CAPÍTULO 2: La invitación correcta, la persona equivocada.

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Abrí los ojos cuando escuché un golpe en la puerta que me alertó.

―¡Si!― respondí de inmediato para luego ver cómo una hoja se deslizaba por debajo de la puerta.

Me levanté de inmediato para tomar la hoja y al abrirla vi que era una invitación a una fiesta, no sé si de otra residencia, de la escuela, o una simple fiesta de las que probablemente hacen aquí.

―No sabía que había una fiesta de bienvenida incluida ― murmuro mientras leo la dirección.

Voy directamente a mi celular para buscar la ubicación del lugar y me doy cuenta que está justo a unas cuadras de donde me encuentro, ahora la situación era ir, o no. Veo la hora reflejada en la pantalla y me percato que me dormí seis horas seguidas y que con el cansancio que tengo podría dormir más. Sin embargo, la emoción de mi primera fiesta en Madrid, es mucho más, por lo que me levanto decidida a ducharme, cambiarme de ropa y salir a averiguar de que se trata todo esto.

―Te invitaron, debe ser por una razón, ¿no? ― digo en voz alta y sin pensarla por segunda vez, abro mi maleta para buscar mi mejor conjuro y luego salir a explorar.

A pesar de todos los problemas que tuve para encontrar el conjunto y después salir a las duchas que se encuentran al final del corredor, por fin me encuentro lista para salir de la residencia e ir a que lugar donde me han invitado. Tan solo dejo la residencia, puedo sentir el aire fresco de la noche que comienza el calor que hacía en el momento que llegué. Camino un poco insegura por la calle, observando los edificios iluminados, las personas que pasan a mi lado felices conversando y me encuentro a uno que otro artista urbano demostrando su talento. De pronto me veo envuelta en un tipo de magia que no sé como explicar, como si algo de aquí me perteneciera y me estuviese diciendo que disfrutaría mas de lo que creo mi estancia aquí.

No fue necesario preguntar dónde era la fiesta, porque tan solo me fui acercando me percaté del lugar por la música que había en el fondo y porque varios entraban mostrando la hoja que les habían dado.

«Así que es privado el asunto» pienso cuando muestro la hoja y el chico de la entrada me deja pasar.

Jamás había visto una fiesta así. Al parecer, el organizador había rentado una casa para esto, por lo que al entrar me impactó el número de personas que había dentro, la música tan animada, la luz tenue que hacía todo más privado y el bar, uno improvisado pero al parecer con muchos suministros.

Caminé por unos segundos recorriendo con la mirada todo el lugar, viendo a los grupos de personas que se habían formado y cómo había uno que otro de diferente nacionalidad, seguramente esta era una fiesta de bienvenida a los que estaban de intercambio.

Me acerco a la barra para ver si puedo tomar una cerveza pero al tomarla el joven me dice ― son euros.

―¿Dos euros?, ¡por una cerveza!, cuarenta pesos― reacciono y él simplemente sube los hombros.

―Son dos euros, puede que no haya Cover para entrar pero las bebidas sí.

Meto mi mano en la bolsa y saco las monedas que traigo y se las muestro ―¿Hay aquí dos euros?― pregunto.

El joven toma varias monedas con una sonrisa hasta que una voz nos interrumpe ―*Tú sabes que esos no son dos euros, chaval*― habla y al voltear veo a un hombre alto, de cejas bastante gruesas, con un poco de barba y debo admitir que demasiado guapo para ser verdad. Me comentaron que los españoles lo eran pero él se voló la barda.

―Toma los dos euros y regresarle el resto― le pide.

El barman, de mala gana me regresa como cinco monedas más y sólo toma dos. Después ve al otro hombre a los ojos y se da la vuelta para entender a alguien más.

―Gracias― murmuro un poco apenada mientras tomo la botella de cerveza entre mis manos.

―De nada, jamás dejes que alguien escoja el dinero por ti, es un consejo que te doy ― responde con una voz firme pero linda y me sonríe.

Cuando él clava su mirada en la mía me sonrojo de inmediato y agradezco que esté tan obscuro que él no lo pueda notar.

―Soy Enrique y ¿tú? ― me pregunta gentil.

―Soy Izel ― le digo.

―¿Podrías deletreármelo? ― pregunta simpático.

