3.2 Viernes por la noche

— Raúl Owen's —

La música del club sonaba mientras que Max tomaba de su piña colada sin alcohol, movía su cabeza escuchando la letra de la canción que no logro saber cuál es por estar mirándola después de casi 5 años sin verla.

La observo de perfil, ya no hay rastro de la niña de 15 años que conocí, tampoco rastro de la chica de 17 años que deje en Venezuela al irme a España, su rostro muestra tranquila pero fastidio a la vez, sus ojos castaños claros siguen siendo los mismos con aquel brillo, aunque ahora no puedo ver su alma por la poca luz del lugar, mentiría si no dijera que no me encuentro enamorado, porque la verdad si estoy enamorado, sigo enamorado después de 5 años sin verla y de solo conformarme con sus fotos en mi vieja laptop nunca fue suficiente, si tan solo Max me diera la oportunidad de explicarle, ¿es tanto perdí una oportunidad?

De un momento a otro sonó una canción vieja de salsa de Frankie Ruiz.

— Me encanta esa canción — decimos al mismo tiempo, nos miramos y reímos, no sabía que a ella le gustara esa canción.

  La miro a los ojos que brillan a causa de las luces del bar, esos mismos ojos que me quitaban el sueño.

— Oye, ¿Te gustaría bailar? — me pregunta cerca para poder escucharla, la miré sorprendido, ella pidiéndome bailar. No recuerdo cuando fue que bailamos juntos una canción.

— Vale.

 Nos cansamos después de bailar tres canciones de salsas, nos devolvimos a la barra donde estábamos.

—  Bailas muy bien salsa para ser español — dice sonriéndome y le sonreí, de algo sirvió todas esas clases de la abuela Gretta, en ese momento llega Ryan, como siempre arruinando mis momentos.

— ¿Por qué?, ¿por qué a él sí y a mí no? — le reclama en pregunta Ryan a Max.

— Bueno, no me agradan los hombres creídos y menos que me inviten a bailar apena me ven, es más me caes mal e igual a tu hermana Sarah, eso debe ser el por qué él sí y tú no — dice encogiéndose de hombros, me empiezo a reír, tan directa como siempre.

— Y  ¿Tú de que te ríes? — me dice un Ryan molesto, se me acercó — Me has quitado mi presa — dijo mientras me moría de la risa, fue ahí que pare de reír  al ver que Max había tomado una bebida con alcohol.

— Max, ¿Sabes lo que acabas de tomar? — la miró Hugo bien preocupado, la verdad es que, si Max toma un vaso de alcohol se emborracha enseguida, vamos a ver qué pasa ahora, espero que no se tire de un edificio o se meta en la playa o donde le parezca más divertido o se atreva a decir cosas.

— Rubio, vamos a bailar — Max se movía de un lado a otro, si, ya está borracha, me agarro de la mano y me llevo a la pista mientras que sonaba  una bachata "Adicto" de Prince Royce y Marc Anthony.

Ella me baila donde no hay luces

Yo pago el precio, ella se luce Tantos recuerdos de aquel cuartico 

Lo reconozco soy un adicto

Adicto a veinticinco horas Diez bailes al día Entras por la noche 

Sales por el día Veinticinco horas 

Diez bailes al día Entro por la noche 

Salgo por el día Lo reconozco soy un adicto

 Fue en ese momento que me besó, varios recuerdos me vienen a la mente, aunque ella este borracha sus labios todavía conserva el sabor dulce, la canción terminó y ella salió del bar, tomo mi chaqueta y su cartera, Hugo se despide y la sigo, capaz  y hacia una locura.

— Max, ¿A dónde vas? — le pregunte apenas la alcance, ella después no se acordara de nada pero no soy capaz de dejarla en ese estado.

— La noche es joven, vamos a divertirnos ¿Qué dices, rubio? — está completamente loca y borracha, así cualquiera se aprovecha.

— Ven, déjate de tonterías, te llevaré a tu casa, Max — soy estúpido ella ni siquiera va saber dónde vive ni menos borracha.

— Mi apartamento está por allá y por allá después cruzas por allá y volvemos aquí — dice señalado el cielo riéndose.

Paciencia, Raúl, paciencia, si es así.

  La monto en mi Ferrari 488 GTB rojo de último modelo y arranco, capaz que mañana me mate, pero no la puedo dejar así y menos aquí.   Después de 15 minutos llegamos a el edificio donde vivo, entre al estacionamiento subterráneo y bajamos del coche e entramos al elevador, toco el botón para llegar al último piso, hasta llegar a mi pent—house.

  Max mueve las piernas de una a una mientras esta en mi hombro, esperemos que no me vomite como la última vez, esperemos también que no haga ninguna locura, bueno no era de esperarse, apenas llegar y bajarla de mi hombro salió del elevador gritando.

— ¡Hay que vivir la vida loca! — mientras que Max cantaba la canción de Ricky Martín que también salía en la segunda película de Shrek, yo abría la puerta de mi apartamento de dos pisos.

— Max, entra y deja de gritar que molestarás a la vecina — le digo, en mi piso solo hay tres pent—house, en uno vive una mujer de 40 para delante tiene mucho dinero y vive sola de vez en cuando vienen sus dos hijos de unos 18 años y 10 años, en el otro apartamento no vive nadie y por último mi apartamento.

 Entramos y cerré la puerta, al darme cuenta, Max ya no estaba.

— Max, Max ¡¿Max, dónde estás?! — grite mientras me dirigí a la sala donde está la pecera de Tipititi, vi los tacones de Max tirados, rezando me di cuenta que Max estaba en la segunda planta a punto de tirarse a la pecera del tiburón — ¡Maximiliana, bajaste de ahí enseguida!

  Ella me sonrió como si tuviera 10 años y puso una pierna en la reja y con el corazón a mil corrí subiendo en dos en dos los escalones de las escaleras hasta llegar a ella hasta tenerla de los brazos.

— Déjame, quiero tirarme — dice con ojos de perro abandonado. Esa mirada no tiene efecto.

— Ven, vamos debes descansar...— me interrumpió con un beso, la intente separar de mí pero no resistí cuando ya le estaba respondiéndole el beso.

Sé que es muy malo aprovecharse de ella estando borracha, solo será un besito pero sin darme cuenta ya estábamos en mi cuarto, mientras nos besamos, Max encima de mí me quitaba la camisa mientras le daba besos en el cuello, se movia quitándose el vestido quedando en un bonito ropa de interior blanco...

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