Capítulo 3

Owen Kewlyn

Olivia es la mujer más hermosa que han podido ver mis ojos, aunque ella siempre diga que es una chica común y corriente. Para mí nunca lo ha sido. Estamos sentados en las sillas frente a la pista de baile, veo que está un poco preocupada o en definitiva algo le pasó hoy antes de que pasara por ella a su departamento, lo cual note de inmediato, aunque trató de disimularlo en un par de ocasiones.

Su vestido rojo la hacía ver espectacular, con los hombros descubiertos y un escote recatado, pero a la vez provocativo al frente y su pelo totalmente recogido en la parte de arriba de la coronilla. No hacía falta más adorno que el de su blanca sonrisa, que siempre me cautivaba.

‒ Me puedes contar lo que te pase Olivia, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, lo sabes ‒ le digo tomando una de sus manos, se encontraba un poco fría a pesar del calor que se sentía en el gran salón.

‒ No es nada, lo solucionaré el lunes.

‒ ¿Es sobre Justin? – Justin Lawrence, era su novio desde que había entrado a la universidad, pero bien sabía yo que últimamente habían tenido sus diferencias, precisamente porque él quería que ella dejara de trabajar para mí y se fuera a su empresa.

‒ ¿Tan transparente soy? ‒ lo dijo con una pequeña mueca en sus preciosos labios.

‒ No has estado muy animada que digamos durante la cena, y me imaginé que algo tenía que ver él en esto.

‒ Algo que tiene solución no tendría por qué darle la importancia que no se merece.

‒ ¿Te volvió a pedir que renunciaras?

‒ Sí ‒ se podría decir que su mirada se turbo un poco más.

‒ ¿Y? ‒ le pregunté, pero no quería que me respondiera afirmativamente.

‒ Le llamé en la mañana para preguntarle si nos íbamos a ver hoy después de la cena pues ya llevamos casi dos meses sin vernos, pero me dijo que sí era para decirle que ya había renunciado, pero le dije que no.

‒ Te está complicando la vida, mucho me temo que no quitará el dedo del renglón.

‒ Mi decisión ya está tomada Owen, desde que salí de la universidad, mi meta era salir adelante por mí misma y en ningún momento él se ofreció a darme un lugar en la empresa de su padre, no es que haya querido que pasara por encima de él. No tengo nada que ver con sus decisiones. Así que debe respetar las mías.

Lo que son las cosas de la vida, el padre de Justin, no estaba de acuerdo con la relación que llevaba su hijo con Olivia y le había prohibido que le ofreciera un puesto en su empresa. Ni siquiera le permitió hacer sus prácticas, por lo que papá la colocó en la lista de empleados potenciales para esta, aquí realizó sus prácticas profesionales y ahora forma parte de la nómina de la empresa. Ahora que el señor Lawrence se retiraba definitivamente y le dejaba su lugar a Justin, este, venia pidiéndole la dimisión y que se fuera a trabajar con él.

‒ No tengo ningún problema si quieres irte a trabajar con él ‒ llevábamos ya tres años con el equipo de trabajo, nos habíamos acoplado desde el inicio. Claro iba a ser difícil encontrar a otra compañera de trabajo como Olivia, nos apoyábamos hombro con hombro.

‒ ¿Quieres que renuncie? ‒ me dijo con un poco de tristeza reflejado a en sus grandes y expresivos ojos marrón.

‒ Yo no te estoy pidiendo eso Olivia ‒ aprieto un poco más su mano.

‒ No quiero Owen, no puedo renunciar a algo que me gané con mi propio sudor, que ahora él tenga el poder de contratar a quien le plazca no cambia en nada mi decisión, no puedo simplemente renuncias porque así me lo pida.

‒ No lo hagas.

Le pedí, no me podía imaginar un día sin verla, sé que estaba mal pedirle que se quedara conmigo, ella podía tomar cualquier decisión que quisiera. Por lo regular trato de no demostrar que las cosas me afectan, en los negocios y en ningún aspecto de mi vida podría demostrar debilidad, es algo por lo que los demás se podrían aprovechar.

‒ ¿O tú me piensas despedir?

‒ De ninguna manera haría tal cosa, simplemente no quiero que tengas problemas con eso en particular.

‒ ¿Sabes qué? Los asuntos de trabajo no deberíamos estarlos discutiéndolos aquí, vinimos para divertirnos, aparte una vez que salgo del trabajo me olvido por completo de él, así que, dejemos esta conversación para otro momento.

‒ Estoy de acuerdo contigo, así que ¿qué deseas tomar?

