Capitulo 5

-Rebeca ¿y tú?

-Úrsula – respondió de inmediato, pues había pasado días pensando en un nombre para darle a Rebeca y al final decidió dejarse aquél mismo que le dijera aquella noche.

-¿Eres de por aquí? – continuó Rebeca – No te había visto por este rumbo, por lo regular conozco de vista a la mayoría de las personas que entran a la librería o pasan por aquí.

-Eres muy observadora – le dijo la muerte – acabo de llegar a esta ciudad.

-¿Vives por aquí cerca?

- No, para nada. Llegue aquí por casualidad cuando solo caminaba para conocer la ciudad.

Rebeca se giró de nuevo hacia la estantería llena de llibros, busco por unos instantes entre ellos, tomó uno y se lo mostró a Úrsula, quién no dejo de observarle ni un segundo, le fascinaba ver cada uno de sus movimientos y gestos, hasta la manera de hablar y el sonido de su voz le gustaba.

-Toma – dijo dándole el libro – muero por leer este….. pero no he podido adquirirlo.

- Pues entonces te lo prestare cuando terminé de leerlo.

- ¡No! – dijo tímida – ¿y si no te lo devuelvo?

- Entonces vendré cada día hasta que te canses y me lo devuelvas.

-Me parece justo.

Cuando cayó la noche y Rebeca se durmio tras su fatigado día, la muerte llegó para comenzarle a leer de nuevo, está vez la historia de amor no era un romance convencional entre un hombre y una mujer como en el libro pasado, esté romance era entre dos mujeres y la muerte se interesó mucho más, nunca había reparado en este tipo de romance, de hecho no sabía cómo funcionaba aquello, pero si que le estaba gustando lo que iba leyendo, mientras Rebeca se hundía en un cálido y profundo sueño.

-Me gustas – le dijo la muerte a Rebeca comprendiendo ahora un poco de lo que le pasaba – pero lo que siento va más allá de sólo gustarme, siento algo muy especial por ti Rebeca – y sin poder evitarlo llevo uno de sus gélidos dedos a la mejilla de Rebeca para acariciarle delicadamente, y al hacerlo está abrió los ojos, la muerte se quedó inmóvil sin apartar el dedo de la mejilla, sus miradas se cruzaron de nuevo pero Rebeca parecía seguir aún adormilada, no estaba despierta del todo, así que la muerte aprovechó para acariciarle los cabellos y comenzó a arrullarle hasta que fue cerrando los ojos hasta volver a quedarse dormida.

A la mañana siguiente Rebeca despertó pensando en Úrsula, fue en lo primero que pensó al abrir los ojos, ya que había tenido un extraño sueño con Úrsula por la noche, le pareció haberla visto personificada en su cuarto frente a ella observandola dormir, recordó aquellos ojos que la confundían por no saber exactamente de que color eran, por que parecían ser negros y a la vez de un azul oscuro de una intensa mirada profunda, y cuando sonreía mostraba su dentadura perfecta, era una mujer hermosa, parecía sacada de la televisión, era delgada, unos centímetros más alta que ella, además de que le gustaba el sonido de su voz, le resultaba suave y atrayente y apostaba que también era unos años mayor, pero saber que era mayor no le impedía que comenzará a sentirse atraída por Úrsula,  sin embargo al mismo tiempo su poca autoestima y sobre todo su aspecto en ese momento la hicieron sentir triste, porqué no cabía la mínima posibilidad de que alguien como Úrsula se fijará en ella.

-¡Hola Rebeca! – la saludo Úrsula a penas llegar al mostrador, sorprendiendo a Rebeca y al empleado al aparecer tan de repente y en completo silencio.

-¡Hola! – respondió Rebeca sorprendida – No te vi entrar ¿no me digas que vienes por otro libro? ¿ya terminaste de leer el que compraste?

-No, no lo he terminado aún – dijo mostrándole una sonrisa – pero déjame decirte que me está gustando igual. Sólo pase a saludarte y a traerte esto – dijo dándole un vaso de café.

