Capítulo 6

Capítulo 3: ¿Obteniendo libertad? Parte II

Connor Jones.

Intento calmarme y en no apresurarme a los hechos rápidamente, pero me transmito seguridad a mí mismo en que las cosas saldrán bien, que tengo que ser positivo sin importar las adversidades en que me encuentro en este momento de mi vida.

Mi abogado me dijo que tengo que estar a las cuatro de la tarde, pero llegaré unos minutos antes para no salir con prisa a última hora.

El reloj de mi habitación me indica que son las tres de la tarde, me miro nuevamente en el espero.

Suspiro.

—Hoy conseguirás tu divorcio, Connor —me doy ánimos yo mismo frente el espejo.

Me siento seguro y confiado hoy.

Salgo de mi habitación para dirigirme hacia la cocina, donde está mi cocinera más las dos empleadas de la limpieza de la casa.

—Saldré para finalizar mi divorcio, no sé a qué hora llegue, así que pueden terminar sus labores, y retirarse —les aviso, para que puedan ir a sus casas con sus familias.

—¿Le dejo cena hecha, señor Jones? —me pregunta Flora, la cocinera amablemente.

A pesar que siempre les he dicho que no me llamen señor porque me recuerda a mi padre, lo siguen haciendo de manera en respeto hacia mí.

—Solo deja algo para preparación, me puedo encargar de lo demás —le digo gentil—. Gracias, Flora.

Ella asiente y sigue con lo suyo.

—Suerte con todo —dicen ambas limpiadoras, Ginny y Claudia.

Yo asiento por ello y tomo las llaves de mi auto.

Salgo de mi casa, tomando dirección hacia mi destino, aunque este muy aislado de todo, me queda a treinta minutos llegar a donde se llevará a cabo todo.

Al ya entrar a la ciudad, me doy cuenta que las calles están muy transitadas últimamente. Supongo que es porque estamos en unas fechas donde las familias están visitando a sus parientes.

Me detengo en un semáforo que está en rojo, y me percato de algo, mejor dicho, de alguien que capta mi atención.

Una cabellera rubia entra en una de las tiendas de ropa para mujeres, pienso en lo idéntica que luce a Gemma, pero sé que no es ella cuando voltea y se quita sus gafas de sol, revelando a una rubia con ojos muy oscuros.

Yo solo pensé en cómo pude haberla confundido con Gemma, es decir, también debo fijarme en la gran diferencia de la estatura, la cual, es muy obvia, además que también Gemma es muy diferente a las demás.

Su cabello luminoso, demasiado diría yo, y sus ojos son los más potentes que he visto en toda mi vida.

Comenzaron a pitarme claxon para que avance ya que la luz del semáforo indica en verde para que siga, y estuve muy ensimismado en mis pensamientos.

Avanzo olvidándome por completo de todo, para ir hacia mi destino.

Aparco mi auto y bajo de él no sin antes colocarle seguro. Camino en dirección hacia la puerta, sintiéndome un poco nervioso.

No debo de sentir nervios, es decir, sé que todo saldrá bien, que se me otorgará la libertad que tanto he ansiado.

He verificado la hora en mi teléfono y este me indica que faltan diez minutos para las cuatro, solo me siento a esperar en la sala del tribunal, esperando que mi abogado venga por mí.

Yo al decirle sobre mi caso me aseguró que no se rendirá así de fácil, que para él esa palabra no existía, me generó confianza, que iba hacer todo lo posible para que así lo fuera.

Además, que también me busqué a uno de los mejores de New York, lo estuve investigando y es que ha ganado más de veinte casos, y que lo que ha perdido es porque la acusación ha sido demasiado grande y por eso no ganó el caso, sin embargo, me impresiona mucho su trabajo de verdad, lo admiro.

También de ser mi abogado, se volvió en mi amigo a raíz de todo, me tomó como a su hijo, realmente le tengo mucha estima.

Al ya pasar los diez minutos, aparece Marcos, mi abogado, con su traje bien arreglado como siempre, a pesar de ser un hombre mayor no aparenta la edad de cincuenta años.

Me sonríe.

—Es bueno verte de nuevo, Connor —me dice acercándose a mí, y me estrecha en un abrazo rápidamente—. Sígueme, ya nos están esperando.

—¿Cuánto tiempo llevan aquí? —le pregunto caminando a su lado y adentrándonos en un pasillo con varias puertas.

