Jules

Sus ojos azul celeste me quitan el aliento de inmediato, y claro, me hacen sonrojarme como una idiota, es que...su mirada era tan intensa que me costaba respirar.

Al menos esta vez, reconoce mi presencia, le sonrío amablemente, aunque solo no quiero que sienta mi miedo, es rico, prepotente y según Lauren, bastante dado a los ataques de ira, así que yo me sentía como un venado frente a los faros de un coche cada vez que sentía su mirada sobre la mía, porque no solo sentía que me miraba, era casi como ser acariciada por él sin siquiera tocarnos.

La primera vez que lo sentí, yo estaba jugando ajedrez con las enfermeras, me gusta pasar tiempo con ellas así que no era nada extraño. Recuerdo que estaba en silla de ruedas, atado y con ojeras profundas, un moratón en su cuello me había hecho pensar en que alguien lo había herido.

Llámenme tonta, pero era tan bello como un ángel, con su cabello rubio platino y ojos del color del cielo justo antes de que el sol se asome, y cuando nuestras miradas se encontraron, sentí mariposas en el estómago.

O tal vez fue solo gastritis, quiero pensar que son mariposas, si un chico lindo te mira, debes sentir mariposas, al menos eso me dijo mamá cuando se lo conté. Claro, luego descubrí que su nombre era Matthew Hyde-Hoffman y las mariposas murieron intoxicadas o algo así.

Él tenía una reputación desde pequeño, siempre se metía en problemas y le gustaba provocar a los profesores, en el instituto escuchabas de él en los pasillos, aunque algunas cosas eran falsas claro, más como una leyenda que surge de la imaginación activa de los estudiantes que otra cosa. Pero lo que sabía de él, es que era rico y que su padre había muerto hace unos meses en un horrible accidente aéreo.

Hoffman era el apellido de su madre, o bueno, madrastra. Todo el mundo sabía quién era Natasha Hoffman, mi padre incluso la veía en el trabajo de vez en cuando, él me habló de Matthew una vez, al igual que sus hermanos

— Francis era un hombre honorable — había insistido él, con lágrimas en los ojos el día que se enteró del accidente — un gran hombre, nunca hablamos en persona, pero siempre me saludaba al pasar por la entrada del edificio, no todos hacen eso.

Aunque claro, yo sabía de primera mano lo bondadoso que podía ser el dueño de Harmond Inc. Hace unos años gracias a él, mi padre fue ascendido de guardia de seguridad, a jefe de personal del área de empaquetadoras.

— Fue una "caza de talentos" — se había burlado papá, pero él estaba orgulloso, eso nos ayudó a salir de una mala racha.

Pero ahora, al ver a Matthew amarrado a la cama y con la piel herida junto a sus muñecas, no puedo evitar sentirme mal por él, es decir, perder a tu padre de una manera tan cruel y luego...los medios aún seguían haciendo un alboroto de ello, debe ser espantoso.

— bueno Matt, acabas de tener una hermanita — comenta Lauren llegando junto a él, yo la sigo, estoy empujando un carrito de medicamentos, al revisar las medicinas de Matthew, me sorprendo al ver antidepresivos — una niña muy saludable ¿quieres ir a verla?

— no — replica, antes de mirarme con sorna y guiñarme un ojo — ¿me vas a soltar?

— bueno, te has portado bien — admite Lauren, mirándome — ¿qué dices Jules?

— ¿yo? — pregunto, paralizándome

— Sí, Jules...— Oh Dios, creo que me voy a desmayar, la forma en que dijo mi nombre, como si lo saboreara, me pone la piel de gallina, en especial cuando levanta las cejas — ¿pueden soltarme? Solo quiero dar un paseo...estirarme un poco.

— seguro — digo, no muy segura de cómo reaccionar, Matt mira a Lauren, poniendo ojos de cachorro, y creo que podría suspirar ¡se ve tan mono!

— está bien —cede Lauren — pero Jules se quedará contigo, no se te ocurra intentar algo

— como digas —responde él, luciendo irritado por mi presencia, pero diligentemente, espero mientras él se pone de pie y se estira antes de ir al baño.

— ustedes dos se van a caer bien — dice Lauren riendo y tomando el carro de medicinas — llévalo a ver a su madre y consigue que coma algo, le hará bien.

Asintiendo, me siento a esperar que Matthew salga del baño, es la primera vez que nos hablamos o incluso estamos en la misma habitación.

— Lauren dice que deberías ver a tu hermana — digo en cuanto sale del lavabo, me dedica una mirada burlona antes de sacar algo de debajo de la cama — ¿qué es eso?

— Cosas — murmura guardándola en el bolsillo de su bata, nerviosa ante su actitud, abro la puerta y le indico que me siga

— vamos, podemos pasar por la cafetería — digo sonriendo, esperando que no me entre la risa tonta de los nervios

— seguro — responde Matthew poniéndose un abrigo de tela y metiendo las manos hasta el fondo, sus ojeras son tan oscuras que dudo que haya dormido demasiado.

Lo guio por el largo pasillo hacia la cafetería, sintiéndome a punto de vomitar cuando siento su mirada en mi cuello, como si me perforara la nunca.

Nerviosa, entro al ascensor con él, es casi como si el espacio se redujera, para evitar pensar en ello, me miro al espejo que cubre una de las paredes del elevador, hace dos semanas me teñí el cabello, un tono rubio platino que mi padre insistía se vería perfecto para mis dulces dieciséis, pero mamá se emocionó ante la idea y bueno, yo también.

