CAPÍTULO 3. LA OTRA CARA  

La conversación con Shawna, le había dejado a Lucila, una profunda tristeza, le gustaría hacer algo por ella, pensaba en encontrar una forma de ayudar a su amiga y a todas las chicas de su comunidad que quisieran emprender sus estudios, pero tuvieran esas limitantes, a veces era fácil encerrarse en una burbuja y no darse cuenta del sufrimiento y de las luchas de los demás. 

Le parecía contradictorio; aunque las gitanas eran muy independientes para algunas cosas, a la vez se dejaran imponer otras, o tal vez ella pensaba así porque no compartía sus costumbres, pero a sus ojos eso era una completa injusticia, la cual quería ayudar a combatir y estaba dispuesta a hacer todo lo posible para lograrlo, pensó mientras meditaba en una salida.

Otra de las situaciones intolerables para Lucia, era el hecho de que su amiga tenía prohibido enamorarse de alguien no gitano, porque su pueblo le daba suma importancia a la pureza de la sangre y por consiguiente a su linaje, por eso tenían prohibido las relaciones amorosas con personas no pertenecientes a la comunidad gitana.

Mientras hablaba con su amiga se había acostado en su cama solo con una toalla atada a la altura de su busto, otra en su cabello. Aún permanecía en esa posición meditabunda luego de cortar la llamada, cuando de repente escuchó un alboroto en la planta baja de su casa y sin pensarlo por un momento, bajó corriendo asustada para averiguar lo ocurrido.

Al llegar allí, se quedó al pie de la escalera, pudo observar a sus hermanos y a un par de primos, parados en el recibidor de la casa, mientras del lado opuesto se encontraba una muchacha llorando, un hombre con un semblante molesto la tomaba por uno de sus brazos y una señora observa a su familia con odio.

Escuchó a la chica reclamarle a su hermano Tommy .

—¡Eres un perro! Claro, como la familia Moonchild son una de las más poderosas en Richmond, se sienten con el derecho de hacer y deshacer.

« De verdad me siento tan decepcionada, me enfrenté a todos por ti, fui en contra de mis principios, creencias. Todo fue una mentira, no sé cómo pude enamorarme y entregarme a ti, fui una ilusa, tonta —señaló la joven con dolor, mientras las lágrimas recorrían descontroladamente su rostro.

— ¡Ya basta Jovanka! No te sigas rebajando frente a ellos. ¡Ven! No vale la pena, no lo necesitas, mejor vámonos —dijo el hombre hamaqueando a la mujer del brazo con rabia.

A Lucila le causaba mortificación ver a la chica tan desolada y a quienes la acompañaban con semblante de odio mezclado con tristeza, mientras sus familiares tenían el rostro pétreo, como si lo sucedido no les afectara ni les importara en absoluto. Sin detenerse a pensar en su aspecto, en la conveniencia de intervenir en un asunto desconocido, terminó de bajar las escaleras e intervino justo cuando los otros se estaban retirando.

—¡Alto! Nadie se va hasta no recibir una explicación ¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó con firmeza Lucila.

—Lucila ¿Qué haces aquí abajo y con ese aspecto? —la recriminó su madre, sin poder ocultar el miedo en su rostro y tratando de hacer desistir a la chica de estar allí

»Estas cosas no son aptas para una chica de su casa, como lo eres tú —enfatizó su madre con doble connotación, haciendo indirectamente alusión de que la otra joven no lo era y dejando ver en ese momento lo importante para ella de la presencia de su hija.

—Haz el favor y sube, esto no es asunto para ti —pronunció su hermano mayor Jayden con firmeza, pero Lucila no había nacido para aceptar de buen grado las órdenes de los demás y en ese momento salió a relucir su carácter endemoniado.

—Si su intención era evitar mi intervención, debieron abstenerse de hacer este escándalo. Cuando lo trajeron aquí y lo hablaron sin reservas en la puerta de mi casa, pasó a ser un asunto de mi interés y a todo a quien desee escucharlo  —ante las palabras de la jovencita todos permanecieron en silencio, porque no querían presenciar uno de los berrinches de Lucila.

« Ahora tengan la bondad de decirme ¿A qué se debe este escándalo? —y aunque exigía una explicación todos estaban reacios a dársela.

—Mon trésor, no te preocupes esto se trata de un asunto ya resuelto —expresó con ternura su padre, pero antes de ella poder hablar para debatirle, el hombre acompañante de la muchacha se le acercó.

—¡Ah maravilloso! Tenemos ante nuestra presencia a su majestad, la princesa de la familia Moonchild, y veo a todos muy empeñados en ocultarle la verdad para protegerla —se quedó en silencio por unos momentos y con un gesto burlesco continuó—. Entiendo ¿No quieren decirle la verdad? ¿Qué conozca el verdadero rostro de todos ustedes? —señaló el hombre con maldad acercándose a Lucila, quién inconscientemente retrocedió un poco ante su acercamiento.

—¿De qué verdad está hablando? —interrogó la chica exhibiendo un semblante de valentía, que en ese momento estaba lejos de sentir, porque la realidad estaba un poco intimidada con la actitud del hombre.

Como ninguno hizo amago de hablar, el hombre no tuvo ninguna consideración en hacerlo.

—Tu hermano Tommy sedujo a mi hermana, bajo engaño, jurándole amor, haciéndole falsas promesas como ustedes acostumbran —pronunció el hombre con rabia —logró se entregara a él. Ahora mi hermana está embarazada, tan  deshonrada como el resto de nuestra familia, porque él no quiere asumir la responsabilidad. Tus padres para resolver el problema y lavar su conciencia como siempre hacen los Moonchild, le dieron un jugoso cheque, ella se los rompió tirándoselos a la cara.

« ¡¿Ves esto?! —El hombre se inclinó y recogió los pedazos de papel regados en el suelo y los juntó en sus manos—, esto cuesta para tu hermano la vida de su hijo y para tus padres la de su nieto.

La jovencita tomó los trozos de papel extendida por el hombre, trató de juntarlos, su hermano Tommy trató de arrebatárselos, pero ella se opuso.

—¡Detente allí! —espetó furiosa.

—No es así Lucila, ¡Escúchame! —exclamó Tommy para persuadirla.

—No es necesario hacer eso hija, no te preocupes por esas cosas, no tienen importancia —rogó su madre.

Lucila era persistente, cuando tomaba una decisión, rara vez lograba cambiarla y mientras más trataban de hacerla desistir, más se empeñaba ella en unir los trozos. A los segundos, lo había logrado, comprobando la verdad en las palabras pronunciadas por el hombre.

—¡¿Por qué?! ¿Cómo se atreven a hacer esto? ¿Cómo reaccionarían si en vez de ella fuese yo la afectada? —pronunció decepcionada, entristecida, señalando a la joven, quien lloraba por la humillación y desprecio propinada por su familia, Mientras Lucila sentía su corazón doblemente herido por la chica y por la decepción de haber descubierto esa otra cara de su familia.

“Nadie puede llevar la máscara durante mucho tiempo.” Lucio Anneo Séneca.

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