Capítulo 03: Censo

No hay números, no hay letras, codificamos nuestra existencia a la ciencia humana para hacerla comprensible... – Lucy

Capítulo 3: Censo

Christopher se volvió a despertar empapado de sudor y con un fuerte dolor de cabeza. Colocó sus manos sobre esta, masajeándola lentamente, y con un suspiro se preguntó, pensando en que era la quinta vez que tenía aquella pesadilla. No continuaba, sino que repetía los mismos hechos, una y otra vez. Deja Vu...

—¿Qué significará todo esto? —Había fastidio en su voz.

Caminó hasta el baño para lavar sus dientes y tomar una ducha. Observó su rostro en el espejo del lavamanos, ya menos adormecido, buscando algunas sombras oscuras debajo de sus ojos. Pero no había nada. No entendía como aquello era posible, pues no creía que estuviera descansando del todo últimamente y sus dolores de cabeza habían aumentado. Sin embargo, en su semblante no parecía haber problema alguno.

—Todo está bien, Christopher, todo está bien. Solo fue un sueño —se repitió lo mismo de siempre cuando tenía sueños como aquellos. Tan... bueno, ya sabes, realistas.

En verdad era extraño, pues las veces en la que había salido de fiestas a escondidas o se había trasnochado por algún videojuego, su aliento y su aspecto lo delataban por completo. Pero ahora parecía que eso no estaba pasando. Era algo bueno, pero ¿a qué costo? En verdad prefería cambiar todo aquello por el dolor de cabeza a reventar que sentía en ese momento.

Al colocarse la franela y un mono de pijama, decidió bajar hasta la cocina que, de no haber sido por lo mal que se sentía, hubiera degustado del olor que esta desprendía: Panqueques con miel.

Atravesó el comedor y observó el famoso envase de pastillas con un vaso de agua a su lado, y una pequeña nota sobre el mesón, con la indescriptible letra de su madre:

"Fui hacer unas compras. Te dejé la pastilla en la mesa, pues ayer no te la tomaste y me imagino que has amanecido con un terrible dolor de cabeza, como en estos últimos días. Tómatela, y por favor, levanta a tu hermana y recoge el periódico. Nos vemos más tarde y espero no salgas de la casa. La situación actual es terrible. Solo observa las noticias y date cuenta."

Dejó la nota en donde la había conseguido y no dudó en tomar la pastilla. Su madre sí que le conocía. Sonrió fugazmente.

A decir verdad, desde que Christopher tenía uso de razón, siempre había sufrido de dolores de cabeza, solo que parecían frecuentarse más en estas últimas semanas, y el dolor estaba siendo insoportable. De hecho, cuando era pequeño  su padre le inyectaba algunos sueros para aliviar sus dolores. No sabía exactamente si se trataba del famoso Profenid, pero lo que si sabía es que funcionaban muy bien. Bueno, antes de que este simplemente les abandonara. Por esto llegó a creer que ese había sido el motivo por el que su padre había abandonado la casa y a ellos. Se sentía culpable por eso.

Por otra parte, esto también había aumentado desde que comenzó el inicio de su adolescencia, motivo por el que le llevaron a diferentes consultas médicas. Muchos de los médicos habían pensado que podría tratarse de un tumor cerebral; sin embargo, ante las numerosas pruebas hechas, todo había salido perfectamente bien. Y no obstante, era por ello, que trimestralmente le asignaron un tratamiento especial, solo para que no despertara con ese terrible dolor. Pero a veces olvidaba que tenía que cumplirlo al pie de la letra.

Fue a tomar el periódico, y al abrir la puerta, el viento se apresuró a entrar. Era suave y frío, como si de una caricia mortal se tratara. Ante el escalofrío que sintió, miró un par de veces hacia la calle y el resto de las casas, pero todo estaba más silencioso y solitario de lo que acostumbraba a estar. No pudo evitar mirar el bosque que se asomaba más allá del asfalto, pasando la calle.

Tomó el periódico del corredor y nuevamente se internalizó de forma automática para dejar el periódico sobre el comedor y correr hacia las escaleras en dirección al cuarto de su hermana. Tocó tres veces de forma estruendosa. Sabía que eso le molestaba, pero le fascinaba molestarla.

—¡Ya te escuché, pichón de bestia! —Vociferó obstinada, a lo que él soltó una pequeña risa maliciosa.

Había cumplido con su objetivo.

