo a ponerme colorada. Pero ahora son sus palabras con ese profundo tono de voz lo que lo provocan.

- Gracias, señor – No me queda de otra que aceptar el dinero. Que es una generosa propina.

La que necesito para sobrevivir lo que resta del mes.

La guardo en el delantal.

- Un placer, señorita – Se levanta de la de la silla y algo en mi interior se encoge. No sé si es mi corazón o mi estómago.

Debo de tener hambre. No he probado bocado desde las dos y he atendido desde entonces sin descanso. Si debe ser eso.

¿O es mi corazón? Es porque el hombre misterioso se marcha y ni siquiera se su nombre.

Quiero preguntárselo y a la vez no. Me veré muy desesperada si lo hago.

¿De cuándo acá me importa este tipo de cosas?

Lo que debería preocuparme es Jessie, no un completo extraño.

Pero, ¿si lo dejo pasar y jamás vuelve al restaurante? Me arrepentiré toda la vida.

Abro la boca para decir algo, pero parece que me he quedado muda.

- Valentino. Encantado de conocerla, señorita –él vuelve a mirarme con esa sonrisa ladeada. Debo parecer una idiota.

Debo decirle que quise saber su nombre para agradecerle por el dinero.

- Nuevamente, gracias, señor Valentino. Su gesto jamás lo olvidaré – Digo con seriedad. Parece saber lo que quería preguntar.

Tampoco olvidare al hombre que me los entregó.

- El dinero para mí no es problema. Espero volverla a ver la próxima vez que venga a cenar a este restaurante – Me guiña un ojo y por poco me caigo sobre mi lindo y redondo culo.

Y lo veo salir del pequeño local. Llamando la atención de varias mujeres que están sentadas en sus respectivas mesas.

Por supuesto que no pasa desapercibido.

Jamás me olvidare de esos ojos azules y de su dueño.

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