CAP 8: Hogar, dulce hogar

   

El  dolor de cabeza le dio la bienvenida a Ángel al despertar. Cuando logró abrir sus ojos y situarse, se notó la cabeza vendada, y al mirar hacia su torso desnudo vio que también estaba vendado alrededor de todas sus heridas. Miró a su alrededor desorientado, aunque el lugar le resultaba conocido, no era capaz de saber donde estaba. A sus pies sentada en una silla y apoyando la cabeza sobre sus muslos, dormía Luna. Trató de no despertarla pero al primer intento por acomodarse ya había fallado.

-No deberías moverte mucho- dijo ella con voz soñolienta. 

Él no le respondió, se dedicó a mirarla y por un momento logró fantasear con que todo lo que había pasado los último días no eras más que un mal sueño, las punzadas que recibía de la herida en su cabeza decían lo contrario, lo hicieron retorcerse levemente de dolor por un momento, lo que hizo que dolieran también los golpes en el abdomen. 

-Te lo advertí- dijo ella con una pequeña sonrisa de satisfacción mientras se estiraba- no te muevas, dos costillas rotas, un pulmón perforado, traumatismo craneal severo y una sobrecarga muscular, es más que suficiente para que quieras quedarte en cama, puedes no hacerme caso, verte adolorido no me molesta en estos momentos. 

-Pareces mucho menos molesta conmigo- dijo Ángel retornando a una posición un tanto más cómoda.

-No te confundas, sigo molesta, pero estamos grandecitos para andar con dramas adolescentes. Es difícil molestarte con alguien que quieres como te quiero yo a ti si la forma de pedir disculpas es llegar muerto para que te salve la vida, muy romántico de tu parte- volvió a sonreír. 

-Siempre he tenido un gusto por los detalles diferentes, otros compran flores y yo me dejo golpear para que me salves, que puedo decir, soy un romántico perdido, pero no entendí la parte de muerto. 

-Tu corazón se detuvo por unos tres minutos durante la cirugía, estuve tentada a dejarte tirado ahí, no me juzgues. 

-No lo creo, me sigues queriendo demasiado para hacer algo así- dijo prepotente. 

-¿Quieres que llame para que te vuelvan a dejar inconsciente y comprobamos?

-Mejor no, por ahora me conformo con que me digas dónde estamos. 

-¿Realmente no te suena?- preguntó Luna asombrada. 

-¿Debería?- respondió Ángel. 

-Me dijeron que fue el cuarto de tu infancia, pensé que lo recordarías, estamos en tu casa Alessandro, también dijeron que te llamara por ese nombre a partir de ahora, me resulta raro pero me acostumbraré. 

Luego de su verdadero nombre en boca de su esposa, Ángel no escuchó más allá, solo el retumbar de la frase “estamos en tu casa Alessandro” en su cabeza, y como si hubieran abierto a la fuerza una puerta cerrada de recuerdos olvidados, las escenas de todo lo ocurrido en ese mismo dormitorio empezaron a aparecer ante sus ojos, la sangre, el olor a pólvora, lo rotundo de un disparo al techo o la almohada rota por ser usada de silenciador para no despertar a nadie y sin darse cuenta de un momento a otro, estaba llorando sin sentido otra vez. 

-¡¿Ángel que pasa?!- Luna al ver las lágrimas fue directo hacia él y lo abrazó. 

-Ves que no estás tan molesta, y se supone que no debías llamarme por ese nombre. 

 

-Es la primera vez que te veo llorar y no es dolor, al menos no físico...

Luna fue interrumpida por tres toques rotundos en la puerta. 

-Ahora me tengo que ir, descansa, tienes un gotero de morfina para el dolor, en el closet hay un traje limpio y un bastón por si necesitas ayuda para caminar, cuando estés listo me dijeron que que quieren hablar contigo, ni siquiera sé sus nombres pero dijeron ser tu familia y te trajeron aquí hace dos días cuando ocurrió el accidente.

-¿Oscar cómo está?

-En peor estado que tú pero estable, ahora me tengo que ir o estaremos en un lío.

