Capítulo 4

GEORGINA

—Mierda —susurra Nicholas—. Cúbreme, cuñadita buenorra.

Intenta esconderse tras Paula y ella ríe cuando Brad golpea a su hermano alejando a su mujer. No entiendo lo que sucede, aunque ellos parece que sí. Sólo Sarah y yo parecemos perdidas. La mujer no demora en llegar y utiliza ese mismo impulso para abofetear al cumplimentado con mucha fuerza, que incluso a mí me duele. Él maldice sobando su mejilla y salta, todo antes de reír, se detiene al ver las lágrimas de la mujer correr como ríos.

—No puedo creer que hayas hecho algo tan bajo y estúpido —dice ella hipando con tanta fuerza que casi no se le entiende. Nicholas tiene la decencia de avergonzarse por lo que haya pasado.

—Alicia, nena, no sé de qué hablas.

Paula tose para ocultar su risa y la miro con reproche, Sarah también lo hace. Vuelvo a mirar al hombre cuando suelta un grito ahogado, cae al piso sujetando su entrepierna y la mujer se va. Cubro mi boca por la locura que estoy presenciando.

—¡¿Qué has hecho ahora, Nicholas?! —reprocha una mujer mayor y lo levanta jalando su oreja.

Nicholas ríe y se acuesta en el piso acariciando su entrepierna sin vergüenza alguna.

—Como no pueda tener más hijos será tu culpa, Paula —dice y se levanta. Extiende su mano libre hacia Paula y ella le entrega una cajita negra de terciopelo. Besa la frente de la señora y se aleja con incomodidad—. Si todo sale bien tendremos otra boda y otro bebé en camino.

La señora chilla de alegría, olvidando toda la escandalosa escena.

—Te dije que funcionaría —le dice Paula a Brad y él rueda los ojos.

Alex vuelve y se burla de lo que le han hecho a su amigo, pero Adam no aparece. Los demás invitados no saben ni cómo actuar, se ven tan confundidos que hasta risa dan. Lo busco por un largo rato con la mirada, intento ser discreta, pero Sarah se da cuenta y me mira con pesar. No entiendo qué sucede y me preocupa lo que están haciendo todos a mi alrededor y que no entiendo.

—... Y esta es Georgina —presto atención cuando escucho mi nombre, me fijo en el chico que sonríe frente a mí y tiende su mano.

—Soy Johnny. Mucho gusto, Georgina.

Recibo su mano y sonrío un poco.

—Johnny es primo de Brad y Nick —dice Paula y levanta una ceja esperando mi reacción.

—Es un gusto conocerte —digo, esbozando una sonrisa y pido permiso para alejarme.

Alex me mira y niega como si se sintiera decepcionado, eso no me gusta. Ha pasado más de media hora, creo, y Adam no vuelve. Estar en un lugar al que no fuiste directamente invitada con tu acompañante desaparecido y tú dando vueltas buscándolo como una gata hambrienta, no me refiero al tipo de necesidad de Paula, sino a la del tipo en que extrañas a alguien con tanta fuerza que te sientes inquieta.

Sonrío y mi corazón se tranquiliza al verlo caminar con sus manos en los bolsillos, gesto que he visto en él cuando está disgustado, suele empuñar sus manos con mucha fuerza y guía su frustración a esa parte de su cuerpo. Camino detrás de él, no creo que se sienta muy cómodo estando aquí, además quiero saber qué le dijo Alex, ninguno de los dos se ve muy feliz.

—¡Adam! —lo llamo y gira a verme.

Pero detengo mis pasos cuando una mujer, con un vestido rojo más corto, ceñido y exhibicionista que el mío, también lo llama, con la diferencia de que ella se lanza a sus brazos y lo besa... en la boca.

Muerdo mi labio inferior con fuerza, es mejor el dolor físico al que siente mi corazón. Voy, o más bien, corro al baño y trato de calmarme un poco, creo que estoy siendo exagerada. Adam no siente nada por mí y me he dejado llevar a sabiendas de que él nunca me verá como a una mujer.

Siempre me pasa lo mismo, nunca logro obtener lo que deseo, como si un final feliz no me fuera digno. Así pasó con mi bebé. No tuve la fuerza necesaria para defenderlo, permití que me lo arrebataran y desde entonces me siento tan vacía. Sé que era muy joven, pero jamás me sentí más feliz que cuando supe que tendría a mi bebé, mi propia familia que me querría.

