La vida es bella ¿No?

—Duérmete mi niño, duérmete mi sol… —le cantaba al pequeño Abel mientras nos mecíamos en la misma silla que años atrás usé con mi hija. Él cerró sus pequeños ojos grises que cambiaban de color según el tiempo, exactamente igual a los míos.

—Amor, Jake está aquí, quiere hablar contigo —susurró mi marido desde la puerta de la habitación del niño.

—Voy enseguida —le advertí mientras dejaba a mi hijo en su cuna y lo arropaba con cuidado.

Cuando llegué al descanso de la escalera lo vi. Supe que era Jake, pero no lucía como él. El hombre que tenía enfrente había perdido su brillo, llevaba una gruesa y larga barba, el cabello más largo de lo que alguna vez lo vi, estaba mucho más delgado y parecía alguien mayor de lo que era. Sabía qu

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