Capitulo 2

Sin duda los síntomas del vómito eran una de las otras tantas causas que conllevaba el tratamiento contra el cáncer, había todavía aún más cosas que podrían pasarle a Rebeca como que le diera diarrea o bien se estriñera, su cuerpo se sentiría cansado y debería descansar, sí, pero tampoco debía de pasar todo el tiempo en cama, el paciente debía de tener una vida lo más normal que pudiera y que realizará sus actividades del diario a lo permitido físicamente. También debía de comer bien y saludable, beber agua más de dos litros, no salir demasiado al sol, ni comer cosas demasiado dulces, evitar las cosas irritantes y con demasiadas grasas.

Cuando Rebeca despertó de sus siesta se sintió un poco mejor, se levantó de la cama y salió de su habitación en busca de su familia a quien encontró reunidos en la mesa, su madre estaba sirviendo la cena, eran las siete de la noche pero Rebeca no sintió hambre, es más evito rondar mucho el comedor, ya que el olor de la comida le estaba comenzando a revolver el estómago otra vez. 

-¿Vas a comer? – le preguntaron todos al unísono, Rebeca y el resto de su familia sonrió al escuchar el perfecto coro de voces.

-En realidad no tengo nada de hambre, incluso oler lo que están a punto de comer me esta causando náuseas.

-De acuerdo – dijo su padre – no te obligaremos a comer, pero promete que comerás un poco más tarde, cuando te de hambre.

-Lo prometo.

Augusto como el buen padre que era había leído todas las hojas de información sobre los efectos secundarios de la quimioterapia y recomendaciones que el oncólogo le había dado a su mujer y una  de esas recomendaciones era de que no se debía obligar a comer al paciente, que era un procesó normal pero que cuando tuviera hambre debía comer y aprovechara el momento en que su cuerpo pedía alimento, beber agua y descansar, pero también hacer su vida diaria lo más normal posible.

Pero Rebeca no comió esa noche, pues las náuseas regresaron y tuvo que correr al baño para devolver el estómago, sin duda esto de ir al baño se estaba volviendo demasiado fastidioso para ella, ya que debía de aplicar lejía al baño cada que terminaba de usarlo, así fuera hacer pis o defecar. También debía de lavar su boca cada que vomitaba, a pesar de tener unas semanas de tener ese proceso ya se le estaba haciendo tedioso. Cuando sintió que las náuseas pasaron salió de su habitación una vez que limpió debidamente el baño, su familia le esperaba en la sala donde trataban de mirar televisión, su madre era la única que no se había podido sentar, puesto que espero fuera de la habitación de Rebeca por si no escuchaba sus movimientos, pero al cabo de unos minutos al escuchar sus pasos que se aproximaban a la puerta se alejo de prisa, dado a qué Rebeca le pidió le dejara sola, que no tenía porque ver aquello.

-¿Ya no tienes más náuseas? – le pregunto su madre.

-No, solo quiero ir a dormir.

-Entonces ve cariño – le dijo su madre acercándose a Rebeca para abrazarla y darle un beso en la mejilla – descansa mi cielo.

Y como acostumbraba fue a darle un beso a su padre y este le devolvió el beso y la envolvió en un fuerte abrazo, Rebeca dio un largo suspiro cuándo estuvo sola en su cuarto, se desnudo y se dio una rápida ducha, para después ponerse la pijama y meterse a la cama, quedándose dormida enseguida. Lo que no supo Rebeca fue que sus padres entraron a verla poco después de que se durmiera, para asegurarse de qué no se encontraba mal y esa era una rutina diaria que Augusto y Carolina habían adoptado tras la primera quimioterapia de su hija.

 Después de unas semanas ahora Rebeca lucía más delgada, era visible su pérdida de peso,  debido a que los vomitos la sorprendían tanto de noche como de día, como su complexión era media su desmejora era notable, la ropa le había comenzado a quedar grande, los pantalones se le caían y comía poco, comía casi como un pajarito y otras prefería no comer porque simplemente no tenía apetito.