La puerta del baño se abre y seco mis lágrimas, esquivo a la persona que ha entrado y entro a uno de los cubículos. Me siento a esperar, sólo deseo estar sola.

—¿Georgi, estás aquí? —dice Sarah, golpea los cubículos y se disculpa con una señora que le grita «inoportuna», eso me hace sonreír un poco—. ¿Dónde estás, cariño?

Ella siempre es así, dulce y suave con las personas a su alrededor, aunque no lo valga, a menos que colmen su paciencia, cosa que suele hacer Alex, pero la calma con un beso. Son una gran pareja y ella merece a un hombre como él.

Abro el cubículo y me recibe en sus brazos. Ni aún con estos zapatos tan altos logro alcanzarla. Acaricia mi cabello con calma y lloro sacando esta presión de mi pecho, hasta que mi desesperación ha cedido un poco.

—¿Para qué me trajo? —chillo, sin poder evitarlo, porque duele no merecer el cariño de una persona.

—No me corresponde decírtelo, cariño.

—¿Qué pasa? No me gusta esto, que juegue así y que él...

Él menosprecie lo que yo siento.

Sarah suspira y me suelta para mirarme a la cara. Ella es tan fuerte y estoy segura de que no se sentiría de esta manera, por más que ame a Alex, ella no lloraría por él ni se sentiría tan destrozada.

—Te lo diré porque te amo y porque deseo golpear a Adam por hacerte esto. —La mujer a la que Sarah ha interrumpido sale del cubículo de al lado y la mira con molestia, mi amiga se vuelve a disculpar y la mujer bufa. Sonreiría si mi corazón no estuviera tan atosigado y adolorido. La mujer se va y Sarah me lleva al lavamanos para limpiar mi cara, lo hace mientras habla—. Se supone que te traería para que conocieras a alguien, dice que lo que tú sientes por él es sólo platónico y mereces tener algo real.

—¡¿Qué?!

Esto suena estúpido incluso para mí.

—Lo sé. Es estúpido. ¿Quieres que te llevemos a casa? Alex está afuera esperando a que decidas.

Asiento.

Si esto es lo que quería, ¿entonces para qué tratarme de esta manera tan dulce y confundirme?

—Adam también te está esperando. Dice que no esperaba que esa mujer se le lanzara encima y parece afectado por tu reacción.

—Fui una tonta, ¿cierto?

—No, nena. Eres una mujer enamorada y no correspondida.

Y mi corazón vuelve a doler. Sarah acaricia mi espalda, dice que llore lo que necesite y realmente lo hago, deseando no hacerlo, molesta conmigo misma por comportarme de esta manera tan penosa, por ilusionarme con un hombre que no me corresponde.

La puerta es abierta, y no es necesario levantar la mirada para saber de quién se trata, su perfume floral inunda todo el baño.

—¿Cómo está? —susurra, como si yo no la escuchara.

—Estará bien —contesta Sarah en el mismo tono, y niego. Me creen tan frágil y sé que es mi culpa—. Nuestra niña es fuerte.

—Por supuesto —dice la pelirroja, acariciando mi cabello—. Adam quiere entrar para ver cómo está. ¿Crees que debamos dejarlo? Yo no quiero, lo detesto por ilusionarla de esa manera y destrozar su precioso corazón.

—Estoy aquí, por si no lo has notado —me quejo, y ella ríe.

—Lo sé, bebé. Me preguntaba cuando reaccionarías.

Así es ella, siempre con sus chistes de mal gusto. Sonrío y me dejo caer contra ellas y su cariño incondicional. Son lo mejor que me ha pasado en la vida, lo único bueno que tengo además de mis gatos.

—No quiero hablar con él, sólo quiero ir a casa.

—Pues eso es lo que tendrás —asegura Sarah—. Alex no dejará que se acerque a ti.

Así que esa era la razón de la actitud de Alexander, sabía lo que haría Adam y no le gustaba. Él es tan correcto, que ni por todo ese intenso amor que siente por Sarah, hizo algo para conquistarla mientras estuvo casada.

Paula me ayuda a estar lista, siempre preparada para todo tipo de emergencia. Desde que está embarazada lo ha hecho con más obsesión, como si creyera que no hacerlo sería como olvidarse de ella misma para ser simplemente una mamá. Yo opino que sabrá dividir muy bien su vida como mujer, esposa, madre y jefa. Ya no es simplemente Paula.

