Capítulo 4

Olivia Damschroder  

Me acosté, pero no fue fácil conciliar el sueño. Retazos de lo que había ocurrido parte de la noche anterior regresaban a mi mente, di varias vueltas en la cama tratando de que regresara el tan anhelado sueño, no podía presentarme el día de mañana con las tremendas ojeras que tendría si no dormía lo suficiente. Cerré los ojos y me dispuse a respirar tranquilamente hasta que me quedé dormida.

El sueño me llegó como una epifanía, no solo fueron los mojitos que ingerí en la cena de recaudación, luego le seguí con cerveza para acabar con tequila. No debí hacerle caso a esa vocecita que me decía que no estaba haciendo nada malo, después de un par de meses volvía a ser soltera. ¿Pero precisamente tenía que salir a relucir cuando estaba con Owen? ¿No podía haber esperado a que estuviera en mis cinco sentidos y decidir por mí misma que iba a hacer? Se podría decir que prácticamente yo lo violé. No sabía si ponerme a llorar o reír.

Flashback

Cuando sentí la punta de su lengua lamer mi hombro, me encantó la sensación, sentí que me ardían las mejillas, como un simple roce me podía hacer sentir eufórica. Abrí los ojos y me di cuenta que a él le pasaba lo mismo. Tenía esa sonrisa del gato de Alicia que acaba de comerse al canario. No me importó, si volvía a ser libre, nada ni nadie impediría que me divirtiera.

Me tocó el turno de mis recién bautizados tequilas felices, esto se estaba poniendo caliente. Me atreví a pedirle al encargado la botella del tequila del que nos estaban sirviendo. Owen no objetó.

‒ Inclina tu cabeza a un lado ‒ le pedí y acto seguido puse el azúcar con las gotas de limón en su cuello, noté como se estremecía al pasar mi lengua por casi todo su cuello. Un residuo de lápiz labial quedó adherido a su piel. Al terminar de pasar la lengua por su cuello le di un pequeño beso.

‒ Eres bastante traviesa.

Sonreí y me encantó que él lo dijera, no era mi costumbre parecer tan desinhibida delante de otras personas. Ni yo misma me reconocía. Pero a nadie en la discoteca parecía interesarle que una pareja estuviera jugando un juego que se podía salir de sus manos. Cada quien estaba inmerso en sus asuntos. Tomó mi brazo y colocó el azúcar en el dorso de mi muñeca hasta casi la parte hueca del codo. Vi estrellitas, las orejas las sentí calientes y se me mojaron las bragas. Miré sus ojos y volvían a ser mi color favorito, azul y violeta mezclándose.

‒ Siempre me ha gustado el color de tus ojos ‒ dije sin ni siquiera pensármelo, ya aquí mi mente y mi boca estaban desconectadas. No era muy buena resistiendo el efecto del alcohol.

‒ Gracias, a mí también me gustan los tuyos.

‒ ¿Por qué no a pareciste antes en mi vida? ‒ tomé su mano y me serví otro tequila, azúcar sobre su palma, limón y me dispuse a pasar mi ávida lengua por su palma, que sensación tan dulce.

Para esto ya no cerrábamos los ojos, así veíamos las sensaciones de ambos. Seguimos con el juego y cada vez íbamos explorando un nuevo lugar o repetíamos los que más nos habían gustado, su cuello desde ahora era mi nuevo lugar favorito. Cerraba sus ojos y mordía su labio, eso me dio la pauta para saber lo mucho que le agradaba. Me ponía como una colegiala.

‒ Livy ‒ cerré mis ojos al escuchar como pronunciaba mi nombre. Podía sentir el galope de los latidos de mi corazón, me sentía tan bien.

‒ Owen ‒ susurré.

‒ Eres tan apasionada.

‒ Umm ‒ dije con los ojos aun cerrados, extrañamente su voz me trasportaba, me hacía desear pasar más tiempo con él y no precisamente el que pasábamos en la oficina.

‒ Tenemos que parar.

‒ Un ratito más, y me llevas a mi casa, pídele a Simon que me deje a la entrada del edificio.

‒ No puedo llevarte a tu casa, no estás en condiciones para estar sola.

‒ ¿A dónde me llevarás?

‒ Vayamos a la mía, hay habitaciones de sobra, y mañana temprano te llevaré a tu casa o la hora que desees.

Ya se nos notaba el efecto del tequila, aun así, no podía ir a su casa, no estaba por completo en estado de ebriedad, sabía lo que hacía. Solo era un poco de diversión, así como le había dicho a él, por una vez en mi vida debía dejar de ser tan correcta y soltarme el pelo. Solo se vive una vez.

‒ Sí.

Simon nos esperaba en la entrada de la discoteca y con ayuda de Owen, entré en la parte de atrás del auto. El aire me había hecho tambalear. Miré a través de la ventanilla el tiempo que nos tomó llegar a su casa, que no estaba muy lejos del lugar. Nos bajamos del auto y caminamos abrazados hasta la entrada, abrió la puerta y por poco caemos al piso, nos reímos como locos, pasamos cerca del sofá, me quise sentar en él, pero Owen me atrapó justo antes de que lograra mi objetivo y nos dirigimos escaleras arriba, no tengo idea de cómo llegamos a la parte alta sin rompernos el cuello.

