Capítulo 1

Son las once del mediodía y la alarma suena haciendo que casi me caiga de la cama.

Exacto, te estarás preguntando ¿Por qué no te levantas a la mañana?, ¿No tienes que ir a tu escuela americana?. Estás equivocado si creés eso porque la realidad es que entro a la escuela al mediodía. 

Que vivo en un país tercermundista, donde no estoy viviendo como la protagonista de una película cliché. 

Ni siquiera mi madre tiene un auto para poder alcanzarme hasta el colegio, me toca viajar en el bus, que si estoy de suerte llego a horario a tomarlo. Que si la vida y los astros se alinean me para, y no sigue de largo por estar recargado hasta el techo. Llegar a sentarte en el bus, es como levantarse y ganar la lotería, porque la mayor parte del tiempo me toca ir parada, con alguna axila de aromatizante. 

Las cosas al menos este año serían diferentes, había conseguido un auto que lo compre juntando mis ahorros, es una chatarra, luce como si se fuera a desmoronar en dos cuadras. Pero es la salvación de no tener que ir en el bus.

La realidad es que mi escuela no es tan grande como te imaginas, no hay casilleros, no hay baños qué tienen la medida de mí casa, no hay aulas para cada materia, no hay un equipo de básquet, solo es una escuela pobre en donde de vez en cuando se acuerdan de poner papel higiénico en los baños.

Por cierto mí nombre es Emma Noha Gutierrez, un poco largo pero creo que suena bien. Te voy ahorrar la parte en donde te cuento como me levanto, como voy al baño, supongo que lo demás ya lo sabes.

Vamos a la parte en dónde llegó al infierno, ¿Pero todo infierno tiene demonios, cierto? Bueno ahí siempre están mis mejores amigas; Susy, Cindy y Diana.

¿Creíste qué era la típica solitaria? Claro que no, ellas hacen qué yo me sienta completa. Podíamos decir que éramos las únicas extraterrestres capaz de gritar si pasaba algo genial, aunque media escuela nos esté mirando mal, nada de eso nos importaba.

Cada uno estaba en su propio mundo, hay veces que la gente de alrededor parecían simplemente un decorado para nosotras. Éramos como una especie de chicles enredados, pasábamos todo el tiempo que podíamos juntas.

Ellas simplemente son las únicas personas que me entienden, que logran comprender cada faceta rara de mi. Son las únicas que no piensan que estoy loca -o quizás sea pero en una buena forma -ellas sin embargo, tienen el mismo nivel de locura que yo, incluso peor.

Simplemente son las únicas personas con las que me siento segura de socializar, siento miedo de abrirme a otras personas por temor de que piensen que soy un bicho raro o no caerles bien.

A veces mis inseguridades y mi ansiedad social, tienden a jugar con mis pensamientos con frecuencia. Me hacen sentir que no podría relacionarme con nadie más, que no sería igual. 

Así que en mi mundo solo estaba mi familia y ellas tres.

—¡Dios mío! ¿Alguien más vio el trasero de ese chico? —habló Cindy entre risas.

—Siempre hablando de traseros —respondí de mala gana.

—No intentes ponerte en el papel de santa, que tú también los miras. Además, no hay nada más interesante en el colegio que disfrutar la vista. 

—Eres una pervertida —murmure.

—Solo soy sincera.

No respondí nada. Cindy tiene alrededor de treinta crushes en el mismo colegio, y asegura que es lo único que la alienta a venir a clases. 

No quise sacar más tema, porque enseguida se pondría a parlotear de todos sus hombres inalcanzables. 

Su cabeza vive en Disney, pero termina chocando contra la pared demasiadas veces. Encontrar alguna persona en estos tiempos es muy difícil, más cuando parece que todos son iguales. 

Pero… ¿Quien la culpaba por eso?. Si yo vivo enamorada de personajes ficticios, esperando a que alguno salga del libro.

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