Bajó nuevamente para ir hasta la cocina otra vez, y como tenía por costumbre, comenzó a desayunar mientras leía el periódico, pasando por alto lo que poco le importaba, pero por poco omitía la gran noticia del día que decía: "CENSO DE EMERGENCIA". Y aunque no la leyó, pues había escuchado de que harían aquello hace unos meses para una evaluación de salud nacional y porque quería alejarse de todo lo que lo relacionara con los sueños o pesadillas que estaba teniendo, no pasó por alto la amplia nota de color rojo que disfrutó mucho más: "NO HABRÍAN CLASES EN TODA LA REGIÓN DE VANCOUVER POR EL CENSO, HASTA NUEVO AVISO".

—¡Genial! —Esta vez sí sonrió como se esperaba cuando te dan la noticia de que no había clases.

Lo único poco divertido, es que no había mucho qué hacer pues muchos lugares estaban restringidos y los padres parecían estar haciendo acoso y seguimiento a sus hijos para que no salieran de casa. Algo que parecía funcionar muy bien pues ellos estaban de permiso laboral también.

Sin embargo, su objetivo real de tomar el periódico eran los crucigramas y pasatiempos que solo los hacía mientras comía.

Al terminar, fue hasta la sala para encender el televisor, en donde vio y escuchó a una hermosa reportera anunciar:

"Hoy a las 8:00 A.M. comenzará un censo de diagnóstico. Como todos han escuchado, se corre la propagación de un VIRUS con la capacidad de alterar el código genético, y, según la afirmación de varios especialistas, aquellos que posean el virus deberán pasar por cuarentena hasta su pronta recuperación. Luego de esto serán devueltos a sus hogares. Todo sea por el bienestar público del país..."

—Pensé que no era algo tan importante —susurró más para sí mismo, viendo aquellas imágenes bastante deplorables en el que se mostraban familias llorando, personas muertas que eran sacada de sus hogares en plásticos oscuros y agentes que entraban con trajes especiales de color blanco, como si se tratara de una plaga de ébola que buscaría matar a todos o aniquilarlos a lo muy Resident Evil.

—Creo que debería ponerme hacer otra cosa —añadió, con una mueca desagradable por las imágenes. No esperaba que hubiera muertos.

Iba apagar el televisor, cuando observó en aquellos trajes la identificación de FACTORY sobre sus pechos. Achinó sus ojos por la curiosidad, cuando los pasos de su hermana detrás de él llamaron su atención.

—He llamado hace un momento a Paper —el rostro de ella reflejaba confusión y extrañeza—. Me ha dicho que no habrá clases por causa de un censo ¿Es cierto?

Christopher iba a responder seriamente, pero al ver a su hermana bastante desaliñada —pues estaba aún en pijamas, con el cabello alborotado, y había rastros de que tan siquiera se había lavado la cara—, sonrió con malicia.

—Hace un rato estaba escuchando sobre ello —señaló con su pulgar al televisor—. El periódico también lo ha informado por si lo quieres leer... solo se trata de un censo que busca hacer una estadística para ver quien es un fenómeno y quién no.

Ella frunció el ceño y respondió, ahora malhumorada.

—No les digas fenómenos, Christopher, solo es algo en el ambiente... pobres... —afirmó compadecida, viendo las imágenes que Christopher recientemente había visto, pero con un rostro trágico.

Christopher miró una vez más el televisor, y añadió sin más.

—Creo que si te vieran ahora también te llevarían, Ransell.

—¡Cállate pichón de bestia! —soltó ella con una mueca en su expresión, para preguntar una vez más.

—¿Y qué harás hoy?

—Comenzaré hacer mi proyecto vacacional. Debo hacer un video propio para la clase de "desarrollo personal" ¿y tú que harás?

Aquello era una pregunta, más bien para saber que tenía pensado hacer, en lo que parecía ser un día aburrido. No le interesaba del todo, pero aquella sensación de que en un momento podía perderla se mantenía presente desde que comenzó con aquella pesadilla.

Volvió a mirarla. Ahora que la detallaba más, notaba que su color de cabello era igual que el suyo: de un castaño claro; sus ojos eran de color marrón, mientras que los de él eran aceitunados; a pesar de la edad que tenían, ambos gozaban de buena apariencia física; quizás era porque ella hacía estrictas dietas y él practicaba fútbol de vez en cuando. No era el mejor jugando, pero tampoco el peor, y con eso se conformaba. Además, ella no hacía tales dietas con un fin vano, sino que parecía obsesionada con el bienestar corporal.

Ransell, era menor por tan solo dos años, pero Christopher la consideraba lo bastante madura para su edad. Tanto, que podían tener una buena conversación de hermanos cuando se lo proponían. Aunque todo se arruinaba cuando ella sacaba a la conversación a su amiga, Paper, pues estaba enamorada desde muy pequeña de él. Y claro, por su parte, se sentía igual de interesado por ella que el borrador de pizarra del salón de su escuela. O sea, nada de nada.