—Llevamos mucho tiempo, solo que el abogado de Dakota es muy testarudo, será un trabajo muy duro, pero no imposible —me advierte.

—No me sorprende que Dakota haya conseguido alguien así —ruedo los ojos irritado.

—Tranquilo, te daré la libertad que tú te mereces —me dice para tranquilizarme—. Estábamos discutiendo cosas de ustedes dos, pero no quisimos proseguir sin que los susodichos estén estuvieran presentes.

Yo asiento comprendiendo su punto.

Nos detenemos en una puerta y Marcos la abre haciendo que me adentre en ella primero y después él sigue detrás de mí cerrándola en el proceso.

Hay dos sofás, uno al frente del otro y una mesa de por medio donde reposan unos papeles y unas tazas de café.

Dakota se encuentra sentada en uno de los sofás portando mucha molestia. Resalto el hecho que también su porte es muy elegante, nunca deja de serlo.

Al verme se contuvo de pararse de su asiento y saltar hacia mis brazos, pude notarlo como se aferra a los brazos del sofá, hizo todo lo posible para no hacerlo. 

—¿Tú puta no vino contigo? —pregunta divertida y a la vez fingiendo interés,

Yo solo cierro mi mano en un puño y me contuve lo más que pude.

—Acabemos con esto ya —le digo a Marcos, ignorando completamente la pregunta tan innecesaria de Dakota.

¿Cómo se atreve a llamar a Gemma así?

Todo comienza a desarrollarse poco a poco. Debate por cada uno de nuestros abogados, y cuando nos cedían el derecho de hablar y opinar, lo hacíamos, a veces Dakota hablaba demás quitándole crédito a su abogado, me parece eso muy molesto de su parte.

Hubo un punto en donde me quedé observándola detenidamente, tratando de estudiarla, examinarla, tratar de descifrar lo que ella está pensando en ese momento, pero se encuentra tan calmada y confiada de la situación que comienza a generarme inseguridad, ansiedad.

No sé porque comienzo a sentirme así, me siento muy extraño.

Es como si toda la seguridad que sentía, se fue a la m****a. Como si Dakota me la arrebató.

Trato de prestarle mucha atención a lo que dice Marcos, pero mis oídos no escuchan nada, sus labios se mueven, hace expresiones y gestos molesto, se intercambia papeles con el otro abogado y niega varias veces, y yo sigo sin comprender del todo lo que está sucediendo, como si tuviera un ataque de pánico.

Dakota me observa con sus vacios e intimidantes ojos azules y sonríe victoriosamente, después asiente.

—Esto se llevará a juicio con un juez, y él determinará todo —determina el abogado de Dakota y se levanta del sofá.

Marcos lo sigue y me quedo solo con Dakota.

¿Qué? ¿Qué carajos fue todo eso?

Estoy totalmente pasmado en mi lugar.

Ella se sienta en la mesa que está enfrente de mí y se inclina un poco mostrando sus pechos, sin embargo, ni miro a esa dirección. No me genera nada, y tal vez en otro momento lo hizo, pero ya no.

—¿Creíste que te dejaría ganar tan fácil? —me pregunta con malicia, ella sonríe—. Ay, mi querido Connor… tú provocaste todo esto. Te dije que haría tu vida un infierno, espero que lo estés disfrutando, porque yo si lo hago, me divierto demasiado. Estas son las consecuencias de tus actos, no lo quisiste por las buenas…

»Pudimos haberlo sido todo. Un matrimonio feliz y estable. Formar una familia, pero tu quisiste irte con la estúpida de Stone. Amor por mi parte nunca te faltó, pero siempre serás un hombre miserable de manera sentimental. Das asco.

»A pesar de la m****a que me hiciste, te sigo amando, y volverás a mí, como siempre tuvo que haber sido, sin intermedios.

Se inclina hacia mí y besa mis labios, nunca correspondí, ni me inmuto, y eso la afecta.

Me abofetea mí mejilla derecha haciendo que voltee un poco el rostro, se levanta molesta y camina hacia la puerta, pero se detiene para decirme:

—No dejaré que ganes esto —dijo—. No te dejaré que te otorguen la libertad que te mereces, Connor. Sufrirás como yo lo estoy haciendo y arderás en el infierno.

Y sin más, se marcha, dejándome más confundido que nunca y preocupado con sus palabras.

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