Una vez solo en el cuarto las ideas nubladas por el dolor físico, las drogas para amortiguarlo y la cantidad de información que tenía que procesar, fueron poco a poco volviéndose más claras. Tras haber visto a Diana era evidente que los que dirigían la familia desde la última vez que estuvo en esa casa habían cambiado, eso jugaba en contra porque contra esos perros viejos sabía que hueso lanzar, pero contra los nuevos aunque podía imaginar quiénes eran iba a ser difícil de manejar. 

Había pasado una semana entera desde el accidente, suficiente tiempo para que ellos pudiera haber manipulado a Luna a su conveniencia pero no parecía haber pasado, a pesar de eso no se arriesgaría a dejarla un minuto más en el centro de todo esto sin saber con quien estaba tratando. 

Se levantó adolorido pero mucho menos que cuando recibió la paliza, tomó una jeringa que tenía al lado, extrajo morfina del suero y la inyectó directo en su brazo. Se puso de pie con esfuerzo y buscó el traje que estaba en el closet, y a su lado vio el bastón, que definitivamente sería necesario. El traje era idéntico al que tenía puesto al llegar a Italia. Se vistió y al salir notó que la puerta estaba cerrada desde fuera y no podía salir, tocó un par de veces un guardia, que reconoció por haber sido de los que lo escoltaron una semana atrás le dejó salir, y justo en ese momento apareció Diana. 

-Veo que ya estás de pie otra vez, me alegro de ver que sigas siendo un poco hombre- dijo ella. 

-Tus hombres no hicieron muy buen trabajo, para la próxima inténtalo tú misma.

-Quizás lo haga, pero por ahora que te veo de pie es señal que estás listo para hablar, te llevaré a la biblioteca, todos están allí, la casa es tan grande que probablemente te hayas olvidado de donde está el lugar. 

Caminaron juntos sin decirse nada más, efectivamente, él había olvidado que tan grande era aquella mansión. 

-Ya estamos aquí, danos unos minutos antes de entrar, espera fuera, por cierto, bonita esposa- dijo Diana y entró a la biblioteca cerrando la puerta tras de sí. 

Luego de un par de minutos la puerta se abrió por un guardia desde dentro, y Ángel fue invitado a entrar, tomó una respiración profunda y se mentalizó que debía dejar Ángel en la puerta y al entrar ser alguien más, ser algo más. Comenzó a mirar a su alrededor y la verdad era el único lugar de la casa que le causó auténtica nostalgia. 

Las horas se le iban volando en ese lugar, entre clásicos, reliquias de familia. Allí había viajado con Julio Verne, estudiado las obras de Shakespeare, reflexionado con Bukowski o incluso descubierto el sexo de la mano de Sade desde un punto de vista totalmente diferente. No había cambiado nada en diez años, todo seguía en su lugar, los Vitrales en el techo con pinturas de los ángeles caídos, y en el segundo piso de la sala hacían de público varias personas de las que reconoció muchas, incluso la amplia mesa semicircular de cinco sillas desde donde se dirigía la familia estaba allí en el centro , pero  ahora sus sillas estaban ocupadas por otros viejos conocidos muy poco agradables. 

-¡Alessandro, el hijo pródigo regresa señores!- exclamó la repugnarte voz que con los años no había logrado Alessandro olvidar. 

-Enzo, no puedo decir que me alegre de verte, y menos sentado en el lugar que no te toca. 

-No seas descortés, ahora soy el Sotto Capo de esta familia, muestra un un poco de respeto, por cierto veo que estuviste practicando boxeo, parece que te fue bien- se empezaron a propagar pequeñas carcajadas entre los presentes. 

-Si, me fue muy bien, ¿pero sabes qué?, es extraño que habiendo solo una mujer en esta sala, haya sido ella la única con huevos para ir, mirarme a la cara y darme una paliza, tú en cambio, sigues siendo el mismo cero a la izquierda en esta casa, sin saber dar un golpe y sin saber ser hombre. ¿Todavía molesto porque me acosté con tu hermana?