En realidad, solo una cosa le obsesionaba: Y era convertirse en un famoso científico como su padre. Solo eso.

Y aunque no le gustaba pensar demasiado en por qué quería convertirse en la misma profesión que el hombre que los abandonó, puesto que no tenía respuesta para ello, se limitaba en hacer más y pensar menos  para sentirse satisfecho.

Su hermana, quien tenía el celular en su mano derecha mientras lo revisaba, sonrió y respondió entretenida:

—Me quedaré también haciendo unos deberes del colegio, pero... acaban de darme muchas ganas de ir a casa de Paper... —hubo un silencio, y en ese tiempo su cara de diversión pasó a la de una mueca dolorosa por contracciones estomacales—...¡Pero mi madre acaba de arruinarme el día libre!

—¿Mi madre o el censo? —replicó divertido.

Si acertaba bien, era obvio que ella le habría dicho que no saliera de la casa. Si se lo dijo a él, también lo haría con ella.

—¡Ambos! —afirmó ella con un grito.

—Eras tú quien defendía el censo, Santa María Calcuta.

—¡Cállate, Christopher o juro que haré de tu día el peor! —gritó, enviándole una mirada asesina a su hermano.

Christopher se hizo el ofendido. Y eso fue suficiente para que ella corriera a la cocina y de allí nuevamente a su habitación.

—¡Estaré en mi cuarto por si me necesitas! ¡Y eso es solo si estás en peligro de muerte, pichón de bestia! —soltó mientras se internaba en el cuarto.

—¡Solo ve a comer primero, niña! —gritó Christopher devuelta, escuchando el portazo de la puerta.

Sí que se había molestado. Suspiró... sabía que comería en el cuarto y era algo que su madre odiaba. Chasqueó los dientes fastidiado, y solo se levantó, apagando el televisor para ir hasta su cuarto, en donde encendió la portátil, y activando la cámara, comenzó a grabar el proyecto:

—Soy Christopher Notherway, y esta es mi grabación para la clase de Desarrollo Personal. Como muchos ya saben, tengo 17 años de edad y estudio actualmente en el último año del instituto. Dentro de mis ambiciones está el poder entrar en la Universidad de Harvard y poder estudiar ciencias en el área de biotecnología, ya que mi padre ha trabajado en ese campo... —suspiró pensando en las veces que había visto a su padre trabajar, y con una expresión algo entristecido, añadió— ...aunque llevo muchos años sin saber de él —Hubo un silencio mientras tragaba grueso, sin entender porque aún le seguía afectando aquello después de tanto años, pero solo continuó, sabiendo que debía editar luego el video.

—Comencé el proyecto hoy el 01 de octubre del 2030. Y sí... es la misma fecha del día del censo nacional por parte del "Virus T" —soltó una risa, pues parecía que no podía dejar el Friki que era—. Es broma, no creo que luego aparezcan zombis trayendo una destrucción total, donde nos convirtamos en una película real de Resident Evil... —se carcajeó otra vez ante la idea, pues si lo pensaba bien, le había  parecido algo genial y épico—... Bueno, supuestamente existe una organización que se está encargando de todos estos problemas para el bienestar de la nación, así como de aquellas personas genéticamente afectadas. —arrugó la cara por ello, pues haber visto quienes eran exactamente y acompañado de los recuerdos de sus pesadillas le hizo dudar un poco—. Al menos eso es lo que ellos dicen —afirmó—. Vivo actualmente en Vancouver, Canadá, con mi madre Jean Lutter y mi hermana Ransell Notherway de 15 años de edad. Mi madre trabaja como vicepresidenta de una empresa publicitaria, mientras que mi hermana cursa el cuarto año de secundaria. Su mejor amiga es Paper Sánchez y mi mejor amigo es Mathew Craw...

Iba a continuar cuando fue interrumpido al escuchar el timbre de la puerta de la entrada, iba a dejar que Ransell abriera, pero la insistencia de aquello le hizo perder la paciencia. Y colocando sus ojos en blanco, solo agregó:

—...bueno, creo que seguiré en otro momento.

Pausó el vídeo y corrió para abrir la puerta.

Arrugó su frente cuando lo primero que vio fue a dos agentes de la organización del censo, FACTORY. Verlos, le fue imposible recordar las imágenes de la noche anterior y de las otras noches anteriores a esa. También, recordó incluso que él había leído y escuchado rumores de que trabajan con la CIA.

