Él

Observo con ansias la hora en mi reloj que brillaba en la oscuridad, desde que nos mudamos tenía muchas ganas de ver a Tony, uno de mis mejores amigos, le había preguntado a mi madre si podíamos traer a mi nuevo mejor amigo, Chuck, pero no quiso, dijo que su padre era alguien muy importante y que nunca lo dejaría venir, pero prometí llegar a casa con nuevas aventuras, eso era un hecho.

Llevaba poco tiempo en preguntar acerca de la distancia cuando mi madre me dijo por milésima vez que faltaba poco, realmente muy poco para llegar, y yo le creí, ya que esta vez estábamos llegando a la casa de Tony, y en cuanto bajé del auto corrí hacia él, quien ya estaba fuera esperándome.

—Tardaste demasiado —me dice Tony sonriendo— tengo unos nuevos juegos por mostrarte.

—No fue mi culpa, mi papá no puede manejar más rápido, y me muero por saber que tienes escondido debajo de la manga.

—Pues tendrán que esperar, primero iremos al súper por algo para hacer de comer —nos informa la madre de Tony al tiempo que saluda a mi madre.

Mi padre saluda al de Tony como si tuvieran millones de años en no verse, me hacía feliz ver a mi mejor amigo y me moría por contarle acerca de Chuck y de mis nuevos amigos. Lo extrañaba pero a veces mis nuevos amigos me hacían olvidarme de él.

—Lo mejor será que los hombres se queden preparando la ensalada en lo que vamos nosotras por lo que hace falta —propone la madre de Tony.

—Se supone que eso debería ser al revés, las mujeres… —comenzaba a decir el padre de mi amigo Tony.

—Cariño, es mejor que no digas nada de lo que después te vas a arrepentir —la madre de Tony le tapa la boca con cariño y mis padres se ríen de ellos.

El día era muy soleado y en cierto modo muy acogedor, Tony vivía en un vecindario muy limpio y en donde todos los vecinos se trataban con respeto, aunque no faltaba la señora metiche, pero excluyendo a esas brujas, todo estaba bien. Nosotros acompañamos a nuestras madres ya que nos habían prometido dulces y friturillas para ver la televisión o para comer mientras jugábamos y nos poníamos al día. Tony y yo íbamos sentados en la parte de atrás del carro de su madre, cuando soltó un largo y muy profundo suspiro.

—Déjame adivinar, ese suspiro se debe a que conquistaste a otra niña, ¿cierto? —me cruzo de brazos.

—Aún no la conquisto, pero me gusta y quiero pedirle que sea mi novia el lunes, a la hora del almuerzo.

—Tú nunca aprendes, ¿y qué es lo que te detiene?

—Que es la hija del director y es una chillona de primera, pero es muy bonita y tiene unos dientes blancos y…

—Me decepcionas Tony, hablas como todo un monstruo de la conquista amorosa —me burlo de él.

— ¿Y qué me dices tú? —Me pregunta Tony— ¿hay alguna niña que te guste allá en dónde vives?

—Me gustan todas las niñas, la mayoría son muy lindas y amables, están coladitas por mí, pero no me interesa nadie —contesté con indiferencia.

—Vaya, sí que eres todo un chico malo.

—No ha nacido la niña que me cautive.

El resto del camino hablamos de las niñas de nuestros grupos escolares hasta que llegamos al súper, mi estómago me avisaba que necesitaba alimento por lo que por mi cabeza se cruzó rogarle a mi madre para que me comprara unas galletas o algo que apaciguara mi hambre. Al entrar nuestras madres nos dieron permiso de fisgonear por los pasillos, siempre y cuando no hiciéramos travesuras, cosa que aceptamos gustosos.

Pasamos un rato por todos los pasillos hasta que Tony dijo que quería ir a la sección de juguetes, mientras que yo tenía ganas de ir a la sección de dulces, al final decidimos que lo mejor era que nos separáramos unos momentos para que cada quien disfrutara de su tiempo a gusto y sin presionar a nadie.

Yo estaba caminando tranquilamente por los pasillos, cuando vi a una niña muy bonita, de ojos azules y cabello café, iba tomada de la mano de otro niño rubio y de ojos verdes, que en ese momento me pareció muy divertido compararlos con el vómito de un extraterrestre. No entendía cómo es que aquella niña estaba con un niño tan simple y sin chiste, era muy bien parecido, pero no hacía buen par con ella, era como ver a la princesa y al plebeyo, juntos paseando tomados de la mano.

