Capitulo 4

¿En qué te has entretenido? – le preguntó aquella grave y serena voz a la muerte cuando volvió a su deber, él ya lo sabía todo pero quería escucharlo de propia voz  de la muerte –  ¿cuál es el motivo de tus retrasos? Nunca en toda tu larga existencia te habías retrasado, siempre exacta y sin expresiones.

- He encontrado a alguien que ha llamado mi atención – le respondió, sabía que no tenía caso ocultarle algo, lo veía todo.

- Me sorprende viniendo de ti, sólo espero no cometas algo que vaya contra lo establecido – le advirtió.

Aquel ser sabía todo, pero no le reprendio por sus retrasos, se lo dejo pasar pues nunca se había tomado pausas en sus largos días y noches en que debía pescar vidas, ella era la más fría, triste, callada y solitaria que vagaba por el mundo día tras día sin tener descanso alguno, pero ahora sorprendía con esos momentos de ajenamiento a su trabajo, lo interesada que parecía en aquella joven mujer, en como su mirada cambiaba y parecía estar más receptiva a los sentimientos de la persona en quién la muerte había posado sus ojos.

La muerte tras unos días de estarlo pensando demasiado  y de ver el dolor de Rebeca cada día y cada noche decidió hacerce visible y palpable, quería hablar con ella, cruzar algunas palabras y saber cómo se sentía, aunque pensar en esto le ponía nerviosa ya que jamás había hablado con alguien y temía hacer algo mal, por eso días antes de presentarse ante Rebeca en la librería dónde ya la había visto estar atendiendo a los clientes en compañía de un chico, se paseó algunas veces frente a la cera de enfrente de la librería para ver cómo se miraba entre los pocos transeúntes de allí y para observar a Rebeca desde la distancia por si reparaba en algún momento en el joven, alto y delgado que le miraba desde fuera, pero Rebeca nunca se fijó en él y sin más remedio tuvo que entrar a la librería.

De nuevo tomó la figura de un hombre de complexión delgada, cabello rizado, ojos negros, tez blanca y alto, tomando la misma versión masculina de los días pasados entró a la librería en donde ya se encontraba Rebeca y a la cual ya había visto con anticipación antes de personificarse. A penas entrar la miró a los ojos sin poder evitarlo, quería mirar ésos ojos de cerca, pero esta acción sólo intimidó a Rebeca haciendo que se escondiera, fingiendo buscar algo debajo del mostrador, la muerte un tanto desanimada fingió seguir mirando libros de los cuales ninguno le interesaba, eligiendo uno al azar y lo llevo a donde Rebeca y el empleado, allí volvió a mirarle pero Rebeca rehuyo su mirada de nuevo, ese plan fallo, al igual que las otras dos veces en que se convirtió en hombre para poder conseguir cruzar unas pocas palabras con ella, pero Rebeca no pareció mostrarse interesada en ninguno de aquellos jóvenes en los que la muerte se personifico, además de que Rebeca se mostraba cohibida por su aspecto, sólo huía de la situación y de la librería al ver que era observada, por esa razón la muerte nunca pudo cruzar palabra con ella.

Pero la muerte no se dio por vencida, haría un último intento, está vez sería ella misma,  se presentaría con el sexo con el que más se identificaba, el fenino, así que sólo se dejó ser visible como mujer, entró a la librería por cuarta ocasión pero se sentía insegura y nerviosa más que las otras veces, este era su último intento y tenía miedo volver a fracasar, por primera vez la muerte estaba sintiendo miedo y el no poder cruzar palabra con Rebeca sería terrible, su esperanza estaba terminando y se tendría que conformar con seguir mirándola en la penumbra, en el silencio de su habitación mientras dormía, sin poder tocarla, sin poder ver sus ojos grises y lo más tristes sin ser jamás escuchada. 

El rostro de la muerte reflejaba miedo y nerviosa comenzó a mirar los libros en las estanterías, pero en está ocasión tenía un punto a su favor, Rebeca le había mirado por unos instantes y de nuevo se cohibió fingiendo buscar algo, la muerte dio un suspiro (un gesto que jamás había hecho) y bajo la cabeza dándose por vencida, sólo se había hecho ilusiones, aquello de cruzar unas palabras con una persona era más difícil de lo que pensó y planeo.

Nunca había deseado acercarse a nadie como quería hacerlo con Rebeca, haberse hecho visible, nunca lo hizo y jamás tuvo contacto con las personas fingiendo ser un humano, el único acercamiento que tenía con ellos era cuando iba a por sus vidas. Acercarse a alguien era su primera vez, tenía miedo y mucha inseguridad, lo único en que era experta era en recoger vidas y eso lo hacía muy bien, era toda una larga existencia haciéndolo, allí no tenía que cruzar palabras con nadie, ni tratar de ser amigable o de caer bien porque esa era su labor.

 La muerte por perderse en sus pensamientos sin querer tiro un libro grande y pesado de la estantería, cayendo al suelo  estrepitosamente llamando la atención de Rebeca que miró aquel rostro, que se encontraba sumido en pensamientos, con un semblante melancólico difícil de oocultar, la muerte levantó la vista y se encontró con aquellos ojos grises y su semblante cambio, fue como si le hubiesen dado el mejor regalo de toda su vida, como si viera por primera vez el amanecer o el sol salir por el horizonte, la muerte sonrió con tal facilidad que hasta ella misma se sorprendió ya que nunca lo había hecho, pero su cuerpo se había llenado de cierta emoción y adrenalina que le era difícil de controlar, le era tan raro que se sentía extraña.

- Lo siento – se disculpó la muerte apenada recogiendo el libro, para poco después acercarse al mostrador para pagar el libro.