 Se le miraba triste, decaída, sin ánimos, pero la instaban a que fuera a atender la librería cuando miraban que ya había pasado demasiado tiempo en cama, aquello no era bueno para Rebeca, podían entender su fatiga y el cambio brusco que sufrió su vida, pero debía de seguir adelante haciendo su vida y Rebeca con paso cansino se dirigía a la puerta que daba al mostrador de la  librería, siendo ahí el único lugar donde se distraía un poco hasta que se sentía demasiado cansada para seguir de pie o sentada y se iba a dormir o bien se marchaba cuando sentía náuseas.

 Sus amigas habían dejado de visitarle por que la mayoría de ellas tenían novio y obviamente preferían pasar el tiempo con ellos que ir a visitarla, en el fondo Rebeca tampoco quería que la vieran en ese estado, se sentía insegura y todos lo notaban sobre todo cuando no quería salir de la cama, algo que ocurría muy seguido. Tampoco le enviaban mensajes y ella tampoco iniciaba un chat ya que las pláticas solían ser breves y respondían a sus mensajes pasadas más de dos horas y para Rebeca eso significaba que no tenían el menor interés en responder, así que en un arranque de odio contra el mundo borro los contactos de sus “amigas” entre comillas,  pensando en que no las necesitaba, que no eran en realidad sus amigas, que quizás solo habían sido compañeras de estudio y nada más.

 Rebeca y su madre llegaron a casa luego que recibiera otro tratamiento de quimioterapia, la cuál tendría que recibir por seis meses una dos veces al mes, Rebeca no había abierto la boca para nada luego de que saliera del hospital, se sentía débil, cansada, sólo quería ir a su cama y dormir, porque sabía que después de que despertara de su siesta pasaría un buen rato en el baño, para después de aquello salir de su habitación para ver a su familia que como siempre la miraría con ojos de preocupación al negarse a comer como lo venía haciendo últimamente, pero es que a ella no se le apetecía, nada le apetecía, tan solo quería dormir.

La muerte siguió por todo el mundo recogiendo vidas, pero por primera vez tenía algo más en su pensamiento. La muerte pensaba y recordaba aquellos ojos grises y se preguntó el ¿por qué? Si durante toda su existencia nunca nadie obtuvo su atención, había mirado muchos rostros y ojos pero ¿por qué ahora se había quedado con la imagen de aquella joven mujer en su memoria? Muy en el fondo de ella deseaba ver esos ojos de nuevo y por eso volvió a pasar por la mismo pasillo al día siguiente, tenía que recoger algunas vidas y sobre todo ansiaba verla a ella, recorrió el pasillo de arriba a bajo en su búsqueda pero no la encontró, entonces obsesionada por verla recorrió todo el lugar velozmente inundando de aire frío cada estancia por la que pasaba pero no la encontró en ninguna parte, la muerte experimento por primera vez algo más que monotonía en sus emociones, una especie de desazón y de cierta amargura la embargo, pero la muerte no sabía lo que experimentaba, creyó que aquél día algo andaba mal con ella y sin más preámbulo abandono el hospital para continuar con su rutina.

La muerte no sabía de enfermedades, música, arte, dolor o de artistas famosos, ella era ignorante de todo, miraba y escuchaba pero no les prestaba atención, pues su labor no le permitía mirar más que su lista y a las personas que debía de arrebatar su último respiro, pero en esa ocasión se había tomado unos segundos para buscarla, al fin y al cabo le estaba otorgando a esa persona la oportunidad de seguir en la tierra unos segundos más, sin duda la muerte era como la lotería, porque no sabías cuando te iba a tocar, pero sin duda era la más segura, porque es la que al final nos espera a todos y esa era la muerte.