―I-z-e-l, Izel ― reafirmo.

―Izel― me dice, pronunciando la “z” de una forma tan chistosa que me hace sonreír.

―Por ahí, más o menos.

Enrique sonríe y luego toma un sorbo de cerveza ―y, ¿que te trae por aquí, Izel? ― me pregunta con una seguridad que a mí me pone nerviosa.

―Me invitaron, recibí una invitación en la residencia donde me quedo y bueno, aquí estoy.

―¿Te invitaron? ― inquiere mientras arquea las cejas extrañado y no sé porque lo hace.

―¿Qué?, ¿no se supone que debería estar aquí? ― respondo.

Enrique niega con la cabeza ― no, para nada, sólo que no sé a que grado ha llegado la fiesta que organizó mi amigo.

―Así que tu amigo es el que cobra las bebidas ―hablo y él sonríe.

―¿Es una queja?, digo, porque no todo en la vida es gratis, si no hay Cover, debemos sacar algo, ¿no crees?

―Sí, creo que si, lo que no me cuadra es que si es una fiesta privada, ¿está permitido cobrar?

―¿Qué?, ¿eres policía? ― pregunta entre risas y luego voltea hacia la puerta un poco asustado.

―¡Eh!, te caché, esta fiesta es más ilegal que nada..

―¿Me cachaste?, ¿qué tipo de palabras es esa? ― me pregunta entre risas.

―Es como atrapar, ¿no la conoces?

―No, pero es… original.

―Sí, solo casi todo México y otras partes del mundo la dicen.

―¡Oh!, así que mexicana, bienvenida― explica entre sonrisas.

―Gracias― respondo.

Los ojos de Enrique se clavan en mí y me ven de una forma especial que de nuevo me pone nerviosa ―¿quieres que me vaya?

―¿Qué?, ¿por qué? ― pregunta de inmediato.

―Bueno, porque al parecer esta invitación no era para mí.

―Yo nunca dije eso― me responde Enrique.

―Lo vi en tus ojos, no necesito que me lo digas. Sé cuando debo o no debo estar en un lugar. Así que es mejor que me vaya― le comento y me doy la vuelta para salir de ahí cuando él me toma del brazo.

―No, espera…― me pide y cuando volteo me sonríe con la mirada, provocando que sus ojos brillen y me sonroje de nuevo― no te vayas. Perdón, si mi actitud te llevó a pensar eso pero no es así. Es más, si quieres te presento a unos amigos o ¿bailamos? ― me pregunta.

Me río bajito al observa su rostro, uno tan inocente que me hace pensar que también es un poco inseguro o que hay algo detrás de esa facha de galán ― ¿sabes bailar?

Él niega con la cabeza ― ni un poco,pero debo recompensarte de alguna forma, ¿qué no?

― Hmmmm no, un “disculpa no fue mi intención” es más que suficiente, no quiero que me des dinero para regresarme o que bailes conmigo, si no sabes.

Enrique sonríe ampliamente, como sí de pronto le hubiese liberado de algún tipo de carga de los hombros o lo hubiese salvado de hacer algún tipo de ridículo. A mi si me gusta bailar pero no voy a obligar a una persona a hacerlo si no le gusta.

―Vale, entonces,¿qué puedo hacer para que me perdones?

―¿Perdonarte qué?― respondo entre risas ― no hay nada que perdonar, simplemente fue la invitación correcta a la persona equivocada. Sólo déjame terminar la cerveza para que mis cuarenta pesos valgan la pena.

Enrique se muerde ligeramente el labio―vale, ¿quieres ir a otro lugar?

―¿A otro lugar? ― pregunto.

―Sí, ven… ― me comenta y me toma de la mano para que ambos caminemos entre la gente y comenzamos a subir las escaleras hacia la parte de arriba.

―¿Dónde me llevas?

―Es una sorpresa, te prometo que será la mejor cerveza que te tomarás en la vida.

―Más te vale― respondo mientras lo sigo.

Subimos unos niveles más hasta que llegamos a una puerta que al abrirla nos saca al techo de la casa dándonos una preciosa vista de la ciudad.

―Ven, vamos ― me invita mientras comenzamos a caminar por el techo lejos del ruido de la música para después sentarnos sobre el asfalto ―¿qué te parece esto como recompensa? ― me pregunta y gracias a que ya no hay tanto ruido puedo escuchar su voz varonil pero suave.

