Capítulo 6} Hasta el límite

  Hannah se metió en su cuarto y cogió su libro de dibujos. Lo abrió sobre la mesa y observó el esbozo que había hecho días atrás, era de Héctor, le había dibujado. Tuvo ganas de arrancarlo, pero no lo hizo porque supo que se arrepentiría más tarde. Había esbozado su rostro con una sonrisa con la que nunca le había visto. Desde que le conocía no había conseguido verlo sonreír libremente y sabía que era culpa suya.  Lo que más le gustaba de él, eran esos ojos azules que tenía. Eran demasiados atractivos para ella y curiosamente le recordaban a alguien, pero no recordaba a quién.

Miró una y otra vez el dibujo, y de repente sonrió, se había acordado de la discusión que había tenido con él en el patio y le resultaba gracioso verlo enojarse, pero una vez que pensó que en cualquier momento podía cansarse de ella y marcharse dejó de sonreír. ¿Por qué de pronto le preocupaba que se fuera? Se suponía que de eso se trataba, obligarlo a irse. Y sin embargo, prefería que se quedara y soportara sus locuras.

Pasaba el tiempo y Hannah reconoció lo fatal que lo trataba y quería recompensárselo. Así que un día de esos, se acercó a él con las manos ocultas por detrás de su espalda sonriéndole.

—Mira Héctor, sé que no nos hemos llevado nada bien…bueno, casi nunca, y sé perfectamente que la culpa es mía, por eso estoy para pedirte perdón por todo lo que crees que he hecho mal.

Héctor la miró con asombro y arqueó una ceja, ¿Será que era uno de sus trucos para incordiarlo? O se habrá drogado, “no, espero que eso no”, pensó. Se acercó y la analizó detenidamente a los ojos  para probar que estaba consciente de lo que decía. Hannah puso los ojos en blanco.

—¿Qué pasa? ¿Es que no me crees?

—A ti ¿qué mosca te ha picado? No te reconozco con ese comportamiento.

—Será porque no me conoces lo suficiente. Y para que sepas que soy sincera, aquí tienes un regalo de mi parte —le mostró una hermosa caja negra dejándolo aún más asombrado—Cógelo, es para ti.

—¿Crees que necesito un regalo de tu parte? —preguntó él.—Venga, no seas desconsiderado, lo hago en son de paz.

Héctor tendió la mano y cogió la caja sin apartar la mirada desconfianza en ella que la había clavado. Ella seguía con su sonrisa caprichosa en los labios.

—¿No vas a abrirla?

Héctor abrió la caja. Ante sus ojos apareció lo más lógico que se podría esperar, le estaba regalando un reloj aunque evidentemente no era uno cualquiera; lo observó durante un rato y volvió a mirarla.

—¿Me imaginas con uno de esos trastos puestos?  

—¿Por qué no? Como a cualquiera y te agradecería que no lo rechaces. No me gusta que me devuelvan los regalos… Aunque sí hay algo bien claro.

<<Ya iba siendo demasiado bueno para ser real>> pensó él entornando los ojos.

—¿Ahora qué?  

—No te prometo que dejaré de molestarte. Solo es por esta vez —rio divertida mientras entraba en la casa.  Héctor no apartó la mirada de ella cuando desapareció por completo, miró el regalo que le había hecho y sonrió. Por primera vez tenía algo que venía de ella. Lo guardó en el bolsillo de su chaqueta.

Minutos después llegaba un Audi descapotable y se estacionaba frente a la casa. Para su sorpresa, de él bajaba Sergio. Por lo visto, no se había olvidado de ella y había venido personalmente a buscarla. Por un momento, Héctor pensó en hacerse pasar por pareja de Hannah ya que así ella se lo había presentado a él en la fiesta, pero descartó esa idea. Él no la pertenencia y así iba a seguir siendo. Mientras Sergio se acercaba a él, mostró una maléfica y burlona sonrisa.