‒ Una cerveza por favor.

Le hago una señal a uno de los encargados de las bebidas que viene en cuanto toma el pedido de la mesa de al lado.

‒ Una cerveza para la señorita y un whisky con hielo para mí por favor.

‒ En un momento se los traigo ‒ dice el mesero dirigiéndole una mirada de apreciación a Olivia.

‒ Gracias ‒ volteo a verla, ya ha cambiado su semblante, pero no se ha percatado que el chico la miró con algo más que admiración, me gusta verla alegre, aunque sea muy seria en todos los demás aspectos de su vida.

‒ Te prometo que ya no tendré esa cara larga de amargada a partir de ahora.

‒ Así me gusta ‒ le digo guiñándole un ojo ‒ vamos a celebrar que la cena obtuvo la cifra que esperábamos y más ‒ en cuanto traen las bebidas, alzamos nuestros respectivos vasos y brindamos, Olivia se lleva a sus labios el vaso con la cerveza y asiente.

‒ Está muy buena, deberías probarla.

‒ Sabes que no me gusta mezclar las bebidas.

‒ Anda, solo un poco.

‒ Ok ‒ le digo y me pasa su vaso, la pruebo y sí, en definitiva, tiene buen sabor, por lo que le hago de nuevo una señal al encargado para que se acerque. La miro sonriendo, esa sonrisa traviesa la he visto muy poco, así que le devuelvo la sonrisa.

‒ Quiero otra ‒ me pide al tomarse de un solo trago lo que queda en el vaso.

‒ No tan de prisa, la noche es joven, así que vamos a bailar un poco, no quiero que se te suban los tragos tan pronto a la cabeza.

‒ Pero en la siguiente ronda.

Pedimos las cervezas y las traen casi de inmediato, veo que el chico le sonríe a Olivia al entregarle el vaso, esta le devuelve la sonrisa en agradecimiento. Me proponía no tomar más de un vaso de cerveza, pero en verdad estaba muy buena, por lo que en la tercera le ofrecí mi mano como invitación para que fuéramos a bailar. Ya empezaba a notar que la mezcla de whisky con cerveza no había sido buena idea, así que le pondría solución a esto de mi parte.

‒ Separémonos un rato de estos vasos y bailemos-la tuve que ayudar a poner de pie, sabía que no era buena bebedora, solo habían sido tres cervezas y ya estaba como estaba.

‒ Síí, vayamoss a baiilaar ‒ ya arrastraba las palabras, cuando regresáramos la llevaría a su departamento para que se recuperara.

No se le daba muy bien bailar bajo los influjos del alcohol, por lo que la pegué lo más que pude a mi cuerpo, tomándola de la cintura para que no callera en mitad de la pista, en ese momento hicieron un cambio de melodía por una más lenta, posó sus brazos alrededor de mi cuello, casi quedábamos a la misma altura, la miré a los ojos y me sonrió, creo que me podía meter en graves problemas si seguía sonriéndome de esa forma; sus ojos se hacían pequeños y se veía muy tierna.

No solía invitar a muchas chicas a salir, las relaciones que he tenido han sido cortas pero muy distanciadas las unas de las otras por lo que se podría decir que han sido pocas, porque cuando empezaban a pedir más de lo que les podía dar, ahí cambiaba la cosa, nunca me había aprovechado de ninguna mujer, siempre les hablaba claro de lo que podía ofrecerles, sin ningún compromiso, el tiempo que me quedaba después del trabajo era muy poco para poder tener una relación que exigía más tiempo del que estaba dispuesto a dar. Podría parecer un tanto cínico, pero era lo que había.

Pude ver como cerraba sus ojos y se acomodaba en mi cuello. Escuché como tarareaba la canción y sentía como sus labios estaban cada vez más cerca. Su aliento rosaba mi piel, se me erizaba la base de la oreja, ya que estaba cerca del lóbulo derecho. Pensé que se estaba quedando dormida, pero cuando terminó la canción lenta, pusieron otra más movida, se soltó de mi abrazo y empezó a bailar, sus mejillas estaban coloradas, no la solté del todo, pude ver que se le iba pasando el efecto del alcohol. Sí, era lo que necesitaba.

Unas dos canciones después, que sentí que ya la podía soltar, cuál fue mi sorpresa que no dejó que retirara mi mano de la suya, entrelazamos los dedos y seguimos bailando, no me había sentido así desde mis días de la preparatoria, cuando tenía una novia del ultimo grado y llegamos a tener seis meses de noviazgo, creo que ese fue el tiempo más largo en que estuve con una chica en una relación.

