Capítulo 3

—Señor Denti —carraspea 

—Estoy aquí, ¿dónde se encuentra? —miro hacia todos lados un tanto nerviosa.

—Estoy… por fuera de la cafetería se llama… 

—La he visto —y la llamada se termina. Me quedo mirando el móvil y no me puedo sentir peor. Mis ojos van hacia todos lados y justo detrás de mi escucho la voz rasposa tan conocida, solo que ahora mucho más intensa. 

—Señorita Moore —me giro en mis talones y alzo los ojos para encontrarme con un hombre mayor… pero en excelentes condiciones. Lleva un exquisito traje color azul. Su cabello peinado hacia atrás y puedo observar las entradas en su frente. Su nariz es un poco grande pero se ve bien en él. Es muy… atractivo. 

—Señor Denti —me apresuro a extender mi mano y él la toma. Siento un extraño revoloteo en mi barriga. Me parece que es por los nervios—. Bienvenido, por favor acompáñeme. 

Me libera de su agarre de forma repentina y le indico el camino hacia la salida. Trato de tranquilizarme y repaso las acciones que tengo que hacer, tengo que entablar una conversación.

—¿Su vuelo fue satisfactorio? —me mira de forma atenta mientras arrastra una maleta con su mano—. ¿Tiene más equipaje que recoger? 

Se detiene mirándome de forma fija. Sus ojos son sumamente oscuros.

—No, no tengo más equipaje —asiento y vuelvo a indicarle el camino. Salimos del aeropuerto y me encuentro con Joaquín en el mismo lugar. Le dedico una sonrisa nerviosa mientras trago saliva.

—Señor Denti, buenas noches —mi jefe solo asiente y se detiene antes de subir. 

—Usted primero —asiento rápidamente y me adentro en el auto. Me coloco en el otro extremo y miro como Joaquín cierra la puerta. El silencio me parece tormentoso.

—¿Quiere ir directo a su casa? —me mira de nuevo de forma fija y por poco siento que me desubico. 

—Quiero ir a cenar —asiento y siento como Joaquín se adentra al auto. 

—¿Algún restaurante en especial? —su semblante es tan inexpresivo que me asusta, pero eso solo aumenta su masculinidad. 

—Elija usted. Hace tiempo que no estoy por aquí —le dedico una sonrisa rápida y me inclino hacia Joaquín.

—¿Joaquín sería tan amable de llevarnos a Paco’s? —el chofer asiente y comienza a conducir. Trago saliva y me giro un poco hacia la ventana. Mi móvil suena y miro que es Paulino.

—Hola —escucho música en el fondo.

—No me dijiste que irías por él —carraspeo 

—Señor, no creí que fuera un problema —suspira

—No te preocupes Jenna, solo… si se pone pesado llámame —frunzo el ceño.

—Gracias —y termino la llamada. ¿A qué se refiere?

—Era Paulino, ¿No es así? —su voz me sobresalta, lo miro con los ojos bien abiertos y le dedico una sonrisa.

—Sí señor, solo quería saber si estaba bien y…

—Quiso prevenirte… —bufa—. Cree que no podré controlarme.

—No, señor —frunzo el ceño y miro como alza una ceja, cada vez me resulta inexplicablemente más atractivo. 

—No me quieras ver la cara de estúpido tú también Jenna —su tono me hace quedarme helada. Jamás se había dirigido a mí por mi nombre de pila.

—Jamás quise faltarle al respeto señor —asiente y desvía la mirada hacia la ventana.

El camino se me hace eterno y cuando por fin llegamos al restaurante Joaquín abre la puerta. El señor Denti sale del auto, sorprendentemente espera a que salga y me da su mano para ayudarme. El contacto de nuevo por poco me hace desfallecer. 

Caminamos hasta el lugar y saludo a la amable mujer de la recepción. 

—Señorita Jenna, que gusto verla —sonrío 

—Igualmente Isabella—contesto con una sonrisa. La mujer me mira y luego al señor Denti.

—¿Mesa para dos? —estoy a punto de contestar cuando el señor Denti se anticipa.

—Pues claro, ¿o es que no ve que estoy aquí? —abro la boca y la cierro de golpe. La mujer me mira con los ojos bien abiertos.

—Disculpe, yo no quise… 

—Sí quiso, ahora denos la mesa —me quedo como estatua al escuchar sus palabras. ¿A esto se refería Paulino?

Caminamos hasta una mesa casi en el centro del local. El señor Denti no se tardó en mostrar su descontento. 

Este es uno de mis restaurantes favoritos en la ciudad. Algunas de las cenas o comidas de negocios los hacemos aquí. Uno de los camareros, que la mayoría del tiempo me atiende, se acerca. 

—Señorita Jenna, que gusto verla, Señor, buenas noches —el hombre se inclina y nos otorga un par de cartas para después retirarse. 

—Es muy conocida en el lugar —dice con voz ronca.

—La mayoría de las juntas de trabajo se hacen aquí, la comida es deliciosa al igual que el servicio —bufa

—No estoy de acuerdo con lo del servicio —mis labios se juntan. Pero si ha sido él quien le ha faltado el respeto a la recepcionista—. ¿Qué me recomienda?

—¿Quiere que pida yo? —asiente y deja el menú en la mesa de forma despreocupada y llama al camarero.

—Vino, el mejor del local y que sea seco. Y… ¿se puede fumar aquí? —el camarero me mira y luego a él.

—No señor, una disculpa —Denti bufa y hace un ademán con la mano. Me apresuro a hacer el pedido, evitando los alimentos que sé que no son de su agrado y el amable camarero se retira apenado. 

—Espero que la comida sea buena —me remuevo incómoda.

—Señor lo siento, para mí es un excelente restaurante y…

—No se disculpe Jenna —aprieto mis labios de nuevo—. Y me animaré a decirle que es usted muy bella. 

—Gracias —mis ojos se abren y siento como mis mejillas se sonrojan.

—Después de trabajar para mí  ¿cuántos meses? 

—14 meses como su asistente —completo y él asiente frotándose la barba perfectamente afeitada. 

—14 meses, un trabajo incomparable, la felicito —asiento con una sonrisa enorme.

—Gracias señor —el camarero comienza a servir el vino de forma hábil. Se retira dejando la botella en una pequeña cubeta de lámina.

—Degústelo por favor —invita el señor Denti. Asiento y llevo la copa a mis labios. Doy un sorbo y lo seco del vino cala mi garganta. Sonrío.

—Es bueno —asiente

—Es perfecto —alza una ceja y empuja la copa a sus labios—. ¿Te pago bien? 

Lo repentino de su pregunta me hace sonreír, dejo la copa sobre la mesa. 

—Si señor —sus labios son una fina línea inexpresiva, asiente y justo en ese momento la comida llega. Deliciosas pastas preparadas con ingredientes orgánicos llenan mis fosas nasales. Es delicioso lo juro.

—Provecho —digo y él asiente. La cena transcurre en silencio. Me encantaría saber lo que está pensando. De vez en cuando alzo la mirada para encontrarme con sus ojos oscuros mirándome pero no soy capaz de sostener la mirada por mucho tiempo así que me concentro de nuevo en mi cena.  El señor Denti es… extraño.

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