—Así que eres el guardaespaldas, y no el novio —dijo una vez que se encontraba frente a él. Por un momento se le cruzó a Héctor la idea de pegarle un puñetazo en esa cara blanda que tenía, pero logró contenerse. —Ya se me hacía raro que tan pronto ella estuviera saliendo con alguien, debe ser una tortura solo ser el guardaespaldas ¿verdad?

Héctor se estaba impacientando, apretó los puños de sus manos para controlarse. Si había venido a ver a Hannah podía pasar a hacerlo, pero lo que no podía permitir era que le hablara de cualquier forma, o de lo contrario sabría de lo que era capaz.

— Algo debes de tener mal como para que no se fije en ti a pesar de ser aparentemente guapo, o es que solo es la apariencia. —Continuó —Supongo que también podría ser por lo poca cosa que debes ser, ser guardaespaldas de alguien para poder sobrevivir, ¿no había otra cosa en la que podías inspirarte? Digo yo, pero es que existen tantos…

Ya no pudo continuar porque Héctor le había proporcionado un buen puñetazo que consiguió echarlo al suelo. Era la única manera de hacerlo callar.

—Si tan hombre importante te consideras, levántate y demuéstralo —le encaró mientras se arreglaba la chaqueta que llevaba puesta. Sergio lo miró sorprendido ¿Cómo se le había ocurrido? Se puso en pie y justo cuando estuvo a punto de reclamarlo, apareció Hannah.

—¿Puedo saber qué sucede aquí?

—¿Sé puede saber cómo demonios escoges a tus guardaespaldas? — Preguntó Sergio con la mano sobre la mejilla donde había recibido el golpe. Estaba enojado.

Hannah miró a Héctor, no se creía que él hubiera hecho algo igual. Eso le estaba haciendo entender que era capaz de todo y no le importaba nada; ni siquiera le había importado golpear al hijo de un millonario a pesar de conocer las posibles consecuencias que eso conllevaría. Eso le gustó más de él. Ahora tenía todo el derecho de despedirlo sin problemas y lo sabía él, pero ella no quería despedirlo de esa manera.Ella se volvió hacia Sergio quien esperaba que ella actuara contra él.

—¿Cómo se te ocurre venir a mi casa y ofender a mi guardaespaldas? ¿Con qué derecho lo hiciste?Estaba enfadada, pero Sergio estaba más asombrado que dolorido por el golpe, no entendía por qué se disponía a defenderlo si era solo un guardaespaldas al que podría cambiar con otro cuando quisiera.

—Pero ¿de qué hablas?  

—Por mí no te preocupes, que puedo asumirlo y marcharme—dijo Héctor dispuesto a irse si se lo pedían.

—No, —sentenció ella —el que se va de aquí es él.

—¿Es en serio? —Preguntó Sergio con asombro —¿Es que prefieres defenderlo a él que a mí? Recuerda que el agredido he sido yo.

—Qué te parece si le cuento a tu padre lo que acabas de hacer, a ver si opina lo mismo.  

Sergio se fijó en ella y supo que hablaba en serio, así que tenía que marcharse, no podía permitir que su padre supiera nada sobre sus fechorías. Miró a Héctor con odio y  se subió a su descapotable alejándose.

—¿Por qué lo hiciste? —habló Héctor—Estaba dispuesto a marcharme.

—Ya te dije que te rendirías y te marcharías por tu cuenta cuando ya no resistas más —con una sonrisa se dio la vuelta y regresaba a la casa, pero antes de entrar se volvió a él y le dijo —. Y, por cierto. Gracias por lo que hiciste. Se lo merecía..., aunque a veces me pregunto si en realidad eres un guardaespaldas porque no actúas como tal — y dicho eso entró en la casa.

Héctor pensó en la posibilidad de estar en su mente y saber en qué estaba pensando ella, pero naturalmente era imposible. No entendía sus repentinos cambios de humor. En ocasiones, estaba discutiendo con él a muerte y en otras lo estaba defendiendo como ahora e incluso haciéndole regalos... ¿Por qué hacía todo eso?

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