La apariencia de estos era parecida a los uniformes de "Hombres de Negro" en ese momento, solo que se veían menos geniales que ellos. Además de que el tono con el que hablaban siempre era de superioridad y eso le molestaba precisamente.

Pero lo peor fue, cuando uno de ellos colocó una mano sobre el pecho de Christopher para que diera unos pasos hacia atrás. Estos entraron sin previo consentimiento al vestíbulo.

¿Pero qué se creían para entrar así en una casa?

El desconcierto y la ira de Christopher eran notorios en ese instante.

—¿No les enseñaron que debían esperar ser invitados en una casa para poder entrar en esta? —una ironía poco disimulada estaba en su voz, mientras apartaba la mano de encima de aquel que le había empujado.

—Será mejor que cooperes, chico —dijo aquel hombre que se quitaba sus gafas para verlo con detenimiento.

¿Buscaba intimidarlo?

Es que Christopher no podía creer lo que veía ¿Qué ocurría con ellos? Se preguntó. Y la idea de golpear a esos idiotas para sacarlos de su casa se hizo realmente tentadora.

—¿Cuántas personas viven aquí? —preguntó el otro agente de forma tan tajante, que Christopher estaba seguro que Ransell le trataba con más amor.

Sin embargo, el hombre no parecía esperar una respuesta, pues rebuscaba con su vista cualquier cosa de la casa, y con una expresión de asco, como si se tratara de un lugar lleno de Covid-19.

¿Qué buscaban exactamente?

—Somos tres, pero solo nos encontramos dos —respondió con amargura, lamentando haber tenido que dar aquella información puesto que no era seguro decirlo.

Sin embargo, sus ojos no dejaban de seguir a ambos agentes con cuidado, por si intentaban hacer algo extraño.

—¿Quién falta? —preguntó el que le había empujado.

—Mi madre... —agregó, pero no había terminado de oír la frase cuando escuchó:

—No, aquí estoy...

Christopher miró hacia la puerta, viéndola llegar. Su cabellera larga junto a sus ojos de color verde, era lo que más llamaba la atención y lo que le daba un aire imponente, que poco se veía en una mujer de forma usual. Al menos que fuera una de las chicas fresas y populares del instituto.

El agente la observó detrás de él, ella colocó una gran sonrisa forzada, que lejos de tranquilizarle le puso más alerta. Y aunque se apartaron para dejarla pasar, la realidad de que eran más de dos se hizo presente, pues un tercer agente entró también sin previo aviso y dijo, sin retirar sus gafas oscuras.

—Está bien, solo queremos hacerles una serie de pruebas las cuales serán analizadas en nuestros laboratorios de alta tecnología para comprobar que, entre ustedes, no se encuentran ningún tipo de infección. Solo pedimos la mejor colaboración de parte de ustedes. ¿Podrían llamar al faltante de la familia?

Jean se puso tan pálida como el papel.

Al parecer, en verdad estaba temiendo sobre los sucesos del censo. Miró a Christopher intentando indicarle a través de su mirada que se quedara tranquilo y que no hiciera ninguna locura. Por lo que este solo asintió a regañadientes.

Era obvio que ella estaba más que molesta con aquellos sujetos al igual que él, pero era importante acatarles.

Los gritos de Jean, en su pesadilla, hicieron a Cristopher estremecerse allí. Pero nada podía pasar mal ¿O sí? Es decir, que él recordara, la ventana hecha añicos era la de su cuarto, no la de sala de estar.

—Sacrificios... —susurró, negando la posibilidad de la muerte de su mamá.

—¿Qué dijiste? —Preguntó Jean.

—Nada —respondió, disimulando la tontería de hablar en voz alta.

Fue cuestión de minutos para que Ransell se presentara, y con ello, la serie de análisis comenzaron: Lo primero que hicieron fue un análisis físico, la cual, al parecer, aprobaron todos puesto que la cara de alegría del médico relajó a los tres. Luego de ello, prosiguieron a tomarles muestras de sangre. Y al finalizar, colocaron una etiqueta en la puerta con la identificación de FACTORY que decía "Censada".

El portazo seguido cuando el último de los agentes salió, fue la verdadera tranquilidad para todos.

—No soporto a esa gente y sus aires de grandeza, y mucho menos en mi casa —vociferó fastidiada.

Aquello hizo reír a Christopher pues era ella quien le decía que no intentara hacer algo loco, pero la que parecía estar a punto de hacer una locura era ella.

¿Pero quién no admitiría que en casa somos los que gobernamos?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo