CAPÍTULO 3: Fin del verano

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[Enrique]

(Final del verano)

Abro los ojos lentamente mientras siento un terrible dolor de cabeza que enseguida me hace cerrar los ojos. No sé cuánto bebí anoche, pero por el dolor de cabeza sé que fue más de lo que planeaba beber en la última fiesta del verano.

Me incorporo lo más lento que puedo y al bajar el pie siento un vaso de plástico romperse cuando hago contacto con él. El simple crujido del vaso provoca que la cabeza retumbe tan fuerte que quiero volver a la cama. Volteo a mi lado y veo a la mujer que llegó a mi piso esta noche.

―Espero que no despiertes mientras esté aquí porque honestamente no recuerdo tu nombre― murmuro.

Lentamente busco con la mano mi móvil sobre la mesita de noche y cuando lo toco lo acerco a mí. Son las 11:00 am y es seguro que me he perdido las primeras dos clases y que me perderé la que sigue.

―Mierda― expreso bajito mientras siento el aliento alcoholico― jamás vuelvo a seguirte el juego Salvador.

Me pongo de pie y camino desnudo entre la ropa interior tanto mía como de ella, vasos de plástico sobre el suelo y manchas de que huelen intensamente a tequila y a ron, para llegar hasta el baño y enseguida darme una ducha. Tan solo siento el agua caliente caer por mi espalda siento que me he quitado medio olor a fiesta, aunque mi aliento diga otra cosa.

Jamás había tenido un verano tan loco, jamás, había tenido otros llenos de viajes a la playa, fiestas que terminaban hasta el amanecer y sobre todo ligues de mujeres que terminaban en mi cama, pero este tuvo más alcohol que las veces anteriores. Según Salvador, este era el último verano en donde seríamos estudiantes, donde no tendríamos que preocuparnos por nada de lo que nos deparara el futuro y era el momento de llevar la fiesta al máximo, de perder la cabeza por solo unos meses para después dar el último esfuerzo en la escuela y emprender la vida adulta.

―Vaya forma de dar el último esfuerzo, faltando a las primeras dos clases ― me digo en voz baja mientras termino de darme la ducha.

Cierra la llave del paso de agua, abro la puerta de la ducha y tomo una toalla para envolver mi cintura en ella. Voy hacia el espejo, lo limpio con la palma mano y en seguida mi rostro demacrado de hace presente. Comienzo a tocar mis pómulos inflamados, noto mi barba desaliñada y en seguida abro mi set de barba sin el cual no puedo vivir. Comienzo a arreglármela cuando mi móvil suena y en seguida veo el nombre de Salvador en la pantalla.

―¡Eh macho! ― expreso entre sonrisas mientras veo cómo aparece su rostro en la pantalla.

―Oye, que no has venido a las primeras clases, han explicado lo del proyecto final y todo eso que debes hacer― me dice en tono preocupado.

Dejo de rasurarme la barba para voltear a verlo a la pantalla y después ambos estallamos a carcajadas.

―Casi me la creo― digo entre risas.

―¡Lo sé!, amo imitar a mi padre ― responde Salvador que veo camina por el campus de la universidad ―¿pero si vendrás?, ¿cierto? ― inquiera.

―Claro que iré, sólo termino de arreglarme y llego al cuarto módulo― comento.

―¿Al cuarto?, ¿faltarás a otras clase? ― pregunta.

―¿Qué no me ves?, creo que sigo ebrio y lo que me sorprende es que tú no te veas así.

―Te dije que no mezclaras ron con tequila pero eres necio ― dice para luego reírse― yo sabía que terminarías mal por lo que me alejé de eso― responde mi amigo entre risas.

―Me apuraré para llegar al módulo, al menos tarde pero llegaré, te lo prometo.

―¡Vale!, por cierto… ¿supiste algo de esa chica Caroline que vendría de intercambio? ― me pregunta y yo terminó de secar mi barba con una toalla para después negar con la cabeza.

―Nada, absolutamente nada, y si te soy sincero no he averiguado más. Sólo te puedo decir que no está en España y que si no llegó en el verano, no creo que llegue para este semestre.

―Lástima, al menos tuvimos una gran fiesta mientras la esperábamos ― me dice― lo que se me hace más raro es que no hayas salido con nadie se día, siempre te llevas a alguien a la cama.

―Ya te dije que no tenía ganas ese día, además no es obligatorio Salva, a veces siento que piensas que es algo que debo hacer.

―No es que lo piense, es que siempre lo haces, así que cuando es costumbre…

―Tu costumbre es decir tonterías así que deja de hacerlo, tienes un hijo,¿qué no?, no crees que le va a dar vergüenza saber que su padre dice tonterías a su edad.

―Ja,ja,ja, ― se burla ― amaneciste muy chistoso.

―Dale, déjame vestirme para poder llegar al módulo y presta atención que necesitaré los apuntes― le comento y apago la video llamada para quedar de nuevo en silencio.

Salgo de la habitación para ver a la mujer aún dormida y desnuda sobre mi cama; a pesar de que hago ruido no se despierta por lo que me relajo y voy hacia mi armario para escoger la ropa.

Tomo unos pantalones color amarillo mostaza, una camisa azul y unos zapatos a combinación. Me visto de inmediato, arreglando a la perfección cualquier detalle que haya en mi ropa, me rocío mi colonia favorita, agrego detalles y salgo de ahí para caminar hacia la mesa de noche y tomar mi cartera.

―¿Segura que no te quieres despertar ahora?― murmuro, pero la chica está tan borracha y dormida que estoy seguro que ni sabe que estoy a punto de irme ―lo siento nena, pero debo ir a cumplir un destino.

Tomo el móvil, la cartera y las llaves del auto para luego salir de mi habitación y encontrarme a Concepción la señora del personal que viene a hacer la limpieza todos los días. Al verme salir pone un rostro que debo admitir que me hace sentir culpable y me obliga a sonreírle.

―¡Otra vez Enrique!― me regaña. Concepción es la única mujer que puede regañarme después de mi madre― es la segunda vez en una semana.

―Lo sé, pero si te hace sentir mejor el verano ha terminado y no más fiestas.

―Eso dijiste hace dos días…― me contesta.

¿Enrique?, escucho la voz de la mujer de anoche.

―¿Es en serio?, ¡no tienes vergüenza! ― me regaña Concepción.

―Es mi momento de marcharme, me voy, muchas gracias, adiós― hablo en frases y palabras entrecortadas y salgo por la puerta del piso para evitarme el tener que esperarla y explicar el porque esto no podrá continuar.

Aliviado de que una vez más me he librado de la responsabilidad de tener que lidiar con el drama de otra mujer, bajo por el ascensor hacia el estacionamiento del edificio para subirme a mi auto deportivo y manejar hasta el campus que ha sido mi segundo hogar durante tantos años.

Estoy en mi último semestre del grado en Dirección y Gestión de Empresas, uno que mi padre ya había seleccionado por mí ya que, según sus planes, regresaré a hacer prácticas en mi propia empresa para después tomar el puesto me que asignen y todo será como debe de ser.

Mi vida, ya está previamente trazada desde el momento en que mi madre me dio a luz y mi padre me llamó con su nombre y me puso su apellido. He estado donde quieren que esté, estudiado en las escuelas que ellos quisieron que estudiara y al parecer trabajaré dónde él quiera, ¡ah! Y no puedo olvidar qué estuve a punto de andar con la persona que ellos eligieron; con Caroline.

Caroline, una joven francesa de ojos azules y cabello rubio que, al parecer, llegaría de intercambio este semestre a nuestra universidad para estudiar algo que no recuerdo. Su padre, al parecer es un nuevo rico, un empresario que tuvo mucha suerte con un producto y que ahora es uno de los objetivos de mi familia y yo soy parte de ese objetivo. Sin embargo, Caroline no llegó y la fiesta que hicimos para que yo pudiese conocerla antes de que empezara el semestre fue un tremendo fracaso, bueno, no un fracaso en sí porque estuvo muy buena, pero no cumplió su propósito y sólo me dejó con esa chica mexicana de nombre raro y ojos brillantes que si puedo confesar no he olvidado por completo.

“Única” desapareció. Ella se fue esa noche dejándome sólo esa tarjeta echa a mano que a veces suelo leer mientras estoy recostado sobre mi cama. Se perdió entre la gente, no supe dónde buscarla y aunque he pasado varias veces por esa misma acera con al esperanza de verla pero no lo he conseguido. Quiero pensar que al estar de intercambio se ha movido a otras partes del país y pasó su verano conociéndolo, nadando en las playas del sur y viendo los girasoles que hay para el norte o tal vez es de las típicas matadas que se ha pasado en los museos admirando todo y preguntando aún más, solo de pensar en eso sonrío.

No sé porque la busco, no debería, ella prácticamente no está dentro ni siquiera del nivel social en el que me desempeño, no estudia mi carrera, no está entre mis grupos de amigos sin embargo, la busco en cada esquina, en cada calle, cada plaza con la esperanza de poder verla de nuevo y sólo verla, simplemente verla, ¿qué significará eso?

Me pierdo tanto en mis pensamientos que no me percato que he llegado a mi destino y que he manejado casi de automático hacia el estacionamiento del campus. Tan sólo algunos ven mi auto se acercan a mí para saludarme desde afuera y sonreírme como si en verdad fuera una celebridad aunque muy dentro sé que no soy nadie o al menos no me siento así.

Estaciono el auto cerca del lugar de siempre cuando el rostro de Salvador aparece en la ventana de mi auto vistiendo una sonrisa que me hace pensar que algo bueno ha pasado. Bajo la ventanilla y subo la ceja esperando a que él se anime a decirme lo que sucede.

―Dime.

―El profesor dio la clase de quince minutos y se fue, es otro proyecto, al parecer así será en todas las clases el resto del semestre.

―¡Vaya!, pagamos por estudiar en una de las escuelas con más renombre en España y sólo nos dan clases de quince minutos.

―Dice que él que perdió los dos primeros módulos ― me reclama Salvador en una carcajada.

―¿A qué hora es la siguiente? ― pregunto ignorando su burla.

―A las cuatro de la tarde y seguro es otro proyecto, qué dices, ¿vamos a otro lado?

―No sé, no tengo muchos ánimos, aún me duele la cabeza y no quiero caminar bajo el sol― me explico.

Así, mientras me excuso con mi mejor amigo, veo pasar caminando detrás de él, a la chica de nombre raro, de pendientes bonitos y piel canela, con una bolsa de tela sobre el hombro y leyendo una hoja con atención.

―Hazte un lado―le pido a Salvador mientras abro la puerta de mi auto y me bajo apresuradamente.

―¿Qué pasó, tío? ― me pregunta.

―Nos vemos al rato en la clase te llamo luego ― me despido y camino siguiéndola hasta que llega un punto en que puedo alcanzarla. La tomo del brazo para que ella voltee y de pronto siento una dolor en la ingle que hace que todo me dé vueltas y no precisamente por estar aun un poco ebrio; la chica del nombre extraño me había pateado y ahora me hacía revolcarme de dolor en frente de todos.

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