- No pasa nada – respondió Rebeca sonriéndole un poco – ¿te lo llevarás por que te gusta? O  ¿por que lo tiraste y te sientes comprometida?  

- Bueno me….me llamó la atención – dijo titubeando por los nervios sin dejar de mirarla – se ve interesante – metió la mano dentro del bolsillo de sus jeans y saco un billete para pagar.

- Entonces si es así, déjame decirte que lo he leído y me gustó mucho. Yo lo tengo.

- ¿Te gusta leer?

- Si, me gusta mucho leer y ahora tengo mucho tiempo para hacerlo.

- Entonces, cuando terminé de leer este libró, vendré de nuevo para que tú me recomiendes otro.

- Si, por supuesto – dijo Rebeca metiendo el libro en una bolsa de papel y también echando un separador – hasta la próxima.

-Hasta la próxima.

La muerte salió sonriente por haber cruzado por primera vez palabras con Rebeca, una vez fuera de la librería se detuvo a mirar con detalle el libro que compró, era una novela romántica y pensó que si a Rebeca le había gustado seguramente y sin ninguna duda a ella también le gustaría. Ella nunca había leído un libro o algo más que los simples letreros de algunas marquesinas y eso de refilon, pero en su existencia no había hecho más que ir de un lado a otro sin detenerse a nada más que recoger vidas.

 Por la noche la muerte llegó al cuarto de Rebeca quien ya dormía, se acercó hasta su cama y la miró dormir, sabía que no podía estar tan cerca de Rebeca porque su frío le incomodaría, pero se permitió estar un poco cerca de ella unos momentos, Rebeca le era tan frágil a su vista, que dentro de ella sentía algo especial, tenía emociones y sensaciones, le estaba gustando descubrir sus emociones y sentirte así, mucho. Luego de contemplarla dormir unos momentos la muerte se alejo de ella, se situo cerca de la puerta que daba al baño, de la nada saco el libro que había comprado, lo abrió y comenzó a leerlo en voz alta sólo para Rebeca, sin saber si ella la escucharía dentro de sus sueños.

- Jamás nunca nadie me había impresionado tanto como ella, sólo mire sus ojos y me fascinaron – leyó y se sintió identificada.

La muerte al ir leyendo se iba interesando cada vez más en el libro, si por ella fuera y pudiera, hubiera leído toda la noche, pero tenía que hacer su deber, pero aún así leyó un poco más y cuando se marchó dejó a Rebeca en un lindo sueño, ni más ni menos ella soñaba con lo que la muerte le había leído, Rebeca se soñaba ella misma enamorada, tomada de la mano de alguien a quien no le miraba el rostro, sólo le lograba ver los brazos y las piernas, su imagen era borrosa pero ella se sentía feliz y cómoda a su lado, porque dentro de ese sueño sabía que lo conocía y tenía una conexión con esa persona.

 Al día siguiente Rebeca amaneció de buen humor, hasta parecía animada, algo que hacía semanas no ocurría en su estado actual, su familia se dio cuenta de que su semblante era mejor que días pasados y la muerte desde aquella noche regreso a leer aquél libro y  de esa manera ambas disfrutaron de la lectura de distintas maneras.

La muerte ahora estaba completamente enamorada de Rebeca, aunque ella no sabía definir exactamente ese agradable sentimiento que la recorría por dentro, pero que lo venía descubriendo gracias al libro que leía cada noche, le gustaba sentirse así, sentirse como nunca antes se había sentido. Pensaba a Rebeca todo el tiempo, su mente se había llenado de tonos grises como los ojos de Rebeca y a la vez de otros colores, ya no era solo negro, ahora sentía que podía mirar cada detalle de los lugares que iba y sobre todo sentir que su existencia no era tan triste y solitaria como la había sentido desde siempre.

Terminó de leerle el libro a Rebeca y está vez la muerte no dudo en ir de nuevo a la librería para comprar otro, pero en esta ocasión el pequeño lugar parecía casi lleno con las personas que se encontraban allí mirando los libros, trató de entrar sin llamar mucho la atención, no quería la mirada de todos sobre de ella, pero fue imposible de que no la notarán, tenía un aura demasiado misteriosa, su belleza parecía ser fuera del mundo terrenal y la forma sigilosa en que se movía era aún más llamativa y la muerte sólo quería la mirada de una sola persona y esa era la de Rebeca, pero cuando se acercó al mostrador no estaba, sólo se encontraba el empleado atendiendo a unos clientes y  la muerte sintió cierta desilusión.

-¡Hola! – le saludo una dulce voz a la muerte por detrás de la espalda y se giró para mirar a la persona que siempre ansiaba ver.

-¡Hola! – le respondió mostrándole una sonrisa sincera y sin esfuerzo, feliz por verla y tenerla tan de frente.

Rebeca sintió empatía y confianza con aquella mujer que no conocía, solo habían bastado unas cuantas palabras para que sintiera su amabilidad, también podía ver que su mirada era franca y no mostraba compasión hacia ella como algunas otras personas que le miraban, ella le miraba diferente, casi podía jurar que había cierta fascinación en su mirada cada que la veía.

-¿Ya terminaste de leer el libro? ¿Qué tal te pareció? – le preguntó Rebeca con entusiasmo.

- Ya lo terminé y me gustó mucho. He venido por otro, quizás tu puedas recomendarme uno.

-¡Por supuesto que si! – y se encaminó hacia uno de los estantes que estaban a la izquierda –  ¿qué buscas? ¿Algo parecido?

- Cre… Cre… creo que si – tartamudeo un poco – o tal vez uno que te guste a ti, que te llame la atención – Rebeca le sonrió y la muerte no pudo evitar preguntarle su nombre aunque ya lo supiera – ¿Cómo te llamas?

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