CAP 4: Soñar

(...) de sueños vivimos, en pesadillas morimos(...)                           

Seguían sentados en la misma mesa de aquel café en el centro de Madrid, inmóviles con sus

mentes corriendo a doscientos kilómetros por hora en busca de una solución. Oscar fue el primero de los dos en levantarse, y sin articular una sola palabra, tocó a Ángel por el hombro y le hizo saber con solo mirarlo que era hora de irse, arrojó un billete de veinte euros a la mesa donde las dos tazas de café sin tocar todavía humeaban. 

Fueron a dar un a un bar, a pesar de lo temprano que era. El silencio se mantuvo en todo el camino hasta llegar allí, e incluso una vez sentados en la barra con un vaso de Whisky a la roca delante de cada uno, ninguno sabía que decir. 

-Hay que largarnos de aquí- dijo Oscar -han sido buenos años pero hay que salir ya de este lugar, con un par de llamadas puedo hacer que estemos en el próximo barco a Sudamérica. 

-¿Seguir corriendo? Creo que ya fue suficiente de eso, y además no puedo dejar a Luna, nos vamos a Italia, no la voy a poner en riesgo, fin del debate- le dio un trago profundo a su Whisky.

-¡Mírame!-dijo Oscar agarrando a su amigo y poniendo su cara enfrene de la suya-si volvemos no hay salida, y yo sé que quieres a Luna, pero con una bonita brasileña en un par de meses se te habrá olvidado. 

-Tú le llamas querer a lo que deberías decirle amar- respondió Ángel. 

-Y tú le llamas amar a lo que cualquier persona sana llamaría obsesión con algo tan simple como un nombre, pero no me hagas ser descortés que ya tenemos bastante.  

-¡ Vas a empezar tú también!-gritó Ángel atrayendo miradas de todos por un segundo. 

-Baja la voz, yo no soy Marina y si me vuelves a gritar, te rompo la mandíbula aunque te tenga que llevar luego al hospital yo mismo. 

-Lo siento- se disculpó Ángel -esto ya es demasiado. 

-Lo sé, ninguno de los dos esperaba volver a escuchar esa frase otra vez, sinceramente esperaba que Giovanni estuviera muerto o algo así, no que se hubiera puesto tetas. 

-Tú fuiste quien dijo que ahora es una mujer en toda regla, así que llámala por su nombre

-Al menos no te acostaste con él o ella, como sea es una lástima, hubiera sido el chiste de mi vida. 

Ambos rieron por unos momentos y durante el instante que duró esa risa, se olvidaron de todo lo que se les venía por delante. 

-Está bien, si quieres que regresemos a Italia, pues te apoyo- seguía diciendo Oscar.

-No tienes que venir conmigo, tú estás fuera de esto, seguro alguna cubana estaría encantada de darte asilo en La Habana, llevas años sin ir, creo que ya es hora.

-Puede ser que sea hora, pero cuando se jura no se hace en vano, “Dove cade mio fratello, io cado, dove muore mio fratello, io muoio”, ¿recuerdas?

-”Donde mi hermano cae, caigo, donde mi hermano muera, muero”, siempre me pareció un juramento estúpido, además, nunca se te dio bien el italiano y sin embargo te esfuerzas para hablarlo.

-Nunca se te dieron bien las mujeres y aun así insistes en estar con ellas, cada uno con sus caprichos. 

Ambos brindaron alejando por un momento la mente de lo que estaba pasando. 

-Ahora tienes que decirle a Luna todo esto, o al menos un par de verdades escogidas, no puedes tampoco desaparecer de un día a otro, no se merece eso- dijo Oscar. 

-Es cierto, esta noche tiene que estar en el hospital así que tengo tiempo para pensar bien lo que le voy a decir y lo que me tengo que seguir guardando. 

La hora de verse solo en casa llegó, pensar la mejor manera de decirle a la única persona inocente en toda su vida, que todo lo que él le había contado y dibujado a lo largo de los años, no era más que una cortina de humo,una fantasía de lo que realmente le hubiese gustado vivir. 

No hay manera fácil de decirle a alguien que quieres de verdad, “te he estado mintiendo”. No hay un final feliz luego de algo así, cuando alguien tiene que enterarse que su confianza fue traicionada desde la primera mirada. Eso no pasaba con mujeres como Luna, de esas que les cuesta abrirse a alguien, pero que cuando lo logran toman las manos de la persona que quieren y sin pensarlo más dicen: 

“Aquí tienes mi corazón, confío en que sabrás qué hacer con él” 

Horas enteras mirando al techo, caminando por su apartamento en círculos. Esperaba que la puerta se abriera, imaginando todos los escenarios posibles, todas y cada una de las reacciones que ella podría tener cuando supiera todo, todo lo que él estaba dispuesto a contarle. Incluso consideró huir, Oscar podía tener razón y podría ser lo mejor, pero si le iba a romper el corazón de cualquier manera, al menos sería lo bastante hombre como para hacerlo de frente y no yéndose sin más. 

