Sin Love
Sin Love
Por: Ravette Bennett
Prólogo

La luz de la luna se filtraba en aquella habitación oscura, dando como resultado una vigilancia celestial, era espectadora de aquel romance extraño y teñido de odio, rencor y mentiras.

—Quiero hacerlo, aquí, ahora —dijo agitadamente aquella chica rubia.

Él se quedó inmóvil, observándola, cada gesto, cada movimiento que hiciera quedaría grabado en su mente, por primera vez en su vida, él podía observar como su pecho se movía ligeramente con su respiración agitada, en efecto, estaba ida. Se acercó a ella y le quitó aquella bata de seda que cubría su cuerpo, el simple hecho de deslizar despacio la tela por sus brazos, lo embriagó, era una chica muy hermosa. Sus párpados se cerraron y aspiró su olor.

—Hueles deliciosamente —él murmuró con un suspiro.

Ella sonrió de oreja a oreja, le gustaba que todos los hombres le pusieran atención, ella tenía que ser la única para quien eligiera, nadie era mejor que ella, o al menos eso pensaba.

—Es vainilla, con algo mezclado que no recuerdo —contestó ella sin quitarle la vista de encima.

—Da igual —él se encogió de hombros— lo que me gusta es que es un olor limpio y femenino, es una esencia que no he olido en nadie más.

Ella se quedó inmóvil, totalmente hechizada con aquellas palabras, aunque iba con pies de plomo, él nunca había sido sincero, por lo que eso pudiera ser solo un pequeño juego antes. Lo único que ella deseaba era que él la complaciera esa noche, entonces la curiosa mirada de él. 

—¿Qué haces? —ella se cruzó de brazos— se supone que eso debería estar haciéndolo yo. 

—No entiendo porque tanto odio hacia Crystalle, se ve que es buena persona y...

La chica volvió a apretar su miembro y él se volvió a quejar.

—¿Decías algo cariño?.

—¡No!.

—Bien, ahora vístete, tenemos que planear nuestro siguiente movimiento.

—Solo espero que no te arrepientas de lo que estás haciendo, y por supuesto que no se te pase la mano, después de todo ella no tiene la culpa de...

—¡Claro que es culpable, ella es la causa principal de mis desgracias, si ella le hubiera dejado, él seguiría a mi lado, sería mío!.

—¿Y por eso piensas dañarla? —aquel chico comenzaba a terminar de vestirse— en todo caso él fue quien eligió quedarse a su lado, él la ama, y con eso no puedes hacer nada más, aparte no creo que Milan...

—¡Cállate!.

—No tienes porque gritar —el chico comenzaba a hartarse de esa conversación.

—Pues no menciones eso.

—¿Te duele, cierto? —un brillo malicioso se colocó en los ojos de aquel chico, acompañado de una enorme sonrisa que significaba triunfo— te duele que él la prefiera sobre todas, te duele que la ame como te gustaría que él te hubiera amado, pero ya no puedes hacer nada.

—En eso te equivocas, claro que lo haré, él es mío.

—Sabes, creo que aunque logres separarlos o dañarla, dudo mucho que obtengas lo que deseas, él nunca la va a dejar de amar —el chico se encogió de hombros.

—Eso ya lo veremos.

—Como digas —el chico recibió un mensaje y de inmediato lo respondió, ignorando descaradamente la presencia de ella.

Estaba cansada, pero el simple hecho de pensar que el juego daría inicio muy pronto, la llenaba de emoción, él se arrepentiría de haberla dejado, de haberla cambiado por Crystalle.

Se vistió rápidamente y se dirigió a la pequeña mesa de noche, tomó los planos que eran de la construcción de la casa del lago, y comenzó a planificar bien sus estrategias, no podía cometer ningún error, y necesitaba más información cuando estuviera en la universidad.

—Me voy —el chico se despidió rápidamente de ella— nos vemos luego.

—Largo o te cortaré las pelotas.

—Tranquila, te dejaré con tu estúpida venganza.

—No se te olvide hacer lo que te pedí, para mañana lo necesito —aquella chica rubia lo fulminó con la mirada— no quiero errores cuando lo hagas.