El rubio no me sentaba mal, pero aún me costaba acostumbrarme al cambio, en especial luego de recordarlo hasta los hombros.

— ¿qué quieres comer? — pregunto, intentando hacer algo de conversación, él mi mira como si no hubiera reparado en mi presencia

— no tengo hambre — dice, tiene una mirada curiosa ahora — ¿tu...tienes hambre?

— un poco — admito, moviendo las manos nerviosamente, jugueteando con una de las ligas y pulseras en mis manos — con un sandwich bastará

— entonces vamos por él — dice en cuanto las puertas se abren.

La cafetería del hospital es un lugar sencillo, pero en su mayoría deprimente, está lleno de médicos tomando una merienda rápida, personas preocupadas pululando alrededor, algunos ancianos intentando conseguir un bocado

— un sandwich de pavo — pide por mí una vez que llegamos la caja, la encargada le da una mirada a la pulsera roja en su muñeca (con ellas marcaban a los suicidas) antes de entregarle el sandwich

— la vida es demasiado linda, muchacho — dice con pesar, y creo que no fue buena idea, la mirada de Matthew se endurece — incluso tienes una linda novia...

— no soy su novia — suelto, las palabras salen chillonas a causa de los nervios, maldita sea! ¿Como era posible que me pusiera tan nerviosa?

— lo serás — dice él entregándome el sandwich con brusquedad y retirándose, camina con pasos apresurados, molesto

— ¿qué haces? — pregunto, confundida y atontada por su comportamiento y palabras

— Vamos a ver a la mocosa — gruñe, tomando el pasillo que nos llevará a sala de partos — ¿dónde están?

— e.…habitación 32 — balbuceo intentando seguirle el ritmo, y casi tropezando con mis propios pies cuando se detiene bruscamente frente a la habitación

Está mirando fijamente a través del cristal, dentro hay una mujer delgada durmiendo, a su lado hay un pequeño bulto de mantas que es la pequeña, ambas están profundamente dormidas

— ¿cómo dijiste que se llama? — pregunta, su tono de voz es hosco y rudo, me pone nerviosa, pero empezaba a aburrirme

— Anastasia — respondo, él asiente y dice algo en voz alta, pero suena como otro idioma, vagamente recuerdo que su padre es...era extranjero, solo reconozco "Tasya" y supongo que se refiere a la pequeña — ¿qué idioma es ese? — pregunto

— ruso — murmura antes de apartarse de la puerta y caminar de regreso al elevador — a veces no me doy cuenta de que lo hablo

— ¿es tu lengua materna? — pregunto intersada, y empezando a cansarme, mis pulmones no estaban hechos para caminatas apresuradas por todo el edificio.

— Algo así — explica, sacando la bolsa de su abrigo, el elevador nos lleva hasta la azotea. Un viento frío me golpea en el rostro y empiezo a tembrar — n-no deber-riamos est-tar aquí — me quejo

— no voy a tardar — asegura, antes de correr hasta el borde, y mi corazón se acelera

— ¡No! — grito, corriendo hasta él, que, para mi sorpresa, se detiene justo a unos centimentros, hay un muro y un barandal, pero no es demasiado dificl subirse, él lo hace y se sienta en él. Sin importarle el frío cortante o el hecho de que estaba descalso — baja de allí — pido, llorando sin darme cuenta ¿como podía querer quitarse la vida de esa manera?

— ¿te importa? — pregunta, mirandome por encima del hombro

— ¿de que hablas? — pregunto, la ansiedad amenazando con atraparme — baja de allí y lo hablaremos

— No me interesa una m****a hablar, responde ¿te interesa?

—¿si te matas? — pregunto, temblando, él asiente casi con timidez

— ¿te importa? — repite, más suave esta vez.

— ¡claro que importa! No puedes solo aventarte y esperar que todo se solucione — me quejo, llegando lentamente hasta él

— no pregunté si importa — dice mirandome, jugueteando con la bolsa en sus manos — te pregunté si a ti te importa

— no te conozco...— empiezo, él asiente y se gira, la resolución en su mirada — p-pero...podría, si me dejaras.

— ¿que diferencia haría? A nadie le importa

— a tu padre le importaría — suelto, tocando una fibra sensible — a tu madre...

— papá está muerto — dice con amargura — y a mi madre no le importa

— entonces ¿por qué traerte aquí? — pregunto tomando su mano helada, él me miea con sorpresa, como si el contacto fuera extraño — le importas

— ella me odia — gruñe — solo se preocupa por sus hijos.

— ¿te lo dijo? — pregunto, apretando su mano con fuerza, él niega con la cabeza

— Nunca dice lo contrario — llora, luciendo debastado, y si mis ojos no se estuvieran congelando, probablemente lo hiciera también.

— tu solo quieres que te ame ¿no es así? — pregunto, las mariposas aparecen otra vez cuando mira al infinito, luce como un ángel derrotado buscando esperanza, y no puedo evitar la sensación de quererndarsela — yo...yo puedo intentarlo

— no necesito tu lastima — dice molesto. Mirando al piso, esta parte del edificio daba directo al parqueadero.

— no es lo que te estoy ofreciendo, tontito — digo acercandome a él tanto como puedo — ¿tienes amigos?

— no — hace una mueca — no los necesito

— ¿seguro? — pregunto — porque...yo puedo serlo.

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