Es perfecto.

Al día siguiente, Irene se levantó muy temprano como siempre. Acostumbraba correr todas las mañanas, pero ese día bebió té en la terraza relajadamente. 

Sintió unas ganas inmensas de observar a Alan dormir, pero su vergüenza era más grande. Así que decidió esperarlo afuera. 

Arturo, estaba más que encantado debido a que todo transcurrió sin problemas. La mujer que huyó con su amigo era demasiado malvada como para vivir con su querido nieto. Pero tampoco Alan era tan tonto como para no entender el trasfondo de la situación. 

No le llevó mucho tiempo el descubrir todo con ayuda de uno de los investigadores que contrató.

Pero ya no importaba, el simple hecho de haberse casado con otra volvería loca a esa codiciosa mujer, afortunadamente su abuelo era de bastante ayuda, tenía en mente algo similar con cualquier chica que fuera lo suficientemente buena para manejar. Le ahorró mucho trabajo. 

Se levantó, pero ella ya no estaba en la cama. Mientras se cambiaba la buscó y la encontró en la terraza. Ella se veía tranquila, y en paz. A diferencia del día anterior, estaba muy relajada y su semblante se veía bastante serio y elegante. 

Cada vez se sentía más satisfecho. Irene utilizó su tiempo a solas y en silencio, para procesar todo, al recordar sus reacciones de los últimos días casi se le caía la cara de vergüenza. ¿Como lo vería a la cara en adelante?

Pero su “charla” antes de quedase dormida la relajo bastante, no era un completo patán y eso ya era algo. Su actitud fue en parte comprensible. 

- Buen día.

La seria y relajada voz de Alan la sorprendió. Casi se le caía la taza de las manos, pero logró maniobrar y no perderla. Alan frunció el ceño, ¿Era tan tétrico? ¿O le había hecho algo para que estuviera así de nerviosa con él?

Sin darle más importancia se sentó en la mesa.

- ¿Pasa algo contigo? No me interesa qué es lo que sepas de mí, pero no soy como los rumores lo pintan. 

Irene ladeó la cabeza confundida y Alan sin querer desesperarse tan temprano, desvió la mirada, se sorprendió al ver que, en la mesa, salvo por la taza de té y una galleta, todo era de su gusto. 

La miró, pero ella simplemente se concentró en ver al frente como antes. 

Dio un profundo suspiro interno, y comenzó a desayunar. 

Conforme pasaba el tiempo, comenzaban a sentir cierta familiaridad, esos eran sus desayunos antes de que Alan saliera a la escuela o ya mayor al trabajo, y cuando estaban por comenzar las clases el ver corriendo a Irene entrar a su salón a ultimo segundo. Sin darse cuenta, comenzó a comparar a esa chiquilla atolondrada, con esa mujer atolondrada. 

Salvo por tener ese físico de infarto, y verse mayor, no había cambiado casi nada. Mientras pensaba, admiraba con detenimiento, su bonito y bien formado busto.

"¿Como nunca me di cuenta?"

Recordó a su abuelo y agito la cabeza desechando esos pensamientos. 

"No, seguramente si el abuelo supiera algo, o me viera con intención de acercarme a ella con alguna intención de esas, me habría golpeado hasta morir."

Asintiéndose a sí mismo, bebió su café en silencio. E Irene estaba a nada de correr, esas expresiones y miradas...

Seguía siendo un idiota. 

Pero se diferenciaba en que ahora estaban casados, mínimo, no debería sentirse tan molesta. 

Unos momentos después y casi como si estuviera calculado, justo cuando Alan termino, tocaron la puerta. 

- ¡Chicos! ¡¿Están presentables?!

Ambos se miraron entre sí, con vergüenza por su abuelo, pero como si fuera tácito, ambos recordaron que era el mismo, sus expresiones de alivio y aún vergüenza. Eran casi ensayadas. 

Arturo al entrar hizo un puchero cuando los vio. 

- ¡¿Qué se supone que hacen?!

Irene ladeó la cabeza confundida y Alan se cubrió el rostro con una mano. 

- ¡¿Como se supone que van a hacer a mi nieto si no hay más acción?! 

Irene lo miró boquiabierta, y Alan torció la boca tratando de no reírse. 

- ¡Abuelo! 

Irene miró a Alan, pero este desvió la mirada y no vio su expresión. 

Arturo al verlos, seguía sintiéndose muy contento por su elección. Eran jóvenes y tenían mucho tiempo, vivieron juntos, y la ama de llaves en varias ocasiones le chismeaba sobre los sentimientos de Irene por él, aunque su nieto era un mujeriego, debía admitir que siempre que tuvo a alguien jamás le fue infiel. 

Suspiró profundamente y convenciéndose, se tranquilizó un poco, pero, ante la idea de que un día llegara a serle infiel casi quería golpearlo aún sin haber hecho nada. Cerró los ojos y se acercó a ellos dándoles un fuerte abrazo. 

- Son mis preciados niños, cuentan conmigo para lo que necesiten. Y ahora, la sorpresa que te dije debía darte hoy a primera hora. 

Alan asintió con atención y ambos esperaron a que hablara. 

Irene pensó en su edad, lo más seguro era que quería jubilarse y dejar a Alan a cargo. 

Alan, también pensó algo similar, pero de un vistazo podía adivinar que el anciano tenía algo entre manos. 

Arturo sonrió brillantemente, y comenzó a hablar muy alegre. 

- Hijo, hasta ahora has mostrado ser muy inteligente y responsable, eres el principal pilar de nuestra empresa y ahora que estás casado espero aún mejores cosas de ti. 

Irene de verdad se sentía muy alegre de que Arturo se retirara, dado que siempre trabajó incansablemente hasta llevar la empresa por lo más alto, no eran una perfección ni la más dominante del mundo. Pero era muy destacada e influyente. 

Además de que su salud no era muy buena, cualquier imprevisto o impresión fuerte ya le provocaba estragos. 

Sonrió y volteó a ver a Alan, pero éste seguía viendo directamente a Arturo con mucha atención.  Ella se sorprendió y giro nuevamente hacia Arturo curiosa.

- Y por eso, he decidido dejarlos a ambos al frente. 

Irene abrió mucho los ojos, y volvió la mirada a Alan, esperaba que se viera molesto, pero para su sorpresa asintió de acuerdo. 

- Cuando den a luz, a su primer hijo...

Alan lo miró como si estuviera loco e Irene casi se desmayaba ahí. 

- ¿Que dijiste? ¿Como planeas que tengamos un bebé ahora?

Arturo le regresó la mirada y levantó las cejas como si estuviera a punto de describirle el proceso Alan simplemente lo ignoró e Irene suspiró profundamente y comenzó a hablar. 

- Abuelo, entiendo tu necesidad de ver un nieto, pero yo estoy en medio de concluir mis estudios, y Alan...

- Lo haremos.

Irene lo miró en pánico y Alan la miró a ella desafiante.  

“¿Qué demonios?”

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