Diario de Lucilla 7 de setiembre

7 de setiembre

 Me recuerdo a mí misma apretando el cuello de Talbot mientras estaba sobre su cuerpo desnudo sentada a horcajadas y sumida en un frenesí imparable producto de una incontenible cólera. El rostro de Talbot se estaba comenzando a poner azul y su lengua emergía de su boca mientras intentaba zafarse de mi mortal apretón allí sobre la cama de su apartamento. Donovan intentaba detenerme con todas sus fuerzas y finalmente dijo: ¡Maldita sea, Lucilla! ¡Suéltala! ¡No me obligues a matarte!

 Entonces la solté y me separé. Talbot comenzó a arquear y toser tratando de recuperar el aire y contrarrestar el sentimiento de asfixia.

 Los había encontrado allí, en el apartamento de Talbot después de que Donovan la llevara a su casa tras el hechizo y me percaté de su inusual tardanza. No puedo salir de día así que

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