No pude evitar sentir curiosidad por ellos, en especial por la niña, cuando vi que se dirigían a la misma sección de dulces que yo, me escondí detrás de uno de los estantes mientras observaba como veían unas paletas rellenas de chocolate, entonces pasó algo de lo que no pude evitar reírme.

A una señora se le cayeron los limones de una bolsa que traía consigo, y esos dos niños decidieron ayudar a la pobre mujer, en aquel momento vi como un limón rodaba en mi dirección, al final del pasillo, el niño rubio estaba muy entretenido ayudando a la señora, tanto que no se dio cuenta de que su amiga estaba caminando lejos de ellos, fue cuando decidí hacer mi primera aparición, la niña chocó conmigo y cuando alzó la vista y nuestros ojos se cruzaron, no pude evitar pensar en que era la niña más hermosa que había visto, ni siquiera en donde vivía habían niñas tan guapas, tenía que hacerme el tonto con ella antes de que su amigo rubio se diera cuenta de lo que estaba pasando, por lo que tomé el limón que estaba en el suelo y pegué carrera.

Como lo esperaba, la niña me siguió pero yo era más veloz así que me perdió, entonces, se me ocurrió la grandiosa idea de taparle los ojos, cosa que hice, pero enseguida no pude evitar reírme de lo feliz que estaba, entonces destapé sus ojos y ella clavó su fría mirada en mí, por un momento pensé que estaba a punto de hacer puchero.

— ¿Vas a llorar? —le pregunté al tiempo que la sonrisa se me iba de los labios.

— ¿Quién eres tú? —me pregunta la niña con sus enormes ojos azules como el mar.

De cerca era aún más bonita, parecía muñeca de porcelana, enseguida le doy el limón para evitar que llorara.

—Soy quien quieras que sea —le contesto robando una frase de una película que recientemente había visto en mi casa, y tratando de hacerme el galán frente a ella, esperaba el mismo resultado que el protagonista de dichas líneas.

—Gracias —me contesta con la misma frialdad y enseguida se da la media vuelta para regresar junto a su amigo rubio.

— ¡Espera! —Le grito mientras me acerco a ella a toda velocidad— ¿cómo te llamas, niña?

Ella tenía miedo, le temblaba ligeramente el labio inferior y sabía que comenzaba a pensar en gritar y pedir auxilio, por lo que pensé que un mal chiste le caería bien.

— ¿Acaso te mordieron la lengua los ratones? —le pregunto para que entre en confianza.

—Milan dice que no hable con extraños —me contesta y su voz me parece un canto de ángeles, suave, y hermosa como ella.

— ¿Así se llama tu papá? —le pregunto mientras me quedó perdido en sus ojos.

—No, así se llama mi mejor amigo —me contesta mientras escucha la voz de una señora llamándola, seguramente su madre.

Por segundos pensé en que me quedaría con ganas de saber cómo se llamaba, pero cuando me di la vuelta escuché como aquel niño rubio la llamaba por su nombre; Crys. Aquella noche no pude dormir por pensar en aquellos ojos azules, labios carnosos, y piel de muñeca de porcelana, y a partir de ahí no volví a hablar ni a ver a aquella niña que me había robado el corazón por primera vez. Pero el destino tenía otros planes para nosotros, tiempo después me enteré que era novia de mi mejor amigo Tony, y años más tarde la encontré en un súper en el pueblo en donde vivía, esos mismos ojos azules quedaron guardados como un recuerdo en las profundidades de mis memorias infinitas. Ahora teníamos que superar una prueba o dejar todo aquello guardado en el pasado.

Si tan solo la hubiera escuchado, si hubiera estado cuando ella más me necesitaba, si no hubiera sido tan idiota en dejarla ir con él, ahora estaría a mi lado, llena de vida, llena de amor, cada que pasan los segundos siento que la vida se me va, extraño sus abrazos y sus berrinches, sus reclamos, sus celos, extraño hacerla mía una y otra vez, si tan solo hubiera escuchado y sabido lo que pasaría… pero ahora ya era muy tarde, tenía que seguir adelante, tengo que…

El frío me congela hasta el corazón, me siento muerto cuando estoy frente a ella, sus ojos azules sin vida, y se me parte el alma al ver que sus labios ya no hacen esa pequeña curva para sonreír.

—Crys…

—Bastian, te amo…

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