Todos en este mundo lloran la pérdida del ser querido y temían el día en que la muerte llegara a por ellos, pero celebraban la vida de un recién nacido con felicidad, sin embargo existir sobre la faz de tierra conllevaba a esas dos etapas en la vida del ser humano, nacer y morir, ese era el ciclo de cada ser vivo, todos llevabamos el mismo destino el cuál era dejar de existir, nadie se salvaba, así como ni la muerte misma se estaba salvando de sentirse atraída hacia un ser de los que ella les robaba el último aliento, la muerte había visto algo mucho más que un ser vivo y mortal en aquella mujer de ojos grises, no sabía porque quería volver a verla, nunca alguien le había parecido lo suficientemente hermoso como los paisajes de la naturaleza, sin embargo la joven de ojos grises había sido lo mas hermoso de aquel horrendo lugar en el cuál había dolor, sufrimiento, angustia y miedo, este sentimiento era el único que la muerte sabía reconocer en el rostro de las personas, pero ella jamás lo había experimentado.

Tan solo bastaron unos segundos al observarla para que la muerte deseara volver a ver a la jóven de ojos grises y desde aquel momento la muerte hizo la costumbre de pasar por esa área aunque no fuera necesario, recorrer el pasillo donde vio aquellos ojos, pero cada día sufría cierta desazón en su interior, una sensación que desconocía por no saber de sentimientos y emociones, pero que sin embargo no estaría muy lejos de comenzar a conocer, porque la muerte había quedado prendida de aquellos ojos y de aquel rostro que le recordaba a los querubines del cielo.

Luego de algunos días, en una mañana de lluvia la muerte miró de nuevo aquellos ojos grises con el dulce rostro que los portaban, en esta ocasión su rostro era triste, melancólico y para la muerte este rostro también llamó su atención, ya que no tenía idea de cuál era el estado de ánimo de la jóven, una mañana lo miró de un modo y aquél día lo miraba diferente. La muerte sintió cosas que nunca había sentido en toda su larga existencia y la contemplo por un largo momento, asombrándose así misma por la pausa que se estaba otorgando, era la primera más larga desde su existencia. 

Mientras la muerte la obserava sin culpas, miró lo que hacía con ella una enfermera sobre su brazo, parecía que le hacía daño y era algo muy raro para la muerte, cuando la enfermera la dejo en paz, Rebeca hecho la cabeza hacia atrás acomodándola en el respaldó del sillón y luego fijo su vista justo donde estaba la muerte, quién sintió que la habían mirado por primera vez tal y cómo era, y esto la hizo sentir de nuevo extraña, lo que la muerte no supo es que lo que sintió fue felicidad y miedo, porque en cuánto los ojos grises de Rebeca la miraron se fue.

Y desde ese momento, a pesar de haberse asustado de haber coincidido con la mirada de Rebeca, la muerte quería saber el paradero de aquél bello querubín y no para arrebatarle la vida, sino para mirarla a escondidas en su único y absoluto silencio de siempre.

 Durante toda su existencia jamás había abierto la boca, no sabía si tenía voz o si sabía hablar, nunca intentó hablar con nadie siempre estaba sola, se limitaba a escuchar al superior que le hablaba, ella sólo miraba como los vivos y los Ángeles vivían en compañía, sonreían y parecían ser felices, la muerte se resignó a su soledad, a ser quien era, a ser el único ser que causaba miedo entre los mortales, además ¿qué tenía ella para ofrecer? No tenía nada, sólo la velocidad y el silbido del viento o el murmullo de las personas al pasar a gran velocidad junto a ellas, y por primera vez pensaba en algo mas que solo ir a por vidas, era raro pero parecía que iba más lento mientras su mente dibagaba en pensamientos de si misma y en Rebeca, era como si pensar en la joven de los ojos grises le robara velocidad.

Rebeca fue directo a su cama a penas llegar de su tratamiento, se sentía más cansada que la última vez además de que ahora estaba calva, ya que apenas salir de su quimioterapia pidió a su madre la llevará a una estética para que le terminaran de quitar los pocos cabellos que tenía sobre la cabeza, sus cabellos habían comenzado a caer día tras día y de a poco cada que se peinaba por las mañanas y después a la hora de ducharse, haciendo que su cabeza pareciera que la habían trazquilado de mala gana con una tijera. 

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