Salimos del baño, yo detrás de ellas, como si me protegieran de algo peligroso. Si Lucy estuviera aquí estaría gritándole a Adam tal y como lo hizo con Alex en su matrimonio cuando maltrató a nuestra rubia con esas palabras tan despectivas que aún resuenan en mi cabeza por lo duras que fueron. Esa mujer sí que sabe cómo hacer temblar el mundo de Alex, Adam y Mark.

—Georgi —me llama, pero no levanto la mirada, no quiero—. Minina preciosa, mírame.

Escucho como se queja y miro en su dirección. Las chicas evitan que me detengan al ver cómo Alex lo contiene con rabia y le gruñe algunas palabras. Y reconozco el momento en el que se rinde, deja de pelear con su amigo por llegar a mi y me da la espalda. Entonces continúo mi camino sin volver a buscar su atención.

Que me llame de esa manera lo hace más duro. Me dejo guiar e ignoro todo a mi alrededor, decido seguir con mi corazón herido. En algo sí tiene razón Sarah y es en que soy fuerte; ellas me conocen y no porque sea una persona que prefiera mi soledad voy a dejar que me vuelvan a lastimar. Nada nunca superará la pérdida de mi bebé. Adam no significa tanto.

Eso espero.

—Es una lástima que tengas que irte por culpa ese un idiota —dice Paula.

—Es tu jefe —le dice Brad y ella ríe.

—Con mayor razón.

Sonrío por las alocadas analogías de Paula. Ella sí que no le tiene miedo a nada.

—Ni siquiera fui invitada, no tenía por qué haber venido.

—Detesto que hables de ti de esa manera, que te menosprecies y te trates como alguien sin valor. Esta es la razón por la que él no te quiere. Si no lo haces tú misma, ¿cómo esperas que alguien más lo haga?

—Suficiente, Paula —reprende Sarah—. Georgi ha tenido suficiente drama y no necesita más.

—Pero...

Es como si se repitiera nuestra discusión de cuando ella debía decidir si estar con Brad o no. Nuestras vidas giran alrededor de la de todas, siempre interviniendo y jalando las orejas de las otras cuando es necesario. Pero ella no entiende, es quien menos me entiende.

Sarah la reprende con más dureza esta vez y al fin se calla, lo que hace reír a Alexander y Paula le saca la lengua al hombre. Nunca se han llevado muy bien. Paula puede ser irritante, en estos casos extraño a Lucy para que la distraiga y me deje en paz.

—Georgina —me llama Alex y toma mi hombro, se inclina para mirarme a los ojos, eso me hace sentir aún más pequeña—. Te están esperando afuera para llevarte a casa, ¿necesitas compañía?

Sonrío y niego. En su mirada hay una silenciosa súplica para que su mujer no se vaya conmigo, Sarah haría algo así y si Sarah lo hace Paula también y no necesito más de su presión. Lo único que necesito es mi cama, una taza de chocolate y que llegue el día de mañana lo más rápido posible. El sol siempre trae un nuevo sentimiento de esperanza de algo mejor.

—¿Te vas? —Me sobresalto cuando hablan a mi oído desde mi espalda y me giro. Me encuentro con el primo de Brad, al que me presentaron antes de todo... esto—. ¿Por qué te vas tan pronto?

—Es necesario, fue un gusto conocerte.

—No me has conocido, sólo te dijeron mi nombre y recibiste mi mano, eso no es conocer.

Sonrío y asiento. Tiene razón y me hace sentir como una maleducada.

—Lo siento.

Niega y rasca detrás de su oreja al hacer un gesto pensativo.

—No es suficiente, quizás si aceptas bailar conmigo pueda considerar perdonar tu ofensa.

Ni siquiera pienso en mi respuesta. No tengo idea de lo que me jala a hacer esto y mucho menos si está bien que lo haga.

—Está bien. Sólo un baile.

—Guao, eres fácil de convencer.

—No pareces malo. —Él ríe y me tiende su mano, pero me detengo en el último segundo para preguntarle algo importante—. Disculpa, pero ¿cómo te llamas?

Ríe con más fuerza achicando sus ojos azules, tan parecidos a los de Brad.

—Jonathan, pero todos me llaman Johnny.

No me deja pensar más, toma mi mano y me lleva a la pista de baile. Paula sonríe al pasar a su lado y Sarah igual, sé que por razones diferentes. Intento mantener mi atención en él y en nuestro baile, para no dejarme llevar por la fuerte mirada que Adam tiene puesta en mí.

No quiero mirarlo, sólo deseo distraer mi mente e irme a casa al final.

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