Regresamos a nuestro lugar tomados de las manos, tenía la leve sospecha que Olivia, no se quería ir del lugar, pues se acomodó y levantó la mano para que viniera el mesero que nos atendía, le tome la mano y se la bajé.

‒ Creo que ha sido todo por hoy, ya deberíamos irnos a casa ‒ le dije firme pero no levanté la voz.

‒ No, yo me quedo, puedes irte tu si quieres ‒ hizo un puchero.

‒ Pero Olivia, no te voy a dejar aquí sola, tampoco puedes tomar más alcohol.

‒ Ya me siento perfectamente bien-su tono ya no era como el de antes de salir a la pista, ya se le podía entender un poco más.

‒ Si te ves mejor, pero ya nos tenemos que ir, Simon ya viene a recogernos en cuanto le llame para que pase por nosotros-Simon era mi chofer desde hacían cinco años, le dije que se fuera a descansar.

‒ Solo me quedaré un rato más, no te preocupes.

‒ Como que no me preocupe, si yo te invité, lo más lógico es que te regrese a tu casa.

‒ No quiero regresar a mi casa, allá no me espera nada bueno, solo la soledad de mi almohada.

‒ Pero tampoco te puedo dejar aquí.

‒ Quiero un par de tequilas y te prometo que nos iremos.

‒ El tequila te pondrá más ebria de lo que ya estás.

‒ Me ayudará a olvidar mis penas-lo dice con una sonrisa en los labios.

Mire sus ojos, por ellos no asomaba ningún tipo de pena, más bien se veía más animada.

‒ Solo dos tequilas y nos iremos.

‒ Te lo prometo, pero me tienes que acompañar a tomármelos, así saben mucho mejor, será divertido.

No era bueno esto que pretendía hacer, la mezcla se iría incrementando y en definitiva al día siguiente no sería para nada divertido el dolor de cabeza que nos esperaría. Podía apostar dos dedos de mi mano que esto no traería nada bueno.

‒ Dos tequilas, uno para ti y otro para mí, solo eso ‒ era lo único que podía negociar.

‒ Ok, dos caballitos, pero que traigan un platito con azúcar y limones.

‒ ¿No es sal?

‒ Estos se llaman tequilas felices ‒ estaba seguro que eso se lo acababa de inventar, nunca había escuchado de ese nombre de bebida y menos de tequila.

‒ Yo lo tomaré con sal ‒ la sal cortaba el sabor tan fuerte del tequila.

‒ No seas aguafiestas, por una sola vez en tu vida, deja de ser tan correcto y suéltate el pelo.

‒ Mañana no te parecerá tan buena idea.

‒ Te va a encantar, se toma de una manera especial, solo tienes que hacer lo que yo te diga.

Levanto la mano y el mesero está más rápido que una bala.

‒ Dos caballitos de tequila blanco, un plato con azúcar y limones por favor.

Se retira para en no más de cinco minutos traer los tequilas.

‒ Juguemos al tequila feliz, solo tienes que seguir mis pasos.

‒ Ok.

‒ Cierra los ojos.

‒ ¿Pero de qué trata ese tal tequila feliz?

‒ Cierras los ojos, te pongo el azúcar en la parte que yo quiera y me tomo el tequila.

‒ No te entiendo.

‒ Algo así mira, cierra los ojos.

Los cerré esperando a que pusiera el azúcar quién sabe dónde.

‒ No los vayas a abrir, solo cuando sientas-no sabía a qué se refería, pero aun así cerré los ojos y esperé.

Toma mi mano y sentí los granos de azúcar en el dorso, unas gotas de limón y luego su lengua al tomar con la punta y en ese momento abrí los ojos y vi como tomaba el tequila de un solo trago. No me esperaba lo que me hiso sentir su lengua en la piel. Esto se podía poner interesante.

‒ Ahora te toca a ti ‒ me dijo de forma picara.

Cerró los ojos y esperó a que yo actuara, puse una pisca de azúcar en su hombro derecho, agregué las gotas de limón y desde ahí empezó todo, seguimos con los tragos de tequilas felices, llegamos tan ebrios a la casa que a punto estuvimos de caer en el sofá de la sala. Olivia me pidió que la dejara en la entrada de su departamento, pero no estaba en condiciones para pedir tal cosa, así que me decidí a conducirla a mi casa.

Nos besamos en la entrada del cuarto de invitado, no era mi intensión, pero ella pasó su brazo por mi cuello y me empezó a besar, y no me tocó otra cosa que corresponder a su beso.

¡Dios, estaba completamente perdido!

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