- Gracias – sonrió apenada – que detalle, pero no puedo beber café en este momento.

-¿Ya has bebido uno?

-No, no es por eso. No puedo beber café y otras cosas por mi enfermedad.

Hubo un largo silencio, no se sabría decir cual de las dos se puso mas roja, Úrsula quería desaparecer pero no podía, no tenía la menor idea de que Rebeca no podía beber café, ella lo llevo porqué observó que era lo que la mayoría de las personas tomaban día a día, entonces ambas se miraron a los ojos.

-Perdóname, no lo sabía – dijo Úrsula aún sonrojada – pensé que te gustaría tomar algo caliente. Yo no quería….

- Esta bien, no te preocupes no lo sabías – dijo tratando de quitarle importancia – es muy amable de tu parte.

- No sabía que…. Discúlpame.

-No pasá nada, las personas con cáncer tenemos prohibido comer y beber ciertas cosas y una de ellas es el café.

- No quería incomodar – prosiguió la muerte aún tímida, tanto que Rebeca se sorprendió de ver a aquella mujer tan hermosa en ese estado – No quise hacerte sentir mal, no era mi intención.

-Puedes invitarme otra cosa – repuso Rebeca sin pensar, pues por alguna extraña razón Úrsula era la única persona que no había reparado en su aspecto o era muy despistada o es que a los ojos de aquella mujer no parecía enferma o es que era demasiado amable.

-¿Qué puedo invitarte? – pregunto enseguida.

-Un té o un helado.

-De acuerdo.

-Acaso no ves que no tengo muy buen aspecto – dijo Rebeca señalándose, no tenía cejas, ni pestañas, ni cabello, se miraba rara y Úrsula no lo notaba.

- No. Para nada, te ves muy linda.

-Jaja – rio – me lo voy a creer.

- Créetelo – le aseguró Úrsula mirándola a los ojos y Rebeca le sostuvo la mirada – ¿Cómo puedo remediar mi gran error?

- Umm, déjame pensar – dijo llevándose la mano a la barbilla – invítame a tomar un té ¿Qué te parece?

- Por supuesto que si, me parece bien.

-¿Qué día te vendría bien?

-¿Un sábado?

-¿Sábado?

-¿Estás ocupada ese día?

-No, está bien ese día para mi ¿por la tarde?

-Si, por la tarde.

-Entonces pasaré por ti – dijo Úrsula ansiosa por qué llegara ese día para estar un poco más a solas con ella.

- De acuerdo, pero debo de advertirte que si hace mal tiempo me temo que no podré salir contigo. Dado a qué ahora no tengo muchas defensas, soy propensa a enfermarme y no quiero tener una enfermedad sobre otra. Ultimamente los días están muy cambiados, un día hace frío, calor, llueve o todo junto en un día.

- Entendido, si hay mal tiempo ¿puedo traerte tu té aquí? – Rebeca asintió con una sonrisa, feliz de que Úrsula no parecía encontrar obstáculo para dejar de verla – a lo que recuerdo nada es como antes, el clima, la gente, nada es como tiempo atrás – dijo Úrsula como si fuera una anciana.

-¡Vaya que sonaste melancólica! como si fueses una anciana – Úrsula le sonrió cariñosamente a Rebeca pues sólo ella ejercía ese poder de hacerla sonreír con facilidad, si tan solo Rebeca supiera lo vieja que era, seguramente nunca sentiría el interés de hablar con ella. 

Úrsula era una anciana con el aspecto de una mujer joven.

-Quizás lo sea y no lo aparente – dijo Úrsula con voz misteriosa – ¿Cuántos años tienes?

- Veintitrés ¿y tu?

- Veintiséis. Creó que si soy algo mayor que tú.

-No eres tan vieja.

Rebeca se le quedo mirando a los ojos, en su interior se moría de emoción, nervios y de incredulidad ¿Qué a caso esa mujer no miraba su aspecto físico? ¿acaso no parecía evidente su estado de salud? ¿no la miraba fea por la falta de cejas y pestañas?  Rebeca y Úrsula se miraron unos segundos en silencio antes de que de repente Rebeca la tomara del brazo y la arrastrara del mostrador hasta quedar justo en medio de la librería, la cual estaba semidesierta aquél día, Rebeca tenía que decirle lo que la había comenzado a quemar por dentro, un sentimiento de miedo y de esperanza a la vez.