―Valen la pena los dos euros ― murmuro y él sonríe.

Por un momento nos quedamos viendo hacia la infinita inmensidad de la ciudad que está frente a nosotros. Sonrío, de verdad estoy increíblemente feliz de estar aquí, de poder ver lugares diferentes al que nací, de conocer otros sabores, respirar otros aires, escuchar otros acentos.

―¿Qué haces en Madrid? ― me pregunta interrumpiendo mi momento y al voltear a verlo él se sonroja un poco pero lo recompensa tomado un sorbo de cerveza.

Al preguntarme eso me acuerdo del incidente en migración así que simplemente digo ― vine de intercambio estudiantil.

―¿Y ya? ― me pregunta y ahora yo soy la que río.

―Bueno, no sé que más quieres que te diga.

―No sé, tal vez explicarme que tipo de intercambio o posiblemente de qué.

―¡Ah!, bueno… ― comento y saco de mí bolsa una tarjeta de presentación un poco maltratada y se la muestro.

―”Única diseños”― lee―¿vienes a hacer negocios?, eso es más ilegal que esta fiesta― bromea.

―¿Qué?, no, no ― rectifico y luego me volteo hacia él para verle mejor ― estudio diseño de modas y me especializaré en joyería.

―¿De verdad?

―Sí, hago mis propios diseños― y diciendo esto le muestro uno de mis pendientes y él estira la mano y lo toma entre sus dedos mientras lo observa.

―¿Tú lo haz hecho? ― pregunta interesado.

―Sí, yo uso mis diseños, soy mi propio marketing. En fin, aquí en España tienen unas materias que me interesan y vine a tomarlas para poder mejorar mis técnicas y manejo de materiales.

―Interesante ― me responde mientras no deja de mirarme ―y, ¿por qué única diseños?

Me muerdo el labio y a él le brillan los ojos ― bueno, Izel en náhuatl significa “única”, así que…

―Buena estrategia, me gusta el nombre de tu empresa y ¿cuánto personal tiene?

―Bueno ― digo mientras me río un poco ― sólo yo. La empresa es sólo un sueño que tengo, pero me hice la tarjeta para recordarme de que puede ser posible.

―¡Ah!, eso es bueno.

―Gracias, lo saqué de esos programas donde vas a ofrecer tu producto y así, en fin, eso es lo que hago aquí.

―Te deseo mucha suerte Izel “única” Santa Cruz.

―Gracias Enrique ― y al pronunciar su nombre por primera vez sus ojos vuelven a brillar.

―De León, mi nombre es Enrique de Leó― pronuncia bajito mientras nuestras miradas no se pueden apartar. Sus preciosos ojos miel me hacen sonreír y sonrojar al mismo tiempo mientras él se hace un poco hacia adelante y sube la mano para volver a tocar mi arete― me gustan tus diseños, en verdad son únicos como la diseñadora.

―Gracias― respondo nerviosa.

―Puedo darte…― me murmura y yo al sentir la tensión entre los dos me mojo los labios lista para sentir ese beso que sé que viene.

―Sí― murmuro.

―¿Puedo darte de regreso la tarjeta o me la regalas? ― pregunta y yo me alejo un poco apenada de pensar lo que pasaría.

―Sí o quédatela, yo…― hablo nerviosa y me tomo de un sorbo el resto de la cerveza ― yo me tengo que ir, dije que sólo me tomaría la cerveza y me iría y ya me la tomé y entonces me voy… y bueno… adiós.

Me pongo de pie de un salto y él confundido se levanta junto conmigo ―¿ya te vas?

―Sí, yo… ― entonces lo veo sonriendo y sé que estoy haciendo el ridículo, así que mejor me voy ―gracias por todo y así…

―Y así…― murmura mientras no puede dejar de sonreír.

Me doy la vuelta y camino lo más rápido que puedo saliendo de ahí. Cuando logro esquivar a la gente y salir hacia la acera siento el corazón latiendo tan rápido que no sé como controlarlo.

―¡Guau!― murmuro y toco el pendiente que él tocó antes ―sí que es guapo, pero no, yo tengo todo un objetivo y no es conocer hombres guapos ― trato de convencerme aunque sé que no podré olvidar su sonrisa.

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