Capítulo 3

El último sábado de cada mes siempre acampamos con Alonso en nuestro pequeño rincón en el bosque, nunca habíamos invitado a nadie más, ya que ninguno de los dos somos sociables y estamos bien siendo únicamente nosotros dos.

Alonso armó la tienda de acampar mientras yo le prendía fuego a la leña. Tal vez pareciera aburrido solo dos personas acampando, pero siempre se nos ocurría algo nuevo para divertirnos. Nos pusimos frente a la fogata y empezamos a comer malvaviscos, Alonso contó lo que le había pasado durante el día, yo le conté lo del chico lobo.

—¿Chico lobo? —pregunto con una sonrisa. —Si, así le he puesto, él me dijo Caperucita se merecía un apodo a la altura del mío ¿No te parece?

—Me parece que en serio necesitas comunicarte con alguien que no sea tu padre o yo.

—Me parece que así estoy bien.

—Bueno cuida bien a tu padre o el lobo se lo comerá —comenzó a reír.

—Que chistoso estás hoy.

—No, la que está amargada el día de hoy eres tú.

—Para nada ¿Qué te parece si vamos a buscar a alguna luciérnaga?

—Claro luciérnagas, lo que quieres encontrar es un lobo. Me lancé sobre él y comencé hacerle cosquillas, él las odia.

—¡Basta! ¡Basta! July ya no te molestaré ¡Basta!

—¿Por qué lo quieres matar? Me sobresalté al escucharlo que caí sentada a un lado de Alonso. Es el chico lobo.

—Gracias, me salvaste la vida — mi amigo se sentó —me llamo Alonso Escuche unos silbidos que provenían de la cabaña. El chico lobo volteo a ver y luego dirigió su vista hacia nosotros

—Solo quería ver un asesinato, pero solo era una tonta guerra de cosquillas —se metió las manos en los bolsillos de su chamarra y comenzó a caminar hacia la cabaña.

—Que arrogante —dije molesta.

—Es muy raro, ni siquiera me dijo su nombre.

—No le prestes atención, no dejemos que nos arruine la noche. 


💫💫🌠



 Metí las deliciosas jaleas que hace mi padre a la canasta de mi bicicleta. Hace unos años comencé ayudarle a mi padre a vender sus jaleas, son muy conocidas por aquí, ya que es un trabajo que va de generación en generación. Monte la bici y comencé abajar el camino de siempre, iba lento, ya que no podía arriesgarme en botar los frascos de jalea.

—¿Le vas a dejar eso a tu abuelita? —río —Seguí mi comino sin voltear a verlo —este chico no tendrá nada que hacer —¿Eres muda o algo por el estilo?

-Sé hablar perfectamente —le grité. Cuando estaba ya retirada de él, voltee a verlo, seguía sentado frente a la cabaña, con un cigarro en la mano. Insolente, viene a contaminar el ambiente.

Luego de llevar los recipientes de jalea a mis clientes me senté en una banca del parque me puse mis audífonos y saque mi cuaderno de dibujo junto con un lápiz. Comencé a dibujar los árboles secos que había en el parque, estaba a punto de terminar, alguien se sentó a mi lado y me quito los audífonos, gire bruscamente.

Era el chico lobo.

—No dibujas nada mal —es la primera cosa buena que le he escuchado decir desde que nos conocimos.

—Gracias —Seguí dibujando, él seguía a mi lado viéndome, eso me desconcertaba. 

—¿Siempre te tiemblan las manos? —Gire y me tope con unos ojos impresionantes, ya estaba acostumbrado a los lindos ojos de Alonso, pero él tenía algo especial, voltee rápidamente.

—No estoy temblando. —Tomo mi mano

-Si sigues así solo harás garabatos y estropearás el dibujo. Retire mi mano de la suya y me paré rápidamente.

—Creo que ya se me hizo tarde.

—¿Pero no has terminado?

—Ya, solo estaba dándole los últimos detalles. Puse el cuaderno en la canasta y subí en mi bici, comencé a pedalear, pero él se puso en frente.

—¿Me llevas? 

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