Esa noche quedó dormido en él sofá, pensando en ella al punto de que no soñó con otra cosa. Su subconsciente decidió proyectarle esa noche una película de mil recuerdos difusos. La vio durante todos  y cada uno de sus sueños, su rostro, en especial sus labios, esos que había besado y mordido infinidad de veces durante estos años de felicidad que parecían llegar a un final no muy agradable. Vio mil sonrisas , incluso la vio mordiéndose el labio inferior como tenía por costumbre cuando se ponía nerviosa, la escuchó decir varias frases que tenía por habituales con él, “TE AMO”, “ERES EL MEJOR”, “TÚ ERES UN VERDADERO Ángel, EL MÍO”.El escenario iba cambiando pero ella seguía ahí, siendo la mejor, siendo Luna. Por momentos también su mente se puso traviesa con sueños donde más que risas de su boca salían gemidos, y las frases que decía tenían un tono completamente diferente.    

De pronto, en uno de sus sueños se vio en el parque de “El Retiro”, lugar emblemático de Madrid, él iba vestido de traje y corbata, completamente de negro. En el lugar no había la muchedumbre habitual, estaba completamente solo, hasta que la vio a ella. Luna caminaba lentamente por el lugar. Ángel comenzó a correr tras ella pero parecía no alcanzarla nunca, intentaba gritarle pero su voz no salía. 

Cuando finalmente la alcanzó pudo ver que ella vestía su traje de bodas, tenía un ramo de rosas blancas en la mano y el velo del vestido ceñido sobre el rostro. La volteó hacia él poniéndole la mano en el rostro, levantó el velo como hizo aquel día de su boda hacía 4 años, se sorprendió al ver su cara, retrocedió incluso. De los ojos de Luna corrían lágrimas que se tornaban negras al fundirse con el maquillaje y hacían dos ríos oscuros al descender por sus mejillas, los labios con el color totalmente deshecho comenzaron a moverse, pero esta vez no para sonreír, morderse o gemir, sino para empezar a decir cosas que comenzaron a tornar el sueño en pesadilla. “Quién eres?”, preguntaba ella.”Qué le hiciste al hombre que amo?””Por qué alguien como yo se casó con alguien como tú””No soy tu Luna, no soy ella”. Todo eso dijo ella mientras él no podía hablar, estaba inmóvil y solo le quedaba ver como a medida que seguía hablando se iba alejando , le miró a las manos y el ramo de rosas se iba pintando de rojo mientras por debajo de los pétalos iba cayendo lo que parecía sangre mientras ella apretaba sus manos contra las espinas de las flores, ella misma volvió a bajarse el velo y se le perdió en la distancia.

 Ángel volvió a correr detrás de ella desesperado por encontrarla, esta vez se le hizo menos complicado. Cuando la alcanzó, volvió a ponerla de frente a él, volvió a levantar el velo y esta vez había otra sorpresa, el rostro era el de Marina, perfectamente bien maquillada y arreglada, sonrió tiernamente, ladeó la cabeza lentamente mientras su sonrisa se hacía más oscura a cada momento. ¿Recuerdas tu nombre?,luego se le acercó, lo besó en los labios y le dijo al oído, “conmigo vas a estar mejor”. 

En ese momento Ángel se levantó sudando, temblando, y en un instante, sin darse cuenta, estaba llorando en el suelo con la cabeza entre sus piernas como un niño, sin saber porqué, sin saber por quién. 

Lo que quedaba de noche se le hizo eterna, las botellas de vino que habían en la casa insuficientes, y lo único de lo que tenía mucho más de lo que quería era confusión. 

El sol salió y lo sorprendió tomando directo de una botella que ya no tenía nada más que ofrecer. La puerta sonó, se volteó y sintió como su corazón comenzó a acelerarse. Cuando volteó a ver no tenía ni idea de qué iba a decirle o como iba a comenzar aquella conversación. 

Se dio vuelta esperando que una sonrisa de ella le quitara las preocupaciones, y al estar de frente a la puerta, era Oscar quien la había abierto. Vestido de traje y con una cara peor de lo habitual. 

-¿¡Se puede saber qué diablos haces aquí!?

-Quita la cara de imbécil, aunque siempre la llevas puesta ahora que lo pienso, tienes otro lugar donde estar, date una ducha y nos vamos. 

-Tengo que esperar por Luna, tengo mucho que contarle tú mismo lo dijiste

-Ese es el tema, nuestra querida nueva amiga Marina se te adelantó, cuando llegué al estudio esta mañana Luna y ella me estaban esperando, y digamos que tu esposa sabe una o dos cosas más que la última vez que la viste, así que a no ser que quieras que crea todo lo que le puede haber dicho Marina, te aconsejo que te apresures, las cosas se adelantaron, salimos de la ciudad dentro de tres horas en un avión privado a Italia. 

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