—No lo haré, no cometeré ningún error.

—Y más te vale que nadie te vea.

—Ok, me voy.

—Adiós.

Aquel chico salió de la habitación, ella tomó entre sus manos una fotografía de Crystalle en la cual salía con Milán de la universidad, verla tan feliz a su lado le dio un enorme coraje, y sintió un delicado estremecimiento que recorrió cada centímetro de su piel, y su ávida mirada se colocó en Crys, ella era guapa, le daba rabia admitirlo, tenía un buen cuerpo en forma, y lo que más envidiaba de ella, era tener a muchos chicos babeando por ella. Después colocó su mirada en Milan, quien en la foto la veía como si ella fuera algo divino que no se había visto jamás. Entonces sintió tanta furia en su interior, que terminó por aventar aquella fotografía al suelo, comenzó a aventar todo, incluso los planos que hasta hace unos momentos estaba verificando, chocando contra una de las paredes de aquella habitación fría.

—¡Maldita seas Crystalle Bellowk! —aquella chica rubia comenzó a llorar de rabia, de impotencia— ¡por quitarme lo que es mio, él me pertenece!.

Los gritos de aquella alma perdida retumbaban como eco por todo el lugar. Se sentía frustrada, odiada, pero con una enorme sed de venganza, eso le ayudaba a salir del pozo en el que ella misma se había hundido.

Cerró los ojos e intentó calmarse poco a poco hasta que soltó un suspiro largo. Con mirada perturbadora comenzó a buscar aquella foto de Crys, pero esta vez buscó unas tijeras y comenzó a rayar el rostro de ella, dejando solo el de Milan.

—Me lo quitaste —dijo entre risas envueltas en locura— no, mejor dicho te lo presté, porque él y yo estaremos juntos por siempre.

Soltó una carcajada llena de locura, la cual le siguieron más, y más, a tal grado que lloró de tanta risa que sentía en ese momento. Después se dio cuenta de la hora, ya era muy de noche, era tiempo de comenzar con el juego, y el primer dado ella lo tiraría.

Con pasos pasmosos se dirigió hasta el teléfono, se sentó con delicadeza como si fuera alguien de la realeza y comienza a respirar lento y profundo, lo toma entre sus manos y sonríe de oreja a oreja al marcar aquel número, sonó tres timbres hasta que aquella persona contestó.

—¿Hola?.

Su voz, aquella voz, era tan dulce pero a la vez tan misteriosa, era ella, Crystalle Bellowk, la persona que más odiaba en el mundo.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó Crys en tono impaciente y algo molesto— si esto es una broma no es gracioso.

Aquella chica rubia comenzó a respirar tan fuerte, que Crys podía escucharla a la perfección, cosa que la asustó mucho.

—Bien, como sea, no vuelvas a marcar a mi celular —habló Crys molesta al tiempo que colgaba.

Ella le marcaba a Crys constantemente, pero para que ella no pudiera verificar su número, lo aplicaba en modo privado gracias a una aplicación que le había descargado aquel chico con el que se acostaba. Al escuchar como había colgado, no dudó en soltar otra carcajada, pero esta vez más siniestra, tomó la fotografía con fuerza y se asomó por la ventana de aquella casa vacía y oscura.

—Que empiece el juego —aventó hacia afuera aquella fotografía, cayendo a un río, en efecto, estaba en una casa abandonada cerca del bosque— Crystalle Bellowk, veamos hasta dónde puedes llegar para salvar tu inútil vida.

El juego había comenzado, ella tenía el control de todo, jugadores, peones, tenía varios trucos bajo las mangas, pero aún más importante, tenía una carta especial escogida por el destino. Daba igual quienes fueran los demás jugadores, después de todo ella solo quería una cosa; la cabeza de la reina para quedarse con el rey y con todo el reino.

Sus planes están al punto exacto, tenía una meta fija, alguien a quien lastimar. Su nombre es un misterio, y este año correrá más sangre que amor, o al menos eso tenía planeado, aquella chica estaba segura de una sola cosa; donde hay maldad, algún día hubo bondad y amor.

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