‒ Este será tu habitación.

Abrió la puerta, pero en ese momento me pareció que debía darle un beso, pasé mis brazos por su cuello, lo atraje hacia mí, posó sus manos en mi cintura pegándome un poco más a él y empezamos a besarnos, mis piernas temblaron, nos movimos lentamente hacia la puerta que quedaba al lado de la que sería mi habitación y la abrió, seguíamos con el beso, me exploró con delicadeza para luego aumentar la presión del beso, nuestras lenguas se encontraron.

Mi pasión era igual o mayor que la de él, nos separamos y respiramos agitados, quería tocar su piel, sentir como vibraba por el rose de mis dedos, comenzamos a quitarnos la ropa salvajemente. Pero nos besábamos entre que nos ayudábamos a desnudar, no queríamos despegar nuestros labios, era una sensación nueva para mí.

Su boca me sabia a gloria, lo más dulce que había probado en mi vida, fácilmente me podría volver adicta a los labios de Owen, quería más, pedía más, éramos un par de desesperados, caímos en la cama, él se puso arriba de mí y sin ningún miramiento entró en mí, nunca antes nadie me había hecho sentir lo que viví.

Y en medio de la pasión escuché como gritaba mi nombre y yo lo seguí gritando el suyo como respuesta, ya no había vuelta atrás, nos entregamos como dos náufragos en mitad de una tormenta, cada cual el salvavidas del otro. Me abrazó fuertemente atrayéndome a su cuerpo, le correspondí al abrazo Así me había sentido, protegida, que era más de lo que me había expresado Justin en el tiempo que habíamos tenido de novios. Me sentía en paz conmigo misma.

Fin del Flashback

La alarma del despertador me sacó de la ensoñación, trayéndome directamente a mi realidad, había sido algo más que traviesa, lo seduje por completo, ¿con qué cara me presentaría el día de mañana a trabajar?, como lo podía volver a ver a los ojos. Le di una patada a la sabana y edredón descubriendo mi adolorido cuerpo, tenía un gran chupetón o mordedura en la cadera derecha que descubrí mientras me bañaba, no podía recordar en que memento había sucedido.

Suspiré, salí de la cama, empecé a acomodar el cuartito que ocuparía cuando viniera mamá a visitarme, y en menos de una hora llegaría Jillie, no sabía cómo contarle lo que pasó con su hermano o fingir demencia, me daba pena recordar cómo habían sucedido las cosas, a Jillie era casi imposible ocultarle algo. Se daba cuenta de casi todo lo que pasaba a su alrededor, tenía ese don.

Así que muy puntual como eran todos los Kewlyn llegó mi amiga al departamento, nos saludamos, sí, pero ni bien puesta la caja con la pizza en la barra que separaba la salita de la cocina, que hacía las veces de comedor, me dice.

‒ ¡Suéltalo! ‒ no me da tiempo de respirar.

‒ No tengo nada que contarte ‒ esquivo su inquisitiva mirada.

‒ Mira Livy, te recuerdo que no soy nada tonta, ni creas que soy tan ingenua, tienes mucho que contar.

‒ Ya te dije que vine directo a casa.

‒ ¿Con cuál empiezo? ‒ me enseña los dedos de su mano.

‒ ¡Eres imposible!

‒ Pero así me quieres, así que déjate de rodeos y cuéntame lo que pasó.

Le tuve que relatar sin todos los detalles claro, me avergonzaba de lo osada que había sido, hice una leve pausa, en lo que comíamos de la deliciosa pizza y tomábamos el jugo, no me había dado cuenta del hambre que tenía; con forme le iba diciendo me miraba asombrada y luego no paró de reír.

‒ ¿Se puede saber que es tan gracioso? ¿Te causa risa la situación en la que me encuentro?

‒ Solo me imagino la cara de mi pobre hermano cuando te propasaste con él.

‒ Lo dices como si yo le hubiera robado su virginidad ‒ Jillie soltó una suave carcajada.

‒ Por cómo lleva su vida, pareciera que así fue.

‒ Tu hermano no ha sido ningún santo, tantas mujeres que he visto pasar por la oficina no me cabe la menor duda.

‒ ¡Ay cuñadita, no sabes nada de mi hermano!

‒ No me digas cuñadita Jillie ‒ le advertí, eso solo había pasado en un momento de la más pura debilidad, me sentía vulnerable, necesitaba sentirme querida.

‒ Vamos a terminar de acomodar el estudio Livycienta ‒ me dice en tono burlón.

‒ ¿Y tú quién vendrías siendo, mi hada madrina?

‒ Podría ser-negué con un movimiento de cabeza y solté un bufido, esta mujer no tenía remedio.

No le di mayor importancia, terminamos relativamente temprano de acomodar todo y muy sonriente salió de casa, no me quería imaginar que pasaba en esos momentos por su alocada cabeza. Me preparé mentalmente para el día de mañana, sé que sería una prueba dura comportarme como si nada hubiera pasado. Regodearme en mi miseria no me iba a ayudar en nada, así que llamé a mamá y me dijo que llegaría el viernes a eso de las cuatro de la tarde, que no me preocupara, porque ella vendría directo al departamento, no quería interrumpir un día laboral.

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