-Tengo cáncer – le dijo de nuevo mirándola a los ojos, pero el rostro de Úrsula era imperturbable no le importaba su enfermedad o su aspecto – No siempre me siento bien – continuó sin dejar de sostenerle la mirada a Úrsula – hay días en los que no me apetece salir y me quedo en mi cuarto el cuál está a solo unos cuantos pasos de aquí, ya que mi casa está al lado. Hoy te digo que si podría salir contigo, pero mañana o el sábado no te lo puedo asegurar.

-¿Mañana podrías? – preguntó Úrsula emocionada.

- Mañana no puedo, tengo mi tratamiento. Por eso te dije que el sábado a lo de salir por el té y esto ahora, porque a veces me siento mal y no me apetece salir.

-Entiendo y tu salud es primero – le sonrió con dulzura – me tengo que ir a trabajar ¿te molestaría si vengo a visitarte mañana por la tarde luego de tu tratamiento?

- No me molesta.

- Gracias.

Rebeca estaba asombrada por el genuino interés que Úrsula mostraba hacia ella, le emocionaba pensar y creer que Úrsula sentía cierta atracción hacia su persona, Rebeca sonrió y se le iluminó el rostro, la muerte fue testigo de aquello y se sintió feliz, se despidió cortésmente de Rebeca y salió del lugar, sin duda Úrsula tenía cautivada a Rebeca que estaba fascinada por su manera de andar, de vestir y de hablar, parecía un caballero del siglo pasado pero en cuerpo de una hermosa mujer, además de que Úrsula no la trataba o miraba como una mujer enferma, si no que la miraba de otra forma que no podía explicar y esa mirada la hacía sentirse diferente, se sentía bien a pesar de que el color de sus ojos fuera indescriptible.

Al día siguiente durante su tratamiento Rebeca le contaba a su madre sobre Úrsula, la mujer que conoció en la librería y que le había invitado a tomar un té, debido a que el día anterior le había llevado un café, pero como le dijo que no podía beberlo, la invitó por un té para el sábado y que por la tarde iría a visitarla, sin antes haberle preguntado si no tenía inconvenientes de que la visitará, su madre la escuchaba atenta y miraba con alegría como su hija contaba sobre aquella mujer que había conocido en la librería.

-Entonces espero conocerla esta tarde – dijo su madre.

-Si, espero te agrade.

-Seguro que si, debe ser alguien muy simpática.

-Lo es mamá.

La muerte llegó a casa de Rebeca algunas horas después de que esta llegará de su tratamiento, antes de presentarse como Úrsula decidió echar un vistazo a Rebeca en su habitual forma, la encontró vomitando, poco después la miró  cansada, agotada y después la miró llorar abrazada de su madre por que no quería que Úrsula la mirará así esa tarde. La muerte se entristeció por no poder hacerse presente esa tarde, pero tampoco quería hacer sentir incomoda a Rebeca, por eso, media hora más tarde, la muerte tocó a la puerta de la casa, está vez haciéndose pasar por un mensajero, le abrieron la puerta pasado unos instantes, Carolina miró con cierta sorpresa a las flores y al mensajero que tenía delante de ella.

-¿Qué se le ofrece? – le pregunto.

-He traído estas rosas para Rebeca Valverde ¿aquí vive?

-Si, aquí vive.

El mensajero entrego las rosas amarillas a la madre de Rebeca y se fue sin decir más o siquiera esperar la firma de recibido, la madre de Rebeca solo se encogió de hombros ante la rareza del joven y entro a la casa con una sonrisa en su rostro y llena de curiosidad por saber quién le había mandado rosas amarillas a su hija.

-Rebeca ¡mira lo que te han traído! – le dijo su madre entrando a la habitación de Rebeca con las rosas.

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