Mi pequeña muñequita

Mientras caminaba al encuentro de mi hija que estaba tomando su malteada sentada en una mesa en compañía de la mujer que la había traído hice un rápido repaso de la situación. Becca me demostró una vez más la increíble mujer que era. A pesar de creerme un desgraciado, no se rindió conmigo. Y me regalaba una nueva esperanza. No todo estaba perdido. Gracias a ella, tenía una oportunidad con mi hija. Aún me costaba hacerme a la idea de que ella era mía. Un pedazo perfecto de Becca y mío. Una razón más para amar a esa mujer.

—Hola muñequita —dije sentándome a su lado.

—Hola papá, ¿quieres? —dijo con una sonrisa cubierta de crema en color fresa. La miré embobado. Era lo más hermoso que vieron mis ojos.

Tomé la cuchara que me ofrecía y me la llevé a la boca.

—Delicioso…

—Es mi preferido.

—¿Qué más te gusta?

—Hmmm —dijo pensativa y yo sonreí como un idiota—, las fresas… el rosa… las mariposas y las hadas.

—Te pareces a tu madre, a ella también le gustan las mariposas —dije sin pensar. Un sollozo llamó mi atención, levanté la vista y la mujer de cabello negro que estaba frente a mí, me sonrió entre lágrimas.

—Hola, soy Cristina. La abuela de Hope —dijo con un tono amable.

—Es mi Tiny —dijo mi pequeña con una sonrisa enorme.

—Encantado. Soy Jake.

—Es un placer Jake. Los dejaré solos —se disculpó mientras se levantaba y tomaba a Becca del brazo con cariño y la alejaba unos metros.

—¿Vas al kínder preciosa?

—Sí, mi maestra se llama Lyla. Hace muy lindos dibujos.

—Seguro los tuyos son mejores.

—Mamá te guardó todos mis dibujos y las fotos de mi cumple. Yo le dije que seguro cuando volvieras querías verlas.

—Nada me gustaría más.

—¿Ya no volverás a irte lejos?

—Quizás en algún momento deba irme, pero quiero que sepas que siempre volveré a ti. Te lo prometo. Jamás volveremos a separarnos.

—¿Lo juras? —dijo levantando su pequeño dedo meñique y ofreciéndomelo.

—Lo juro —dije uniendo mi dedo al suyo en un lazo.

—Si rompes una promesa de meñique las hadas se enojan.

—Entonces es mejor no romperla.

Hablé con la pequeña por horas. Ambos teníamos mucho que contarnos. Finalmente comenzó a bostezar.

—Hora de ir a dormir pequeñabell —dijo Becca acariciando su bello rostro.

—No quiero —protestó mi niña aferrándose más a mi remera. Tenerla semi dormida en mis brazos era mágico.

—Debes descansar, fue un largo día Hope.

—Hazle caso a mamá muñequita. Mañana volveré a verte, lo prometo.

—¿Puede papá llevarme a casa? —preguntó mirando a su madre con ojos suplicantes.

—Debe estar muy cansado bebé.

—No, por mí no hay problema —respondí de inmediato sin darle oportunidad de negarse.

—Bien, vamos… puedes seguirnos en la moto —dijo ella mientras estiraba los brazos para recoger a la pequeña.

—Ya lo cargo yo. ¿Dónde está tu auto?

—Sígueme —recogió las cosas y luego de pagar la cuenta, caminé con mi hija en brazos hasta un carro en el estacionamiento de la cafetería, lo reconocía, era el antiguo auto de su madre.

—¿Aún sigue en pie? —pregunté asombrado. Era un pedazo de chatarra vieja y despintada.

—Es mi compañero fiel —respondió ella dando unos golpecitos sobre el capó.

Senté a la niña en su sillita y Becca ajustó su cinturón.

—Sígueme, no es muy lejos.

—De acuerdo.

Me puse el casco, encendí la motocicleta y la seguí despacio.

Llegamos hasta un edificio de unos quince pisos de alto, lucía bastante nuevo. Me bajé, colgué el casco del manubrio, alcancé a Becca y tomé a Hope en brazos nuevamente. Subimos hasta el piso once y nos detuvimos en el departamento "D".

Ni bien abrió la puerta, un agradable olor a galletas y lilas me invadió las fosas nasales. El departamento estaba muy bien, en buen estado, aunque demasiado pequeño. Pero se notaba que era un hogar. Sonreí al ver rastros de la niña por toda la casa, juguetes, dibujos y fotografías de ella por todos lados.

—Por aquí —dijo Becks señalando la puerta de la izquierda. Tocó un botón y miles de hadas se encendieron dándole un ambiente a bosque mágico a la pequeña habitación rosa.

Estaba claro que no mintió cuando dijo que era su color favorito. Todo estaba pintado en diferentes tonos de rosa. Había una pequeña cama con dosel ubicada sobre la pared más cercana a la puerta. Al lado su mesa de noche con velador en forma de flor y un portarretrato hecho de caracoles con una foto mía y de Becks en el baile de graduación. Un pequeño escritorio lleno de lápices de colores y crayones, una alta pila de hojas y libros para colorear.

Una biblioteca repleta de juguetes, adornos y libros de cuentos. Baúles rebalsados de peluches y más juguetes. Una pequeña mesa con cuatro sillas que mostraban un juego de té y muñecas sentadas alrededor. La puerta del armario convertida en un pizarrón gigante.

—Es toda una princesa ¿Verdad? —dije sorprendido.

—Todo el mundo la malcría pese a mis quejas… —afirmó resignada.

Recosté con sumo cuidado a mi hija en su cama. Becca ocupó mi lugar y comenzó a quitarle la ropa, ella se removió.

—¿Papá? —preguntó con los ojos entreabiertos.

—Acá estoy muñequita.

—¿Me lees un cuento?

—Me encantaría.

Cuando Rebecca terminó, la arropó y me ofreció el pequeño libro hecho a mano que reposaba en su mesa de noche.

"Mi papá es un superhéroe" rezaba la tapa, lo abrí y comencé a leerlo sentado a su lado sobre la cama, ella apoyó su cabecita sobre mi brazo y abrazó un conejo rosa.

Era el cuento que Becca había mencionado escribirle a mi hija.

Contaba como si fuera un cuento de hadas, cómo nos conocimos y enamoramos. Luego mis "aventuras" para salvar al mundo del ataque de los dragones. Sin duda me hacía quedar como un príncipe encantador. Sonreí al pensar en la forma en que la pequeña me veía. Cuando terminé la miré detenidamente. Estaba profundamente dormida. La paz y el calor que su cuerpo emanaba me embriagaron. Jamás tendría suficiente tiempo en la vida para estar a su lado. Y no había manera de agradecerle a Becks por haberla criado sola y tan bien.

Sentí que le debía más que mi vida y mi alma.

Con cuidado acomodé su cabecita sobre la almohada, la arropé y besé su frente por un largo segundo.

—Descansa muñequita. Jamás volveré a dejarte —susurré en su oído y cerré con cuidado la puerta.

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