Esta vez la única risa fue de Diana y una pequeña sonrisa dibujada en los labios de Ángel. La tez blanca de Enzo empezó a enrojecer y de su cuello apretado por la corbata, empezaron a notarse las venas producto de la rabia. 

-¡Ya basta!- dijo una voz que se aproximaba desde detrás de la mesa. 

 

-Hola madre- dijo Ángel -cuanto tiempo sin verte. 

-No el suficiente para mi- respondió ella. 

Enzo se calmó un poco y ocupó su lugar en la mesa. Mientras la madre de Ángel se acercaba hasta la silla del medio y tomó el lugar, 

-Si no fue suficiente no entiendo porqué tantos problemas para traerme desde España, podías haberme dejado allí y todos contentos. Por cierto, ¿qué haces en la silla de papá?¿no quiere venir a recibir a su hijo y te manda a ti?

-Tu padre está ocupado en el jardín de atrás, ocupado estando muerto. 

Se hizo un silencio absoluto, las otras cuatro personas en la mesa bajaron la cabeza mientras Ángel tragó en seco al no saber que responder.

-Pues supongo que luego tendré que ir a presentar mis respetos.

-¡Él no querría los respetos de un traidor!- gritó Enzo y una lágrima le corrió por la mejilla.

-Asume que su hijo fui yo, no tú, deja el melodrama y el complejo de inferioridad que creo que a todos ya nos cansa tu teatro. 

-Enzo, compórtate o sal de la sala- dijo la madre de Ángel. 

-Así que ahora tú controlas las cosas por aquí, el nuevo Don de la familia es una mujer, Doña Bianca D´Angelo, victoria para el feminismo, ahora igualdad de género en el mundo del crimen. ¿Me puede presentar a los que se llaman ahora dirigentes de esta familia?

-Sí, los conoces a todos pero es bueno que sepas a donde llegaron, Fabio, nuestro “Consiglieri”, Leonardo como “Contabile”, Diana es el “Capogerime” y como ya te dijo él mismo, Enzo es nuestro “Sotto Cappo”- respondió Bianca.  

-Gran directiva madre, la familia va a progresar como nunca antes, pero si tienen tantos buenos hombres, ¿para qué me traen a Sicilia?

Bianca quedó callada antes de responder. Diana que estaba a su lado le puso la mano en el hombro y decidió responder en su lugar. 

-Nos están cazando Alessandro, han muerto más de veinte empleados este mes, a manos de la misma persona, el mismo sello, tu sello. Alguien está matando gente de esta familia y otras de Sicilia a tu nombre. 

-Tienes más sangre en tus manos que nadie, decide a ayudarnos o tu Luna nueva puede tener un pequeños accidente como la anterior- dijo Enzo 

-Vuelve a amenazarla, y te hago una colonoscopia con este bastón- dijo Ángel.

-La amenaza de Enzo está fuera de lugar, pero ya sabes a qué viniste- dijo Bianca

Ángel comenzó a reír a carcajadas que resonaban en eco por toda la habitación.

-La gran Familia D´Angelo pidiendo ayuda al traidor. Me reciben a golpes y ahora quieren que controle su desastre. Tienen tanto miedo que  resulta que el traidor, el asesino, el que ni siquiera lleva ya el apellido de esta familia, y se alegra de eso, tiene que salvarles el pellejo. Lo voy hacer, porque de verdad hay gente inocente que muere cuando imbéciles como ustedes olvidan lo que significa la palabra mafia, porque esos empleados, tenían nombres, vidas, fuese una prostituta o un adolescente que quería lucirse con un arma y fue lo bastante estúpido para unirse a su circo, esas vidas se perdieron porque ustedes fueron incapaces de cumplir su objetivo. Quiero que quede en sus cabezas bien claro, que solo están en esas sillas porque decidí irme, porque sin mi, no son nada, no son nadie, solo niños jugando al gánster, y cuando ponga mis manos sobre la persona que anda matando con mi marca, puede que deje que los últimos disparos que haga sean a ustedes, ahora si me disculpan, tengo la tumba de un padre con la que quiero conversar.

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